mariovaldivia. Estoy seguro que hay algo muy equivocado, que me disculpen
varios amigos muy expertos que así lo creen, en pensar que los problemas de nuestra
educación consisten en la mala calidad de ella. La calidad de cualquier cosa se refiere siempre a algo pasado
presente, a estándares en este caso, que están presentes y que provienen del
pasado. En momentos de cambio histórico, la excesiva preocupación por la
calidad es fatal (nos hace conservadores y nos deja parados en la orilla
equivocada de la historia). Beethoven fue considerado por los mayores expertos
de su tiempo un músico de mala calidad, ruidoso, fácilmente espectacular –
músico para bárbaros. Los vinos que gustan hoy fueron – y son todavía –
considerados vinos sin calidad alguna por los paladares refinados de la vieja
vitivinicultura elitaria y pretenciosamente noble – vino de bárbaros. El fútbol
de antes, antes que llegara la tele, menos espectacular, más lento, más
disponible para el lucimiento de los jugadores individuales, siempre consideró
que el de hoy, rápido, espectacular, sin posiciones, sin respiro, es un fúltbol
sin calidad, de troncos, fúlbol de atletas pero no de futbolistas realmente
virtuosos, como los de antes – el de hoy es un fútbol del gusto de bárbaros,
por eso precisamente se ha hecho tan popular y se ha convertido en un deporte
del gusto de todos, o sea, de cualquiera. Pero a la larga los bárbaros ganaron:
Beethoven es el paradigma de la música seria, el vino de antes no se puede
tomar comparado con el de hoy, la liga europea de fútbol, la más bárbara, es,
de lejos, la más atractiva actualmente. Y todo, por supuesto, con gran calidad.
Estos tres ejemplos son de Alessandro Baricco, en su libro “Los Bárbados”,
absolutamente imprescindible para tener esta discusión; como él dice, para
entender la mutación, los
momentos de revolución histórica epocal como el que vivimos hoy. (Me lo
recomendó Fernando Flores, el senador, uno de los lectores más avispados que
conozco)
No se llega a inventar el automóvil obsesionándose con mejorar
la calidad de las carretelas, ni el teléfono celular con la calidad del
teléfono de línea, ni el computador personal mejorando la calidad de los
grandes procesadores analógicos. Ni se llega a producir individuos educados en
el mundo de hoy obsesionándonos con la mala calidad de la enseñanza que no
prepara a los alumnos para sumar fracciones (escoja cada uno su estándar). ¡Si
hoy una máquina desechable que se regala suma fracciones por nosotros!
Personalmente no se calcular la hora del día mediane observaciones del curso del
sol, pero no declaro que mi educación careció de calidad, ¡simplemente me
consigo un reloj! (Y también constato que se me olvidó como sumar fracciones).
Los malos estados de ánimo de los jóvenes con la educación que
reciben es una mejor pista de lo que a ella le falta, o le sobra. Es
aburridora, no tiene relevancia para la vida real de nadie, es teórica, saca al
alumno de su mundo cotidiano de prácticas en la red: mundo pragmático, rápido,
de corte y pega, mundo de emergencias provisorias, mundo que no se interesa
tanto por la solidez de verdades o por prácticas sacralizadas y declaradas
indispensables, sino que más bien busca relevancias pragmáticas, utilidades
pasajeras, mundo que integra todo los medios digitales en un solo medio
expresivo poniendo en juego, por supuesto, su gusto bárbaro por lo
espectacular. (Pido que imaginemos la sala de clases ¡por favor!). No se
escuchó la palabra mala calidad de la educación en las protestas pingüinas, si
no me equivoco. Y todos los que tenemos hijos o nietas en enseñanza media
sabemos de qué se quejan ellos y ellas.
Estos jóvenes bárbaros leen más, interpretan más textos,
“procesan mucho más información” que nosotros, pero no lo hacen
porque si, porque hay que hacerlo, porque son prácticas sagradas que
constituyen en si mismas lo que es ser educado; como dice Baricco, lo hacen
poniendo fuera de los textos su manual de uso. Lo hacen para algo que les
interesa y les preocupa que está fuera de los textos.
Baricco nos invita magistralmente a observar cómo, en momentos
de mutación histórica, el mundo se divide en dos: por un lado, los bárbaros que
pugnan por apropiarse de alguna práctica, desnaturalizándola, quitándole
calidad, haciendola fácil y espectacular, y por otro lado, una élite
minoritaria que, hasta entonces, tenía acceso asegurado a esas prácticas y que
sufre observando cómo los bárbaros destruyen la alta calidad de las viejas
habilidades que van siendo desplazadas. Normalmente, nos dice Baricco, existe
una innovación tecnológica en el trasfondo que permite el acceso de la masa
bárbara a las preciadas prácticas anteriormente de elite.
Lo que simples relojes de pulsera hicieron con la lectura de las
horas diarias, los procesadores y la internet hacen hoy con las prácticas
aritméticas, del cálculo, de la lectura y la escritura, de la producción
multimedial – fotografía, cine, audio, you
name it – y permite que cualuier bárbaro se apropie de ellas.
Ciertamente quienes, como todos los de mi edad, construimos nuestra identidad
profesional y nuestra autovaloración personal sobre la base de adquirir
duramente destrezas de alta calidad en prácticas que hoy solo requieren
habilidades de baja calidad, reclamaremos por las viejas y nobles habilidades
que los bárbaros destruyen. El tiempo pasa…