emol. Barack
Obama: el político y el narrador –
Su talento político
es, directamente, talento narrativo. Sabe contar su propia vida y sus ideas
como fruto de su experiencia vital y sabe utilizar las historias de vidas para
discutir y transmitir sus ideas.
Tan difícil como conducir la vida de uno mismo es hacerlo
con la propia biografía. En política, es más frecuente tropezar con el político
que es víctima de su biografía que lo contrario, una biografía que aparezca como
la cuidada construcción de una personalidad bajo cuyo control se desarrolla
tanto la escritura sobre su peripecia vital como la propia peripecia vital que
le sirve de base.
Barack Obama es un ejemplo de maestría autobiográfica que
permite modelar la propia vida como una cuidada narración. El mensaje político
que funciona en esta época posideológica y pospolítica tiene la forma de un
relato creíble y funcional que los ciudadanos pueden utilizar como
identificador y orientador en sus vidas y en sus comportamientos electorales.
El político posmoderno necesita contar con una potente biografía, capaz de
sintonizar con las mayorías que deben apoyarlo, y a la vez debe saber contar
sus ideas políticas a través de relatos, de historias concretas, nombres, apellidos
y aliento vital.
Luis BassetsBabelia


Vida radical, ideas moderadas

Obama ha demostrado hasta ahora que está muy dotado para la
política contemporánea. En primer lugar, porque cuando tenía apenas 33 años y
apenas podía intuir que algún día se dedicaría a la política parlamentaria y
llegaría a bregar por la presidencia de Estados Unidos, supo escribir una
indagación sobre su identidad personal y familiar, dándole la forma de un
relato autobiográfico, que se convirtió en un éxito editorial. Más tarde,
porque ha sabido poner su propia historia biográfica al servicio de una rápida
y brillante carrera política.

El talento político de Obama es, directamente, talento
narrativo. Sabe contar su propia vida y sus ideas como fruto de su experiencia
vital y sabe utilizar las historias de vidas, las biografías, como apólogos que
le sirven para discutir y transmitir sus ideas políticas. Es un escritor de los
dos libros que ha publicado hasta ahora y es también un escritor de muchos de
sus discursos, que además se nutren muy claramente de sus libros y encajan como
un calcetín en su narrativa.

Así sucede con su discurso a la Convención Demócrata de
2004, con el que se dio a conocer en todo Estados Unidos, su discurso de
lanzamiento en Springfield en febrero de 2007 o una pieza oratoria como su
discurso sobre la raza, ya durante la campaña electoral, en respuesta a la
crisis provocada por los sermones extremistas de su mentor espiritual, el
pastor Wright. Los ghostwriters que trabajan con él se parecen más a los negros
del taller de Alejandro Dumas que a los escribidores de discursos de la mayoría
de los políticos.

El resultado, además de brillante, es muy útil. Todo Obama
está ahí. Todo calza, cada episodio tiene su papel, todo es coherente; no hay
que temer que responda a una influencia extraña o sobrevenida: sus ideas
políticas, su estilo conciliador y dubitativo, su empatía con los puntos de
vista ajenos, incluidos los más reaccionarios, el papel de la identidad
familiar en la modelación de la propia vida, o la importancia del sentido de
pertenencia en la fabricación de la ciudadanía. Sólo con una leve salvedad,
digna de subrayarse: su itinerario vital es más radical que sus ideas.

La vida de Obama es la de un militante afroamericano, un
abogado de los desposeídos, un agitador social y político que decide participar
en la vida parlamentaria y aspira a alcanzar el máximo poder posible para poner
sus ideas en práctica. Sus ideas, en cambio, reflexivas y dialécticas, fruto de
la discusión y de una buena capacidad de escucha, son moderadas, movidas casi
siempre por un impulso conciliador. Obama no es el negro airado prototípico
porque desde muy joven se esforzó por alejar su vida y su carácter de esta
imagen negativa.

En la estela de “Raíces”

El libro “Los sueños de mi padre” es una narración
autobiográfica que ha interesado al lector norteamericano antes de que su autor
se proyectara sobre la política nacional. La indagación sobre el padre, que
abandonó su familia cuando el autor tenía dos años y no volvió a verlo más que
de forma muy episódica ocho años más tarde, se convierte además en una
indagación sobre la identidad afroamericana, en la estela todavía de
“Raíces”, de Alex Haley, la novela que se convirtió en una serie
televisiva de impacto espectacular en 1977.

“La audacia de la esperanza”, escrito al empezar
su carrera de senador en Washington y publicado en 2006, es un libro más
directamente político, en el que también se percibe el talento pedagógico del
profesor de derecho constitucional y un claro atisbo de ambición presidencial.
En uno y otro no faltan algunos episodios poco convincentes, resueltos con
talento narrativo que no consigue maquillar la voluntad de fabricar una imagen
positiva de su autor: en su contacto con la religión, por ejemplo. Lo mismo
sucede con algún vacío, que ha sido ya subrayado, acerca de sus años en Nueva
York. Pero tampoco faltan los episodios de signo contrario, de sincera
expresión conflictiva, algunos de los cuales han sido ya aprovechados por sus
rivales electorales. En ambos hay material suficiente para ir cotejando vida y
literatura hasta ahora y a partir de ahora.

