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Noticias Abril 6, 2009

Salvando al capitalismo? de los capitalistas

quepasa. En 2003, dos profesores de Chicago -Raghuram Rajan y Luigi Zingales- escribieron uno de los libros que defienden con mayor fuerza la idea del libre mercado: Salvando el Capitalismo de los Capitalistas. Lo interesante es que proponen desechar la “mano invisible” que mece la cuna de los mercados, por una mano muy visible del Estado. Pero un Estado completamente distinto, que permita que se desarrolle la institución más democrática y menos respetuosa de la elite: un mercado verdaderamente libre. La crisis financiera desatada desde fines del 2007 ha puesto a prueba los mismos cimientos de la economía de mercado. La virtual bancarrota de varios gigantes financieros ha llevado a intervenciones igual de colosales por parte de los gobiernos, quienes tratan de proteger la fe pública. Los costos de ello probablemente los tendrán que pagar varias generaciones futuras. Por Axel Christensen

 


A la ofensa se sumó el insulto cuando se conocieron los paquetes de compensación y bonos de ejecutivos de empresas que recibieron fuerte ayuda estatal. Ello genera una esperable -aunque peligrosa- reacción de la opinión pública, que se traduce en respuestas legislativas que imponen fuertes gravámenes a estas compensaciones. Si a eso le agregamos lo ocurrido con el caso Madoff…

Para algunos lo anterior refleja la esencia del capitalismo: un sistema basado en la codicia, que inevitablemente saca lo peor de las personas; un sistema que sólo hace que los ricos se vuelvan más ricos y los pobres más pobres; un sistema que, regulación y Estado mediante, debe ser cambiado.

Para otros, esto no son más que algunas manzanas podridas en un gran cajón de personas bienintencionadas, quienes buscando individualmente el interés propio, colectivamente van creando un bien común, una sociedad basada en la libertad.

Para este grupo, lo ocurrido es sólo obra de algunos malintencionados que abusaban de un sistema que descansa en buena medida en la confianza entre las personas. 

¿Cómo andamos por casa?

Todo lo anterior -las críticas al capitalismo y el creciente descontento popular hacia la industria financiera- parecían algo lejano en Chile hasta hace tan sólo algunos días. El pasado 13 de marzo nos sorprendimos con la noticia del acuerdo de avenimiento entre Fasa y la Fiscalía Nacional Económica en el proceso de investigación por colusión de precios -que incluye a otras dos cadenas- que ésta había iniciado en diciembre pasado.

La reacción de furia por parte de consumidores y políticos no se hizo esperar, repudiando eventuales acuerdos para subir en forma bastante abultada los precios de varios fármacos. No era para menos. Por un lado, no se trataba de cualquier industria, sino de una ligada a la salud, un área siempre sensible ante la opinión pública. Por otro, porque los acuerdos de colusión son un verdadero flechazo al corazón de la economía de mercado: la confianza en que los precios son fijados por procesos de competencia. Dejando de lado los ribetes político-electorales que ha tenido el episodio, este tipo de incidentes son sumamente graves y deben llevar a reflexionar de qué manera protegemos algo tan preciado como un sistema económico basado en la libertad de elegir y emprender.

Los otros Chicago Boys

En 2003, dos profesores de la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago -el indio Raghuram Rajan y el italiano Luigi Zingales- escribieron uno de los libros que defienden con mayor fuerza la idea del libre mercado: Salvando el Capitalismo de los Capitalistas. Sin embargo, a diferencia de los mensajes que estamos acostumbrados a escuchar desde Chicago, esta vez la defensa no apuntaba sus dardos a la intervención pública o al Estado de bienestar.

Por el contrario: llaman a defender al capitalismo de quizás su peor enemigo: los propios capitalistas. Ya a fines del siglo XIX, Marx predecía el fin del capitalismo, al cual consideraba intrínsecamente inestable y lleno de contradicciones que llevarían eventualmente a su propio colapso. “Denles a los capitalistas suficiente cuerda y se ahorcarán a sí mismos”.

Rajan y Zingales escriben profusamente acerca del daño significativo que causa todo capitalista que quiere acabar con la competencia, incluyendo, por supuesto, los que se coluden para fijar precios.

