El Estado del bienestar y la sociedad de la información.

El modelo Finlandés

Manuel Castells y Pekka Himanen.

Alianza Editorial, 2002.

Conclusión II
Aprender de Finlandia

Hemos subrayado que el modelo finlandés de sociedad informacional se ha desarrollado en circunstancias específicas que no son reproducibles como tales en otros contextos. Sin embargo, sí hay varias lecciones analíticas clave que se pueden aprender de esa experiencia y que pueden ser fuente de reflexión, y quizá de inspiración, para otros países y regiones del mundo.

1. En primer lugar, Finlandia muestra que un estado del bienestar plenamente desarrollado no es incompatible con la innovación tecnológica, con el desarrollo de la sociedad informacional y con una nueva economía dinámica y competitiva. Antes al contrario, parece ser un factor que contribuye de forma decisiva al crecimiento de esa nueva economía sobre una base estable. Proporciona el fundamento humano para la productividad necesaria para el modelo de desarrollo informacional, y también aporta una estabilidad institucional y social que mitiga los daños causados a la economía y a las personas durante períodos de recesiones potencialmente agudas. Este Estado del bienestar no es sostenible sin una elevada presión fiscal. Pero la fiscalidad no es un problema económico en tanto que la productividad y la competitividad crezcan más deprisa que los impuestos, y en tanto, que la gente perciba los beneficios que recibe en forma de servicios sociales y calidad de vida. En este sentido, Finlandia contrasta agudamente con el modelo de Silicon Valley, impulsado enteramente por los mecanismos de mercado, el espíritu empresarial individual y la cultura del riesgo, con considerables costes sociales, aguda desigualdad social y una base que se deteriora en lo que respecta al capital humano generado localmente y la infraestructura económica.

2. En segundo lugar, el Estado de bienestar y la cooperación entre las empresas y los trabajadores, con mediación del gobierno, permiten el desarrollo de la flexibilidad laboral dentro de un sistema estable de relaciones industriales. Muestra que los sindicatos pueden aceptar la transformación de las prácticas empresariales a condición de no tener que asumir una parte excesiva de los costes sociales que entraña la transición al modelo informacional. La adaptabilidad de las prácticas laborales finlandesas, a cambio de la cobertura gubernamental de beneficios sociales y un elevado crecimiento económico, contrasta con la rigidez de las prácticas laborales y gerenciales de Alemania, por ejemplo, que suponen un importante obstáculo para la transición de Alemania hacia la nueva economía.


3. En tercer lugar, el Estado ha desempeñado, y sigue desempeñando, un papel de primer orden a la hora de guiar el crecimiento económico y construir la sociedad informacional en Finlandia. Pero no por ello ha sometido a la economía a un control burocrático. Por el contrario, ha sido una de las principales fuerzas liberalizadoras del sistema económico, como se observa por ejemplo, en su esfuerzo para liberalizar el sector finlandés de las telecomunicaciones, anterior al de la mayoría del resto de los países europeos y que constituyó una aportación decisiva al nuevo modelo de crecimiento económico. El estado finlandés ha utilizado los incentivos y la planificación estratégica para complementar los mecanismos del mercado, en lugar de subrogarlos. También ha utilizado mecanismos participativos y ha actuado dentro del marco de un Estado democrático y legítimo, lo que contrasta con la experiencia de los estados desarrollistas asiáticos, caracterizados por el autoritarismo social y una relación jerárquica respecto de las empresas. El Estado finlandés ha actuado como promotor de la innovación tecnológica y como productor de la mano de obra del conocimiento, creando de este modo las condiciones en las que las empresas finlandesas pudieran reestructurarse y competir globalmente.
Además, la combinación de desregulación y un papel eficaz del estado al proveer y facilitar la infraestructura pública (energía, instalaciones, redes de telecomunicación, transporte, vivienda, servicios urbanos, preservación del medio ambiente) ha estimulado el crecimiento y evitado el deterioro gradual de esa infraestructura, al contrario de lo que ha ocurrido en California, donde la crisis de suministro eléctrico de 2001 puso en peligro la prosperidad económica de la región. La chapucera desregulación del suministro eléctrico de California en los años noventa desencadenó una inesperada crisis en las infraestructuras del centro global de la revolución de la tecnología informacional.


4. En cuarto lugar, Finlandia tiene una política taxativa de incluir a la totalidad de su población en la sociedad de la información. Al llevarla a efecto, está desarrollando una amplia gama de usos públicos para la tecnología informacional, que en último término resultan en nuevos productos y nuevos mercados. Al desarrollar tecnología informacional con alma, Finlandia confiere a sus compañías una ventaja de partida en la competencia global, puesto que muchos de los artilugios tecnológicos que se originan en el lado de la oferta desarrollados por las empresas estadounidenses y japonesas están alcanzando el punto de saturación del mercado. Por consiguiente, Finlandia es un terreno de experimentación cada vez más sofisticado para evaluar cómo se apropia la gente de la revolución de la tecnología informacional, configurando los usos y mercados para la próxima fase de la sociedad informacional, especialmente en aquellos usos basados en el acceso a internet a través de la telefonía móvil.