BARACK OBAMA. LA AUDACIA DE LA ESPERANZA.

Cómo restaurar el sueño americano Barack Obama, Península,
Barcelona, 2008, 400 págs.

OBAMA, LOS SUEÑOS DE MI PADRE.

Una historia de raza y herencia. Barack Obama, Almed
Ediciones. 2008, 425 págs.

Del soul al
rap, la música y canciones que lo han acompañado:

La banda sonora del cambio

En su libro “Los sueños de mi
padre”, el Presidente electo recuerda como uno de los mejores momentos de
su vida el día en que su padre -ausente durante casi toda su infancia- le
enseñó a bailar. La música que ha inspirado a Barack Obama es la misma que ha
acompañado la lucha por la igualdad de su raza.

J. P. VELÁZQUEZ-GAZTELU

Babelia

A Obama le
gusta mover las caderas, como confiesa en un libro autobiográfico, y a buen
seguro en las recientes celebraciones no faltaron canciones de Stevie Wonder,
Aretha Franklin, Marvin Gaye, Isaac Hayes y tantos músicos que han inspirado a
generaciones de negros estadounidenses en su lucha por la igualdad.

¿Qué canciones han contribuido a la formación de Obama como
persona y como político? Craig Werner, profesor de Estudios Afroamericanos de
la Universidad de Wisconsin y autor de varios libros sobre música soul, elige
dos: “Sam Cooke, que tuvo una visión muy clara de la necesidad de
comunicarse con la población blanca sin renunciar a sus raíces afroamericanas,
y Stevie Wonder, que trató con enorme energía y de manera constructiva
problemas profundos”. Ambos, sostiene Werner, tienen mucho en común con la
actitud del senador de Illinois. “En el segundo debate televisado, Obama
hasta se parecía a Sam Cooke: sereno, simpático, sosegado, solemne…”.

Para Mark Anthony Neal, catedrático de Cultura
Afroamericana de la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, la música del
movimiento de los derechos civiles funcionó como lo hacían las viejas canciones
de trabajo de los esclavos. “La música se convirtió en la banda sonora de
una lucha política participativa”, afirma Neal.

Música sin barreras

La integración de las personas de color en la sociedad
estadounidense es un proceso largo, doloroso e inacabado en el que los
deportes, el cine y, en menor medida, la literatura desempeñan un papel clave.
Sin duda ha sido la música uno de los factores que más ha ayudado a reforzar el
orgullo y la autoestima de un colectivo que hoy forman 38 millones de personas
y que representa el 12% de la población del país.

“La música popular, especialmente el soul de los años
cincuenta y sesenta, tuvo un papel central en la lucha por los derechos
civiles”, afirma el profesor Werner. “Músicos como Ray Charles,
Curtis Mayfield, Sam Cooke, James Brown y Aretha Franklin dieron vigor a los
líderes y a los ciudadanos de a pie que lucharon en primera fila de la batalla
política”. Para Werner, desde el rock and roll de Chuck Berry, Little
Richard y Elvis Presley hasta las baladas de Otis Redding y las canciones de la
discográfica Motown, “la música ayudó a romper las barreras de la
segregación”.

En su popular blog “Soul Patrol”, dedicado a la
música negra de Estados Unidos, Bob Davies subraya que la época dorada del
soul, entre 1955 y 1970, coincidió con el auge del movimiento por los derechos
civiles, y que ambos fenómenos se retroalimentaron. Mark Anthony Neal opina que
Aretha Franklin, Sam Cooke y Otis Redding fueron los cantantes más influyentes
de aquellos años. “Rompieron las barreras entre el gospel y la música
secular y se comprometieron con varios aspectos de la lucha por los derechos
civiles”, apunta el catedrático de Duke, quien recuerda también la
importancia de artistas de gospel como el reverendo James Cleveland y The
Staple Singers.

Todos los expertos consultados coinciden al elegir una
canción, “A change is gonna come”, de Sam Cooke, como símbolo de las
aspiraciones de Obama y de los afroamericanos de su generación. Davies añade
una imagen: la de Aretha Franklin cantando en el funeral de Martin Luther King.
Y Werner afirma que, sin duda, la intérprete de Respect ayudó a Obama a
comprender mejor los puntos de vista de las mujeres.

El ritmo de sus encuentros masivos

Una muestra de los gustos de Barack Obama son las canciones
que han sonado durante la campaña electoral. Sus mitines comienzan
habitualmente con la canción de U2 “City of blinding lights” y se
cierran con “Signed, sealed, delivered, I’m yours”, de Stevie Wonder,
a quien el candidato se refiere siempre como uno de sus artistas predilectos.
También suena con frecuencia “Move on up”, el clásico de Curtis
Mayfield, uno de los músicos negros con mayor sensibilidad social de los años
sesenta y setenta.

En su página de Facebook, Obama amplía su lista de
favoritos a Miles Davis, John Coltrane y Bob Dylan. Y una relación de sus diez
canciones favoritas elaborada durante la campaña incluye también temas de los
Rolling Stones, Marvin Gaye, Bruce Springsteen, Nina Simone, Frank Sinatra y
The Fugees, quizá el grupo más moderno de todos y el único que practica el rap,
género favorito de los jóvenes afroamericanos de hoy.