Fotografías sobre la vida en Google: digitalec 

Quépasa. Gimnasio, sala de masajes, áreas de descanso y de juegos, biblioteca, comida gratis. Parece un hotel todo incluido, pero en realidad son las nuevas oficinas de Google en Zürich, Suiza. Nuestro cronista de tecnología paso dos días allí y todavía no supera la envidia. ¿Habrá un mejor sitio para trabajar que las oficinas de Google en Zürich? Después de pasar dos días allí, empiezo a dudarlo. Las historias sobre las excentricidades de Googleplex, el campus central en California, son numerosas, pero todos los empleados de Google con los que he hablado dicen que las nuevas oficinas en Suiza -que acogen uno de los mayores centros de investigación y desarrollo- son bastante mejores: todo está mucho más a mano, condensado en un edificio moderno de cinco plantas. Por Ángel Jiménez de Luis


En esas cinco plantas hay gimnasio, sala de masajes, sala de relajación, biblioteca, una cafetería que sirve tres comidas diarias gratuitas -y buenísimas-, salas de ocio, un tobogán y barras para deslizarse desde las plantas superiores a la cafetería. A ello hay que sumar la buena atmósfera de trabajo y compañeros jóvenes que parecen estar pasándoselo en grande las 24 horas del día. Cada 50 metros existen unas áreas de descanso con juegos, refrescos, café y snacks gratuitos.

Como si fuera poco, no hay horarios. Cada uno es responsable de que sus proyectos salgan adelante, trabajando en ellos como y donde quiera. Eso sí, se fomenta el trabajo en grupo y las reuniones. La superficie de Google Zürich está repartida en un 60% para ocio y reuniones, y un 40% de espacio tradicional de trabajo (mesas y computadores, generalmente con dos monitores de gran tamaño cada uno). Si Google no fuera una secta y entrar en ella no implicase una batería de 100 exámenes y pruebas de aptitud, estaría escribiendo esto desde Suiza.

No me consideren ingenuo. Me acerqué al edificio con espíritu crítico. La atmósfera de las jóvenes empresas “puntocom” siempre resulta atractiva, transgresora y radicalmente diferente a la vida normal de una oficina, pero todos estos privilegios suelen esconder alguna realidad desagradable: sueldos bajos, horarios interminables, incertidumbre laboral, una vida social similar a la de un monasterio… ese tipo de cosas. Y sin embargo pude hablar con dos españoles que trabajan en Google desde hace un año y me confirmaron que realmente no podían imaginar una vida mejor. Sólo reproduciré una de las frases que me dijeron (es suficiente tortura para los que tenemos una vida laboral corriente): “Suena extraño, pero aquí los jefes están para quitarte los problemas y ahorrarte los trámites que son habituales en empresas normales, como pedir nuevo material”. ¿Jefes que quitan problemas? ¿Qué drogas les dan en la cafetería?

El tema del ambiente de trabajo en este tipo de empresas está candente esta semana porque Jason Calacanis, fundador de Mahalo.com, ha publicado en su blog diez consejos sobre cómo crear una oficina y ahorrar costes. La lista ha producido una enorme polémica, pues incluye perlas como contratar “sólo a adictos al trabajo” y “organizar las reuniones durante el almuerzo” para maximizar el tiempo que los empleados pasan frente a la pantalla. Creo que Calacanis tendría que haber pensado mejor algunos de los puntos y posiblemente escribirlos con algo más de tacto, pero en la lista hay otros que sí son buenos y que explican por qué en ambientes de trabajo como el de Google tanto el empleado como el empleador salen ganando.

El caso más evidente es el de la comida gratuita y el café. Ningún empresario tradicional pensaría en dar estos “extras” por el coste que conllevan. Calacanis, sin embargo, razona que el tiempo que pierden los empleados en salir a comprar un café a la calle y tomarlo en la cafetería es mucho más costoso. Al darlo de forma gratuita y fomentar la cultura de “llevarse el café a la mesa”, se consigue aumentar la productividad. Algo parecido ocurre con la comida.

La flexibilidad horaria, sin embargo, tiene sentido sólo para algunos trabajadores. Google puede permitírselo porque el perfil del “googler” -así se denominan ellos mismos- es el de un chico joven, soltero, en un trabajo de programación o ingeniería. El trabajo de recepcionista, guardia de seguridad o relaciones públicas, en cambio, requiere de un horario mucho menos flexible y las salas de juego y las cenas gratuitas tampoco se adaptan muy bien a los trabajadores con una familia (aunque Google permite llevar a los niños al trabajo). Es por esto que muchas veces se considera que hay una elite, una “dictadura de la ingeniería” en este tipo de empresas.

Pero, tengo que admitirlo, durante el tiempo que pasé en el edificio, sólo pude sentir envidia. Sana, pero envidia después de todo. Es la sensación de estar en un sitio único y en el que se está transformando día a día internet y la sociedad. Sólo eso vale más que todos los cafés y las comidas gratuitas, que todas las videoconsolas y las mesas de billar.