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Educación

Noticias Marzo 25, 2009

Estudiantes primarios del Reino Unido deben utilizar twitter, blogs y podcast

elpias. El nuevo currículo plantea cambios en la forma de impartir las clases y evita duplicidades con fases posteriores. Los niños británicos deberán demostrar el dominio de nuevas herramientas de comunicación como son los blogs, los podcasts (suscripciones a servicios de descarga de audio o vídeo), la Wikipedioa o Twitter, según una propuesta de reforma de la educación primaria de la que hoy se hace eco el diario The Guardian. El nuevo currículo propuesto supondría, en caso de aprobarse, el mayor cambio en la educación primaria del Reino Unido en una década, que pasa de trece a seis áreas: comprensión de inglés, comunicación e idiomas; comprensión de matemáticas; comprensión científica y tecnológica; comprensión humana, social y medioambiental, comprensión en salud física y bienestar; comprensión de arte y diseño.


El plan, elaborado por un antiguo responsable del Ofsted (el organismo que regula los centros educativos británicos), establece además que los niños deben pasar a secundaria tras demostrar el dominio de la blogosfera, Wikipedia o Twitter como fuentes de información y nuevos modos de comunicación que son.

Además, se hace hincapié en la necesidad de que los alumnos tengan una buena caligrafía, pero se establece también que sepan escribir en un teclado.

Los alumnos deberán tener la capacidad de situar los acontecimientos históricos que estudien en una línea cronológica y establecer relaciones entre ellos; sin embargo, queda en manos de cada colegio decidir cuáles de esos acontecimientos se estudian. Así, podría darse el caso de que un niño curse primaria sin recibir lecciones sobre la Segunda Guerra Mundial o la época Victoriana en función del colegio en el que esté matriculado, algo que, sin embargo, rechaza el Gobierno que vaya a suceder.

Además, se hará énfasis en el cálculo mental en detrimento del uso de la calculadora. Finalmente, los alumnos recibirán lecciones sobre hábitos saludables de vida, cómo combatir el acoso escolar o cómo relacionarse con otros niños o con su propia familia.

 

Noticias Febrero 25, 2009

Alvin Toffler: educación en el mundo que viene

emol. Un punto importante que también alcanza a Estados Unidos,
sería eliminar todos los sistemas educativos que preparan a los chicos para
trabajar en modelos industriales o de factorías. Nuestros sistemas educativos
hoy simulan el modelo de las fábricas, en las que los chicos siguen un horario
fijo de ingreso y salida, y una rutina al estilo de un trabajo cualquiera, lo
que estuvo bien mientras duró la sociedad de masas. Preparamos a los chicos
para trabajos que, en su esencia, serán una suerte de línea de ensamblaje aun
cuando esos empleos resultarán cada vez más escasos, y no avanzamos hacia una
economía basada en el conocimiento individual. Por tanto, es necesario
transformar este sistema masivo de educación, algo que será extremadamente
difícil de lograr. Es obvio que los sindicatos de profesores se resistirán a
estos cambios porque de manera comprensible buscarán proteger sus puestos de
trabajo, pero aun así debe darse un replanteo radical de la educación. ¡¿Cómo
se combina lo que hoy aprenden los chicos en la escuela con lo que aprenden en
internet o en la calle?! El modelo en
que se mueven los maestros es injusto para los chicos porque preparan a los
chicos para ayer, no para mañana
. La “escuela del mañana”, será
muy distinta de las actuales: debería funcionar las 24 horas del día, ofrecer
un servicio adaptado a las necesidades y los intereses de cada alumno y de las
empresas, y con un currículo interdisciplinario no sólo en cuanto contenidos,
sino también por sus exponentes. ¿Por qué las clases deberían darlas sólo los
maestros? Quienes a su vez deberían pasar parte de su tiempo en el mundo
empresarial y todos aquellos que tengan algo para dar ¿Por qué no sumar a las
aulas a quienes sin ser maestros, pueden ofrecerles otras perspectivas de
aprendizaje a los chicos? ¿Por qué no sentarlos durante media hora, una hora o
lo que fuere con un piloto de avión? ¿O con un cocinero, un empleado de oficina
o un empresario? Que se genere una ida y vuelta: ¿qué haces? ¿Cómo es tu vida
diaria? Y, más relevante aún, ¿cómo introducir a los estudiantes al mundo
actual, a la vanguardia de la tecnología de la información, cuando los maestros
conocen tanto o menos de ellas que los alumnos?




Contra lo que muchos aseguran, el futurólogo cree
que éste no será el siglo de China. Ni tampoco de India. También adelanta que
la crisis empeorará, critica la compra de armas de países latinoamericanos y
propone un cambio radical en el sistema educativo. Para él, el porvenir sólo
está asegurado para quienes desarrollen un pensamiento crítico y aprendan a
tomar decisiones veloces.
La hora
acordada pasó de largo. Por fortuna, el célebre escritor y
“futurista” Alvin Toffler se lo toma con calma, mientras prepara sus
maletas para volar junto a su mujer, Heidi, rumbo a otra ciudad y otros compromisos.

