Nada como el poeta para pensar-imaginar el país de modo libre, creativo, rebelde, sin contemplaciones, apasionada y amorosamente. Les comparto la entrevista de Raúl Zurita en la Revista del Sábado:

El Mercurio
Raúl Zurita, Poeta: “este es el reino de la tontera”

Criticado por su cercanía al oficialismo, hoy fustiga a los gobiernos de la Concertación y toma distancia del poder. No es que se atreva más porque tiene un Parkinson creciente. Zurita se ha atrevido siempre a decir, a escribir, a hacer lo que se le antoja. Ahora anuncia su último libro, donde dispara contra muchos personajes de la “farándula cultural”, pero dice que ni siquiera los odia.

Zurita no se muere todavía. A pesar de que sería un acto poético redondo morirse ahora, junto con lanzar su último libro Los países muertos, en las próximas semanas. Pero está demasiado vivo para que le resulte la pirueta. Es cierto que tiene Parkinson, que las manos se le ponen rígidas a ratos y parece no controlar ni sus dedos ni sus brazos. Sólo a ratos. La mayor parte del tiempo está muy bien.

Abre la puerta de su casa en Pedro de Valdivia Norte, pone la tetera, prepara
café, prende un cigarro tras otro y los dedos se lo permiten muy bien. Ahí está su notebook, sobre la mesa del comedor, en el que trabaja sin problemas. Escribir a mano le complica más, pero igual a sus poemas les da forma, desde mucho antes, en el computador.

Zurita está sumamente vivo. Sin la rabia que parecía tener en el adelanto del libro que se publicó, donde le dispara a personas de la llamada “farándula cultural”. No hay odio, hay atrevimiento, hay juicios desnudos, hay pasión sin límites. Y lo sorprendente es que todo ­todo, incluso su cuerpo que se está gibando, sus manos tiesas, sus ojos devoradores, sus palabras drásticas y feroces­ está, finalmente, envuelto en poesía.
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¿Por qué cree que será la última obra?

Es la última obra, porque lo sé. No es que me vaya a morir en tres meses más. Es la última obra porque es mi intento definitivo. Porque independientemente de los años que me esperen, no sé si lograré hacer lo que quiero hacer. Y eso es escribir un poema en los acantilados del norte de Chile.

Ya logró escribir en el cielo de Nueva York y en el desierto chileno, ¿por qué no va a poder ahora?

­­A mí me tocó siempre romper con lo establecido, y me doy cuenta de que el último sueño es mucho más difícil de materializar. A mí también me emociona algo que si no se hace, lo habré visto solamente yo, en mi alma. Y que morirá conmigo. Probablemente los más grandes poemas nunca se van a escribir y van a morir conmigo. Eso tiene una luz muy especial.
­Pero ésa es también una disculpa para no escribir ni realizar.

Continúa:

­Estoy haciendo lo humanamente posible para hacerlo. Han salido cosas en revistas inglesas y alemanas pidiendo apoyo financiero y no sé si alcanzaremos a hacerlo. En la costa norte de Chile hay unos farellones muy grandes, quiero instalar allí, aunque dure poco, dos inmensos paneles, del tamaño de la fachada de un edificio, con doce frases, que dicen lo que me imagino que es todo lo que un ser humano ve en su paso sobre la tierra. Como se ven desde el mar, me imagino que cuando se llega a un territorio, eso es lo que se va a ver. “Verás el poco amor…”. Se va haciendo cada vez más triste.

No se le fue dado tener sueños fáciles y pequeños a este poeta. Lo que está pensando es en una gran obra de ingeniería. Asiente con resignación. “Qué diablo, así como no puedo querer poco”. Quiere que sea la última escena de la película, ésa
que uno sabe que es la última aunque se filme antes. Así es de dramática su trascendencia.

­Toda mi vida ha sido un poco así, nada me ha salido fácil. Es como un sueño que quiero hacer, que no renuncio a hacer, pero al mismo tiempo es tan íntimo…

PIEDRAS DEL CAMINO

Los países muertos es una pequeña parte de un libro que no ha terminado. El libro grande es un monólogo que está escribiendo desde hace como 15 años y que se llama Zurita. Le da pudor cuando lo dice, entonces aclara de inmediato: “Es un fulano, donde de repente me veo yo mismo. Que no lo pasa bien, y que a veces lo pasa
bien, al que uno le habla y le dice cosas pesadas”.

