emol. Un punto importante que también alcanza a Estados Unidos,
sería eliminar todos los sistemas educativos que preparan a los chicos para
trabajar en modelos industriales o de factorías. Nuestros sistemas educativos
hoy simulan el modelo de las fábricas, en las que los chicos siguen un horario
fijo de ingreso y salida, y una rutina al estilo de un trabajo cualquiera, lo
que estuvo bien mientras duró la sociedad de masas. Preparamos a los chicos
para trabajos que, en su esencia, serán una suerte de línea de ensamblaje aun
cuando esos empleos resultarán cada vez más escasos, y no avanzamos hacia una
economía basada en el conocimiento individual. Por tanto, es necesario
transformar este sistema masivo de educación, algo que será extremadamente
difícil de lograr. Es obvio que los sindicatos de profesores se resistirán a
estos cambios porque de manera comprensible buscarán proteger sus puestos de
trabajo, pero aun así debe darse un replanteo radical de la educación. ¡¿Cómo
se combina lo que hoy aprenden los chicos en la escuela con lo que aprenden en
internet o en la calle?! El modelo en
que se mueven los maestros es injusto para los chicos porque preparan a los
chicos para ayer, no para mañana
. La “escuela del mañana”, será
muy distinta de las actuales: debería funcionar las 24 horas del día, ofrecer
un servicio adaptado a las necesidades y los intereses de cada alumno y de las
empresas, y con un currículo interdisciplinario no sólo en cuanto contenidos,
sino también por sus exponentes. ¿Por qué las clases deberían darlas sólo los
maestros? Quienes a su vez deberían pasar parte de su tiempo en el mundo
empresarial y todos aquellos que tengan algo para dar ¿Por qué no sumar a las
aulas a quienes sin ser maestros, pueden ofrecerles otras perspectivas de
aprendizaje a los chicos? ¿Por qué no sentarlos durante media hora, una hora o
lo que fuere con un piloto de avión? ¿O con un cocinero, un empleado de oficina
o un empresario? Que se genere una ida y vuelta: ¿qué haces? ¿Cómo es tu vida
diaria? Y, más relevante aún, ¿cómo introducir a los estudiantes al mundo
actual, a la vanguardia de la tecnología de la información, cuando los maestros
conocen tanto o menos de ellas que los alumnos?




Contra lo que muchos aseguran, el futurólogo cree
que éste no será el siglo de China. Ni tampoco de India. También adelanta que
la crisis empeorará, critica la compra de armas de países latinoamericanos y
propone un cambio radical en el sistema educativo. Para él, el porvenir sólo
está asegurado para quienes desarrollen un pensamiento crítico y aprendan a
tomar decisiones veloces.
La hora
acordada pasó de largo. Por fortuna, el célebre escritor y
“futurista” Alvin Toffler se lo toma con calma, mientras prepara sus
maletas para volar junto a su mujer, Heidi, rumbo a otra ciudad y otros compromisos.

Por
Hugo Alconada Mon, Desde Fairfax, Virginia, EE.UU.

-Usted sabe cómo es el tráfico por estos días.

-(Se ríe) Oh, sí, todos sabemos cómo es.
¡Lamento que haya quedado estancado en ese problema propio de “la segunda
ola” en el camino!

Toffler regala una sonora carcajada que
refleja sus vigorosos 80 años. Es uno de los intelectuales más respetados del
mundo. Autor, entre otros libros, del ya legendario La Tercera Ola , Toffler
sostiene que la humanidad encara su tercer capítulo. El primero fue el pasaje de
la civilización nómada a la agraria; la segunda ola fue la Revolución
Industrial y la sociedad de masas, la burocracia y las corporaciones; y la
tercera es la que se desarrolla ante nuestros ojos, con el nacimiento de una
sociedad postindustrial.

Un parto que, claro está, no es homogéneo ni
simultáneo alrededor del planeta. O, como prefiere decir él, “el cambio no
es lineal; puede ir hacia atrás, hacia adelante o hacia los costados”,
pero para el que será necesario revolucionar el sistema educativo.

En estos tiempos de Barack Obama en la Casa
Blanca, pero también de una crisis financiera y económica, Toffler avizora
además un mundo multipolar y cambiante que no lo tendrá como protagonista, pero
que lo cobija como profeta desde que publicó El shock del futuro, allá por
1970.

