Una de las personas más interesantes que conocí en México fue Héctor Aguilar Camín, escritor destacado, historiador y analista político. Con una controvertida participación en la escena intelectual mexicana, lideraba un espacio cultural de incomparable calidad, la Revista Nexos. Tuve la oportunidad de presenciar las sesiones de trabajo creativo de su equipo, formado por personajes de una profunda formación intelectual, creativos y sensibles al mundo. Poetas, historiadores, periodistas. Necesitamos aprender de la sólida fuerza cultural de los mexicanos. Aquí les comparto una entrevista a Héctor Aguilar Camín, aparecida hoy en Revista Quépasa:

poder
Héctor Aguilar Camín: “Chile debe abandonar su nacionalismo rancio con Bolivia”

Héctor Aguilar Camín

En su última novela, titulada La Conspiración de la Fortuna, que lanzó hace una semana en Chile, el escritor mexicano vuelve a uno de los temas que más lo apasionan: los vericuetos del poder. En esta entrevista Aguilar Camín habla con crudeza de las elites latinoamericanas, critica la posición de Chile frente a Bolivia y se refiere a la “incestuosa” relación entre política y dinero.

El mexicano Héctor Aguilar Camín (59) tiene dos vocaciones: las letras y el poder. Escritor, analista político, doctor en historia y periodista, el autor de La Guerra de Galio y Morir en el Golfo es uno de los más renombrados intelectuales latinoamericanos.

Siguiendo las huellas de esas novelas, en su nuevo libro, La Conspiración de la Fortuna, vuelve sobre uno de los temas que más lo apasionan: los vericuetos del poder. Esta vez con unrelato basado en la historia de quien fuera su amigo y presidente de México, Carlos Salinas de Gortari. “Me interesa escribir sobre el poder”, dice, “porque tiene un fondo trágico que es de un gran atractivo; es una de las pasiones sobre las que siempre ha girado la literatura”.
Su visita a Chile para participar en el Foro Latinoamericano Bicentenario y presentar su nuevo libro, coincidió con las revelaciones de que Claudio Teitelboim (ahora Bunster) no era hijo del jerarca del PC, Volodia Teitelboim.”Cada vez que vengo a Chile sé cosas insólitas como lo de Bunster y Teitelboim” comentó en una conferencia al ser consultado sobre qué tema de Chile le gustaría escribir.

Amigo entre otros de Luis Maira, José Miguel Insulza y Jaime Estévez, desde 1990 que Aguilar Camín viene al menos una vez al año a Chile. Esto, sumado a sus regulares viajes por América Latina, lo han convertido en un testigo directo de la historia reciente de la región.

– En su nueva novela La Conspiración de la Fortuna, el protagonista es un político liberal con muchas ideas de cambio, pero que fracasa en sus objetivos de reformar el sistema económico de su país. ¿En qué medida ese tipo de político sigue vigente en América Latina?

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– Mi personaje es un político que usa los instrumentos tradicionales de la política: acumular fuerzas, dedicándoles mucho tiempo a los amigos y a los enemigos. ??l es un liberal que vive en una república mafiosa, corporativa. En parte fracasa porque su idea de la política no corresponde con los hábitos y costumbres de su sociedad. Tiene cierta relación con Latinoamérica, forcejeada entre los intereses establecidos, nacionalistas y estatistas, y esta oleada liberal o neoliberal que en las últimas décadas ha presionado para abrir las economías. El fracaso del personaje podría verse como el fracaso de otros modernizadores que no han podido cumplir su programa y han terminado mal.

– ¿Como quiénes específicamente?
– Como Carlos Menem y, en parte, Carlos Salinas de Gortari, quien en México terminó sus reformas con una rebelión indígena y una tremenda devaluación de la moneda.

– Tanto en su nuevo libro como en la Guerra de Galio usted se refiere a la continua interacción entre la política y los intereses económicos…
– En todas partes, poder y dinero son hermanos incestuosos.

– ¿Cuál de ellos ejerce mayor poder en América Latina: las fuerzas políticas o las económicas?
– Durante mucho tiempo fue el poder político el que reinó por encima del poder económico. Pero en esta época nueva, no sé si los poderes fácticos económicos puedan alcanzar un peso político mucho más decisivo.

– ¿Usted piensa que el mundo anglosajón ha resuelto mejor la relación dinero-política?
– Sí. Los anglosajones tienen muy bien armado el tema de que lo fundamental -y en eso no se pierden- son los negocios. Es una sociedad que está hecha para hacer buenos negocios y en eso los políticos no se confunden. A partir de ese acuerdo sustancial, es muy fácil el intercambio de política y empresas. Lo normal de un político estadounidense es que vaya de la empresa privada al servicio público y luego regrese a otra empresa privada. En nuestro continente, la excepción son los empresarios que quieren hacer política.