Sin embargo, los autores no sólo se quedan en la crítica a lo que pareciera ser el deseo incontenible de todo empresario: tratar de construir su pequeño monopolio. Sus advertencias también apuntan a los peligros de ver al capitalismo desde la perspectiva de los perdedores en el proceso de destrucción creativa que lo caracteriza (es decir, los desempleados, los empresarios en bancarrota, los inversionistas que pierden sus ahorros), que puede llevar, en nombre de la equidad y la justicia social, a buscar cambios en las reglas del juego que causó sus males.

La mano que mece la cuna

Lo interesante de la propuesta de Rajan y Zingales es que, en lo que se consideraría una herejía, desechen la “mano invisible” que mece la cuna de los mercados, por una mano muy visible del Estado.

Pero no un Estado que cree que es mejor que sus burócratas sean quienes fijen los precios de remedios, libros o pan (algunos lectores con más canas de seguro recordarán a la Dirinco). Más bien se trata de un Estado que busque asegurar las mejores condiciones para la competencia, la entrada de nuevos actores que desafíen a los incumbentes, que tenga el músculo (y las neuronas) para no caer presa de los grupos de interés que buscan capturarlo. Que sea capaz de caminar con un gran garrote para castigar a aquellos que ponen en riesgo la confianza sobre la cual se cimentan instituciones como el mercado y la democracia (a propósito, ¿no es tanto o más escandalosa la colusión o falta de competencia en el plano político que en el de los remedios?). Que sea también capaz de ofrecer las zanahorias apropiadas si con ello es capaz romper carteles que desean fijar precios o de sindicatos que buscan elevar las barreras de entrada a los desempleados.

Lamentablemente -o afortunadamente- la crisis bancaria o el episodio de las farmacias nos ha hecho ver a muchos que el mercado no es una institución que sea capaz de volar en piloto automático todo el tiempo. Al igual que los aviones más sofisticados, los pasajeros aún nos sentimos más seguros si existe la posibilidad de intervención humana -ojalá poco frecuente, sólo cuando las condiciones realmente lo requieran-. Sin duda, los que iban en el vuelo que aterrizó de emergencia en el río Hudson, en Nueva York, agradecen haber contado con un capitán muy bien preparado y con capacidad de actuar decididamente. No creo que hayan querido una mano invisible a cargo de los comandos.

¿Colusión o corrupción?

En todo caso, debemos evitar caer en un falso maniqueísmo entre una concepción de economía de mercado con un Estado ojalá reducido a la mínima expresión -que podría ser presa fácil de grupos de interés que buscan coludirse para evitar competir- o un sistema donde el Estado tenga que estar presente en toda actividad (bancos, AFP,  farmacias, transporte público) para asegurar su correcto funcionamiento -que podría ser víctima de la corrupción, especialmente si el sistema político tampoco es suficientemente competitivo-. 

Las experiencias del colapso de los socialismos reales a fines de los ochenta y de lo que parece ser el actual colapso de los capitalismos salvajes debieran de hacernos pensar en que una solución intermedia -un mercado fuerte y competitivo, adecuadamente supervisado por un Estado también fuerte y competitivo- no sólo es posible, sino deseable. Si bien la economía de mercado está fundada en el interés propio, su esencia es la libertad de acceso y la competencia. Lo anterior no se puede dar gratuitamente. Debemos tener un conjunto de reglas -y alguien que las haga cumplir- que eviten que degenere en una ley de la selva, donde sólo los poderosos sobreviven. No existe institución más democrática, y que sea menos respetuosa de la elite, que un mercado verdaderamente libre.

Capitalismo 2.0

Si el colapso de las instituciones financieras gigantescas sólo se ha podido resolver con el dinero de los contribuyentes (el gobierno americano ha comprometido hasta ahora US$ 12,8 trillones en el rescate financiero, lo que equivale al 90% del PIB del 2008, o a más de US$ 42.000 por cada hombre, mujer o niño de ese país), parece justo que se requiera reforzar la regulación para evitar que este tipo de crisis vuelva a repetirse.
Si las cadenas de farmacias se han puesto de acuerdo en sus precios o los bancos no parecen estar dispuestos a facilitar el financiamiento a empresas, el Estado no sólo tiene el derecho sino el deber de buscar incrementar la competencia, promoviendo la entrada de nuevos jugadores, sean supermercados o cajas de compensación.