Por
Hugo Alconada Mon, Desde Fairfax, Virginia, EE.UU.

-Usted sabe cómo es el tráfico por estos días.

-(Se ríe) Oh, sí, todos sabemos cómo es.
¡Lamento que haya quedado estancado en ese problema propio de “la segunda
ola” en el camino!

Toffler regala una sonora carcajada que
refleja sus vigorosos 80 años. Es uno de los intelectuales más respetados del
mundo. Autor, entre otros libros, del ya legendario La Tercera Ola , Toffler
sostiene que la humanidad encara su tercer capítulo. El primero fue el pasaje de
la civilización nómada a la agraria; la segunda ola fue la Revolución
Industrial y la sociedad de masas, la burocracia y las corporaciones; y la
tercera es la que se desarrolla ante nuestros ojos, con el nacimiento de una
sociedad postindustrial.

Un parto que, claro está, no es homogéneo ni
simultáneo alrededor del planeta. O, como prefiere decir él, “el cambio no
es lineal; puede ir hacia atrás, hacia adelante o hacia los costados”,
pero para el que será necesario revolucionar el sistema educativo.

En estos tiempos de Barack Obama en la Casa
Blanca, pero también de una crisis financiera y económica, Toffler avizora
además un mundo multipolar y cambiante que no lo tendrá como protagonista, pero
que lo cobija como profeta desde que publicó El shock del futuro, allá por
1970.

Para ser el “futurólogo más famoso del
mundo”, como lo definió The Financial Times, Alvin Toffler no usa la
palabra “predicciones” y desconfía –casi detesta– de quienes las
lanzan. “Cualquiera que diga que puede predecir el futuro es probablemente
un miembro del club de los charlatanes, porque los eventos humanos están llenos
de sorpresas y hechos fortuitos, de conflictos, retrocesos y trastornos”,
dice.

–¿Pero es, al menos, optimista sobre el
futuro?

-Bueno, la pregunta es de qué período estamos
hablando. ¿Hablamos del futuro inmediato? Y en ese caso, ¿de qué región del
mundo? Este no es un buen momento para Estados Unidos. Afrontamos un declive
económico significativo que podría tornarse mucho peor antes de mejorar. Así
que éste no es el mejor de los momentos. Pero si miramos al largo plazo, diez o
quince años hacia adelante, es otra historia. Creo que Estados Unidos y otros
muchos países disfrutarán de grandes oportunidades para mejorar la calidad de
vida de sus ciudadanos.

–¿Cuáles son los grandes desafíos que anticipa
para Estados Unidos y otros países desarrollados?

–Por supuesto que el primero es el que
mencioné antes: el declive económico y cómo se le supera. También está el
desafío ambiental, y si seremos capaces de hallar los sustitutos energéticos.
Pero soy optimista y creo que superaremos esos problemas.

–Así como hoy se reafirma optimista, ¿cuánto
cambió su visión respecto de la que exponía antes del 11 de septiembre de 2001?

-Bueno… aquel día introdujo el concepto del
terrorismo en un nuevo nivel, aun cuando, si mira en nuestros libros, creo que
encontrará que aludimos a ese problema en prácticamente todos ellos, incluso en
El shock del futuro. Por supuesto que no nos enfocamos en ese problema, ni como
“terrorismo religioso”, pero sí nos referimos a otros tipos de
terrorismo. Y volvimos a citarlo en la mayoría de nuestros trabajos, así que no
es un problema completamente nuevo. Lo que sí es nuevo y realmente peligroso es
que ahora tenemos nuevos medios masivos de comunicación al servicio de los
gobiernos y los ciudadanos, pero que también les aportan ventajas a los
terroristas de las que antes carecían. A esto se suma que vivimos en un mundo
en el que ahora es posible acceder a armas de destrucción masiva, y eso cambia
la historia. No me gusta trazar comparaciones históricas, aun cuando se podría
repasar la historia griega y hallar similitudes con la actualidad. Pero nada
fue como hoy, porque nadie tenía estas armas, que generan otro
“juego”, otra dinámica, otro mundo. Todo lo que lo precede no es
comparable.

–Entonces se lo pregunto de nuevo: ¿Es usted
optimista sobre el futuro?

–Soy estadounidense y soy, por tanto, lo que
defino como un “optimista químico” (ríe). ¡Está en nuestra química
orgánica! Básicamente, sí, lo soy, aun cuando atravesamos tiempos difíciles,
dolorosos, antes de arribar a un futuro algo mejor.

–¿Cómo ve las perspectivas para América
Latina?