­¿Es la continuación de La vida nueva?

­Sí, es La vida nueva reescrita, pero que se llamaría La vida rompiéndose y haciéndose pedazos. Es como siento que es, un río que arrastra piedras, pero como cualquier ser humano que experimenta su vida, sin aliento, con una pasión que se larga.

­En Los países muertos, usted lanza palabras llenas de ira a varios escritores y críticos…

­No, yo no lo llamaría ira, porque lo que menos tengo es ira. No tengo cálculo. He tratado de no ponerme límites, porque los demás ya te los ponen. Hay un libro que es la Divina comedia, que es un gran tránsito con todos los personajes de la época, algunos están metidos en el infierno… Las personas a los que me refiero son, finalmente, los personajes del poema. El personaje enojado es Uribe, que es como una caricatura. Yo puedo sentir pena, tristeza…

­¿Por qué un poeta de su talla escribe epítetos, a lo menos ofensivos contra esas personas?

­Está dicho con un cierto genio. Son estampas. Como en la Divina comedia, independientemente de los juicios de la sociedad, esos personajes son retratos de tu pasión, no tanto de tu ira. Y por último, es mi poesía. Los tipos tendrían que entender que es un poema, y el poema es el reino de tu libertad. No pueden negarte la posibilidad de poner lo que sientes que tiene que estar allí. Estos personajes en su conjunto, entre los que también voy yo, representan todo un tránsito por lo más entumido, lo más doloroso, también lo más falso de un país por el que estamos atravesando.

“A mí se me encarna esta serie de personajes, por alguna característica, por toda una impostura cultural, una impostura literaria, y los personajes, incluso yo mismo, no son sino pequeñas muestras. Lo principal de los personajes es que van en una travesía, y van mirando cosas, cosas que son muy duras”.

­¿Hay algún personaje de esta travesía que le guste?

­Sí, si alguien pudiera leer con un cierto amor, notaría que el mismo (Diego) Maquieira… Es casi una parodia de cosas que él podría hacer y que ha hecho. Hay otro que llora conmigo. Tiene muchos más matices, que yo espero que se vean cuando se vea todo.

En el desborde

Tiene 56 años. Está en su cuarto matrimonio y tiene muchos hijos, entre los propios y los ajenos, porque los cuenta a todos. No es un tipo fornido, sin embargo la fuerza interior trasunta también por su cuerpo. En otros tiempos, se quemó los ojos para realizar la experiencia de no ver. El ácido no pudo con su vista y ahora lo agradece. Otra vez se cortó la cara, siempre con justificaciones poéticas que en él resultan coherentes. Lo que ha hecho, con asombrosa valentía física, es llevar a su cuerpo a vivir los mismos extremos de sus versos. Y ahora, es el cuerpo el que le cobra. Un día, hace como siete años, estaba firmando libros en algún país latinoamericano, y un comprador que era médico, miró cómo tomaba el lápiz y cómo firmaba. “Usted está con Parkinson”, le dijo. Y Zurita supo que era verdad. Como si lo hubiera estado esperando.

­Esto es fuerte. Pero es el reclamo de amor que me hace el cuerpo. Como el niño que chilla para que te fijes en él. Cada vez que me cuesta mover el brazo o siento un costado más rígido, siento que me dice estamos tan juntos que vamos a morir juntos, entonces dime algo sobre mí… Es fuerte esto, es irreversible y será cada día un poco más… No lo tomo como una tragedia, sino como un reclamo del cuerpo. Tendré que hablar desde allí ahora, porque el cuerpo es tu patria, aunque no te guste. No son las cordilleras o las playas. Son los brazos, las manos, las piernas… Como no soy ningún santo, no estoy obligado a hacer de la desgracia una virtud, pero hay algo en esto que siento que me ha dado una nueva fuerza. Como que te enraíza más, te clava…Te hace más consciente de ti mismo. Y en todo lo que tenga que hacer, esto estará presente. Porque éste es mi territorio nuevo.