– ¿Y es bueno que los empresarios ingresen a la política?
– Es importante que ingrese a la política cada vez más gente talentosa, capaz de conducir distintas actividades, gente con liderazgo y con buena formación. Personas con ambición legítima y también de la otra, porque hace falta de las dos para ingresar en la política.

– Entonces, más que vetar la relación política-dinero, usted propone transparéntarla.
– Hay que reglamentarlo. Desde luego que no hay que prohibir nada. El argumento de que alguien, por ser un empresario rico, no pueda hacer política me parece una discriminación inaceptable. Al contrario, hay mucho talento en el mundo privado y puede ser un enriquecimiento extraordinario para las políticas públicas.

– Pero se podría afirmar que una mayor irrupción de empresarios en política apunta a representar intereses privados y no intereses nacionales o públicos.
– No nos hagamos los santos. Nuestros políticos han representado siempre intereses privados y tenemos una historia de corrupciones personales y de abusos de dineros públicos que es en parte la historia central de nuestros políticos. De manera que el hecho que no haya habido empresarios no ha garantizado en ningún sentido un manejo correcto de los dineros públicos.

– Aun así, lo cierto es que existe en nuestro continente un cierto rechazo popular a las grandes fortunas.
– En América Latina, y en México en particular, tenemos la obsesión de combatir la pobreza -y naturalmente que hay que combatirla-, pero no tenemos una obsesión equivalente de cómo generar riqueza. Tenemos una idea “territorial” de la riqueza, como si la riqueza fuese una cosa fija, que está ahí, y que si alguien toma una parte, le ha quitado su pedazo a otros. No tenemos una idea dinámica, elemental de la riqueza, de que algo que se crea y crece. La riqueza que creó Bill Gates, por ejemplo, él no se la quitó a nadie, sino que la creó a partir de su desarrollo empresarial, y ése es un asunto que en América Latina no tenemos claro. Aquí hay una cierta sospecha de que los ricos son ricos porque han tenido prebendas, o porque han tenido negociados. Lo que es verdad es que durante toda la época estatista, ser empresario significaba en buena medida conseguir ayuditas del gobierno.

“No tenemos buenas elites”

– ¿Cómo evalúa usted a las elites latinoamericanas?
– No creo que tengamos buenas elites. Los políticos se parecen bastante a la población, y la población no es rica en educación y experiencia. El promedio de los políticos que llevan la delantera en México es un hombre que ha terminado sólo una licenciatura, prácticamente no ha salido de México. Tiene extraordinarias potencialidades pero no tiene una gran formación ni la gente que está alrededor de él.

– ¿Y eso que usted ve en México se extiende a otros países de América Latina?
– Yo veo a Hugo Chávez y me pregunto por la clase de colaboradores que tendrá. En Kirchner veo la repetición de la misma clase política de Argentina de toda la vida, sólo que peleada entre sí. Veo una gran crisis de corrupción en la clase política brasileña, una crisis de calidad en los gobiernos de Bolivia, Ecuador y Perú. De modo que es una buena idea que el talento que haya, venga de donde venga -sea empresarial o no- vuelva a la clase política, compita por el poder y por el liderazgo público.

– Si América Latina fuera una bolsa de comercio y usted tuviera que poner sus fichas y apostar a alguna acción a futuro, ¿dónde lo haría, suponiendo que ese país va a ser en una década sólido económicamente?
– Como país le apostaría a Chile. Pero si yo fuera un inversionista audaz y tuviera muchos recursos, haría lo que está haciendo Carlos Slim: apostaría en cosas fundamentales – la telefonía, la electricidad, el gas de Bolivia- en naciones cuyo riesgo país es muy alto. ¿Por qué? Porque allí te puedes comprar cosas que tienen un gran valor por muy poco dinero, y un empresario serio puede hacer una muy buena empresa en cualquier lado, pese a todas las adversidades.

Hay un nacionalismo rancio

– ¿Qué opina de la imagen que proyecta Chile en la región? Se ha hablado mucho de los anticuerpos que provoca por ser “los buenos alumnos” del barrio y de la soberbia de los empresarios chilenos en el continente.
– No concuerdo con que la imagen de los chilenos sea de prepotencia, aunque no conviene presumir demasiado las buenas aventuranzas que uno tiene, porque la envidia es una pasión muy a la esquina. Pero si los peruanos o los mexicanos o los brasileños no toman nota de las buenas cosas que ha hecho Chile para mejorarse, pues problema de ellos. Creo que hay seguir haciendo buena letra.

– ¿Qué desafíos ve en la región para Chile?
– En la región Chile tiene un problema pendiente que es Bolivia, y creo que Chile debe abandonar su nacionalismo rancio, territorial, de no abrirle a Bolivia su paso al mar.