–Acabo de terminar una serie de reuniones con
mi equipo de consultores en las que discutimos sobre América Latina. Lo que me
choca, debo admitirle, es el hecho de que varios países de la región están
gastando más y más dinero en armas. Eso le añade más grados de incertidumbre y
preocupación al análisis sobre hacia dónde se dirige el continente. Sé, por
supuesto, que hay también una enorme demanda por mejorar la infraestructura de
los países, lo que está abriendo una oportunidad para que China y otras
potencias accedan a la región. Esa demanda de infraestructura refleja una gran
oportunidad, a la vez que puede causar potenciales conflictos sobre, por
ejemplo, qué puertos potenciar o el trazado de autopistas o gasoductos.

–¿Ve esos conflictos como algo serio?

–Veo que los países perciben, correctamente o
no, una amenaza velada y potenciales tensiones; pero lo último que necesita
América Latina es un conflicto militar. Eso me preocupa.

–Ya que mencionó a China, ¿será éste el siglo
chino?

–Éste no será el siglo de un país en
particular. Primero, porque los cambios se suceden cada vez más rápido. Así que
incluso si China se convierte en el “número uno”, puede que no dure
un siglo en ese lugar de prevalencia. Es demasiado sencillo afirmar que China
será la próxima superpotencia o que India lo será. Creo más bien que viviremos
una situación con una multiplicidad de superpotencias. No una, sino alianzas o
grupos cambiantes de países que, comparados con su pasado, serán
superpotencias.

–Dada esa dinámica, ¿qué deberían hacer
aquellas naciones que aún fluctúan entre la segunda y la tercera ola?

– (Suspira). Hasta el grado en que les sea
posible, un punto importante que también alcanza a Estados Unidos, sería
eliminar todos los sistemas educativos que preparan a los chicos para trabajar
en modelos industriales o de factorías. Nuestros sistemas educativos hoy
simulan el modelo de las fábricas, en las que los chicos siguen un horario fijo
de ingreso y salida, y una rutina al estilo de un trabajo cualquiera, lo que
estuvo bien mientras duró la sociedad de masas. Preparamos a los chicos para
trabajos que, en su esencia, serán una suerte de línea de ensamblaje aun cuando
esos empleos resultarán cada vez más escasos, y no avanzamos hacia una economía
basada en el conocimiento individual. Por tanto, es necesario transformar este
sistema masivo de educación, algo que será extremadamente difícil de lograr. Es
obvio que los sindicatos de profesores se resistirán a estos cambios porque de
manera comprensible buscarán proteger sus puestos de trabajo, pero aun así debe
darse un replanteo radical de la educación. ¡¿Cómo se combina lo que hoy aprenden
los chicos en la escuela con lo que aprenden en internet o en la calle?!

–¿Hay algún país que siga esta reforma
educativa que sugiere?

–No. No aún.

–¿Por qué?

– Bueno, para empezar, porque una de las metas
más preciadas de los países en vías de desarrollo es convertirse en sociedades
industrializadas. O, como decimos nosotros, pasar de la “primera ola”
a la “segunda ola”. Además, muchos de esos países tampoco se han
confrontado aún con las nuevas realidades globales. Y a esto se suma que los
docentes en casi todos los países están muy bien organizados en sindicatos para
proteger sus empleos. Lo comprendo. ¡Mi hermana es maestra! Pero el punto es
que el modelo en que se mueven es injusto para los chicos. Preparan a los
chicos para ayer, no para mañana.

LA NACIÓN / ARGENTINA / GDA /

LA ESCUELA DEL MAÑANA

Alvin y su mujer, Heidi, subrayan que el
futuro “será para aquellos que desarrollen habilidades o técnicas de
pensamiento crítico”. Es decir, aquellos que sepan asimilar información,
adaptarse a los cambios y tomar decisiones a una velocidad creciente, algo para
lo cual, afirman, no preparan las escuelas de hoy.

La “escuela del mañana”, tal como la
entienden los Toffler, resulta ser muy distinta de las actuales. Para empezar,
porque debería funcionar las 24 horas del día, ofrecer un servicio adaptado a
las necesidades y los intereses de cada alumno y de las empresas, y con un
currículo interdisciplinario no sólo en cuanto contenidos, sino también por sus
exponentes. ¿Por qué? Porque las clases deberían darlas no sólo los maestros
?quienes a su vez deberían pasar parte de su tiempo en el mundo empresarial?,
sino todos aquellos que tengan algo para dar.

-¿En qué piensa, en concreto?

-¿Por qué no sumar a las aulas a quienes sin
ser maestros, pueden ofrecerles otras perspectivas de aprendizaje a los chicos?
¿Por qué no sentarlos durante media hora, una hora o lo que fuere con un piloto
de avión? ¿O con un cocinero, un empleado de oficina o un empresario? Que se
genere un ida y vuelta: ¿qué haces? ¿Cómo es tu vida diaria? Y, más relevante
aún, ¿cómo introducir a los estudiantes al mundo actual, a la vanguardia de la
tecnología de la información, cuando los maestros conocen tanto o menos de
ellas que los alumnos?


