Mis conversaciones en consultoría y en emprendimientos de las últimas semanas me traen esta reflexión que comparto con ustedes:

El capitán
Pantaleón Pantoja es una maravilla del compromiso objetivo, racional, honesto y
organizado. No importa la misión, Pantaleón sabrá ponerla en un plan, con
procedimientos claros, indicadores precisos y lo acometerá con toda su
disciplina.

Es importante
la prudencia que se desarrolla con el tiempo para no cometer errores obvios ni
repetirlos, y también importa cuidar la gestión del negocio, su crecimiento y
supervivencia. Pero igual o más importante es permitirse soñar con horizontes
lejanos, complejos, riesgosos. Así como hay muchos emprendedores fantasiosos
que viven de sueños que no realizan o que fracasan por intentar realizarlos, también
la obsesión por controlar todo, por las formas administrativas y los
procedimientos puede transformarse en un gran problema para el crecimiento y
supervivencia de un negocio y de toda organización.

La gestión
es un medio y no un fin. El fin es el horizonte de realización que tiene una
empresa o una organización, eso que en el plan estratégico llaman misión, pero
no en el papel sino en el corazón de los integrantes, los jugadores de ese empeño.
Y es un problema porque si no crece o no crece a una velocidad razonable, la
organización pierde vitalidad, el entorno cambia, los competidores se toman el
espacio, y especialmente, no encanta, no llena de energía de vida a sus
participantes.

El obseso de
la organización, el plan y el control, es un apasionado de ver el plan
publicado, la carta gantt cumplida sin cambios, las cuentas al día. Pero no ve
que la pasión en el equipo es un componente básico a considerar en la gestión
de un negocio. Nadie, o muy poca gente, se apasiona con un plan o con un
reglamento. Lo que apasiona son las posibilidades, los desafíos de invención,
de posicionamiento, de transformación de la realidad personal y colectiva, las
gestas, las grandes aventuras, la ambición.

Es necesario
tener un negocio y un horizonte antes que pensar en organizarlo, planearlo,
controlarlo, evaluarlo. Hay espacios de innovación en la administración del
negocio, pero la energía vital del negocio nace de la convicción en que su
horizonte es bueno, es necesario y factible. Y esa convicción es necesario
cultivarla y contagiarla en todo el equipo.

Vivir
apasionado con la invención permite imaginar horizontes abiertos, realidades
que medidas por factibilidad en el presente parecen fantasías ridículas. No hay
proyecto, inversión que no nazca de una pasión libre por imaginar un futuro
desafiante, aunque lejano, difícil y hasta imposible de cumplir en el momento
que lo sueño.

Pero vivir
apasionado con la invención también permite contagiar ese entusiasmo a
colaboradores, socios e inversionistas. Si quiero vivir y ser visto como
emprendedor es básico transmitir esa disposición por la invención de horizontes
y el compromiso incondicional con su realización. No se puede ser emprendedor y
andar por la vida con el freno de mano activado.

La ambición
no responde a circunstancias objetivas, la ambición es una disposición a mirar
la vida con apertura y gusto por posibilidades desafiantes previa a las
circunstancias objetivas, que de hecho permite ver el mundo como posibilidades
desafiantes. Porque ando ambicioso, abierto a las posibilidades, es que la realidad
objetiva se me aparece como circunstancias positivas para mi.

No se trata de ser fantasioso y saltar al vacío sin paracaídas, ya vendrá
el momento de poner orden, diseño y gestión, pero sin perder de vista el
horizonte que nos llama y nos convoca. Eso es lo que le da vitalidad a un
negocio, eso es lo que le da vitalidad a una organización, eso es lo que mueve
a un emprendedor y a su entorno.