Madurez Emocional

???Antes de hablar de depresión hay que preocuparse de otro problema: la sobrevaloración de la felicidad???.

???Pertenecemos a una generación y a un momento de la humanidad, y en Chile en particular, donde el malestar es fácilmente confundido con una depresión???

???Las personas están confundiendo emociones con patologías???

???La pena es una emoción transitoria que va y viene, la depresión es una patología, y pena no es igual a depresión; la alegría es una emoción transitoria, la euforia una patología; la rabia es una emoción transitoria, el resentimiento es una patología. Y nosotros tendemos a confundir las emociones, que son absolutamente normales en cualquier ser humano, con sicopatologías???

???Estamos diagnosticando como depresión duelos: porque mi ser querido se está muriendo, porque me separé, porque me tengo que cambiar de casa porque no me alcanza el dinero, porque no quedé en la carrera que quería estudiar. Son duelos, y estos son parte de la condición humana, no son depresiones???

Entrevista al sicólogo Gonzalo Rojas-May en Revista Mujer

Continúa:

En el último tiempo ha ido creciendo la preocupación pública por fenómenos humanos que antes eran considerados de la vida privada, como la felicidad y la familia. Aparece la necesidad de la exploración y propuestas públicas que ayuden a cuidar estas preocupaciones.

Los cambios ocurridos en Chile, de origen principalmente económico, están produciendo lo propio en la cultura de los chilenos, con grandes desafíos para convivencia ciudadana y para la economía misma. Uno de los desafíos desde el espacio público, es la construcción de un discurso en torno de un proyecto u horizonte futuro como país que nos una, identifique y oriente como integrantes de una misma patria y nos ponga preocupaciones más allá del éxito económico y el consumo.

Una de las consecuencias de esta falta de sentido de futuro colectivo, ha hecho sobrevalorar la preocupación por los avatares afectivos de las personas, transformando en enfermedad mental insatisfacciones y malestares que toda persona adulta ha experimentado desde que el mundo es mundo. La ideología del anti-estrés, donde toda tensión emocional sería casi una afrenta a los derechos humanos, el exitismo, la necesidad de validación por otros y la obsesión por la diversión, nos tiene en la paradoja de enfrentar al mismo tiempo mayores cuotas de competencia y exigencias profesionales, pero con menores capacidades emocionales para enfrentar dificultades y fracasos. Más infantiles. Y los jóvenes y los adolescentes nos lo dicen en la cara cada día.

Aquí una entrevista al sicólogo Gonzalo Rojas-May, quien hace una buena alerta:

Mujer
Sicólogo Gonzalo Rojas-May:
“El malestar no es depresión”

En Chile sobrevaloramos la felicidad con consecuencias perversas: las personas apenas tienen capacidad para procesar malestares propios de la existencia, que no son enfermedades. Eso dice este sicólogo, hijo del poeta del mismo nombre. Y, a contracorriente, afirma que la depresión está sobrediagnosticada. Aquí sus porqués.

“Hoy, cuando las personas hablan de depresión, también están hablando de agobio, que es un malestar del ser humano. El agobio, es decir el estrés, y el miedo son los dos grandes síntomas de lo que nos ocurre hoy como sociedad”, comenta Gonzalo Rojas-May, uno de los especialistas chilenos en la materia que muestra tal vez la mirada más crítica sobre el tema de la depresión en el país, rebelándose contra las interpretaciones oficiales y oponiendo una mirada distinta, más allá del problema que tiene el paciente. Eso sí, sin dejar por eso de preocuparse del drama que vive la persona que está o se “siente” enferma, que no es lo mismo, de acuerdo a su pensamiento, pues su vida profesional la dedica a la atención clínica. Su polémico juicio representa a una corriente de la siquiatría y sicología no menor en el país.

En una de sus consultas, específicamente en la de Clínica Las Condes, el teléfono suena y suena. Se ve que este sico-oncólogo y especialista en el tratamiento de personas con enfermedades crónicas, es un hombre muy demandado.

No es todo lo que hace. En su currículum personal, más allá de lo estrictamente profesional que incluye estudios de sicología y lingüística en Estados Unidos, hay más. A sus 41 años Rojas-May, hijo menor del poeta Gonzalo Rojas, dirige la fundación que lleva el nombre de su padre. Una entidad que promueve múltiples actividades culturales. En el momento en que conversamos, por ejemplo, está participando de una intensa agenda en honor de la actriz Delfina Guzmán, que él mismo contribuyó a organizar.

-Es hijo de poeta. Se dice que en Chile se levanta una piedra y sale un poeta, principalmente porque somos un pueblo algo melancólico. ¿Es tal vez a eso a lo que mal llamamos depresión?