Noticias Noviembre 20, 2008

La mala calidad no es lo que aqueja a nuestra educación

 

mariovaldivia. Estoy seguro que hay algo muy equivocado, que me disculpen
varios amigos muy expertos que así lo creen, en pensar que los problemas de nuestra
educación consisten en la mala calidad de ella. La calidad de cualquier cosa se refiere siempre a algo pasado
presente, a estándares en este caso, que están presentes y que provienen del
pasado. En momentos de cambio histórico, la excesiva preocupación por la
calidad es fatal (nos hace conservadores y nos deja parados en la orilla
equivocada de la historia). Beethoven fue considerado por los mayores expertos
de su tiempo un músico de mala calidad, ruidoso, fácilmente espectacular –
músico para bárbaros. Los vinos que gustan hoy fueron – y son todavía –
considerados vinos sin calidad alguna por los paladares refinados de la vieja
vitivinicultura elitaria y pretenciosamente noble – vino de bárbaros. El fútbol
de antes, antes que llegara la tele, menos espectacular, más lento, más
disponible para el lucimiento de los jugadores individuales, siempre consideró
que el de hoy, rápido, espectacular, sin posiciones, sin respiro, es un fúltbol
sin calidad, de troncos, fúlbol de atletas pero no de futbolistas realmente
virtuosos, como los de antes – el de hoy es un fútbol del gusto de bárbaros,
por eso precisamente se ha hecho tan popular y se ha convertido en un deporte
del gusto de todos, o sea, de cualquiera. Pero a la larga los bárbaros ganaron:
Beethoven es el paradigma de la música seria, el vino de antes no se puede
tomar comparado con el de hoy, la liga europea de fútbol, la más bárbara, es,
de lejos, la más atractiva actualmente. Y todo, por supuesto, con gran calidad.

Estos tres ejemplos son de Alessandro Baricco, en su libro “Los Bárbados”,
absolutamente imprescindible para tener esta discusión; como él dice, para
entender la mutación, los
momentos de revolución histórica epocal como el que vivimos hoy. (Me lo
recomendó Fernando Flores, el senador, uno de los lectores más avispados que
conozco) 

No se llega a inventar el automóvil obsesionándose con mejorar
la calidad de las carretelas, ni el teléfono celular con la calidad del
teléfono de línea, ni el computador personal mejorando la calidad de los
grandes procesadores analógicos. Ni se llega a producir individuos educados en
el mundo de hoy obsesionándonos con la mala calidad de la enseñanza que no
prepara a los alumnos para sumar fracciones (escoja cada uno su estándar). ¡Si
hoy una máquina desechable que se regala suma fracciones por nosotros!
Personalmente no se calcular la hora del día mediane observaciones del curso del
sol, pero no declaro que mi educación careció de calidad, ¡simplemente me
consigo un reloj! (Y también constato que se me olvidó como sumar fracciones).

Los malos estados de ánimo de los jóvenes con la educación que
reciben es una mejor pista de lo que a ella le falta, o le sobra. Es
aburridora, no tiene relevancia para la vida real de nadie, es teórica, saca al
alumno de su mundo cotidiano de prácticas en la red: mundo pragmático, rápido,
de corte y pega, mundo de emergencias provisorias, mundo que no se interesa
tanto por la solidez de verdades o por prácticas sacralizadas y declaradas
indispensables, sino que más bien busca relevancias pragmáticas, utilidades
pasajeras, mundo que integra todo los medios digitales en un solo medio
expresivo poniendo en juego, por supuesto, su gusto bárbaro por lo
espectacular. (Pido que imaginemos la sala de clases ¡por favor!). No se
escuchó la palabra mala calidad de la educación en las protestas pingüinas, si
no me equivoco. Y todos los que tenemos hijos o nietas en enseñanza media
sabemos de qué se quejan ellos y ellas.

Estos jóvenes bárbaros leen más, interpretan más textos,
“procesan mucho más información” que nosotros, pero no lo hacen
porque si, porque hay que hacerlo, porque son prácticas sagradas que
constituyen en si mismas lo que es ser educado; como dice Baricco, lo hacen
poniendo fuera de los textos su manual de uso. Lo hacen para algo que les
interesa y les preocupa que está fuera de los textos.

Baricco nos invita magistralmente a observar cómo, en momentos
de mutación histórica, el mundo se divide en dos: por un lado, los bárbaros que
pugnan por apropiarse de alguna práctica, desnaturalizándola, quitándole
calidad, haciendola fácil y espectacular, y por otro lado, una élite
minoritaria que, hasta entonces, tenía acceso asegurado a esas prácticas y que
sufre observando cómo los bárbaros destruyen la alta calidad de las viejas
habilidades que van siendo desplazadas. Normalmente, nos dice Baricco, existe
una innovación tecnológica en el trasfondo que permite el acceso de la masa
bárbara a las preciadas prácticas anteriormente de elite.

