http://ingenieria.uchile.cl/template/noticia.php?id=10014

Mario Valdivia. Sigue campeando como teoría oficial preferida de innovación aquella que la entiende como la aplicación de nuevos conocimientos a las actividades económicas. Basta ver la página del Consejo Nacional de Innovación, y algunas de las columnas que se publican en ella. Así, para hacer de Chile un país más innovador, hay que crear aquí una "sociedad del conocimiento".

Esta teoría – que la inovación se produce por la aplicación de nuevos conocimientos – es bien discutible. Parece entender que los seres humanos se dividen en dos tipos: unos, que crean conocimientos y otros, que lo aplican. La vieja teoría del management científico (Taylor, Ford, primeros años del siglo pasado) ya había interpretado así a las empresas: arriba, los que tienen conocimientos y diseñan los procesos de trabajo (en general, supervisores), abajo, los que aplican esos procesos (trabajadores). Arriba, la mente de la empresa; abajo, el cuerpo de la empresa. Como ya sabemos, esta interpretación apareció junto con la industria de producción masiva y los sindicatos masivos. Razón de más para sospechar de ella hoy.

Si se trata de la innovación, esta teoría entiende que la cabeza la constituyen los investigadores, los dedicados a producir conocimientos, y el cuerpo consiste en los empresarios, quienes deberían aplicar los nuevos conocimientos. Y si nos preguntamos qué dice esta teoría de la innovación acerca de la ausencia de innovación en Chile, nos encontramos con muy pocas explicaciones posibles: o bien en Chile falla la cabeza, o bien falla el cuerpo, o bien falla la conexión entre ambos.

Y esto es exactamente lo que parece creerse a pie juntillas en las fuentes que cité y enlacé al inicio. Los empresarios chilenos son considerados un "sector productivo (que) transfiere y adapta tecnologías" supongo que importadas y que, (aparentemente), por lo tanto, no innmova (?). Por su parte, los investigadores están demasiado dedicados "a algunas áreas de las ciencias básicas" como para ser útiles a la innovación (aparentemente). "Entre medio hay una brecha"; o sea, algo falta en la conexión entre la mente y el cuerpo.

Me parece que esto estaba destinado desde el principio a terminar así. Sabemos que la falla básica del modelo mente/cuerpo es que hay "una brecha entre medio" que nadie ha logrado desentrañar como cruzar: nadie sabe como se conectan ambas partes. Las dos son mutuamente necesarias para que podamos entender al ser humano completo: en alguna parte producimos los conocimientos y a través de algo los ponemos en ejecución en el mundo concreto que nos rodea. Bien, pero ¿cómo se conecta lo inmaterial (los conceptos en la mente) con lo material (el cuerpo actuante)? Es increible la cantidad de sandeces que se han dicho y continúan diciéndose sobre esto. Si pensamos en la innovación, precisamente lo que esta teoría necesariamente echa de menos es cómo cruzar "la brecha entre medio" de las dos partes necesarias: los investigadores que producen los nuevos concocimientos y los empresarios que los aplican. Atascados exactamente en el lugar que este marco conceptual nos tenía destinado para que nos atascáramos.

Se puede innovar en cualquier área de las ciencias básicas. ¿Lo hacemos suficientemente en Chile? Se puede innovar inventando nuevas fuentes de valor económicos en el mundo global. ¿Lo hacemos suficientemente en Chile? Parece haber alguna insuficiencia que afecta tanto a la cabeza como al cuerpo. Y, si inventamos alguna conexión "entre medio", ¿quién nos asegura que no fallará también de la misma manera?.

Además de una tradición, la innovación constituye un estilo histórico, una manera de habitar el mundo. Excepción sea hecha de la poesía, no tenemos este estilo, sea lo que sea que hagamos. La innovación requiere decisión y voluntad, nosotros preferimos actuar sobre seguro sin perder la seguridad del cálculo que parece darnos seguridad frente al futuro. ¿Hemos sido demasiado pobres como para pretender algo que no fuera simplemente subsistir? ¿Hemos recibido demasiado ricos recursos naturales (incluida la mano de obra) como para darnos el trabajo de algo más que vivir de ellos? ¿Nos sentimos demasiado pequeños e impotentes como para intentar la invención de nuevos mundos y nos contentamos con "sacarle un empate" a la vida?

Probablemente sea más cierto que no amamos suficientemente a Chile, el mundo cercano que habitamos. Nadie innova simplemente por ambición personal, por afán de lucro, por hambre de fama. Movilizados por este tipo de emociones podemos crecer sobre seguro, ampliando y multiplicando lo que ya sabemos hacer. Pero la innovación requiere ambición orientada a mejorar el mundo y un sentido de misión muy personal dedicada a lo que no camina bien para muchos a pesar de todo lo que ya sabemos hacer bien; nace no del cálculo de beneficios, nace de un acto libre de voluntad movilizado por un rechazo apasionado a los sufrimientos, malestares y limitaciones históricamente acostumbrados y que están de más.

Innovación y estados de ánimo sociales;

Escucha Atisbando #79