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Coaching en Chile, Quién es quién: @elwerne RevistaSábado ofrece un mapa: iluminados,exitólogos,hasta un servidor http://bit.ly/chHPi8 @emol

elmercurio. La receta chilena para el éxito personal. Ni terapeutas ni sicólogos. Ni sacerdotes ni gurús. Un entrenador de vida es un poco de todo y de todos.  

Por Werne Nuñez 

Este life coach se toma el mentón, se achina, sonríe y mira fijamente, obvio.

“¿Qué
quieres lograr, realmente, para ser feliz?”, pregunta. Diego de la
Rivera tiene 58 años, un par de camionetas en el antejardín de su casa
en Vitacura y figuritas de Buda y Jesús en su despacho. Fue rugbista y
triatleta y también un exitoso y vacío constructor civil, hasta que un
día, todo cambió: “Yo ganaba mucho dinero, gastaba mucho también, comía
todos los días en El Bosque, pero algo me faltaba. Lo único que hacía
era dedicarme a mí.

Un día leí lo que escribió un gerente
general de un gran banco en una revista, y comencé mi camino como life
coach”, cuenta. Le brillan los ojitos.

“Me pegó fuerte la
historia: un tipo millonario y poderoso, que un día se muere en un
accidente y se va al cielo. Allá, un ángel le muestra su nueva casa, un
basural asqueroso. Y el tipo le dice: ‘Oiga, por qué no llama al jefe,
debe haber un error’, y el angelito le dice: ‘No hay error. Esto es
todo lo que usted ha logrado tener aquí’. Fin. Fue un rayo de luz en mi
cabeza. Dejé de trabajar y me puse a estudiar y meditar sobre el
entrenamiento de vidas. Es que cuando te iluminas tú, puedes iluminar
al resto”, dice.

La iluminación del coach es una meseta a la que
se llega en diferentes medios: algunos son (o fueron) sicoanalistas,
constructores, arquitectos e ingenieros; otros, profesores, filósofos,
deportistas y periodistas.

Arnau Sarrá, por ejemplo, tiene 48
años y tuvo un programa en el canal Más22: Zendero del espíritu:
entrenamiento de vida. Es conocido como Roshi, Rabi Binah y/o Gurú Ji
en el mundo del Tao-Zen. Este coach se iluminó el domingo 21 de octubre
de 2001, en Santiago, durante un seminario sobre hipnosis y
reencarnación con el siquiatra Brian Weiss, autor del best-seller
Muchas vidas, muchos maestros. “Llegó un minuto en que comprendí que
todo lo que creí no era así, y ya no pude seguir haciendo lo que
hacía”, recuerda. El día después de la luz, renunció a un par de
directorios y a su pyme constructora. “Antes construía casas, ahora
construyo vidas”, es su propio y personal tag-line.

“El
entrenamiento de vida viene de las filosofías orientales,
principalmente del zen. Del autoconocimiento. El life coach trabaja
para que las personas se conozcan a sí mismas y en sacarles lo mejor de
sus potencialidades”.

“¿Y qué crees que viene antes que el
éxito?”, pregunta Diego de la Rivera. “Esto no es cuento: en las
sesiones el alumno me entrega un papelito con su proyecto personal y yo
les entrego, en un papelito cerrado, el secreto para lograrlo. ¿Qué
crees tú que les escribo en el papel? ¡Fe! ¡Les escribo la palabra
‘Fe’! La fe es un tubo con el que yo me conecto con la energía del
universo, que es como una cañería más grande. No vas a lograr el éxito
material si no tienes fe. Focalízate en una cosa y serás el mejor. El
dinero y la fama son consecuencias de un talento potenciado. Saca a tu
gigante interior”, dice el coach y webmaster de www.elexito.cl.

Por
una sesión, De la Rivera cobra, en promedio, 45 mil pesos. Su mínimo
para empezar a trabajar es un trato por cuatro sesiones. Por
entrenamientos más complejos y más personales aún, sus honorarios van
desde 300 mil hasta un par de millones de pesos. La felicidad no es
gratis. Lo del “gigante interior” es un concepto que muchos life
coaches manejan porque leyeron el libro Despertando al gigante
interior: cómo tomar el control inmediato de su destino emocional,
mental, físico y financiero, y son fans de Anthony Robbins, su autor,
life coach de personalidades mundiales y considerado el orador
motivacional más importante del planeta.

