Tibetan Refugiees
Antes hemos mostrado ejemplos de cómo internet y su versión Web 2.0 está facilitando que personas conscientes la utilicen para ayudar a otros, con denuncias y sensibilización por causas que, en la obsesión económica, se olvidan. Es un despertador en especial para los “progre” bien intencionados que aún “desconfían” de las tecnologías como artificio del imperialismo. ¡pereza de café! Aquí un artículo de Quépasa acerca de YouTube:

Quépasa
El efecto YouTube

El editor de la revista Foreign Policy analiza cómo una tecnología para compartir videos entre adolescentes se transformó en una fuerza de cambio político y económico.

Por Moisés Naím

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Un video muestra una fila de personas que lenta y esforzadamente caminan sobre un sendero cubierto de nieve. Se oye un disparo; la primera persona de la fila cae. Una voz desde arriba dice: “Les están disparando como si fueran perros”. Otro disparo, y otro cuerpo cae al suelo. Un soldado chino uniformado dispara su rifle de nuevo. Luego, un grupo de soldados examina los cuerpos caídos.

Estas imágenes fueron captadas en lo alto de los Himalaya por un miembro de una expedición de montañismo que, de improviso, tropezó con la matanza. El video salió primero al aire por la televisión rumana, pero sólo ganó atención mundial cuando fue puesto en YouTube, el popular sitio web para compartir videos. Grupos de derechos humanos explicaron que los muertos eran de un grupo de refugiados tibetanos que incluía monjes, mujeres y niños. Según el gobierno chino, los soldados dispararon en defensa propia después de haber sido atacados por 70 refugiados. El video enviado parece dejarla como una explicación absurda. El embajador de Estados Unidos en China rápidamente presentó una demanda reclamando por el trato de ese país hacia los refugiados.

Bienvenido al efecto YouTube. Es el fenómeno a través del cual videoclips, generalmente producidos por individuos que actúan por iniciativa propia, son rápidamente diseminados a través de todo el mundo gracias a sitios web para compartir videos como YouTube, Google Video y otros. Cada mes, YouTube recibe 20 millones de visitantes que observan 100 millones de videoclips por día. Cada día se suben 65 mil nuevos videos. La mayor parte de ellos son frívolos, producidos por y para adolescentes. Pero algunos son serios. YouTube incluye videos enviados por terroristas, grupos de derechos humanos y soldados estadounidenses en Irak. Algunos son sobre incidentes que tienen consecuencias políticas o documentación sobre asuntos de importancia como el calentamiento global, la inmigración ilegal y la corrupción. Algunos videos revelan verdades. Otros esparcen desinformación, propaganda y rotundas mentiras. Todos son parte del efecto YouTube.

Quince años atrás, el mundo se maravilló con el fabuloso “efecto CNN”. La expectación consistía en que los no parpadeantes ojos de las cámaras de televisión, más allá del alcance de los censores, traerían una mayor responsabilidad y transparencia a los gobiernos y al sistema internacional. Estas expectativas fueron, en algún sentido, cumplidas. Desde comienzos de los ’90, fraudes electorales que podrían haber permanecido ocultos fueron expuestos, levantamientos democráticos fueron celebrados, hambrunas fueron contenidas y guerras comenzaron o terminaron gracias al “efecto CNN”. Sin embargo, el efecto YouTube será incluso más intenso. Aunque la BBC, la CNN y otros operadores internacionales de noticias empleen miles de periodistas profesionales, ellos nunca serán tan omnipresentes como los millones de personas que tienen un celular que puede grabar video. Gracias a su ubicuidad, el mundo puede presenciar una matanza en el sendero de una montaña de 19 mil pies de altura.

Este fenómeno es amplificado por una cámara de doble eco. Uno es producido cuando el contenido, que primero se sube a la web, es nuevamente publicado por las pantallas de los canales de televisión. El segundo ocurre cuando las imágenes televisivas, incluso las más breves, se ganan una presencia permanente gracias a los bloggers o activistas que las redistribuyen a través de sitios web como YouTube. Activistas de todas partes están reconociendo el poder de los videos producidos por ciudadanos y distribuidos por la web como un testimonio determinante. Los grupos de derechos humanos arman con cámaras de video a sus individuos en zonas de conflicto para que puedan grabar y exponer los abusos a estos derechos. Los “perros guardianes electorales” están grabando las elecciones. Incluso terroristas islámicos se han adaptado a esta tendencia. Al Qaeda creó una unidad especial de producción mediática llamada “Al Sahab” (“La Nube”), que rutinariamente sube sus videos online, con la expectativa de que ellos serán recogidos por los principales medios de comunicación y otros sitios web.

El efecto YouTube ha traído otros beneficios mezclados. Ahora es más difícil saber qué creer. ¿Cómo sabemos que lo que vemos en un video enviado por un “periodista ciudadano” no es un montaje? ¿Cómo sabemos, por ejemplo, que el video de YouTube sobre aterrorizados soldados estadounidenses llorando y pidiendo por sus vidas bajo fuego, fue filmado en Irak y no organizado en otra parte para manipular a la opinión pública? Las más de 86 mil personas que lo vieron en los primeros 10 días tras ser enviado nunca lo sabrán.

Los gobiernos ya están sintiendo el calor del efecto YouTube. El ejército estadounidense recientemente ordenó a sus soldados suspender el envío de videos, a menos que hayan sido examinados. El gobierno iraní restringió la velocidad de la conexión para limitar el acceso de su gente a los videos. Estas medidas no han detenido la proliferación de videos web tomados por soldados estadounidenses en Irak, ni impedido al común de los iraníes ver las imágenes que ellos quieren ver. Y aunque Beijing ha sido efectivo en censurar los contenidos a sus ciudadanos, todavía tiene que descubrir una manera de prevenir el creciente número de videos sobre rebeliones campesinas que son publicados online. A largo plazo, todos estos esfuerzos van a fracasar.

Cuando hay que tener fe en lo que vemos online, la buena noticia es que el efecto YouTube ya está creando una gran demanda de guías de confiabilidad: individuos, instituciones y tecnologías en las que podemos confiar para ayudarnos a distinguir hechos de mentiras. Esto es importante, porque la esperanza de compensar los inconvenientes del efecto YouTube nunca vendrá de una intervención gubernamental. Los mercados y la democracia hacen un mucho mejor trabajo filtrando lo malo de lo bueno en el enredado tsunami de videos que vienen en nuestro camino. Los millones de bloggers que están constantemente observando, chequeando datos y exponiendo errores son un poderoso ejemplo de “la sabiduría de las masas”. Ciertamente que los mercados y democracias a menudo fallan o decepcionan. Pero la apertura que estas fuerzas políticas y económicas promueven está siendo ahora asistida por una tecnología que es tan omnipresente como nosotros mismos.

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