­¿Muy distinto al anterior?

­No, pero está presente. Me doy cuenta de que las emociones tienen un costo físico muy grande. ¿Ves cómo está de rígido este brazo? Es porque estoy enteramente involucrado en lo que estoy hablando. Eso es cansador. Pero cuando los días se acaban y me quedo solo con mi mujer, no tengo enfermedad.

­Ahora que está más maduro, ¿sigue siendo el amor de pareja tan importante como lo fue antes?

­En la medida que pasan los años, siento que el amor es más fuerte todavía. Es lo único que nos salva de la angustia de morirse. Es la única barrera contra la muerte. El amor es lo único que te salva de saber que esto es breve. Para mí, que no creo en la otra vida, el amor es la única eternidad que se me da en esta vida. No hay otra.

­¿Es la inspiración también para hacer arte?

­Probablemente la pasión de la poesía, la pasión del arte sean comprometidas por amor. Por eso les digo a los tipos que escriben: hazlo todo, todo lo que tengas que hacer, no te restrinjas por otros, ya vendrán otros a ponerte los límites. Por eso, frente a mis personajes, si sentí la necesidad de hacerlo, lo haré. Si necesito poner ciertas figuras, ciertos nombres, lo haré. No me creo el Mío Cid, tengo los mismos miedos que todos, pero lo que tenga que hacer, lo haré. Curiosamente los personajes de Los países muertos cumplen para mí una función artística.

­¿No le importa herirlos?

­No, la verdad, no. Ni los conozco, personalmente. Son casi abstracciones.

­Son los que lo han criticado mal a usted o los que atacaron a su mujer a propósito de un plagio literario…

­Algunos. No sé si me han atacado a mí, pero en general me parecen muy tontos, y no puedo evitar tener esos malos pensamientos.

­Tiene 56 años y tiene la madurez para acoger la inminencia de la muerte…

­No soporto la madurez. No soporto la lógica de los que dicen “por su lado soy lo suficientemente joven como para tener energía para emprender nuevos proyectos, y lo suficientemente maduro como para tener cautela”. O eres joven o eres viejo. Pero no me resigno a la cosa intermedia. Miro desde la muerte o desde la juventud, desde el medio no es estimulante.

­¿Ahora mira desde la muerte?

­Desde la muerte y desde la juventud. ¡Y Dios me libre si existe la cautela! ¡Dios me libre de los Andrés Velasco y de los ministros de Hacienda! Ellos son la cautela, la madurez. “Somos jóvenes para emprender, pero tenemos experiencia… por lo tanto, hasta por ahí no más”. Estéticamente me parece tan pobre. Nadie puede pintar ni una acuarela con eso, no hay una pasión digna de ser mencionada. La verdad es que, con toda la admiración que le tengo a su obra de juventud, no soporto a los Vargas Llosa. No los tolero.

­Pero es un apasionado…

­Sí… pero al mismo tiempo, es una caricatura del bien pensar. Es un tipo que antepone la razón. A pesar de haber escrito La casa verde, resulta que hoy corre todos los días, se preocupa de su facha y de su inteligencia. Y termina engordando por dentro, eso es lo peor que puede pasar, engordar por dentro. Se le nota en sus artículos, en sus últimos libros. Tiene el cáncer de los que creen que arte y sociedad y poder son compatibles. No son compatibles. El único arte que vale la pena para mí es el arte del desborde, del extremo. Las medianías están en toda la vida. Entonces, que la literatura y la poesía no tengan las medianías que tenemos que soportar en el resto. Es el espacio donde se puede mostrar el infierno o el paraíso.

La razón, por lo tanto, no se puede mezclar con los artistas…
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­No, me he dado cuenta de que la razón es finalmente de derecha. Los razonables son cada vez más de derecha. Así como están los Vargas Llosa y los Carlos Fuentes, hay otro tipo increíble, maravilloso, que es Saramago. No le ha llegado la razón.

­¿Y a usted?

­Espero que no.

adiós a la concertación

­Las cosas duras, ¿se ven en la literatura o en toda la sociedad?