Así como las puntocom tuvieron un resurgimiento que se conoció como web 2.0, caracterizado por una mayor colaboración y participación entre sus usuarios, es el momento que hagamos lo mismo con el capitalismo. Un capitalismo 2.0 no sólo requiere de la mano fuerte y visible de un Estado competente (y competitivo en la elección de sus autoridades), sino también de una mayor participación de nosotros, sus usuarios, que exijamos verdadera competencia y transparencia para evitar mercados enfermos. Al final, la luz del día resulta ser el mejor desinfectante.

 

Noticias Marzo 27, 2009

Los pobres de Suráfrica se apuntan al bancomóvil

elpais. Los viernes, días de pago, a los tsotsis (ladrones) se les alargan los dientes. La gran mayoría de los surafricanos, los que trabajan en la agricultura, las empleadas domésticas (buena parte de la población femenina negra) y los pensionistas no tienen cuentas corrientes, así que cobran en metálico. Carne de cañón para el tsotsi. Wizzit, un banco que funciona sólo a través del móvil y con tecnología adaptada a todas las operadoras, se abre camino en Suráfrica entre los trabajadores más humildes, que no sólo se ven libres de atracos. También ahorran tiempo y dinero en transporte para llegar a los bancos para enviar dinero a sus familias, pagar electricidad y alquiler o recargar el móvil. En Suráfrica hay 900 millones de euros escondidos en los colchones. Un total de 16 millones de ciudadanos (la mitad de la población adulta) no disponen de cuenta bancaria. “Pero son 30 millones los surafricanos que disponen de móviles. Nosotros hemos conseguido poner la tecnología al servicio de los sinbanco”, explica Brian Richardson, director de Wizzit.


 

Para un trabajador agrícola, con sueldos de 850 rands al mes (66 euros), la exigencia de algunos bancos de mantener un saldo mínimo de 50 rands (4 euros) o tener que pagar cuotas mensuales es un imposible. Además, buena parte de campesinos o residentes en los guetos tienen que desplazarse mucho para llegar al banco.

Wizzit, una división del Banco Surafricano de Atenas Ltd, nació en 2005 con un producto estrella: no hay que desplazarse, no hay cuotas mensuales o mínimos que mantener, (se pueden dejar durmientes, importante para los temporeros) y sólo cobran por transferencia realizada, entre 1,99 y 5 rands (0,1 y 0,38 euros).

Sin cuotas

“Los bancos tradicionales cobran cuotas mensuales y es normal, tienen que mantener sucursales, personal, etcétera. Nosotros no. Su mercado no es el nuestro y nosotros llevamos el banco allá donde están los sinbanco”, dice Richardson.

Ya hay 2.000 Wizzkids, trabajadores que el banco, previa formación, emplea para que lleguen a las áreas rurales, a los guetos y enseñen su funcionamiento. Anteriormente sin trabajo, cobran por cuenta abierta y por hacer un seguimiento del cliente. “Al principio cuesta un poco. La mayoría nunca habían tenido una cartilla y el concepto de dinero electrónico es difícil de enseñar, pero es como montar en bici, primero haces eses y al final vas sin manos”, dice el director de Wizzit.

El bancomóvil tiene más de 250.000 clientes, la mayoría en áreas rurales. “Nadie quiere, con la delincuencia actual llevar dinero en los bolsillos y, además, todos saben que eso es caro: en metálico te lo gastas”. Marisa van der Heever, una agricultora de Mpumalanga, en el norte del país, está de acuerdo: “Una vez que los empleados conocen la dinámica del banco, empiezan a ahorrar”. Uno de sus trabajadores le confesó tener ahorrados 1.200 rands (con un salario de 900).

El responsable de las áreas rurales de Wizzit, Beyers Coetzee, no duda en volar con un biplano a las zonas más alejadas para reclutar nuevos clientes.

En 20 segundos, sin colas y sin necesidad de faltar al trabajo, el nuevo cliente es provisto de la tarjeta SIM de Wizzit y de una tarjeta Maestro con la que compran en tiendas.

Richardson está convencido de que Wizzit puede ser una solución mundial: “de los 6.000 millones de personas en el mundo, 5.000 no tienen cuentas corrientes, pero 4.000 tienen móvil”. La Corporación Financiera Mundial, miembro del Banco Mundial, ha decidido participar en un 10% en Wizzit para su expansión global.

