Para presentar a Tomás Moulian, escribiré unas palabras acerca de mis intereses y pasiones en torno de la política.

Comencé a participar en política el mismo año que ingresé a la universidad en 1983. Coincidió que ese año hubo una apertura obligada en la política de la dictadura chilena provocada por la movilización social en las ciudades y en el movimiento sindical minero. Mi partido desde ese entonces ha sido la Democracia Cristiana, en su vertiente progresista, tanto en lo político como cultural. Me integré a movimientos en el Pedagógico de la Universidad de Chile, espacio históricamente rebelde, y en la zona sur de Santiago, donde el movimiento político también era más fuerte y participativo.

Siempre tuve una inquietud acerca de la necesidad de los cambios sociales, políticos y económicos, y la política para mi era la búsqueda de caminos y procesos que nos hagan avanzar hacia un mundo mejor, con más equidad y libertad. La fuerza cultural de la izquierda en la universidad, con la música, el arte en general, su estética y su espíritu, siempre me hicieron mirar hacia un pensamiento progresista, de cambio, pero en libertad y democracia. Radical en la demanda pero pacífico y democrático en los medios.

Hoy tengo mayor sentido de cómo se crea valor en el mundo, de la complejidad de los fenómenos sociales, del lugar del mercado y de la tecnología. Soy consciente de lo ingenua que era nuestra conversación hasta fines de los ochenta, cuando la revolución tecnológica y la globalización ya habían cambiado la organización del mundo.

En el contexto de la dictadura, con censura de información y editorial, en unas universidades silenciadas, y con muchas preguntas conocí los escritos de Tomás Moulian, que publicaba FLACSO, como documentos de trabajo y más tarde como libros. Siempre recuerdo una conversación que mantuvo con Norbert Lechner en la introducción del libro La conflictiva y nunca acabada construcción del orden deseado. También un ensayo sobre historia de Chile durante el siglo XX. Publicaciones como estas me permitieron conocer a otros pensadores como Gramsci, Foucault, Laclau, Mouffé, Bernstein y Bourdieu. Eran esa alternativa de cambio radical y pacífico hacia la democracia, pero rescatando el espíritu de cambio progresista de la historia de Chile. Alguna vez Moulian aceptó nuestra invitación a conversar con un grupo de la DCU.

Durante los años de democracia, desde la década de los noventa hasta ahora, Tomás Moulian ha sido una importante alerta de las dimensiones obscuras, débiles, del proceso de desarrollo chileno. Tiene una lucidez, claridad y honestidad para declarar lo políticamente impertinente, a riesgo de aguar la fiesta del exitismo, pero despertando la conciencia de quienes se acercaron a la política buscando construir un mundo mejor, especialmente más amigable para la gente que vive la vida como un sufrimiento de carencias de todo tipo, pero ahora unido a la sensibilidad ambiental y la necesidad de contruir sentidos que nos orienten como comunidad en un mundo al mismo tiempo satisfecho, sorprendente, vertiginosamente cambiante, pero también confuso, violento, riesgoso, injusto, sin más horizonte que el consumo, sin pertenencia, sin compañía.