Demasiado cerca del poder y demasiado lejos de los ciudadanos
Son realmente dos las
principales razones que están llevando a una debacle a los gobiernos y partidos
progresistas, centro-izquierda, socialdemócratas o social cristianos, en Europa
y hasta en Chile que perdió las últimas elecciones finalizando el gobierno y
presidenta mejor evaluados de la historia.
No es tanto la crisis
económica, que sí es un catalizador de demandas y desespero (en Chile no había
ni hay una crisis, o es quizás que vivimos en crisis desde hace muchos años),
sino que se trata de una secuestro ideológico y de un agotamiento de estilo de
liderazgo. Dos cosas que tienen muy difícil solución, porque son sutiles y
necesitan otros ojos, cabezas y corazones que los de los actuales líderes.
La primera es lo que
comenzó como un secuestro ideológico del neoliberalismo, que por prudencia y
respuesta al chantaje de “o mercado o cesantía”, la centro-izquierda se ajustó con
ortodoxia al programa de privatizaciones, baja de impuestos, desregulación
mercado laboral y complacencia con la destrucción medioambiental. Claro, con un
acento benigno, de inversión en programas sociales para ayudar a los más
pobres. Pero en una estrategia en que básicamente se desmonta el sentido de
nación solidaria y cada uno emprende su propio proyecto, que es lo mismo que
decir, se rasca con sus propias uñas.
Los beneficios en lo
inmediato, de mayor acceso al trabajo, pero sobre todo al crédito, dieron una
sensación de bienestar y estabilidad, que le permitió a la centro-izquierda mantenerse
en el poder, pero ahí pasamos del secuestro ideológico al síndrome Estocolmo,
que en pocas palabras significa que los prisioneros se ponen de parte de sus
captores.
Esto no fue casual, la
convivencia entre poder y dinero, o con el poder del dinero, comienza a crear
extensas y profundas redes de complicidad entre los grupos gobernantes y los
grupos empresariales: financiamiento campañas, tránsitos desde cargos públicos a directorios de empresas
relacionadas, mercado de influencias, viajes, fiestas, etc. Unos
años y décadas de lo mismos fueron suficientes para sellar lazos profundos
hasta familiares, de confusión de roles, beneficios y responsabilidades.
Y aquí estamos, con la
centro-izquierda defendiendo el programa de la derecha (suavizado) pero con tan
poca legitimidad ante su electorado que a la primera crisis prefieren al auténtico
que la copia si se trata de modernizaciones y eficiencias.
Comenzó a resquebrajarse la tolerancia a esta
supuesta gradualidad en el desarrollo y la equidad, que duró por mucho tiempo,
producto de ciclos de crecimiento, de modernizaciones inéditas aunque sobre todo
del acceso al consumo y al consumismo, más el dominio cultural comunicacional de
los medios y del gobierno. Y sucedió por efecto del mismo éxito
que permitió a los ciudadanos ser más exigentes o por defectos como la
desigualdad y la orfandad en que se sienten la mayoría (empleos inestables,
salud precaria, incumplidas promesas de educación meritocrática). La o las
crisis sucesivas (¿será que vivimos períodos de bonanza con eventuales crisis,
o se trata de una crisis permanente con eventuales bonanzas?) hicieron el
resto.
Aquí la segunda causa: a
lo anterior agregue una sociedad más descreída, con menos temor a la autoridad,
y ahora la transparencia de internet y las redes sociales (!) y se acabó la paciencia:
esto de pedir cordura, de exigir responsabilidad, que no hay atajos, que
primero inversión, luego crecimiento para lograr empleo y bienestar, que no
somos Europa para ponernos exquisitos con los derechos laborales y menos con el
medio ambiente, que Europa de Norte está en decadencia, que para opinar hay que
saber y que para criticar hay que tener alternativa, todo terminó en que era
todo demasiado relativo, una apuesta, un haremos todo lo posible, pero con una
elite disfrutando hoy de todos los beneficios (partiendo por nuestros
representantes).
