Dalian

A Eugenio Tironi le han dado duro los guardianes del libre mercado en contra de su motivación por la felicidad de los chilenos. Otros lo acusan de insensible al hablar de felicidad en un país como Chile en que la desigualdad campea y la pobreza no se termina. A mi me parece que es posible seguir avanzando en mercado y crecimiento, pero poniendo en le centro el objetivo del bienestar más allá de lo económico. Justamente, con ese ingrediente, las políticas de igualdad se obligarán a ser más humanas y menos burocráticas (las viviendas sociales durante quince años de gobierno progresista son iguales de pequeñas y de condiciones en el desierto, la gran ciudad o la patagonia), menos estadística tranquilizadora y más escucha humana. Eso y avanzar en reconstruir el sentido de país y de futuro. La cuestión es que ahora, Tironi se apoya en el ejemplo de China para volver a la carga:

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Hasta los chinos
Eugenio Tironi
El Mercurio, 6 de febrero de 2007

En Chile, comenzamos a reflexionar sobre la sociedad a que deseamos encaminarnos. No parece tan descaminado: hasta el ultrapragmático PCCh anda en una búsqueda semejante.

La conclusión de la Sexta Sesión Plenaria del 16° Comité Central del Partido Comunista Chino (PCCh), en octubre de 2004, deja francamente sorprendido a un occidental fascinado por el frenético ritmo de crecimiento de este país en las últimas décadas, en las que la disciplina comunista ha sido puesta al servicio del capitalismo. Ella no convoca a la expansión económica, ni al incremento del poderío militar, ni al avance del socialismo: la resolución llama nada menos que a la construcción de una “sociedad armoniosa” para el 2020, única “garantía para la prosperidad del país, para el rejuvenecimiento de la nación y para la felicidad del pueblo”.

Ya parece demasiado: ¡hasta los chinos preocupados de la felicidad!

¿De dónde viene este asunto? Según el Dr. Li Peilin, uno de los más reputados sociólogos de ese país, 26 años de grandes transformaciones en el sistema económico y la estructura social han conducido a grandes logros, pero han generado también nuevos problemas, como la creciente disparidad, el desbalance urbano-rural, el desempleo, el envejecimiento de la población y la polución ambiental. Como les ha ocurrido a otros países que han pasado por transformaciones semejantes, China podría encarar en el futuro inmediato problemas sociales que entraben su desarrollo. Tradicionalmente, se ha asumido que estos problemas serían resueltos de manera automática por el incremento de la prosperidad. Pero si se mira la experiencia internacional, afirma el Dr. Li, “el crecimiento económico y la economía de mercado no son remedio para todo”. Por ello, si quiere seguir elevando el nivel de vida de su población, China necesita diseñar desde ahora un desarrollo con armonía.

¿En qué consiste esta “sociedad armoniosa”? De partida, en una sociedad relativamente próspera, porque el bienestar material es fundamental para la armonía social. Pero hay que considerar otros aspectos, como la distribución del bienestar social, de modo de garantizar a toda la población alcanzar una “vida mejor” mediante su participación en el crecimiento económico. Ella requiere también “democracia, Estado de Derecho, equidad, justicia, amistad y vitalidad”. Debe ser armónica en sus valores, dando seguridad a las personas de que pueden vivir en paz; pero, al mismo tiempo, éstas deben ser conscientes de sus obligaciones como ciudadanos y respetar los estándares éticos de la sociedad. Debe cultivar una atmósfera moral que facilite a cada uno desarrollar sus habilidades, que promueva relaciones interpersonales armónicas entre individuos de diversos estratos sociales, y que mejore la relación con la naturaleza para proteger los recursos naturales. En fin, la sociedad armoniosa “pone a la gente primero y hace que todas las actividades sociales vayan en beneficio de la subsistencia, del gozo y del desarrollo de las personas”.

Las tareas inmediatas que se puso el PCCh para avanzar en la construcción de esta sociedad son revertir la creciente desigualdad, alcanzar un patrón de distribución razonable, elevar el empleo, crear un sistema de seguridad social universal, mejorar los servicios públicos y la gestión del gobierno; todo esto con el fin de que las personas puedan alcanzar una vida mejor.

En Chile, comenzamos tímidamente a reflexionar, después de años volcados a recuperar la estabilidad y el crecimiento, sobre cuál es el tipo de sociedad hacia la que deseamos encaminarnos. Suena idealista, pero no parece tan descaminado cuando se descubre que hasta el ultrapragmático Partido Comunista Chino anda en una búsqueda semejante.

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