– ¿Entonces es Chile quien debería tomar mayor iniciativa en su relación con Bolivia?
– Sí, porque quien lo puede hacer es el país más fuerte. Además, le puede convenir mucho a Chile establecer una solución territorial a un problema muy viejo y muy desagradable, de una época muy empobrecedora que fueron las guerras de nuestros ejércitos. Hay que darle vuelta a la página. Un buen arreglo con Bolivia puede ser un maravilloso negocio para Chile.

– ¿Y qué opina de la ponencia que realizó en Monterrey el 2004 el presidente Lagos, cuando se refirió duramente a Bolivia, detallando todas las facilidades históricas que Chile le ha dado a Bolivia para cerrar el tema?
– Esto es una cosa rancia y podrida en Chile y es una cosa rancia y podrida en Bolivia. Las palabras del presidente Lagos fueron la consecuencia de las palabras del presidente Mesa. Creo que Lagos le dio un “repaso” a Mesa que se puso -como decimos en México- de “pechito” para que le diera. Lagos lo hizo por necesidad y recogió grandes aplausos de ese nacionalismo rancio del que hablamos. Aunque a Lagos le fue muy bien, no le fue bien ni a Chile ni a Bolivia con esa esgrima, porque lo que tienen que hacer es arreglar el tema.

Sin concesiones a Pinochet

– Las dificultades naturales de realizar reformas neoliberales han llevado a algunos a sostener qué éstas sólo pueden aplicarse en forma sólida y sostenida en un régimen autoritario como el de Augusto Pinochet.
– No. Estas reformas se han hecho en otras partes en condiciones democráticas, como en España e, incluso, en Chile. Porque una cosa es que Pinochet haya abierto la puerta y otra cosa es que hayan sido los gobiernos civiles los que han mantenido, consolidado y ampliado el rumbo. Yo no le concedo a Pinochet ser el artífice del éxito económico chileno; yo se lo concedo a la persistencia y a la continuidad en las políticas públicas de los gobiernos de la Concertación. Ya son muchos años para seguir atribuyéndole la buena letra de estos gobiernos a la pluma de Pinochet.

– ¿En qué lugar cree que dejará la historia a Pinochet?
– En el que se merece: dictador, sangriento y corrupto.

– ¿Piensa que Chile ya dio vuelta la página a ese período?
– Sí. Primero, porque el desprestigio de Pinochet lo ha separado para todo efecto político de la vida pública y de los partidos de la derecha. Segundo, en el Ejército el pinochetismo ha dejado de ser una tendencia. Y ahora, el tema de la reforma constitucional quita las últimas huellas del diseño institucional de la dictadura. Cuando se promulgue esta Constitución, Pinochet y la época de Pinochet serán un asunto superado.

– En Chile el gobierno de la Concertación va a cumplir 16 años y si triunfa Michelle Bachelet en diciembre próximo van a ser dos décadas de la misma coalición en el poder. ¿Cree usted que la perpetuación del poder aumenta los riesgos de corrupción?
– Chile tiene un proceso democrático, abierto, con instituciones democráticas y en un entorno de liberalización económica y de transparencia económica. No se podría decir jamás que hay una supremacía al estilo PRI de México. Ahora, la excesiva repetición de la misma coalición o de los mismos partidos en el poder sí puede dar pie a cualquier cantidad de complacencias y de corrupciones. Dicen que la corrupción en los políticos es algo que está siempre; es una tentación permanente, como la de un alcohólico ante la tentación de tomarse una copa. Pero es un riesgo creado democráticamente y por lo tanto corregible democráticamente. Si la Concertación después de todos estos éxitos comete errores suficientes y el público juzga que llevan demasiado tiempo en el poder, los echarán a las siguientes elecciones.

– Volviendo al tema continental, hay quienes critican que Chile no ha jugado un rol gravitante dentro la región, pudiendo hacerlo.
– Eso son estas cosas que inventan esos geopolíticos brasileños que siguen enredados en su cabeza por el imperio de Brasil. Lo mejor que le ha sucedido a México en mucho tiempo es el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, pese a que le dicen que ya no forma parte de Latinoamérica sino que de Norteamérica. Una de las cosas que frenan el desarrollo del Mercosur y el desarrollo de Brasil y de Argentina es no seguir el camino de Chile y de México y vincularse con una economía seria, grande, donde hay enormes oportunidades, en lugar de andar inventando bloques que no tienen viabilidad y que son francas simulaciones de integraciones que recuerdan la corona portuguesa en Brasil y el imperio brasileño. Son cosas muy viejas que no ayudan a modernizarse a los países.

Por: Pelayo Bezanilla y Pablo Gazzolo
Foto: Susan Lasen