Para ser el “futurólogo más famoso del
mundo”, como lo definió The Financial Times, Alvin Toffler no usa la
palabra “predicciones” y desconfía –casi detesta– de quienes las
lanzan. “Cualquiera que diga que puede predecir el futuro es probablemente
un miembro del club de los charlatanes, porque los eventos humanos están llenos
de sorpresas y hechos fortuitos, de conflictos, retrocesos y trastornos”,
dice.

–¿Pero es, al menos, optimista sobre el
futuro?

-Bueno, la pregunta es de qué período estamos
hablando. ¿Hablamos del futuro inmediato? Y en ese caso, ¿de qué región del
mundo? Este no es un buen momento para Estados Unidos. Afrontamos un declive
económico significativo que podría tornarse mucho peor antes de mejorar. Así
que éste no es el mejor de los momentos. Pero si miramos al largo plazo, diez o
quince años hacia adelante, es otra historia. Creo que Estados Unidos y otros
muchos países disfrutarán de grandes oportunidades para mejorar la calidad de
vida de sus ciudadanos.

–¿Cuáles son los grandes desafíos que anticipa
para Estados Unidos y otros países desarrollados?

–Por supuesto que el primero es el que
mencioné antes: el declive económico y cómo se le supera. También está el
desafío ambiental, y si seremos capaces de hallar los sustitutos energéticos.
Pero soy optimista y creo que superaremos esos problemas.

–Así como hoy se reafirma optimista, ¿cuánto
cambió su visión respecto de la que exponía antes del 11 de septiembre de 2001?

-Bueno… aquel día introdujo el concepto del
terrorismo en un nuevo nivel, aun cuando, si mira en nuestros libros, creo que
encontrará que aludimos a ese problema en prácticamente todos ellos, incluso en
El shock del futuro. Por supuesto que no nos enfocamos en ese problema, ni como
“terrorismo religioso”, pero sí nos referimos a otros tipos de
terrorismo. Y volvimos a citarlo en la mayoría de nuestros trabajos, así que no
es un problema completamente nuevo. Lo que sí es nuevo y realmente peligroso es
que ahora tenemos nuevos medios masivos de comunicación al servicio de los
gobiernos y los ciudadanos, pero que también les aportan ventajas a los
terroristas de las que antes carecían. A esto se suma que vivimos en un mundo
en el que ahora es posible acceder a armas de destrucción masiva, y eso cambia
la historia. No me gusta trazar comparaciones históricas, aun cuando se podría
repasar la historia griega y hallar similitudes con la actualidad. Pero nada
fue como hoy, porque nadie tenía estas armas, que generan otro
“juego”, otra dinámica, otro mundo. Todo lo que lo precede no es
comparable.

–Entonces se lo pregunto de nuevo: ¿Es usted
optimista sobre el futuro?

–Soy estadounidense y soy, por tanto, lo que
defino como un “optimista químico” (ríe). ¡Está en nuestra química
orgánica! Básicamente, sí, lo soy, aun cuando atravesamos tiempos difíciles,
dolorosos, antes de arribar a un futuro algo mejor.

–¿Cómo ve las perspectivas para América
Latina?

–Acabo de terminar una serie de reuniones con
mi equipo de consultores en las que discutimos sobre América Latina. Lo que me
choca, debo admitirle, es el hecho de que varios países de la región están
gastando más y más dinero en armas. Eso le añade más grados de incertidumbre y
preocupación al análisis sobre hacia dónde se dirige el continente. Sé, por
supuesto, que hay también una enorme demanda por mejorar la infraestructura de
los países, lo que está abriendo una oportunidad para que China y otras
potencias accedan a la región. Esa demanda de infraestructura refleja una gran
oportunidad, a la vez que puede causar potenciales conflictos sobre, por
ejemplo, qué puertos potenciar o el trazado de autopistas o gasoductos.

–¿Ve esos conflictos como algo serio?

–Veo que los países perciben, correctamente o
no, una amenaza velada y potenciales tensiones; pero lo último que necesita
América Latina es un conflicto militar. Eso me preocupa.