Lo que simples relojes de pulsera hicieron con la lectura de las
horas diarias, los procesadores y la internet hacen hoy con las prácticas
aritméticas, del cálculo, de la lectura y la escritura, de la producción
multimedial – fotografía, cine, audio, you
name it
– y permite que cualuier bárbaro se apropie de ellas.
Ciertamente quienes, como todos los de mi edad, construimos nuestra identidad
profesional y nuestra autovaloración personal sobre la base de adquirir
duramente destrezas de alta calidad en prácticas que hoy solo requieren
habilidades de baja calidad, reclamaremos por las viejas y nobles habilidades
que los bárbaros destruyen. El tiempo pasa…  

 

 

 

 

Noticias Agosto 26, 2008

Los mitos que impiden mejorar la educación

Mariana Aylwin y un equipo de expertos de GiroPaís están
trabajando en una serie de propuestas que permitan avanzar en una real mejora
de la educación, partiendo por derribar los mitos que predominan y entrampan el
diálogo, y apuntando a las primeras propuestas de mejoras del sistema
educacional. Seguro habrá que incluir en la superación de mitos, la reflexión sobre lo que entendemos
por educar, enseñar y aprender, como lo propone Fernando
Flores
en su reflexión filosófica sobre educación, que no es producir, procesar ni transmitir conocimientos (vaya mito).

La presentación completa de Mariana Aylwin aquí

 

 

Noticias Agosto 23, 2008

Estatuto Docente: Una tragedia peor que el Transantiago

quepasa. Mario Waissbluth, profesor de la
Universidad de Chile y afín a la Concertación, se abocó a revisar un sinnúmero
de estudios y cifras, y a conversar con expertos en educación, directores y
sostenedores de colegios. La idea era arribar a un balance, sin eufemismos ni
clichés, sobre la calidad de los profesores y de la educación en Chile y los
factores que influyen en ésta. He aquí las dramáticas conclusiones:

Estimados
lectores, les expresaré algunas preocupaciones y proposiciones respecto a la
tragedia griega que estamos viviendo en la educación, hipotecando el futuro
nacional por décadas. No me referiré a la LGE (imprescindible) ni al musical
jarrazo, sino a los temas que verdaderamente me preocupan. En este país no se
habla la firme, y si no nos sentamos todos a conversar sin eufemismos
disfrazados de ideología, esto no se arregla.

Las tragedias griegas terminan mal.
Desde el inicio se sabe que las circunstancias de cada actor llevan
inevitablemente al descalabro. Cada uno es producto de su historia, nadie es
tan bueno ni malo, sino que juega el juego que le tocó.

Contemos el hipotético caso de un
joven que estudió hace 15 años en una escuela municipal de regular calidad, y
que obtuvo 500 puntos en la PAA, la antigua PSU.

Para mayor claridad, 500 puntos, la
mediana de la muestra, equivalía a responder correctamente entre el 10% y el
15% de las preguntas de la PAA. La mitad de los alumnos contestaba menos que
eso. De acuerdo a los datos del Second International Adult Literacy Survey
(Sials) -elaborado por la organización de países industrializados OCDE-,
nuestro joven de los 500 puntos con dificultad comprende hoy, ya adulto, lo que
lee.

El dueño de una escuela particular
subvencionada me comentó hace poco que cuando reciben alumnos con sólo dos años
de mala enseñanza básica, el retraso formativo comparado con sus compañeros se
constata como “casi irrecuperable”. Las personas que llegan a la
educación media o la universidad sin ciertos aprendizajes en materia de
lenguaje y aritmética -que debieron obtenerse a temprana edad- difícilmente
podrán recuperarlos, por mucha “remediación” (jerga oficial) o
capacitación que se les imparta durante su carrera.

En suma, nuestro joven de 500 puntos
difícilmente podría haber encarado una carrera universitaria.

El negocio de los pedagógicos express

Sin embargo, Chile le ofreció a este
joven una salida. La legislación de educación superior -estupenda muestra del
libre mercado- le permitió ingresar a estudiar Pedagogía a una universidad de
dudosa calidad, de esas que otorgan los títulos al vapor y/o por internet.

Según una reciente investigación
(ver recuadro en la página 16), a lo largo de sus “estudios” los
niveles de conocimiento de nuestro joven mejoraron entre… 2% a 4%. No más.
Pasó por la universidad y aprendió nada. Pagó buen dinero o incluso se endeudó
para comprar un título. En su lugar, cualquiera hubiera hecho lo mismo.