Y los ciudadanos se
dieron cuenta. Expulsaron a la centro-izquierda de los gobiernos, descartando
dejavus al autoritarismo de izquierda o derecha, pusieron a uno que prometía lo
mismo pero con más eficiencia, aunque ya no esperaríamos veinte años para
disfrutar el resultado de esfuerzos y sacrificios: ¡ahora! empleo, educación y
salud dignos, iguales obligaciones ante la ley, cuidado
del medio ambiente, participación en las decisiones nacionales, intolerancia a
los privilegios públicos o privados, impuestos a la explotación de nuestros
recursos, derechos para las minorías, nada con los poderes instituidos.
Es cierto que no es
tranquilizante que se sumen a las protestas los mismos que defienden las persecuciones
en Cuba, ni los que pretenden destruir el Estado completo para partir de sus
cenizas, ni menos que para que haya cambio debamos transitar por nuevos
experimentos derechistas (como apagar el fuego con gasolina), pero se le agotó
el cuento del lobo a la centro-izquierda: demasiado pocos e inciertos los
beneficios de esta estrategia, demasiados privilegios de nuestros
representantes, demasiada distancia con los ciudadanos, divisiones, confusión,
falta de horizonte, lo lograron.
Para recuperar terreno, o
mejor, para que emerja una nueva centro-izquierda, democrática, pacífica,
responsable, pero con real sentido de transformación, defensa ciudadana y freno
de los abusos del capital (local y global), será necesario comprender, validar,
escuchar, no sólo las demandas de los grandes movimientos ciudadanos en Chile y
en el mundo (no es demasiado diferente en el Norte de África), sino lo que
significan como nuevo modo de (auto)representación, transparencia,
flexibilidad, tiempo real, solidaridades, regionales, nacionales y globales.
Hay tres principales
tareas, por ahora sólo como titulares:
Se agotó el programa
neoliberal global. ¡No sirve! Es demasiado caro. Demasiado costo de energía,
medio ambiente, concentración e inestabilidad para lograr unos poquitos puntos
de mejora en ingresos por persona (y el sistema no es resultado de la naturaleza, es
humano-político).
Se agotó el “método”
tradicional de la democracia participativa (nació cuando no había teléfono,
radio, televisión, ni ¡internet!). El valor es la representatividad, la
alternancia en el poder, la separación de poderes, los derechos individuales: ¿cómo
eso se organiza hoy con redes globales en tiempo real de ciudadanos “indignados”
(la democracia conocida tampoco es resultado de la naturaleza, es humana
perfectible)?
Se agotó el liderazgo
individual erudito, mesiánico, profesional, de la discreción, la distancia, el partido, la
corporación: es necesario sintonizar e identificar el estilo horizontal,
transparente, dinámico, explícitamente falible de los gobernantes, con
intereses propios expuestos al escrutinio total.
Y no
sé cómo se hace, lo cual no invalida el diagnóstico
Los principales lemas de las movilizaciones en España J19:
- “Todos los caminos llevan a Islandia”.
- “Es una estafa, no es una crisis”.
- “De norte a sur, de este a oeste, la lucha sigue cueste lo que cueste”.
- “Respeto”.
- “Caminemos juntos contra la crisis y el capital”.
- “Parados, moveos”.
- “Pienso, luego estorbo”.
- “Así, no”.
- “MIR para los políticos”.
- “Perroflauta peligroso”.
- “Dormíamos y despertamos”.
- “Lo llaman democracia y no lo es”.
- “Tejiendo barrios, cambiando el presente”.
- “Así, así, así lucha Madrid!!!”
- “¡Esto es esperanza y no la presidenta!”
- “Democracia Real Ya”.
- “Violencia es cobrar 600 euros”.
- “Peoples of Europe, rise up!” (Europeos, ¡levantaos!)
- “¡Que no! ¡Que no! ¡Que nos reprensentan!”.
- “Lucha obrera contra el paro”.
- “¡A por la tercera ya!”.
- “Grecia eres la cuna de la democracia no desistas nunca”.
- “Únete, a ti también te roban”.
- “Detrás de un corrupto hay seis tertulianos”.
- “Zapatero, lacayo de los banqueros”.
- “No seas violento”.
- “Manos arriba esto es un contrato”.
- “Un banquero se balanceaba sobre la burbuja inmobiliaria…”.
- “La patronal nos quiere esclavizar”.
- “Se vende: Estado del Bienestar”.