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Los pobres valen millones

Francisca Vega

“Atender a los olvidados no es compasión, es dinero”. En América Latina hay un movimiento importante de los bancos encaminado a la adquisición de organizaciones que estaban dedicadas a las microfinanzas o al microcrédito. El 63% de 85 bancos de 19 países de la región cree que entrar al negocio de préstamos de entre US$ 500 y US$ 1.000 es atractivo. Aunque el dinero parezca poco, ocho de cada 10 bancos consideran que el financiamiento de las pequeñas y medianas empresas es un área estratégica de su negocio y el 90% cree que el panorama de la economía es alentador, lo que beneficiará directamente a las microempresas. Los bancos poseen infraestructura, tecnología y capacidad de fondeo, la cual puede combinarse con el mejor conocimiento de los clientes y la capacidad de la fuerza de venta específica de las entidades de microfinanzas. No hay diferencias en la cartera vencida, las personas que acceden a las microfinanzas son buenas pagadoras porque saben que no tienen una segunda oportunidad en el sistema financiero.

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El mexicano Arturo Monroy es de aquellos hombres difíciles de sorprender. Como director de la banca de inversión de Banorte, corredora que ha participado en 16 colocaciones en los últimos tres años en el mercado mexicano, sabe con creces a cuánto llega el interés de los inversionistas por una nueva empresa que entra a bolsa.

Pero el calculador Monroy quedó con la boca abierta el 20 de abril pasado, cuando el Banco Compartamos –empresa líder en microfinanzas en México– debutó con el 30% de su capital en bolsa. “Todos, sin excepción, quedamos impresionados”, dice. “Los pedidos por acciones volaban; el apetito de los inversionistas por las microfinanzas es feroz”. La demanda por Compartamos superó en 13 veces la oferta, logró canalizar el 30% de las operaciones bursátiles en el gigantesco mercado mexicano en esa jornada y recogió US$ 470 millones en la apertura.

“Superó con creces nuestras expectativas”, dice Fernando Álvarez, director de finanzas del Banco Compartamos, en Ciudad de México, quien conversó con inversionistas en EE.UU., Inglaterra, Brasil, Hong Kong y Singapur. “El 65% de los recursos irán a nuevos programas de microfinanzas e inclusión social”.

Unos de los que siguieron de cerca esa jornada fueron los bancos tradicionales, quienes siguen de cerca cómo los primeros que entraron al negocio de los créditos a corto plazo que no superan los US$ 1.000 se están llenando de dinero en los bolsillos. Y es que ellos también quieren entrar. “En América Latina hay un movimiento importante de los bancos encaminado a la adquisición de organizaciones que estaban dedicadas a las microfinanzas o al microcrédito”, dice Fernando Pozo, presidente de la Federación Latinoamericana de Bancos (Felaban) y gerente general del Banco Pichincha.

Pozo lo sabe bien, pues su banco, el mayor de Ecuador, desenfundó en mayo pasado US$ 100 millones para comprar la totalidad de la cartera de clientes de Banco Centro Mundo, la unidad ecuatoriana del grupo de entidades microfinancieras Altas Cumbres, fundado por el chileno Santiago Cummins. La operación fue a puerta cerrada y sólo al otro día los empleados fueron informados de que los 300.000 clientes pasarían a manos de Pichincha.

Con ésta, ya suman tres las enajenaciones que hace Cummins desde diciembre. En abril vendió la Corporación Financiera Miravalles y Recaudadora de Costa Rica (Recsa) a la Corporación Tenedora BAC, ligada a la poderosa GE Money, orientada al segmento medio alto, pero que ahora quiere bajar en la pirámide. Aunque ejecutivos de Altas Cumbres no respondieron a los llamados de AméricaEconomía, la operación involucró activos por unos US$ 40 millones, lo que incluyó pasivos por una cifra no revelada.

Otra venta notable de Cummins fue la de la peruana Altas Cumbres Compañía de seguros de Vida al holding ACE. Éste pagó en diciembre unos US$ 25 millones por las primas. “Que te compre una de las aseguradoras líderes del mundo no sucede todos los días”, dice el peruano Julio César Zárate, de la Clasificadora Equilibrum, en Lima. “El chileno Altas Cumbres vende en el minuto correcto”. Según fuentes del mercado, Altas Cumbres está en un proceso de reestructuración, al punto que se habla que vendería el Banco del Trabajo en Perú al poderoso inglés HSBC.

Riesgo es dinero

Una encuesta de la Federación Latinoamericana de Bancos (Felaban) y el Banco Interamericano de Desarrollo demuestra el interés por las microfinanzas: el 63% de 85 bancos de 19 países de la región cree que entrar al negocio de préstamos de entre US$ 500 y US$ 1.000 es atractivo. Aunque el dinero parezca poco, ocho de cada 10 bancos consideran que el financiamiento de las pequeñas y medianas empresas es un área estratégica de su negocio y el 90% cree que el panorama de la economía es alentador, lo que beneficiará directamente a las microempresas.