No exagero. Aunque los puntajes de
corte y la demanda por estos estudios han ido en aumento, la carrera de
Pedagogía Básica registró en el proceso de admisión 2008 un puntaje PSU del
último matriculado, que en una universidad llegó a ser de… 320 puntos. Esto
equivale a responder correctamente cuatro de las 80 preguntas. Así es, 4 de 80.

De 18 mil estudiantes que este año
egresarán como profesores -con poca esperanza de encontrar trabajo-, cerca de
la mitad lo está haciendo vía dudosas regularizaciones de estudios. Las
universidades que los imparten, incluidas algunas del Consejo de Rectores,
hacen un pingüe negocio que crece vertiginosamente: son 40 universidades e
institutos que aumentaron, en los últimos 3 años, su matrícula total formal de 12.500
a
24.600
alumnos de Pedagogía. Está bueno el mercado.

El lastre del Estatuto Docente

Luego, ya egresado y titulado, la
suerte le sonrió un rato a nuestro joven: pudo ingresar como profesor con una
jornada de 44 horas semanales a una escuela municipal. Habiendo logrado -con
todas las asignaciones – una remuneración inicial de 591 mil pesos brutos
mensuales, que con los aumentos bianuales automáticos llega inexorablemente a
877 mil pesos, éste ya no tan joven, gracias al Estatuto Docente y con el
entusiasta apoyo de su Colegio de Profesores, ha procurado rehuir cualquier
tipo de evaluación rigurosa.

Si yo estuviera en su lugar,
asegurado un ingreso intocable para mi familia, el que no podría haber logrado
de otra forma con ese nivel de preparación, me opondría rotundamente a un
cambio en la situación. Además me sentiría bastante tranquilo, sabiendo que si
el sostenedor municipal osara pedirme la renuncia por “pésimo desempeño
docente”, existiría la casi certeza de que la Inspección del Trabajo y/o
los tribunales me reintegrarían al cargo, con una indemnización de $15 millones
a $25 millones. ¿La causal? “Menoscabo por desvinculación injusta”.
Para perder el trabajo, este profesor debería tener más de 100 días anuales de
licencia médica, cometer abuso sexual o un crimen similar.

Digamos las cosas como son porque es
sanador. Visto en retrospectiva, el error más caro para el país en dos décadas
no es el Transantiago: es el Estatuto Docente. Como en toda tragedia, nadie es
tan maligno. Me lo relató un altísimo integrante del primer gobierno de la
Concertación: “Ubiquémonos en esa época… Pinochet comandante en jefe,
terror a la fuga de capitales, ejercicios de enlace… había que defender la
economía y la democracia a toda costa. Tuvimos que concederles mucho a muchos,
como el Estatuto Docente a los profesores y el silencio sobre las
privatizaciones a los empresarios”.

Uno posiblemente hubiera hecho lo
mismo.

Retomemos la historia del joven
profesor. No creamos que lo está pasando bien. Sus condiciones laborales son
durísimas: agotadoras 32 horas de clases, el ambiente es agresivo, su tasa de
depresiones severas a lo largo de la vida es de 32% cuando el promedio de una
muestra de referencia es de 23%. Sus episodios de pánico o de ansiedad superan
por más del doble a la muestra de referencia. Mayor razón para sentirse
menoscabado si alguien propusiera someterlo a una evaluación rigurosa.

Como todos sabemos, pero no decimos,
la evaluación docente actual es enteramente dudosa. Después de 4 años de
resistencia, todavía no se logra evaluar ni siquiera a la mitad de los
profesores. Pero algo se ha avanzado; es un logro, casi como poner un pie en
una puerta antes cerrada.

Pero, escarbemos en los datos que
yacen tras un velo de eufemismos en el sitio web del Ministerio de Educación:
los clasificados como “competentes” o “destacados” suman el
64% de los evaluados. Este 64% tiene derecho a un incentivo monetario, para lo
cual debe rendir una prueba rigurosa de conocimientos, asunto no incluido en la
evaluación regular. Cerca de la mitad de los que tienen ese derecho, por alguna
“extraña” razón, se abstiene de rendir dicha prueba, aunque
recientemente se ablandaron los criterios para que más profesores lo hagan.

Revisando los resultados de ese
proceso, se concluye que en realidad apenas el 10% del total de los profesores
tiene niveles de conocimiento comprobado que los pudieran calificar como
realmente “competentes” o “destacados”.

La situación de los docentes de
colegios particulares subvencionados no es muy diferente. Según todo lo que se
observa, descontado el factor socioeconómico de sus alumnos, se constata que la
realidad educativa, emocional y salarial de los profesores y los tamaños de
aula en ambos sistemas son muy parecidos.

El informe del Sials ya mencionado
contiene otro dato aterrador, pero como los chilenos somos expertos en hacernos
los lesos, esta verdad políticamente irritante no se comenta: sólo el 8% de los
egresados de educación superior entiende completamente lo que lee.