-No lo sé. Es difícil meter a todos los chilenos bajo el mismo paraguas. No creo que seamos un país melancólico, pero sí creo que somos un país trágico. Tal vez porque tengo una formación sicoanalítica. En la melancolía sufres, pero no sabes por qué. Nosotros históricamente somos un magnífico país para reconstruir, pero un pésimo país para planificar. Los puentes se nos caen, las calles se nos llenan de hoyos y los procesos nunca se concluyen. Estamos siempre preocupados de las urgencias. Somos magníficos médicos de UTI. Pero a la hora de pensar Chile, nunca hemos sido capaces de hacerlo. Y en lo individual, a cada persona le pasa algo parecido. Ahora, eso está cambiando y también repercute.

-¿Prohibido suicidarse en primavera? ¿Se deprime más la gente en esta época?

-Hay una correlación entre el deprimirse y el tiempo, es cierto. La depresión estacional existe como patología. La sufre un grupo no demasiado grande, pero importante, de la población diagnosticada con depresión, y su origen tiene que ver básicamente con los cambios de luz y temperatura. Es tan serio en algunos países, como los nórdicos, que se usa un sistema de iluminación artificial para paliar sus efectos. Hay una explicación bioquímica. Y, efectivamente, es cierto que la tasa de suicidios aumenta durante la primavera y durante las fiestas navideñas.

-¿La Navidad nos deprime?

-Sí, la Navidad y el fin de año, pero no por un origen bioquímico directo. Lo que ocurriría es que los pacientes con enfermedad depresiva lo pasan muy mal durante el invierno y tienen un grado de expectativas muy alto con respecto a la primavera. Al no cumplirse esas expectativas, puede producirse un aumento del cuadro depresivo. Pero también tiene que ver con el factor económico y la presión que hay en estas fechas. O se da en personas que han tenido pérdidas severas recientes: los adultos mayores que enviudan, las personas que se divorcian. Porque es una fecha de encuentro que agudiza contradicciones: es la primera Navidad, el primer fin de año en que ese ser querido no está.

-Se habla de depresión otoñal, infantil, y ahora hasta de los recién nacidos. Las patologías depresivas se diversifican y multiplican. ¿Se le está llamado a todo depresión?

-Es un tema complicado. La depresión existe. Pero antes de hablar de depresión creo que hay que preocuparse de otro problema: la sobrevaloración de la felicidad. Pertenecemos a una generación y a un momento de la humanidad, y en Chile en particular, donde el malestar es fácilmente confundido con una depresión. Aquí el malestar es sumamente indeseable y es considerado una anormalidad, siendo que es necesario por una razón esencial: si no conoces el malestar, tampoco conoces el bienestar, ¿con qué lo vas a comparar? Tú conoces el amor, cuando sabes del desamor; y la alegría, cuando conoces la tristeza. Hoy existe una tendencia cultural, publicitaria y casi economicista a sobrevalorar la felicidad. Y eso le pone un nivel de presión muy alto a todo lo que uno asocie con infelicidad.

-¿En qué momento cree que se deprimió Chile?

-Creo que han ocurrido varias cosas. Este es un país de modas, para bien o para mal. Ya sea en términos de responsabilidad (recuerda la epidemia de cólera y la prohibición de consumir verduras crudas, que los chilenos cumplieron cabalmente) o de solidaridad, y basta nombrar la Teletón para entenderlo. Asi también se nos ponen de moda ciertas patologías. Hace algunos años fueron las crisis de pánico, en otra época fue la enfermedad bipolar, y en este momento es la depresión. Chile es una sociedad muy pequeña, donde nos conocemos todos bastante, los temas se ponen de moda y eso conduce a que a veces se sobreinterprete o exagere una estadística.

-¿Cree que la depresión está sobreinterpretada?

-Sí, y no me estoy refiriendo a los especialistas, que también tenemos un grado de responsabilidad importante en esto. Socialmente las personas están confundiendo emociones con patologías. Para que se entienda: la pena es una emoción transitoria que va y viene, la depresión es una patología y pena no es igual a depresión; la alegría es una emoción transitoria, la euforia una patología; la rabia es una emoción transitoria, el resentimiento es una patología. Y nosotros tendemos a confundir las emociones, que son absolutamente normales en cualquier ser humano, con sicopatologías. Estamos sobrediagnosticando, porque estamos diagnosticando como depresión duelos: porque mi ser querido se está muriendo, porque me separé, porque me tengo que cambiar de casa porque no me alcanza el dinero, porque no quedé en la carrera que quería estudiar. Son duelos, y estos son parte de la condición humana, no son depresiones.

-¿Qué cree que nos condujo a esto?