Nada es imposible

La
encuesta contiene una pregunta: ¿Quiénes vienen a ti? Y la lista se
completa con gerentes nuevos y asustados, ejecutivos top que no rinden,
tipos que lo tienen todo y no quieren nada, abuelas que quieren que sus
nietos las quieran, suegras que quieren que su yerno las respete, gente
que siente culpa con el alivio que le provocó la muerte de sus padres.
Gente que quiere tener un millón de dólares, gente que quiere un cargo
en la empresa, gente que quiere separarse, padres que odian a sus
hijos, hijos que odian a sus padres. Gente poderosa en su compañía e
irrelevante en sus casas. Gente que quiere desarrollar otras
competencias, ser y hacer otra cosa. Gente desorientada, padres,
jubilados y aburridos, mujeres profesionales ambiciosas y adolescentes
que se sienten derrotados ante el primer fracaso.

Gente que no
sabe por qué corre todo el día. Gente que odia a su jefe y su trabajo.
Gente que no se siente tomada en serio. Gente que está desahuciada y
quiere ser feliz durante el tiempo que le queda. Gente que se pregunta:
¿para qué estamos vivos?, y/o ¿qué hago aquí? Empresarios, embajadores,
políticos, muchos ingenieros y médicos. Gente que cree que no se merece
lo que tiene y gente que cree que merece más. Gente estancada,
bloqueada, molesta consigo misma. Gente que quiere reconocimiento.
Gente en el clóset. Gente muy gorda y muy flaca. Gente que se siente
fea. Gente que quiere subir una montaña o lograr un hoyo en uno. Gente
que no sabe de orgasmos. Gente ultra tímida, también, por ejemplo.

A
ellos, los life coaches los llaman clientes, pacientes, alumnos,
aprendices, buscadores, discípulos o simplemente coachees. Contratar a
un life coach incluye la obligación de hacer tareas para la casa y la
posibilidad de utilizar el comodín de la llamada telefónica las 24
horas del día, 7 días a la semana. A todos ellos se les asegura que
nada, pero nada, es imposible.

“Todos los que llegan a mí 
tienen miedo. Muchos vienen con su decisión tomada, y me doy cuenta que
más que un coach, vienen a buscar un apoyo a una decisión importante,
porque están muy solos. Conozco a gerentes de 40 años que se
transforman en niños, y lloran catárticamente, solo porque les doy
cariño”, dice Diego de la Rivera.

“Converso con múltiples
personas de distintos niveles, y puedo afirmar que la experiencia más
fuerte que están sintiendo es de incertidumbre, con sus empleos, con
sus familias, con la salud y ahora, con la naturaleza. Hay un
sentimiento de temor y de poca compañía”, cuenta Ricardo Román, 45
años, profesor de filosofía y coach.

Si un cliente no logra su
meta, no es un fracaso del life coach. Tampoco del cliente. Si un
cliente declara estar enamorado de su life coach, es un error del life
coach, y debe alejarse completamente. Todos pueden ser un life coach, y
todos somos potenciales sujetos de coaching, dicen.

País de coaches

No
todos los life coaches son seres iluminados ni vivieron momentos
epifánicos. Algunos simplemente estudian para esto; otros, tienen el
talento. Sin embargo, hay detalles que se repiten. “El life coach es
humilde, sabe resonar con el otro, empatiza rápidamente y es muy
humano. No opina y no victimiza al cliente. Es inquisitivo, desafiante,
curioso, no pierde el foco”, dice la coach peruana Illary Quinteros, 40
años, master en comunicación empresarial de Chicago.

O como dice
Ricardo Román: “El coaching no es una ciencia exacta, es más bien un
arte, hay una disciplina sólida detrás. El life coach debe ser abierto
y muy sensible, comprender al otro y saber que todas las personas
pueden transformarse. Debe ser honesto y decirle al cliente lo que no
le gusta que le digan. Es por su bien”.