Es fácil sospechar entonces que los
profesionales que hoy comprenden perfectamente lo que leen no son los que
ingresaron a la educación superior con 400 o incluso 600 puntos. El 8% superior
en la PSU equivale a cerca de 650 puntos. Por tanto, es difícil creer que
muchos profesores comprendan perfectamente lo que leen; luego, es difícil
imaginar que podrán enseñar a sus alumnos a comprender lo que leen o a dividir
fracciones. Perdón por la franqueza.

En suma, después de revisar
informes, mirar cifras y entrevistar a bastante gente para escribir este
artículo, si se toma en consideración el origen escolar de la mayoría de los
educadores y la calidad de la educación pedagógica que recibieron, es
inevitable concluir que, por lo bajo, un tercio de ellos no tiene la formación
esencial, los conocimientos, la pedagogía o la motivación para abordar la
titánica tarea que este país enfrenta para resolver el problema de la calidad
educacional. Peor aun en los mayoritarios casos de alumnos y apoderados en
situación vulnerable, lo que requeriría profesores con aun mayores competencias.

Para muchos profesores motivados,
nada de esto es su culpa: es este perverso encadenamiento de circunstancias el
que los ha puesto donde estamos. Para otros, son flagrantes sus faltas a la
ética al recibir un sueldo por un trabajo que no se hace o se hace pésimo.

No cabe duda de que hay una cuota
relevante de buenos y motivados profesores, pero hay que mencionar la
desmotivación y desidia de muchos. Si yo llevara 20 años en una escuela
municipal, en esas condiciones ambientales, laborales y organizacionales,
posiblemente me sentiría igual.

La motivación de los docentes tiene
una elevada correlación con el liderazgo de los directores de escuela. Está
verificado que el liderazgo directivo es el segundo factor intraescuela, luego
de las competencias docentes, que más influye en la calidad de la educación.
Obvio.

Otra verdad inconveniente

La otra verdad inconveniente, que
los parlamentarios de derecha callan discretamente: ¿alguna vez nos explicarán
con la frente en alto por qué se opusieron por más de 15 años a cambiar el
estatuto pinochetista de “amarre”, que declaró a los directores como
vitalicios?

Vitalicios. Está clarito por qué:
ellos también tienen su cuota de clientelismo. Así son las tragedias. Y luego
tienen cara para criticar la calidad de la educación municipal y reclamar por
la inflexibilidad laboral del país.

A pesar de que ya se logró cambiar
la dichosa norma vitalicia, los astutos artículos transitorios introducidos por
estos parlamentarios todavía permiten la permanencia de un buen porcentaje de
apernados que no le rinden cuentas a nadie. Como me contó esta semana un
sostenedor municipal del sur: “Tengo un tercio de vitalicios; despedí a
uno por petición expresa y reiterada del Centro de Padres. Me tuve que tragar
25 meses de indemnización, más una condena de 30 millones de pesos por
menoscabo. No lo vuelvo a intentar. Simplemente no tengo la plata. Además, pese
a que la matrícula me disminuye año a año, sigo con el mismo número de
profesores”.

El arreglito es más sicótico
todavía: si uno de los vitalicios pierde su concurso… el municipio debe
mantenerlo contratado con el mismo sueldo. Esa sí que es flexibilidad laboral.

Negociemos el rescate

En esta tragedia griega, como en un
juego de ajedrez, al gremio de profesores se le concedió, por medio del
Estatuto Docente, la captura de la educación municipal y la tiene de rehén. Por
ende, tiene de rehén el futuro del país.

No estoy juzgando a nadie. Son las
benditas circunstancias políticas, históricas y constitucionales. Las mismas
que han permitido agarrarse de la teta a otros grupos de poder gremial,
empresarial o universidades truchas. Las mismas que han llevado a un grupo de
no más de 200 dirigentes políticos a repartirse los cupos parlamentarios y
municipales a su gusto durante casi 20 años gracias al sistema binominal,
mecanismo inventado para mantener el statu quo y “proteger la
democracia”. No hay castigo ni incentivo político alguno por obtener
resultados de largo plazo que ayuden a la ciudadanía, educación incluida.

“Captura” es lo que ocurre
cuando un grupo de agentes, empresas o personas logran apropiarse de una
institución o sistema -por conductos formales o informales- para su propio
beneficio. Las capturas se resuelven por rescate armado o por negociación. Siendo
impensable la primera opción, ¿por qué no inventamos una negociación en la
firme, para salir de este embrollo? Pongamos números gruesos, por ejemplo, a lo
que costaría modificar radicalmente el Estatuto Docente.

Supongamos retiros anticipados
-dignos y programados- a lo largo de cinco años, por unos 15 meses de salario
además de lo que establece el Código del Trabajo, para unos 20.000 docentes que
no tengan una buena y rigurosa evaluación, y que hoy mal-educan a unos 800 mil
niños. No es tan loco considerando que recientemente nueve mil se acogieron a
retiro.