WIZZIT: www.wizzit.co.za

 

Noticias Febrero 4, 2009

Suze Orman: mujer, autoestima y riqueza

emol. La exitosa fórmula
de la reina de las finanzas Suze Orman. Sus consejos para enfrentar la crisis económica.
De camarera se transformó en aprendiz de finanzas del Banco Merril
Lynch, y luego en una consejera superventas que ha amasado una fortuna de 25
millones de dólares, y que invitan como panelista de CNN a hablar sobre la
crisis económica. Las recomendaciones de Suze Orman mezclan la sicología con la
economía, porque, como ella dice, “Tienes lo que eres”. Cualquier
mujer puede hacer dinero, asegura, si aprende a gobernar sus emociones
peligrosas: miedo, vergüenza y rabia. Aquí, sus secretos.

Era la típica ñiñita gringa de los 50. Pero en algo era diferente: a la
pequeña Suze las palabras no se le entendían. Creció con malas notas. Igual fue
aceptada en Servicio Social en la Universidad de Illinois, “la carrera más
simple que encontré porque no me dejaron postular para ser médico
neurocirujano”. Debió haberse recibido en 1973 pero jamás pasó el examen
de idiomas. Dejó la universidad sin su título. Terminó despejando de eucaliptus
las carreteras de Berkeley, California, por 3,50 dólares la hora. Así llegó a
su primer empleo serio: camarera en la Buttercup Bakery, donde estuvo seis
años. Y fue desde ahí que la menoscabada niñita de Chicago dio el gran salto.

Mientras servía mesas, se hizo amiga de un
empresario, quien le prestó 50 mil dólares para abrir su propio restaurant. Lo
invirtió en el Banco Merril Lynch y, al poco tiempo, perdió todo. Ese trauma
marcó el principio de su giro mental: Suze decidió que ésa era la última plata
que perdía en su vida. Se inscribió como aprendiz en Merril, logró un empleo y
en pocos años aprendió finanzas. Más y mejor que sus jefes.

En apenas siete años, desde 1980 hasta 1987,
Suze llegó a ser “la superpoderosa Suze Orman”, la mujer que
revolucionó el mundo de los consejos financieros en Estados Unidos, y que
lideró los rankings de best sellers con sus nueve libros traducidos en catorce
idiomas. Partió escribiéndolos quince años después de su debut y recopilan su
enorme experiencia como consejera de inversiones. Su superventas “Los
nueve pasos hacia la libertad económica”, de 2006, vendió tres millones de
copias. Durante once semanas encabezó la lista de best sellers del New York
Times, figuró en los rankings del Wall Street Journal, USA Today y Business
Week.

Al año siguiente, “Mujer y Dinero”
fue otro éxito: casi dos millones de libros vendidos. En 2008, durante el
programa de Oprah Winfrey, Suze anunció que durante 33 horas el texto se podría
bajar gratis de internet. Otro millón y medio de copias en inglés y 50 mil en
castellano aterrizaron en los computadores. Ahora, frente a la crisis mundial,
acaba de publicar “El plan de acción para 2009”, que ya es primero en
la lista de best sellers del New York Times.

La televisión la conoció durante los 90. No
sólo Larry King y Oprah la han invitado a sus célebres programas; desde 2002 Suze
Orman conduce su propio show. La sección estrella, inventada por ella, se llama
“¿Puedo comprármelo?”. Con el tono enérgico que la ha hecho famosa,
la consejera recibe llamadas al aire de telespectadores que exponen su
situación financiera y preguntan si es sensato para ellos invertir. Los casos
más recordados están en YouTube.

Suze Orman ya es una marca en otros países.
Tanto la aplaudieron en Sudáfrica – donde sus presentaciones reunieron a más de
doce mil personas- que terminó montando una filial de su empresa allí. Fue dos
veces a China, pero “no volví porque era frustrante, allá no existen
posibilidades de inversión”.

Desde su casa en San Francisco – tiene
propiedades además en Johannesburg, Fort Lauderdale y Nueva York por siete
millones de dólares- dio en exclusiva sus recomendaciones para enfrentar la
actual crisis. Ellas no son muy distintas a su discurso de los últimos veinte
años: la mujer, dice, tiene en sus manos la capacidad de asegurar su futuro
económico. Sólo que no se ha dado cuenta y una danza de emociones peligrosas le
nublan la mirada.