­La cultura y la literatura son parte de algo mucho más profundo. Lo que a mí me parece una verdadera desgracia. O sea, éste el reino de la impostura, el reino del exitismo fácil, el reino del cálculo, el reino de la tontera. Ellos representan, sin saberlo, un fracaso mucho más hondo. Allí donde todos ven éxito, yo veo fracaso. El fracaso de los sueños, de la solidaridad…

­¿Está asociado a una decepción en los gobiernos de la Concertación?

­Las cosas son siempre más profundas que echarle la culpa a uno o a otro. Yo entendí, hasta hace poco, que había habido una dictadura feroz, que había que pasar de la mejor forma posible de una cosa a la otra. Sin embargo, cada vez me sentía más profundamente aparte, más profundamente ajeno. Creo que pertenezco a esa minoría que cree que el neoliberalismo, el capitalismo, es un páramo donde se mueren millones de millones de vidas que se consumen por cosas que no valen nada. Y que en ese camino, lo único que uno aprendió en la dictadura, que era solidaridad, lealtad, compañerismo, amor, es lo primero que se olvidó.

Continúa: “La dictadura neoliberal es tremenda, porque condena a miles de miles de tipos a consumirse en función de sueños tan pobres. Algún día las tarjetas de crédito, los autos, se nos van a deshacer como polvo en las manos, y nos vamos a dar cuenta de que perdimos la vida, habiendo cosas infinitamente más importantes. Será porque amo tanto este lugar que me siento tan crítico”.

¿Qué le produjo el quiebre?… porque usted había sido agregado cultural en Roma durante el gobierno de Aylwin…

­­Eso fue una buena experiencia. Incluso me sentí orgulloso, venía de un país que había sacado a un dictador y estaba en camino de recuperar la democracia. Hasta que en el período de Lagos, donde él como figura es un tipo impresionante, pero todos los signos y gestos que se dieron fueron muy desalentadores. La obsesión con los empresarios, el abandono de todo lo popular, el hecho mismo ahora de esta alza de las pensiones, claro, lo entiendo como gesto, pero están todos cuidándose para mañana. Cuando hay miles de niños que se mueren y que no han tenido jamás una fiesta, uno sabe que detrás de eso hay una concepción de mundo que abomino profundamente. Gastemos todo, mañana se verá… (Se ríe con gusto).

­Usted es ingeniero y tiene desarrollada la lógica matemática, ¿cómo quiere que nos gastemos todo ahora? Es cierto aquello de “pan para hoy y hambre para mañana?

­A mí eso no me funciona para nada. Lo único que sé es que hay hambre hoy y habrá hambre mañana. Chile es un país que ha vencido la desnutrición crónica y está mucho mejor que muchos otros. Pero yo quiero pan para hoy. Mañana estaremos muertos. Esa señora que está obligada a hacer microtráfico en las poblaciones porque no tiene para comprar leche; están todos obligados una delincuencia menor y los encarcelan, como la señora que acaban de soltar de la cárcel porque tenía cáncer terminal, y que son víctimas, víctimas, víctimas… ¿Cómo es posible que ocurran esas cosas en una sociedad que tiene los ingresos que tiene? ¿Cómo pueden ocurrir esas minitragedias que significan el derrumbe de la vida de una persona? La vida de esa abuela que pillaron haciendo microtráfico es infinitamente más importante que las reservas de 10 años más. Nuestro deber es el pan para hoy. Porque mañana se mueren. Y no tuvieron pan nunca.

­¿Ve alguna esperanza en el gobierno de Bachelet?

­Los gestos de este mes revelan bastante mayor sensibilidad y sintonía, pero sé que el pie de fondo es una concepción económica para mí aberrante, porque atenta contra la vida. Contra las vidas concretas de los desposeídos. Un gobierno no se puede medir por cuán bien están los que están bien, sino por cuán mal están los que están mal. Un gobierno no puede ser exitoso si los que están mal están tan mal. Sigue siendo un fracaso. Las estadísticas siempre esconden genocidio, finalmente. Esconden hornos crematorios. Hay montones de vidas que se hacen pedazos.

Por Margarita Serrano Foto: José Luis Risetti

En internet: lea los versos que Zurita quiere colgar en grandes paneles en el norte de chile
en http://www.elsabado.emol.com

Adelanto