Agreguemos el cese inmediato -con
pensión razonable- de todos los vitalicios que siguen desmotivando a sus
profesores y que no ganen su concurso. Estaríamos sumando unos mil millones de
dólares. Esto es inversión por una vez.

Suponiendo el cierre inmediato de
carreras pedagógicas de calidad inaceptable y la imprescindible creación de un
examen nacional de habilitación para ejercer la pedagogía en cualquier tipo de
escuela, deberemos sumar el costo de devolverles la plata que malgastaron en
matrículas a unos 10.000 estudiantes de pedagogía express en estos últimos
años: serían unos cien millones de dólares más.

Agreguemos un programa para crear o
fortalecer institutos pedagógicos dignos de ese nombre, con postgrados de nivel
internacional, etc.: otros cien millones de dólares. Por una vez. Ya vamos en
1.200 millones de dólares.

Finalmente, lo más caro. Inmigración
inmediata de dos o tres mil profesores extranjeros bilingües con experiencia en
aula. Beca robusta para todo estudiante con PSU arriba de 650 puntos que
ingrese a estudiar Pedagogía a una carrera acreditada, con una promesa salarial
40% superior al valor actual, y de 70% para aquellos que obtengan un magíster
acreditado en Pedagogía o una materia específica. Lo mismo para egresados de
Ingeniería, Derecho o cualquier ciencia, que obtengan un magíster acreditado en
Pedagogía. En España, por cierto, esta última es la única manera de ser
profesor de secundaria. Agréguele inducción, apoyo y mentores para todos los
profesores que inicien sus labores. Súmele 100% de aumento salarial para atraer
buenos directores de escuela.

Suponiendo un programa paulatino,
que comience hoy, estaremos hablando de un gasto adicional que a la vuelta de
una década puede llegar a ser del orden de mil millones a mil doscientos
millones de dólares anuales, algo así como el 0,5 % del PGB que Chile debería
tener para esa época. Números gruesos, por supuesto. Todos los profesores del
sistema municipalizado continuarían, si lo desean, siendo miembros del Colegio
de Profesores: eso ni se discute. Pero con un renovado y flexible Estatuto
Docente, con incentivos asociados a una evaluación rigurosa y a una salida
expedita para los casos de flagrante abandono de deberes. Yo pagaría feliz más
impuestos para financiar semejante revolución.

Por cierto, éste no es sólo un
llamado a los profesores. Para que haya negociación deben existir dos partes.
La otra es el Poder Ejecutivo y todos los partidos del espectro político,
abandonando por una vez las rencillas y creando el consenso necesario para
avanzar con los maestros y no contra ellos.

Pongamos esa plata arriba de la mesa
y todos ganan, incluyendo los profesores, que habrán recuperado su histórico
sitial en la sociedad. Se crea una carrera docente de estándar internacional.
Se desarrolla un nuevo concepto de evaluación, cuyo foco es el
perfeccionamiento de profesores que ingresaron a la carrera cumpliendo
estándares mínimos. Se fortalece la educación pública que muchos añoramos. Los
que más ganarían son nuestros hijos y nietos. Por eso, si quieren, subamos el
monto de los retiros anticipados al doble, pagaderos en cómodas cuotas a 10
años. ¿Hay trato? Me convencí que el resto es música… con minúscula.

Las graves conclusiones
de un estudio

El estudio data del 2007 -está
disponible en el sitio web del Consejo Superior de Educación- y fue elaborado
por la U. de Playa Ancha de Ciencias de la Educación y la U. de Valparaíso. Se
denomina “Desarrollo de habilidades básicas en lenguaje y matemáticas en egresados
de Pedagogía. Un estudio comparativo”.

Se le siguió la pista a una muestra
de 488 estudiantes de Pedagogía de 5 universidades nacionales. A ellos se les
sometió a una prueba de capacidades al ingreso de la carrera (en el 2002) y
luego a la misma prueba cuando egresaron, 4 ó 5 años más tarde.

Puesto crudamente, sólo el 64% de
los que ingresaron a Pedagogía podía leer un gráfico: esto mejoró a 65,4%
después de obtener un título de profesor. O sea, 1,4%. En el caso de extraer
conclusiones de un texto, la educación universitaria disminuyó la frecuencia
desde 61,6% a 57,8%, un extraño fenómeno de des-educación.

La conclusión textual del trabajo:
“A modo de síntesis, la situación descrita indicaría que los estudiantes
de Pedagogía ingresan a la universidad con ciertas carencias, reflejadas en sus
puntajes de selección, y egresan, después de varios años de estudio, con las
mismas limitaciones.”

La pregunta más inquietante: ¿por
qué este estudio no ha generado un escándalo nacional?