Pablo Rodríguez Seremi Metropolitano de Transporte Chile

Siempre he admirado la capacidad de sobreponerse que tiene Pablo Rodríguez, Seremi Metropolitano de Transporte, querido y admirado amigo desde los tiempos de la universidad. Ha tenido pruebas duras, como cuando le volaron un ojo en una protesta estudiantil y pasó esposado a la cama parte de su hospitalización. Eran tiempos bien negros. De hecho, lo conocí parado en una silla del casino del Pedagógico, con un parche en el ojo, alentando a los estudiantes a manifestarse, pero pacíficamente, declaración que también tenía su riesgo en el piedragógico.

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Tiene veta de autoridad de gobierno, pero no de esos de caricatura, sino de los que se la creen y se la juegan, porque la pasión política nunca lo abandonó. Es leal, disciplinado, pero imaginativo y arrojado. Será por la educación familiar de católicos activos, porque fue líder scout en el Instituto Nacional o por su guía sufi de toda la vida, pero además, de su inteligencia (así en el sentido de moda: intelectual, social y emocional) algo que admiro en Pablo es que esa capacidad de sobreponerse se expresa con una alegría que le viene del fondo, sin resentimiento. No es como eso que nos sale tan fácil a los chilenos de pelearla con las patas y el buche, pero pelearla, sino que tiene una capacidad para encontrar salidas inteligentes a las situaciones y si no las encuentra las acepta.

Me doy cuenta que ha sobrellevado la puesta en marcha de esta agonía del Transantiago con todas esas facultades. Tiene un par de hijos de su primer matrimonio, que crecen fuertes y felices, pero sí que es increíble este pedido de matrimonio público a Paulina. En fin, es un orgullo figurar entre sus amigos y ser su compadre.

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