“Sácate la idea del fracaso de la
cabeza”

A los 58 años, Orman tiene una mirada muy de
avanzada. Vive en Florida desde hace casi diez años con su novia, Kathy Travis.
La pareja proyecta casarse: “Tenemos millones de dólares y nos preocupa,
en caso de muerte de una, que la otra pierda el 50% de esta fortuna en
impuestos. Por eso apoyamos la ley que permite el matrimonio entre personas del
mismo sexo”, ha dicho. Apoyó a Barack Obama y sus causas. No siendo
católica, cree en Dios. Lo homologa con la fuerza que guía las acciones
humanas. Por eso, desde San Francisco contesta simplemente a la pregunta sobre
qué aprendió en sus años de camarera: “Mi juventud fue mi lección de vida.
Si quieres que Dios te ayude, muéstrale tus planes. Yo quería abrir un
restaurante. Al perder mi único capital en Merril Lynch, la vida me apartó de
esa ruta y me arrojó en la correcta: mi carrera en inversiones financieras. No
era mi plan, pero era el plan maestro del universo. Aprendí que el fracaso no
existe. Sácate la idea del fracaso de la cabeza”.

Una de las leyes que enseña es entender que
cada tropiezo es un paso hacia el camino correcto. “Una frustración
necesaria. Si ese tropiezo no hubiera existido, estarías alejándote de tu
destino. Es una ley. Y aprender esta ley es uno de los pasos hacia la libertad
económica, además de ser la número ocho de uno de mis libros: ‘Todo lo que te
pasa es para mejor”‘.

En 1980 debutó como consejera financiera,
tenía 29 años y cientos de clientes. Visualizó que un patrón se repetía: con
sus mismos consejos en iguales circunstancias había gente a la que le iba
siempre bien y otra a la que siempre mal. Concluyó que algunos invertían
felices y seguros: los que ganaban. Y otros con miedo: los que perdían. Así
aprendió que las emociones son determinantes en la ley de hacer dinero.
“Son el obstáculo interno del ser humano para alcanzar la riqueza”.

Tres emociones peligrosas dominan a la mujer y
la alejan de la seguridad económica, asegura Suze: el miedo, la vergüenza y la
rabia. “No hay ninguna diferencia entre lo que tú tienes y lo que tú eres.
La plata es una extensión de tu propia energía: tanto existe a tu haber, tantos
pasos hacia tu libertad personal has dado en tu vida. Al dinero hay que respetarlo:
hasta hoy yo me agacho en Manhattan para recoger un centavo de dólar. No puedes
pretender ser rica si andas con los billetes todos arrugados, los bolsillos
repletos de monedas sueltas o si tienes una chequera en caos. Sé inmediatamente
cuando una persona tiene problemas en su tarjeta de crédito: basta mirar su
auto lleno de latas de bebida o su clóset desordenado. Una casa con la pintura
descascarada y las murallas sucias me revela mucho más de una cuenta bancaria
que la declaración de impuestos”.

– ¿Cómo se dominan estas emociones?

– Si pierdes tu trabajo o tu negocio, en lugar
de rebelarte, avergonzarte o caer en el pánico, lucha como guerrera para
conseguir otro. Si consigues uno que no está a tu altura, agradécelo. Trabaja
gratis si es necesario, pero sigue luchando. Saca de tu mente el fracaso y el
miedo. Los empleadores contratan a quienes se sienten poderosos y a los que no
tienen miedo de caerse de nuevo, no a los dueños de excelentes currículos.
Prefieren a los que se obsesionan y se enamoran de su meta. Si te sientes
poderoso, ese poder se nota. Yo soy poderosa. Sigue. Cada paso, aunque te
resbales cien veces, te acerca a tu meta. Es una ley indiscutible. Y agradece
siempre.

– Otro gran tema económico suyo es la
generosidad.

– La única manera para que una persona reciba
los dones que merece es abriendo su mano. Nos aferrarnos a lo que tenemos,
cerramos los puños. Si tú das, tu mano abierta recibirá la riqueza que te
mereces. Acostúmbrate a dar una vez al mes.

