La vida como Lámpara de Aladino

En los últimos años, ha cobrado fuerza la percepción que para las personas y sus relaciones con otros, en los negocio, en comunidad o en la familia, las emociones juegan un papel principal. Un salto importante en esta percepción, aunque aún insuficientemente entendido, fue la publicación de la Inteligencia Emocional. Dio legitimidad a considerar como un ámbito pertinente e importante al papel de las emociones, especialmente en la vida profesional, pero la cultura predominante lo volvió a encasillar en la búsqueda y prescripciones de recetarios formales, lógicos, continuando con el entendimiento de la inteligencia y el aprendizaje basados en formalidades como si se tratara de programar un ordenador.

Es cierto que se pueden modificar, educar, transformar las emociones, pero siguiendo el camino del jardinero cuidadoso, del artesano sutil, y no a través de manuales parecidos a los que enseñan el uso de una licuadora.

Continúa:

Las emociones se cultivan, se entrenan, se desarrollan, porque se trata de hábitos, no de componentes intercambiables. Se trata de hábitos en el modo de reaccionar físicamente ante los eventos de la vida diaria, pero también de hábitos que condicionan una actitud predominante ante la vida en general. Se manifiestan en las emociones que emergen predominantemente ante un evento sorpresivo positivo o negativo, como una buena noticia, un descubrimiento, un anuncio, un accidente o una sorpresa. Pero también se expresan en lo que solemos llamar el carácter, ese perfil emocional que nos muestra optimistas o melancólicos, perspicaces o reflexivos, acogedores o distantes. Como un rasgo que nos caracteriza. Hacerse conscientes y observar estos rasgos que predominan en nosotros, nos da alguna libertad para comenzar a modificar los que nos causan dificultades o nos impiden vivir una vida más satisfactoria.

Otra dimensión de los estados emocionales son los discursos que nos embargan también como hábitos que operan sin nuestra decisión y que no vemos. Porque vivimos en comunidades que tienen sus tradiciones, nos ???contagiamos??? sin darnos cuenta de los discursos que predominan en ellas acerca de nuestro pasado, presente y futuro, y repetimos inconscientemente explicaciones y expectativas como si fueran nuestras y originales. Porqué tuvimos ciertos fracasos colectivos, en lo que somos buenos, en cómo se ve el futuro. Un medio importante de contagiar estados de ánimo colectivamente son los discursos, las conversaciones, especialmente de las personas o instituciones con liderazgo, como los políticos, las iglesias, los medios de comunicación. Un experto contaba cómo en una ciudad pequeña y alejada de la capital del país la gente estaba atemorizada por la delincuencia que ocurría en la gran ciudad a cientos de kilómetros de su pueblo, sólo porque era lo que veía en el telediario de la noche. Los discursos de identificación colectiva como las ideologías políticas, la religión, el nacionalismo e incluso el fútbol, traen aparejadas emociones.

Podemos distinguir entre la manifestación física de las emociones y su expresión discursiva, pero estas siempre están juntas y una condiciona a la otra. Para fortalecer un estado de ánimo o para cambiarlo por otro, tanto la expresión física de las emociones, como su dimensión discursiva son objeto de cambio, pero un cambio que es sutil y pausado cuando ocurre por azar y no por diseño.

Hay otras manifestaciones humanas en que se manifiestan los estados de ánimo, que también al cambiar ellas hacen inflexiones a estos hábitos que son imperceptibles para la mayoría, como son en general manifestación estéticas, como la música, la moda o la arquitectura.

Resentimiento: cuánta vida perdida

Un estado de ánimo histórico, predominante en nuestra cultura, tanto en emociones reactivas a eventos, como manifestaciones de un carácter predominante y de discursos compartidos socialmente es el resentimiento, el cual parte de la ilusión que vinimos al mundo a ser satisfechos, y que no lograrlo es una injusticia o, por lo menos un error. Es tan general y profundo, que atraviesa las situaciones objetivas de cualquier persona de cualquier condición social, económica o de género. Como la expectativa es que debiera conseguir todo lo que me imagino y la imaginación es ilimitada, siempre voy a estar insatisfecho, cosa de lo más común por lo demás, pero la consecuencia es que lo vivo como un acto de agravio e injusticia de los otros y de la vida. Lo que hace sufrir, sentirse incompleto en cualquier condición y especialmente acusador de las malas intenciones y del descuido de los otros por mi propia existencia.

Una persona resentida se siente desilusionada de los otros, es incapaz de sentir agradecimiento por la vida que tiene, no tiene la posibilidad de preguntarse por su propia responsabilidad en lo que falta, desconfía de las intenciones de los otros, se vuelve escéptica e irónica ante las esperanzas ajenas, acusa de los descuidos y faltas a quien se deje, o a quien le quede. Una persona resentida es una persona solitaria porque no confía y porque es difícil de soportar para los amigos, familiares, compañeros de trabajo o jefes.

Es un problema imaginar que la vida es como una lámpara de Aladino en que uno espera que todo lo que imagina se vuelve en un deseo que algún genio servicial debiera satisfacer.

No se trata de aceptar las cosas así simplemente como se nos dan, de sumarnos a ese himno creciente de la resignación ???es lo que hay???. Sino que de ponerse desafíos, buscar más, pero aceptando como parte de la vida lo que no se da y en cualquier caso liberar a los otros de la obligación de darnos lo que a nosotros se nos ocurre. Mejor es aceptar la realidad de la vida y para lo que no nos guste, comprometernos en cambiarlo, y entrar en un ciclo de aceptación y búsqueda de cambio que acompañe a la infinita imaginación de una vida mejor. En ese camino, enojarse, descreerse, acusar o alejarse, no ayudan a resolver las propias insatisfacciones.

Como aceptamos antes, que las emociones se manifiestan física y narrativamente, que afectan nuestras reacciones ante las eventualidades de la vida y también nuestra actitud más predominante ante la vida, pero que antes que nada, se trata de hábitos, el esfuerzo que necesitamos es descubrir cuando comienza a manifestarse el estado de ánimo de resentimiento y buscar emociones que pongan la responsabilidad del cambio en mi mismo antes que en las culpas de los otros.

En otro momento en el futuro, podemos conversar de otros estados de ánimo???

…Ver: El Monje en el Laboratorio