(ampliar foto) “Mantén a tus amigos cerca tuyo, pero mantén aún más cerca a tus enemigos”

La película El Padrino y el libro El Príncipe (texto completo) se han transformado en un icono de celebración de la desconfianza como modo de interacción entre las personas. Muchos de mis amigos políticos, comenzaron constatando situaciones de traición y deslealtad, para terminar encantados por un estilo de relaciones basado en la desconfianza.

La desconfianza como un principio incuestionado de relaciones ha traído dolorosos costos a la vida profesional, política y familiar de muchas personas. El que siempre teme que lo traicionen termina traicionando, para evitar una crónica de una muerte anunciada termina en una profecía autocumplida de destrucción de relaciones, aislamiento y dolor.

El punto es cómo aprender a discriminar cuándo y en quién confiar, y cuándo no hacerlo. Cómo lograr evitar ser paranoico pero tampoco ingenuo. Antes de todo, recordar lo obvio, que no hay recetas.


Primero, establecer el sentido más básico que tenemos acerca de las personas, como seres buenos que buscan hacer el bien, como seres que actúan mal por ignorancia o seres que actúan mal porque actúan inspirados por su propio interés y beneficio, el que buscan alcanzar a cualquier precio. Esto es una interpretación absolutamente relativa porque no se puede establecer realmente las intenciones de las personas como una descripción evidente y sólo podemos deducirlas a partir de su comportamiento. Por lo mismo, se puede argumentar en favor de una u otra intepretación para explicar un mal comportamiento, es decir, como equivocación, error involuntario o mala fe. Pero también es posible dar ejemplos de bondad y altruismo infinitos en personas, lo cual nos impide asegurar que “los seres humanos” son naturalmente buenos o malos. En resumen, se trata de revelar la interpretación que nos domina al considerar las intenciones de los seres humanos, pero para observarla, analizarla y liberarnos de su condicionamiento al considerar el comportamiento ajeno.

Segundo, relativizar lo que mi “mente” me asegura como evidente intencionalidad de otras personas y considerarlo una percepción parcial de lo que alcanzo a considerar, para pedir ayuda a otros con quienes analizar situaciones y acciones, por el simple hecho que dos cabezas piensan más que una. Se trata de confiar en la opinión y las intuiciones de otras personas. En casos extremos, el desconfiado no confía ni en las personas más cercanas de su parentezco. Aunque podría confiar en sus intenciones, no confía en su criterio.

Tercero, avanzar en distinguir las opiniones de los hechos, en las distinciones de la ontología del lenguaje, los juicios de las afirmaciones. Aprender a poner la atención en las acciones que las personas realizan (o dejan de realizar) antes que en sus intenciones. Una persona puede aumentar su confianza en otra a partir de observar repetidas veces actos de cumplimiento. Por el contrario una persona que es confiable puede perder esa confianza si muestra acciones de incumplimiento. Si me quedo en considerar mis opiniones sobre las intenciones de los otros puedo desconfiar aún cuando una persona ha sido completamente cumplidora conmigo en sus acciones y confiar en las intenciones de otra persona que no ha cumplido en sus acciones.

Cuarto, declarar la confianza y la desconfianza. Es cierto que hay personas que reptidas veces actúan mal desde nuestro punto de vista, como incumpliendo, diciendo cosas molestas o inconvenientes para nosotros, porque las descubrimos haciendo comentarios negativos o insinceros con otras personas, o porque no nos gusta algo de su presencia que no podemos determinar. Una oportunidad de superar esa desconfianza es declararla y conversar de ella. es posible que la situación empeore porque la otra persona rompa en un estado de desconfianza y odiosidad, pero también existe la oportunidad de conversar d elo que le ocurre a ambos y hacer compromisos sobre la relación en el futuro juntos, en que se cuiden criterios básicos de comportamiento mutuo, como declarar las insatisfacciones, los desacuerdos, las nuevas desconfianzas y descubrir a terceras personas que hacen comentarios en privado.

Quinto, considerar la lealtad. Lo anterior es reafirmado cuando existe un sentido mutuo de compromiso futuro entre dos o más personas. Llamamos lealtad a ese compromiso y a esa evaluación que hacemos de las otras personas. No tanto porque nos cuidan o no están dispuestas a ser deshonestas con nosotros, porque eso todavía da espacio a la indiferencia, sino porque tenemos una relación basada en que podemos contar con el otro, o los otros, en el futuro. Caminamos hacia el mismo horizonte y compartiremos esfuerzos, fracasos y logros en ese camino. Muchas veces, la ausencia de esas declaraciones de lealtad como compromiso futuro producen juicios de desconfianza ante acciones que las personas hacen despreocupadamente.

La confianza finalmente es el juicio que yo hago de contar con otra persona, en su capacidad, en su honestidad, en su responsabilidad o en su lealtad conmigo. Pero esto nunca es una descripción evidente, sino que una impresión que tengo, por fundada que la considere.