-Más que en qué momento nos deprimimos, creo que la cuestión es en qué momento nos pegamos el tremendo cambio que hemos experimentado. En 30 años, Chile pasó de las utopías colectivas, con sus luces y sus sombras, al pragmatismo y liberalismo más absoluto. Y 30 años, en términos de adaptación síquica de un pueblo y una sociedad, es muy poco. Desde el punto de vista de la sicología social no es nada. ??ramos una sociedad relativamente autocontenida, donde las formas importaban muchísimo y las apariencias eran un problema y a veces una virtud. Teníamos un modelo social y sicológico muy austero. Todos éramos así, desde los comunistas al Partido Nacional.

-¿Antiguamente se escondían los problemas del ánimo?

-Hace 30 años en Chile nadie te decía que iba a un siquiatra o a un sicólogo. Hoy casi es motivo de estatus entre ciertos grupos, con lo cual no quiero decir que la gente no deba ir, porque está bien que acuda si siente que lo necesita.

-¿Así como algunos exhiben su personal trainer, a otros también les gusta mostrar su terapeuta?

-Exactamente. Lo bueno dentro de todo esto es que la gente se está haciendo terapias. Hay muchos que llegan diciendo: “Doctor vengo porque estoy deprimido”. Y al evaluarlos uno se da cuenta de que en verdad no están deprimidos.

-¿Por qué?

-Tal vez a algunos no les guste lo que voy a decir, pero hoy día uno de los diagnósticos sicopatológicos asociados al trastorno depresivo, del ánimo, que se está diagnosticando con mucha frecuencia, es la distimia. Es una patología que se caracteriza, entre otras cosas, con una sensación de planicie emocional, una apatía: nada estimula mucho ni poco. Pero a eso que se llama distimia nuestro tata Freud lo llamaba neurosis depresiva. Y si tuviéramos una máquina para viajar más atrás en el tiempo, descubriríamos que en la antigüedad clásica eso que hoy llamamos distimia se llamaba crisis existencial. Entonces, ¿de qué estamos hablando?

-No se trata entonces de enfermedad.

-No. Hay mucha gente diagnosticada con distimia y para muchos especialistas se trata de una sicopatología. No estoy ninguneando el malestar de ese paciente. Lo que trato de hacer con mis pacientes cuando llegan con este diagnóstico es reformular el discurso, haciéndoles ver que la distimia no es más que un síntoma que corresponde a un malestar mucho más profundo, que tiene que ver con su ser en el mundo y que obviamente eso tiene secuelas en su cotidianidad, su trabajo y su vida afectiva y otros planos de su existencia. Insisto, no digo que el dolor y el malestar no estén ahí, porque están, pero no es lo mismo etiquetar a un ser humano como depresivo que ayudarlo a que entienda que el síntoma depresivo que padece no solamente se debe a una disfunción neuroquímica, sino que hay un origen asociado a eso que es propio de todos los seres humanos.

-¿Se medicaliza un proceso natural del ser humano como es la crisis existencial?

-Claro. Guardando las proporciones, es un poco lo que pasa con los partos: todavía en Chile cuando una mujer da a luz, decimos que se mejoró, siendo que el parto no es una enfermedad sino un hecho natural. Pero hay un hecho que es el más serio: hay muchos malos diagnósticos de depresión hechos por no especialistas.

-¿A qué se refiere?

-A que los llamados a hacer diagnóstico de depresión son los siquiatras y los sicólogos clínicos. No los ginecólogos ni traumatólogos ni los internistas. No me cabe duda de que conocen qué es una depresión. Pero, pastelero a tus pasteles. Aquí hay cantidad de pacientes que me llegan diagnosticados de depresión y les pregunto quién les dijo que tenían eso y me responden: mi matrona. Pero, ¡por favor! ¿Qué test le hicieron a esa persona, qué evaluación, qué historia clínica le tomaron? Y no sólo llegan con un diagnóstico, también con un tratamiento. A nosotros nos llegan a ver pacientes que están tomando antidepresivos que se los recetó el oculista.

-¿Qué efectos tiene llevar puesto así el cartel de enfermo?

-Tiene varios. Por un lado hay una ganancia con la enfermedad. Aquí no sólo el sistema es el responsable de que tengamos tantos depresivos. Además del interés de la industria química, están los intereses de los sujetos: si estoy casado y veo que mi señora no anda bien conmigo y está pensando en separarse, cómo se va a separar de mí si estoy deprimido. Ahí hay una ganancia. Los pacientes a veces prefieren deprimirse que enfrentar los problemas.

-¿Les está conviniendo a todos entonces estar deprimidos? Un tratamiento, sin los medicamentos, sale sobre 500 mil pesos.

-Claro. La fluoxetina, que es el antidepresivo que es como la aspirina, sale 700 pesos si es del Laboratorio Chile; pero el Prozac, quien hace la fluoxetina, vale 20 mil pesos la caja. Una terapia con antidepresivos no debe ser inferior a seis meses, por lo tanto estamos hablando de unos 400 mil pesos, si es que tomas Prozac. Si a eso sumamos una consulta sicoterapéutica promedio que cueste 30 mil pesos una vez a la semana, son 120 mil pesos. En seis meses hay más de un millón de pesos en gastos.

