Un luto asumido

Hace más de tres años que David, Ingeniero Forestal de la Universidad Mayor, busca empleo. En su época de estudiante pudo notar que en el rubro existía un problema importante de cesantía. Sin embargo, los mismos profesores los incentivaban a seguir, pues según ellos, pasada la Crisis Asiática, el inconveniente desaparecería.

Esperanzado con un mejor panorama, una vez egresado, hizo una lista con todas las empresas forestales que hay en el país, sus respectivos teléfonos y contactos. “En ese momento existían como 190 empresas a las cuales postulé. Yo creo que no debo haber recibido más de 15 respuestas, y todas eran un ???no???, pero que me iban a tener en la base de datos por cualquier cosa”, explica.

Desde ese momento su idea de entrar a trabajar, mantenerse solo e independizarse, comenzó a derrumbarse. Luego de un tiempo cedió a su idea original, buscando empleo en ámbitos alejados de su profesión: “Trabajé vendiendo seguros, tarjetas de crédito, participé en un proyecto agrícola y una que otra asesoría temporal, pero nada estable”. Frente a este escenario y luego de haber pasado por un importante cuestionamiento vocacional, David tomó una decisión: dejar de buscar empleo, estudiar una carrera técnica e impulsar su propio negocio.

Hoy es nuevamente estudiante, esta vez vespertino y de Ingeniería Ejecución Informática en Ucinf. Está más tranquilo, pero no resignado: “Uno llega a un punto en que asume que no saca nada con seguir buscando, ni seguir toda la vida trabajando en otra cosa. Pasas por un luto, tocas fondo y dices, bueno, son seis años perdidos en que podría haber hecho otra cosa”.

Pero David está agradecido, pues a pesar de todo hoy tiene una posibilidad a la que muy pocos jóvenes pueden optar: “Gracias a mis viejos puedo seguir estudiando y voy a salir adelante. Me gustaría que la empresa que estoy creando saliera y si la vida me da la oportunidad de darle una vuelta, contrataría a puros estudiantes, porque vienen con otra mentalidad y más ganas”, asegura.

Lucha contra el tiempo
María Soledad Corti (24), periodista

Esta joven periodista de la Universidad Diego Portales comenzó a buscar trabajo apenas egresó, hace poco más de un año. “Aunque no estaba titulada, para mí era muy importante encontrar trabajo para ganar experiencia. Nunca fui de esas personas que piensan en tomarse un tiempo para descansar o viajar. No, yo quería trabajar y dejar de pedirle plata a mi papá todo el tiempo”, explica.

Soledad cuenta que, a pesar de haber sido una buena alumna, “es súper decepcionante no encontrar trabajo, porque uno se esfuerza para que le vaya bien, se saca buenas notas y al final no te sirve. A nadie le importa cuando estás en una entrevista, no saben quién eres ni te dan la oportunidad de demostrarlo. Tus buenos resultados en la universidad quedan para el orgullo personal, nada más”.

Al igual que la mayoría de sus pares, Soledad ha buscado trabajo de todas las maneras posibles: se inscribió en las bolsas de empleo que hay en internet, mandó su currículum a una gran cantidad de empresas y ha postulado a cada aviso que sale publicado en los diarios. “Supongo que mis datos circulan por todo Chile”, ironiza.
Soledad no entiende de dónde vienen las buenas cifras macroeconómicas que tanto se publican en la prensa: “Me da rabia, porque yo veo mi realidad y no hay cambio. El mercado está saturado y no creo que cambie por muy bien que le vaya a la economía”.

Con la venta de alfajores ha logrado juntar algo para sus gastos. “Hasta el momento me he resistido a la idea de trabajar en algo que no se relacione con lo que estudié. Porque no se trata sólo de ganar plata, sino ejercer tu carrera”, enfatiza con cierta decepción.

Ella supone que la falta de experiencia le ha jugado en contra. “A pesar de que me considero una muy buena profesional, con el paso del tiempo empiezas a dudar hasta de tus capacidades. Inevitablemente pierdes las esperanzas, por eso, reconozco que ahora cuando voy a las entrevistas ya no espero mucho. Sientes el fracaso, que pasa el tiempo y no eres ni la mitad de lo que planeaste”.

Esperanza Latente

Vanessa Valenzuela (25), asistente social

“Como asistente social puedes trabajar en cualquier parte, porque el campo laboral es inmenso”, esa frase Vanessa la escuchó una y otra vez mientras estudiaba Trabajo Social en la Universidad Santo Tomás. “Te cuentan una maravilla espectacular, entonces piensas que vas a salir y encontrar pega al tiro. Pero la realidad no es así y terminas frustrándote”, afirma.

A pesar de egresar a comienzos de 2004 y haber realizado una buena práctica profesional, no ha logrado desempeñarse en lo que con tanto gusto estudió. Su búsqueda laboral comenzó en el sector público, pero asegura que ya perdió la cuenta de cuántos currículos ha mandado, incluso a áreas en las cuales no habría optado. Hoy sus antecedentes forman parte de todos los portales de búsqueda de empleo en Chile.

Vanessa soñaba con trabajar un tiempo, juntar su plata y salir de la casa de sus papás. “Como es el sueño de la mayoría, quería surgir y demostrar que me la podía”, señala. Para esto comenzó a realizar actividades fuera del ámbito de su carrera. A veces Vanessa cree que vive en una realidad alejada de las cifras que aparecen en la prensa: “Ellos no dicen la verdad, pues la mayoría de los jóvenes está cesante, tanto en mi carrera como en las otras. De mi generación salimos como 60 personas, hoy no más de 15 están trabajando como asistente social, y la mayoría es gracias al pituto”, reconoce.

Este año optó por estudiar una nueva carrera técnica: Prevención de Riesgos en AIEP motivada por una promesa de empleo. Está feliz, pero no deja de lado la esperanza de encontrar un trabajo como asistente social. Lo único que pide es que los empleadores den más oportunidades a los jóvenes, y que “no se cieguen tanto con los años de experiencia. Por ahí parte la solución, pues las ganas están”, concluye.

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