Otros, como Paul
Anwandter, piensan en el comienzo de todo esto y ven la portada de un
libro sesentero en su pantalla: El juego interior del tenis, el título;
Timothy Gallwey, el autor. “Él fue el primer coach de esta nueva era.
Mostró cómo se podía enseñar sin decir necesariamente qué es lo que
había que hacer, y qué se podía hacer para que la persona lograra sus
objetivos, a través de preguntas. Él fue jugador y profesor de tenis, y
una instrucción como ‘Toma la raqueta así’, la transformaba en una
pregunta: ¿Cómo crees tú que es la mejor manera de golpear la pelota?”,
cuenta.

Anwandter tiene 54, es ingeniero electrónico, master
trainer en coach integral, autor de tres libros sobre el tema,
presidente de la Asociación de Coaching de Chile y director de la
Internacional Coaching Comunity. Es un gremio académico y organizado. Y
una industria en crecimiento: diez años atrás, los pocos coaches que
había sólo hablaban frente a empleados de empresas en crisis. Hoy, los
encuentras con Google. El servicio personalizado de coaching responde a
una nueva necesidad en un mundo de individualidades: lograr lo que
quiero para sentirme feliz.

“Montones de life coaches son
chantas, charlatanes que se creen coaches y que lucran con gente
desesperada y solitaria. Hay que fijarse en el currículum, ver de dónde
vienen. Un life coach sabe leer tu lenguaje corporal, tus gestos, tus
tonos, y se da cuenta de tus falencias, pero para poder ayudarte. No
para crear dependencia. Tu life coach sabe cosas de ti que ni tú mismo
conoces”, dice Alejandra Aguilera, ingeniera, 34 años, coach desde hace
tres.

“Está el coach que es bien superficial, que funciona más
como un motivador, el que te grita ‘¡Vamos, tú puedes, dale!’. Eso
funciona, un poquito. Hay otro que busca construir tu propio plan
estratégico personal para posicionar tu marca como persona. Hay otros
que son transformacionales, y son capaces de guiarte en cambios más
profundos de tu vida. El coaching de vida es un proceso hecho muy a la
medida, que debe durar un mínimo de tres meses para producir ciertos
cambios observables. No recomiendo estar toda la vida con un life
coach. El buen entrenador debe trabajar para que te independices y
tomes el control de tus decisiones”, explica Ricardo Román.

Para
Beatriz Pereira, sicóloga y miembro de la Asociación Chilena de
Coaching, las razones para elegir a un life coach y no a un terapeuta o
sacerdote, están en lo que no define a un life coach: “Mucha gente se
siente afectada si va al sicólogo. Activan sus traumas del pasado.
Muchos no se sienten cómodos hablando con un sacerdote. No creen que
pueda aconsejarles sobre la vida real. La gente se siente más cómoda
acudiendo a una sesión con un life coach, porque uno, de lo único que
se preocupa, es de reflejar lo que es. Un life coach no tiene
prejuicios morales ni manuales de uso. Te acompaña y motiva a conocer
tus potenciales, y luego te dice: ‘Bien, ¿qué metas quieres lograr?”,
dice, y sonríe. Sonreír es parte del asunto.

Habla Ricardo
Román: “Una de las cosas en las que puedes ayudarle a alguien con un
coaching de vida, más que a conseguir sus objetivos, es mostrarles que
tienen una meta equivocada, pequeña, irrelevante. Ten cuidado con el
éxito, porque es relativo”.

Habla Paul Anwandter: “Lo que
buscamos es cómo hacer que la persona logre lo que quiere. Pero es
difícil medir algo como el rendimiento del life coach. ¿Cómo puedes
medir el nivel de satisfacción de alguien que te dice ‘quiero llevarme
mejor con mis hijos’? O si alguien te dice que quiere conseguir otro
trabajo, y al final del proceso esa persona descubre que está feliz
donde estaba. Esa persona aprendió. En nuestra escuela no usamos la
palabra ‘fracaso’. Usamos la frase ‘resultados no esperados”.

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