-Se acaba de incluir en el Plan Auge la depresión. ¿No le parece delicado mantener esto frente a una patología que ha costado tanto que sea reconocida y que laboralmente es fustigada?

-Creo que la depresión es una enfermedad, una patología real y cierta y hay una enorme cantidad de chilenos que la sufre. Pero hay una cantidad mayor de chilenos con síntomas depresivos, que no es lo mismo. Es un riesgo categorizar un proceso de desarrollo personal como una enfermedad, eso es ningunear al sujeto.

-¿Qué hacer con esa persona que en verdad no tiene depresión técnicamente?

-Hay que hacerle ver que no está enferma, sino que está pasando por una crisis vital y trabajarla desde el punto de vista sicoterapéutico, que es lo que yo practico. Hay una enorme cantidad de gente que nos viene a ver porque ya no está enamorado, porque ya no siente lo mismo que el primer día o porque no es capaz de mantener una relación estable. Uno siente ganas de decirles: “Yo tampoco me enamoro”. ¡La vida tiene ciclos! Tú eres capaz de ver el amor, cuando vez el desamor. Es para la risa, pero esa gente sufre. En el fondo nosotros somos latinoamericanos, llevamos el bolero en la médula, nos gusta el bolero.

-Tal vez tanta depresión tiene que ver con que nos gusta el bolero.

-Desde luego, también. (ríe)

-Al hablar de sobrediagnóstico, ¿se corre el riesgo de minimizar patologías graves que pueden terminar en suicidio?

-No, las menos de las depresiones terminan en suicidio. Yo creo que la clave es conocer los síntomas, porque estamos también hablando de autocuidado. Los síntomas de la depresión como patología son cansancio, apatía, baja de energía vital y de apetito y baja de peso, baja del deseo sexual, desgano, irritabilidad. Y en el otro extremo: aumento de la vida sexual de una manera significativa, con características de promiscuidad, aumento de peso, aumento de uso de drogas legales, como el cigarro o alcohol. Si cualquiera de estos índices se mantiene por más de un mes, es motivo de consulta. Si tengo un familiar o me pasa a mí que no me quiero duchar ni vestir ni lavar los dientes y sólo quiero estar acostado más de 48 horas, hay que ir a un especialista. Son criterios de sentido común. Cuando uno empieza a ser disfuncional con uno mismo más allá de dos semanas o un mes, hay que pedir ayuda profesional.

-Trabaja mucho atendiendo a mujeres. ¿Por qué se enferman más y están más deprimidas que ellos? Un estudio dice que son más achacosas y tienen más prevalencia de depresión, que el 72% siente angustia frente a sólo el 60% de los hombres.

-No sé si se enferman más. Creo que son más responsables y conscientes de su cuerpo y de sus síntomas que nosotros. En medicina preventiva hacen mucho más que los hombres. Pero también creo que ellas han sido bastante más víctimas que los hombres de los cambios sociales y de rol, y que eso tiene sus efectos.\\

¿Nos hacemos las enfermedades?

-Usted es sico-oncólogo. ¿Qué relación se ha establecido entre estados depresivos y cáncer y enfermedades crónicas?

-Con respecto al cáncer no hay estudios científicos concluyentes que digan que hay una sicogénesis, es decir, que la gente se hace el cáncer. Lo que sí hay es que frente a ciertos tipos de estrés y estructura de personalidad y falta de resiliencia, el sistema inmunológico se deprime y, cuando eso sucede, hay más posibilidades de desarrollar todo tipo de enfermedades, entre ellas el cáncer. Pero es porque esa persona ya fumaba, ya tenía predisposición genética, ya tomó mucho sol y no se echó protector solar. No es porque si tuvo problemas con la mamá, tuvo cáncer de colon. Yo casi bromeo con eso y digo ojalá que fuera así, porque si hubiera una sicoinducción, la gente con la mente también debiera ser capaz de mejorarse y lamentablemente no es así.

-¿Y qué pasa con las otras patologías que usted ve?

-Hay otras patologías donde sí hay aspectos sicológicos muy importantes y fácilmente identificables como gatillantes de la enfermedad, que no es lo mismo que generarla. Por ejemplo, las personas estresadas que tienen una predisposición para la diabetes, tienen mucho más riesgo. Lo mismo pasa con la enfermedad de Kron, el colon irritable, la colitis ulcerativa, la hipertensión, el lupus y la fibromialgia. Hay muchas patologías que tienen un componente sicológico. Y ahí las mujeres son un caldo de cultivo muy fuerte.

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