Reconozco que me inpacienta la dificultad de los líderes (algunos
son admirados amigos) para comprender las posibildiades de internet, la
web 2.0 o las redes sociales para recuperar entusiasmo, credibilidad,
unidad, movilidad, en suma poder para la política progresista
democrática en esta indiferenciación de los discursos y la mala
identidad de los políticos ante la ciudadanía. Lo que no cambia con montarse un “feizbúk” o un “túiter” ni siquiera contratarse un ingeniero ni un periodista.

Porque se trata de “activar” a los ciudadanos, y no de continuar informándolos, orientando ni dirigiendo, en la lógica “despotismo ilustrado” (benigna o no) que ya nadie traga. Efectivamente, ya no hay disculpas para no trasferir el poder a los ciudadanos, salvo la incapacidad  para cambiar de estilo de liderazgo, o el temor de perder los pocos espacios de poder que le van quedando a los políticos profesionales. Pero todo dice que ese poco poder seguirá en baja, por más que continúen ofreciendo “ideas” nuevas, renovadas, frescas a  sus clientelas: No! no queremos que nos ofrezcan ideas, queremos generarlas y transformarlas en acción con mínima mediación.

Ahora que está tan de moda la “gestión” moderna de la política, el indicador de logro en la era de la web ya no es la cantidad de visitas al portal, sino la cantidad de interacciones y iniciativas que hacen los usuairos en una comunidad. Entiéndalo de una vez.