5. En quinto lugar, la agrupación espacial y la interconexión en redes organizativas de las industrias basadas en el conocimiento han sido fuentes decisivas de la productividad y competitividad finlandesas, al igual que en Silicon Valley, verificándose una vez más la teoría del ambiente de innovación como impulsor de la tecnología y la economía en el paradigma informacional. Sin embargo, los gobiernos locales y regionales de Finlandia también han emprendido importantes iniciativas en la difusión de la tecnología en las sociedades locales y en la movilización de las nuevas economías en el nuevo paradigma tecnoeconómico. Sus iniciativas han recibido el apoyo tanto del gobierno nacional como de la Comisión Europea, ejemplificando de este modo el papel potencialmente dinámico del Estado red europeo. Esto contrasta con la experiencia estadounidense, en la que la transferencia del poder a los gobiernos estatales y locales tiende a fragmentar y debilitar las iniciativas públicas. La experiencia finlandesa muestra la sinergia que puede crearse a través de la interconexión en red de diferentes niveles de gobierno en el diseño de las políticas de desarrollo.


6. En sexto lugar, el hackerismo ha sido en Finlandia, como en los Estados Unidos, una de las principales fuentes de la innovación tecnológica. Además, al construir redes globales de hackerismo, los hackers finlandeses han conectado plenamente las universidades y las empresas a la vanguardia de la investigación en tecnología informacional, particularmente en el ámbito del software. De este modo, la experiencia finlandesa confirma la importancia del hackerismo transnacional en la innovación cultural y tecnológica. Las sociedades que reprimen a los hackers puede que se estén privando de una de sus mayores fuentes de capital intelectual y riqueza material. Sin embargo, como ha mostrado el ejemplo de hackerismo social en la alfabetización en internet, las sociedades pueden beneficiarse del hackerismo de formas mucho más amplias.

7. Y en séptimo lugar, la experiencia finlandesa también ofrece cierta esperanza a países actualmente estancados en niveles de desarrollo muy inferiores en todo el mundo. En contraste con la imagen de Finlandia como un país escandinavo rico, debe recordarse que hace tan solo tres generaciones Finlandia era un país muy pobre, la mayoría de cuya población trabajaba en la agricultura, dependía en gran medida de sus recursos forestales, tenía una integración muy débil en los principales canales de capital, mercados y tecnología del mundo y una cobertura pública muy limitada de las necesidades de su población. Era, en su abrumadora mayoría, una sociedad agraria pobre que sobrevivía en ásperas condiciones climáticas. La capacidad de dar un salto en medio siglo desde las profundidades del atraso económico hasta la vanguardia del desarrollo informacional muestra que lo que cuenta en el modo en que las sociedades y las personas mejoran su vida y sus proyectos no es el destino histórico, sino el esfuerzo humano.

La identidad cultural y el fuerte sentimiento nacional parecen ser componentes esenciales del modelo de sociedad informacional. Son fuentes de legitimidad para que el gobierno pueda adoptar un papel activo, en una experiencia paralela a la del Estado desarrollista en Asia. La identidad también se proyecta hacia el futuro, construyendo el orgullo finlandés en los logros colectivos de Finlandia como una sociedad informacional avanzada. La homogeneidad social y la solidaridad nacional refuerzan el apoyo a los programas de inclusión y favorecen la emergencia de un modelo de uso de la tecnología impulsado por la sociedad.

Por tanto, en vez de socavar la competitividad global, la fuerte identidad nacional proporciona una plataforma para construir la capacidad tecnológica y desarrollar la experimentación social. Las identidades locales y nacionales añaden valor a las empresas finlandesas y a los innovadores finlandeses en su interacción con las redes globales de la economía y la tecnología.
Por otro lado, el modelo finlandés sigue basándose en gran medida en la homogeneidad social y étnica y en una cierta resistencia a abrir la sociedad a la influencia extranjera y a los extranjeros. Esto contrasta patentemente con la experiencia de Silicon Valley de innovación y espíritu de empresa basados en la inmigración y el multiculturalismo. Si ésta fuera una de las lecciones que tuviéramos que aprender, sería deprimente, porque la xenofobia y el aislacionismo contradicen los valores básicos de la solidaridad humana.

Además, Finlandia, y sus imitadores, experimentarán cada vez más dificultades para seguir creciendo y enriqueciéndose sin mirar a otros en un mundo cada vez más interconectado, no sólo económica, sino también culturalmente. Confiamos en que la auténtica lección sea que la identidad nacional y la cultura son fuentes importantes de significado y de valor, pero sólo a condición de que impliquen a los pueblos y a los países en un diálogo multicultural basado en la coexistencia multiétnica.

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