La riqueza de las mujeres

Para Suze Orman es importante que las mujeres
actuales no sigan entregando un mensaje equivocado sobre el dinero a las
generaciones que vienen. Porque esta experta financiera ve una disfuncionalidad
entre el mundo femenino y el dinero. “Los hombres no la sufren. Ellos
piden aumento de sueldo sin vergüenza, ganan millones sin culpa y gastan con
placer. Manejan sus emociones a la hora de generar riqueza. La mayoría de
nosotras no tiene idea”, dice Suze, quien aclara que no es ni será nunca
una feminista. “Por eso mis consejos los escuchan también cientos de
hombres’. El embarazarse y tener hijos marcó indeleblemente al sexo femenino y
le enseñó erradamente que su rol era sólo cuidar a los demás, asegura.
“Nunca antes en la historia tuvimos contacto directo con el dinero.
Entonces, cualquier riqueza que acumulemos, lo destinamos a nuestros hijos,
maridos, o padres. Hay mujeres de 65 años que dieron todo y el marido las deja.
Y todos sus ahorros se fueron en la familia”.

Orman convirtió su carrera en cruzada cuando
reflexionó que, si alguien no levantaba una voz, las mujeres seguirían
transmitiendo este mensaje disfuncional a sus hijas. “Hoy, en todo el
mundo las mujeres vivimos mucho más que los hombres. Si no empezamos a
relacionarnos sanamente con el dinero, envejeceremos y moriremos pobres”.

Ocho cualidades básicas se deben manejar para
lograr el equilibrio financiero, dice: armonía, equilibrio, valentía,
generosidad, felicidad, limpieza, sabiduría y belleza. Si falta alguna, no
tendremos riqueza “porque están interconectadas y ninguna funciona sin la
otra. Son cualidades simples. Hay que pensar en la vida como en una gran rueda
que gira y cada una de ellas es un palito de esa rueda. La vida consiste en
armarla sólidamente y después dejarla rodar. El dinero fluirá. Pero nada da
frutos en un ambiente caótico. Suena esotérico, pero es una verdad
aterrizada”. Y agrega una frase que, para ella, es vital: “Sin
autoestima, no hay valores netos”. En inglés es un juego de palabras: No
self worth, no net worth.

Los pasos para enfrentar la crisis

Y, al hablar de las maneras para enfrentar
este 2009 de crisis, Suze Orman es enfática. Para ella, la regla principal es
“Hacer lo correcto en lugar de hacer lo fácil”. Eso significa, dice,
renunciar a restaurantes, a cambiar el auto y a viajes en caso de necesidad.
“Si uno se casa, olvidarse de la gran fiesta. No renovar el vestuario y
prescindir de la segunda nana, pasarse al bando de los modestos en las
invitaciones y reemplazar los fines de semana en el spa de lujo por un asado
entre amigos. Endeudarse sería la solución fácil y de ella hay que
escapar”.

El segundo gran consejo de Orman es jamás
correr a hacer lo que los demás dicen. Sobre todo, si uno no entiende los
consejos, por muy simples que sean. “Es común realizar inversiones, mover
las platas de banco a banco o sacarlas de fondos mutuos y depósitos sólo porque
el papá, el marido o el amigo lo aconsejó. Las mujeres estamos entrenadas a
seguir consejos. Confía sólo en tu juicio y tu intuición’.

El tercero es aprender a leer las propias
emociones. “Antes de invertir, de pedir un empleo, de comprar una casa,
escúchate. Nadie más que tú sabe. Esa es otra ley. No nos damos crédito porque
llevamos siglos de escuchar a otros. Hemos sido como menores de edad en lo que
al dinero se refiere”.

El cuarto es no olvidar que se es poderosa.
“Ésta no es una cuestión de soberbia. La persona poderosa lo sabe en su
interior. Sabe que es el mejor candidato, el que mejor lo hará. Y los demás lo
perciben”.

– ¿Cómo tiene todo tan claro?

– Porque este año cumpliré 58 y sigo
aprendiendo. Cada vez que me he caído, me he recogido yo misma del suelo y
nunca he aceptado el fracaso. Hasta ahora sigo convencida de que cada desastre
personal es una oportunidad para la prosperidad y que cada contrariedad no es
más que la desviación hacia tu propio camino. No te olvides que, cuando era una
pobre camarera, perdí los únicos 50 mil dólares que me habían prestado y me
quedé con cero. Y hoy todos conocen mi fortuna.


María
Cristina Jurado..