quepasa. Roberto Méndez: “La
élite está viviendo la elección de Bachelet como un gran error histórico… La
constatación del error es lo que causa estos niveles de pesimismo
extendido”.

-¿A qué atribuye el pesimismo imperante en Chile?
-Es un pesimismo muy profundo, excesivo y exagerado con respecto a las
condiciones económicas objetivas del país. Es decir que va más allá del ciclo
económico. Las encuestas nos demuestran que éste es el tercer índice de
pesimismo agudo que ha existido en los últimos 30 años: antes lo fue la crisis
de 1982 y luego la crisis asiática de 1998. Lo atribuyo en parte a una visión
negativa sobre el futuro de Chile y al fin de los sueños e ilusiones que
tuvimos como país, los que han ido desapareciendo.

Me refiero a la idea de que
Chile era un país superior y diferente al resto de América Latina. Nos hemos
desilusionado al ver que es un país igual que el promedio de Latinoamérica y
que incluso hay naciones cuyas economías lo están haciendo mejor que nosotros.

-¿El pesimismo es propio de la idiosincrasia histórica de
nuestras élites o más bien responde a una situación coyuntural?

-En esta crisis
del 2008 se han juntado elementos coyunturales -como son el ciclo económico
negativo, la inflación superior a la esperada, el mayor nivel de enfrentamiento
que la élite está viendo en los diferentes sectores (entre empresarios y
trabajadores, entre gobierno y oposición)- con algunos aspectos que son de
largo plazo, como el fin de los sueños. Nuestra élite no es idiosincrásicamente
pesimista. Ha habido períodos de gran optimismo, incluso exagerado. Por lo
tanto es una situación coyuntural, pero que no es de este mes ni del anterior,
sino que se ha agudizado durante el gobierno de Bachelet. El gobierno de la
presidenta Bachelet ha sido una experiencia un poco frustrante para las élites
y eso ha profundizado este pesimismo. Sin embargo creo que en una visión de más
largo plazo es un proceso que viene arrastrándose desde el gobierno del
presidente Ricardo Lagos, o quizás antes: desde la crisis asiática, al final
del gobierno del presidente Eduardo Frei.

-¿Cuánto influye la crisis del liderazgo político actual en el
pesimismo?

-Mucho. Esta
crisis de liderazgo es un factor muy importante, porque la lectura que le está
dando la élite a esta crisis es una incapacidad del gobierno -y quizás más
ampliamente del Estado- para solucionar los problemas de fondo del país. Esta
incapacidad de manejar a los sectores políticos, la propia Concertación, el
fracaso del Transantiago, el fracaso en el tema educacional -que han estado
presentes en los tres años del gobierno de la presidenta Bachelet- ha instalado
un escepticismo frente a la capacidad del Estado de resolver los grandes problemas
de este país, como el crecimiento económico, la pobreza, la calidad de la
educación y el control de la delincuencia.

-Este país ha mejorado sus índices económicos y sociales en
los últimos 20 años. ¿A qué se debe que, estando mejor que nunca, campee el
pesimismo?

-Justamente es
el crecimiento económico el que había creado esta ilusión de que el paraíso
estaba a la vuelta de la esquina, y que con unas políticas públicas bien
diseñadas íbamos a solucionar los problemas de este país. Pero repentinamente
ese optimismo que venía del éxito, se ha frustrado con una realidad que parece
más porfiada y más difícil de solucionar. Esa es la paradoja. Justamente un
país, quizás el más exitoso de Latinoamérica, aparece hoy como el más
pesimista.

-Ambas coaliciones políticas -tanto Concertación como Alianza- se ven
enfrentadas a bajas cifras de apoyo en las encuestas. ¿Hay una crisis de
representatividad que influye en la percepción negativa de las personas sobre
quienes dirigen el país?

-Hay una crisis
generalizada, no solamente en las élites. Los datos de la población general
muestran un rechazo y una falta de representatividad de las actuales
estructuras políticas que en parte es una desvalorización en sus capacidades.
Existe una sensación de obsolescencia de una clase política que es la misma
durante los últimos 20 años, con muy poca renovación. Este desencanto también
se extiende a la estructura de una Concertación y una Alianza que dejaron de
representar los conflictos que hoy vive la sociedad chilena. La Concertación y
la Alianza corresponden todavía a un enfrentamiento que ocurrió hace 20 años:
el del Sí y el No. Eso ya está obsoleto. Es una obsolescencia múltiple de
personas, de estructuras y también de capacidades.

-¿Estamos realmente enfrentados a un cruce histórico
complejo o más bien esto es una narración inventada desde la élite para
expresar su disconformidad?