–Ya que mencionó a China, ¿será éste el siglo
chino?

–Éste no será el siglo de un país en
particular. Primero, porque los cambios se suceden cada vez más rápido. Así que
incluso si China se convierte en el “número uno”, puede que no dure
un siglo en ese lugar de prevalencia. Es demasiado sencillo afirmar que China
será la próxima superpotencia o que India lo será. Creo más bien que viviremos
una situación con una multiplicidad de superpotencias. No una, sino alianzas o
grupos cambiantes de países que, comparados con su pasado, serán
superpotencias.

–Dada esa dinámica, ¿qué deberían hacer
aquellas naciones que aún fluctúan entre la segunda y la tercera ola?

– (Suspira). Hasta el grado en que les sea
posible, un punto importante que también alcanza a Estados Unidos, sería
eliminar todos los sistemas educativos que preparan a los chicos para trabajar
en modelos industriales o de factorías. Nuestros sistemas educativos hoy
simulan el modelo de las fábricas, en las que los chicos siguen un horario fijo
de ingreso y salida, y una rutina al estilo de un trabajo cualquiera, lo que
estuvo bien mientras duró la sociedad de masas. Preparamos a los chicos para
trabajos que, en su esencia, serán una suerte de línea de ensamblaje aun cuando
esos empleos resultarán cada vez más escasos, y no avanzamos hacia una economía
basada en el conocimiento individual. Por tanto, es necesario transformar este
sistema masivo de educación, algo que será extremadamente difícil de lograr. Es
obvio que los sindicatos de profesores se resistirán a estos cambios porque de
manera comprensible buscarán proteger sus puestos de trabajo, pero aun así debe
darse un replanteo radical de la educación. ¡¿Cómo se combina lo que hoy aprenden
los chicos en la escuela con lo que aprenden en internet o en la calle?!

–¿Hay algún país que siga esta reforma
educativa que sugiere?

–No. No aún.

–¿Por qué?

– Bueno, para empezar, porque una de las metas
más preciadas de los países en vías de desarrollo es convertirse en sociedades
industrializadas. O, como decimos nosotros, pasar de la “primera ola”
a la “segunda ola”. Además, muchos de esos países tampoco se han
confrontado aún con las nuevas realidades globales. Y a esto se suma que los
docentes en casi todos los países están muy bien organizados en sindicatos para
proteger sus empleos. Lo comprendo. ¡Mi hermana es maestra! Pero el punto es
que el modelo en que se mueven es injusto para los chicos. Preparan a los
chicos para ayer, no para mañana.

LA NACIÓN / ARGENTINA / GDA /

LA ESCUELA DEL MAÑANA

Alvin y su mujer, Heidi, subrayan que el
futuro “será para aquellos que desarrollen habilidades o técnicas de
pensamiento crítico”. Es decir, aquellos que sepan asimilar información,
adaptarse a los cambios y tomar decisiones a una velocidad creciente, algo para
lo cual, afirman, no preparan las escuelas de hoy.

La “escuela del mañana”, tal como la
entienden los Toffler, resulta ser muy distinta de las actuales. Para empezar,
porque debería funcionar las 24 horas del día, ofrecer un servicio adaptado a
las necesidades y los intereses de cada alumno y de las empresas, y con un
currículo interdisciplinario no sólo en cuanto contenidos, sino también por sus
exponentes. ¿Por qué? Porque las clases deberían darlas no sólo los maestros
?quienes a su vez deberían pasar parte de su tiempo en el mundo empresarial?,
sino todos aquellos que tengan algo para dar.

-¿En qué piensa, en concreto?

-¿Por qué no sumar a las aulas a quienes sin
ser maestros, pueden ofrecerles otras perspectivas de aprendizaje a los chicos?
¿Por qué no sentarlos durante media hora, una hora o lo que fuere con un piloto
de avión? ¿O con un cocinero, un empleado de oficina o un empresario? Que se
genere un ida y vuelta: ¿qué haces? ¿Cómo es tu vida diaria? Y, más relevante
aún, ¿cómo introducir a los estudiantes al mundo actual, a la vanguardia de la
tecnología de la información, cuando los maestros conocen tanto o menos de
ellas que los alumnos?