Y comprar las microfinancieras que y llevan tiempo en el mercado es para algunos la mejor manera de entrar. “Hay un potencial interesante de sinergia entre un banco comercial y una organización destinada a las microfinanzas”, dice Pozo, de Felaban. “Los bancos poseen infraestructura, tecnología y capacidad de fondeo, la cual puede combinarse con el mejor conocimiento de los clientes y la capacidad de la fuerza de venta específica de las entidades de microfinanzas”.

El atractivo de ls microfinancieras creció además porque sus resultados han mejorado mucho con la estabilidad de la economía. “Habían crecido poco, pero ahora, con una economía más estable, la curva se revierte”, dice Enrique Castillo, presidente de la Asociación de Bancos de México. En ese país, por ejemplo, los bancos más activos son Banorte, con Pronegocio; HSBC, con Financiera Independencia, y Banamex, con Crédito Familiar. “En toda América Latina, tomar riesgo va en aumento”, dice Castillo.

En Bolivia y Perú la industria de las microfinanzas tiene 20 años, y en 2000 comenzó a crecer en otros países. No son pocos los bancos que busca desarrollar sus propios canales de microfinanzas. Bancolombia, por ejemplo, colocó en el mercado un millón de tarjetas para personas de bajos recursos y, según la Asociación de Bancos de Colombia, se vincularon 180.000 nuevas personas de bajos estratos sociales al microcrédito en 2006.

También en Colombia se creó, bajo la instrucción del presidente Álvaro Uribe, el Banco de las Oportunidades para generar riqueza en la base de la pirámide social. Sume que la agencia de publicidad McCann-Ericsson –con una inversión de US$ 2 millones– investigará a fondo en Colombia, México, Panamá, Brasil y Chile la capacidad de consumo y comportamiento de los pobres.

A mediados de 2004, Citigroup creó el cargo de director global de microfinanzas. Y sólo a unos días de entrar en el negocio, dio un notición: Banamex, el segundo banco privado de México –100% de Citi–, emitió bonos en pesos mexicanos por US$17 millones para financiar las operaciones de microcrédito de Compartamos. Así comenzó a competir con Bank of America, Wells Fargo Bank, el británico HSBC, y los españoles BBVA y Santander Central Hispano.

Además, el Banco Itaú en Brasil, a través de la Fundación Itaú Social, entra a nuevos proyectos para ver la capacidad de ventas de esta población desatendida, mientras que el Banco Popular do Brasil, la rama de microcréditos del Banco do Brasil, lanzó la tarjeta de débito Visa Electron para sus clientes de bajos ingresos.

BBVA, a través de la Fundación BBVA, acaba de destinar 200 millones de euros para impulsar la red global de microfinanzas en América Latina. Aunque no tiene fines de lucro y está dentro de su área de responsabilidad social, en los últimos meses realizó un estudio para la integración futura de la red latinoamericana de finanzas en Colombia, a través de los activos de la Corporación Mundial de la Mujer Colombia y la Corporación Mundial de la Mujer Medellín. Y en Perú compró los activos Caja Nor Perú y la peruana Caja Sur. “Hoy, en América Latina y el Caribe hay más de 67 millones de personas que viven de las microempresas”, dice Manuel Méndez, responsable de la Fundación BBVA para las Microfinanzas, en Madrid. “Sólo un 6,4% tiene acceso a servicios financieros formales”.

Méndez dice que BBVA seguirá en la carrera por tomar participaciones significativas en entidades especializadas en la región, con políticas de admisión de riesgo y gestión diferenciadas de la banca convencional. “Sin duda, este tipo de políticas es una manera de explorar este rentable negocio”, dice Sergio Navajas, experto en microfinanzas del BID.

Según estudios de la entidad, las empresas de este rubro tienen hoy 6 millones de clientes y una cartera de activos superior a los US$ 5.000 millones en América Latina. Un informe del BID dice que durante los 90 el nivel promedio de crédito otorgado al sector privado en América Latina era de sólo 28% del PIB, una tasa significativamente más baja que la de otros grupos de países en desarrollo, como Asia del Este y Pacífico (72%) y Medio Oriente y Norte de África (43%). Entonces, el espacio para crecer sobra.

“Todos los estudios apuntan a que la rentabilidad es notable”, dice Navajas. Tras analizar el comportamiento de los bancos versus las microfinancieras –reguladas o no– en Bolivia, Colombia, Perú, Nicaragua y Ecuador, Navajas llegó a la conclusión de que es jugoso por donde se mire. Por ejemplo, las microfinancieras analizadas tienen una rentabilidad sobre activos (ROA) superior en 2,1 puntos porcentuales en relación a la banca tradicional. Además, la rentabilidad sobre patrimonio es casi idéntica entre las microfinancieras y la banca.

“Tampoco hay diferencias en la cartera vencida”, dice Navajas. “Las personas que acceden a las microfinanzas son buenas pagadoras porque saben que no tienen una segunda oportunidad en el sistema financiero”. Según Navajas, indicadores como el ROA y el ROE de las microfinancieras ponen en evidencia que la banca saca –y lo seguirá haciendo– provecho de entrar a este negocio. Y eso es lo mejor que puede pasar en América Latina. “La pobreza abruma”, dice Navajas. “Atender a los olvidados no es compasión, es dinero”.

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