-Estamos ante
una coyuntura de cambios complejos y profundos. Está haciendo crisis una cierta
estructuración de nuestra política y lo más probable es que de esta
disconformidad y de este pesimismo emergerá una nueva estructura, una nueva
dirigencia política, una nueva élite, que probablemente se expresará en un
cambio de signo de quienes gobiernan. Creo que evidentemente emergerá una nueva
realidad, porque la dualidad Alianza-Concertación probablemente está
terminando.
El pesimismo también se asocia al fin de un período. La gente sufre mucha
incertidumbre cuando se acaba un período: queda claro qué es lo que se termina,
qué es lo que estamos perdiendo; esto despierta mucho temor.

La
actual situación no es un invento de la élite: es una coyuntura compleja de la
cual probablemente surgirá una realidad muy distinta a la que estamos viviendo.

-Más de una vez se ha dicho que este país cambió
culturalmente y que el mejor ejemplo de eso es la elección de Bachelet. Es más:
se habló de un cambio sin vuelta atrás. ¿Los actuales estados de ánimo son
reflejo de la confusión e incertidumbre respecto de quién queremos que nos
gobierne: el estilo ciudadano, el autoritario, etc.?

-La élite está
viviendo la elección de Bachelet no como un cambio cultural -lo que voy a decir
es un poco fuerte-, sino como un gran error histórico. En la oposición siempre
se sintió así. Tengo la impresión, incluso sin decirlo, de que la élite
concertacionista, a puertas cerradas, reconoce que probablemente fue un error.
En cierta manera, la constatación del error es lo que causa estos niveles de
pesimismo extendido, el haberse equivocado. No le daría a la elección de
Bachelet la connotación de un cambio cultural: probablemente sea un gran error
colectivo.

-¿Qué discurso de futuro se requiere hoy para superar el
pesimismo?

-Tengo la
impresión -hay algunos estudios que lo avalan- que sufrimos una falta de
liderazgo y de capacidad de conducción y de fuerza, que en un momento se daba
por descontada. Al final del gobierno del presidente Lagos existía esta idea de
que había liderazgo; hoy existe una búsqueda de liderazgo y de conducción muy
fuerte. Esa es la característica más fuerte que está presente en la élite.
Además, es una búsqueda muy personal, porque como cunde la desconfianza en las
estructuras, creo que la élite está en la búsqueda de figuras un poquito
mesiánicas y eso para el país es muy complejo, porque es un escenario propicio
para que emerjan caudillismos o situaciones demagógicas.

-¿Cuánto influye en el pesimismo la percepción de que el establishment
tiene pocos incentivos para mejorar las debilidades de este país? ¿Hay una puja
de una nueva elite, que enarbolando las banderas del inconformismo, busca
suceder a la otra?

-Existe un
conflicto y es generacional. Hay una generación más joven que se siente muy
insatisfecha frente a este establishment más tradicional. Es un verdadero
conflicto en marcha, de reemplazo de un grupo por otro. Hay un proceso
generacionalmente demasiado fosilizado, de un grupo de personas que no ha dado
espacios a una nueva generación, que está confomada por jóvenes con altos
niveles educacionales, que sienten que no han tenido los espacios para poder
expresarse en los niveles de autonomía que ellos aspiran.

Me
siento más cercano por edad a la vieja élite. La mía fue una generación que por
los cambios políticos que tuvo Chile hace dos o tres décadas, a los 30 años de
edad ya estaba ocupando posiciones de gran responsabilidad y de gran autonomía
y eso las generaciones nuevas no lo han experimentado. Justamente por la
estabilidad y la rigidización que ha tenido el proceso político y empresarial,
un grupo se ha establecido en las situaciones de poder. Hay ahí un conflicto
que está expresando el ocaso y el desplazamiento de una generación en el ámbito
empresarial y político. Esta nueva élite está buscando su espacio; en algún
momento pretendió crecer a la sombra de la élite antigua, pero tengo la
impresión que esta nueva élite probablemente no hará un cambio tranquilo y
ordenado, sino que más bien brusco.

-¿Existe acaso un agotamiento de los proyectos que han
gobernado este país en los últimos 30 años?

-No estoy
seguro de si es agotamiento. Pero lo que sí hay es un cierto escepticismo sobre
si esos modelos siguen vigentes tal como han operado hasta ahora o necesitan
una operación más profunda. Existe una duda en este momento: si el modelo está
agotado o si lo que requiere es un ajuste para que siga operando.

-¿Usted milita en el bando de los optimistas o pesimistas?
-Soy optimista
en el mediano plazo. Creo que el país tiene un capital social muy grande, en
términos de generación empresarial. Por lo que creo que a la larga, Chile
retomará el proceso de crecimiento y de desarrollo social que ha tenido en
estos últimos 20 años. Tengo el convencimiento de que viviremos los próximos
dos años un proceso complejo y difícil, pero en el largo plazo las cosas irán
bien.

-¿Estamos para sicólogo, siquiatra o sicoanálisis?
-No estamos
para profesionales de la salud mental. Estamos para muy buenos ingenieros y
líderes capaces de desarrollar y visualizar los nuevos paradigmas, las nuevas
posibilidades de Chile en lo económico y en lo político. Más que una terapia
sicológica colectiva, eso es lo que necesitamos.

 

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