En la revista Ya aparece esta entrevista a Alain Touraine acerca del lugar de las mujeres en la actualidad. Antes tuvimos la visita de Gilles Lipovetsky con sus propuestas acerca de las mujeres. A Touraine lo sigo desde mis tiempos de universidad. Era de esos libros que traían aire entre la oscuridad de la censura de entonces y las recetas de manuales añosos que sobrevivieron a la debacle. De esos años comenzamos a escuchar los anuncios del fin de la modernidad y la era industrial, y los desafíos para el progresismo de pensar y hacer la política en un contexto nuevo desconocido. Es una pena no haberme enterado antes de su presencia en Chile:

Revista Ya
Alain Touraine, sociólogo francés, analiza:
La hora de las mujeres
Se acabaron los tiempos de dominación masculina. Hoy, bajo la influencia de las mujeres, se configura un mundo en que lo privado invade lo público. “Las mujeres de ahora se interesan en la transformación ética, moral, en cómo vivir. Diría que el mundo de los hombres era hacia afuera, el universo de la conquista. Ahora hay un mundo hacia adentro”, dice Alain Touraine, quien analiza este nuevo escenario en “El mundo de las mujeres”, el libro que acaba de publicar en París y que detalla por primera vez en Chile con Revista Ya.

Texto: Daniela Mohor Fotografía: Juan Ernesto Jaeger

Alain Touraine ha recorrido el mundo, pero tiene con Chile una relación especial. Aquí conoció a su esposa, quien murió de cáncer en 1990, lo que, según ha dicho, inspiró su reflexión sobre el gran cambio cultural que se está viviendo. Alain Touraine es considerado uno de los sociólogos contemporáneos más destacados. Lleva décadas investigando la relación entre individuo y sociedad, y a sus 80 años sigue publicando libros. En un primer tiempo enfocó sus estudios en la sociología del trabajo, investigando, entre otros, a los obreros de las minas de la zona de Lota en los años ’50. Luego, las revueltas de Mayo de 1968 y los movimientos sociales, tras el ascenso de gobiernos militares en América Latina. Más recientemente ha investigado el tema del sujeto, como principio central de acción de los movimientos sociales. Así fue como llegó a desarrollar una reflexión sobre el pensamiento de las mujeres y su efecto sobre la sociedad.

Continúa:

En sus dos últimas publicaciones, “Un nuevo paradigma” – el libro que presentó en la Universidad Arcis hace dos semanas- y “El mundo de las mujeres”, recién estrenado en Francia, explica que la modernización ha puesto fin a los antiguos modelos occidentales de sociedad en los que la realidad se pensaba en términos socioeconómicos. Ahora, dice Touraine, entramos a una era en que las cosas se definen en términos culturales. Ya no se habla de clases, huelgas, riquezas y redistribución, sino que nos preocupan temas como los derechos humanos, el aborto, el espacio que hay que darles a las minorías o el rol de la sexualidad. Y las mujeres tendrían mucho que ver con eso. “Las mujeres de ahora se interesan en la transformación ética, moral, en cómo vivir. Diría que el mundo de los hombres era un mundo hacia afuera, el universo de la conquista. Ahora hay un mundo hacia adentro. No se trata de conquistarlo, sino de construirse a sí mismo. Las mujeres dejaron de ser víctimas. Antes les pasaban cosas: las embarazaban, cumplían las funciones que les pedían, decían nosotros para hablar de la familia, del grupo social o incluso de las mujeres. Ahora pueden decir “yo”; se definen por lo que afirman y no por lo que soportan, sabiendo que soportan. Esa es la gran transformación”, dice.

– ¿Qué rol juegan las mujeres en este nuevo paradigma?

– En el nuevo modelo cultural se reconstruye lo que fue rasgado. Nuestro modelo occidental de modernización, tal como se desarrolló hace 500 o 600 años, subió a un caballo a una élite científica, política, administrativa y económica que fue a conquistar el mundo creando tensiones, desigualdades. Funcionó igual que una máquina de vapor en la que hay un polo caliente y uno frío, y mientras más tensión existe entre los dos, más se crea energía. La élite planteó “las mujeres son una figura de la inferioridad”; se formó una especie de bloque de la inferioridad que está definida esencialmente por la no subjetividad. El ser inferior es el que no puede decir “yo”. Así vivimos en los siglos XVI, XVII y XVIII. Luego los dominados se cansaron y empezaron a decir “basta”. El ciudadano le cortó la cabeza al rey; el obrero se sindicalizó y las mujeres inventaron el feminismo, logrando así transformaciones muy importantes. Finalmente, en este modelo occidental se distendió la cuerda y no quedó nada, sólo el mercado: la gente lo pasa bien, se da gustos, hace cualquier cosa. Yo me pregunté, entonces, ¿qué idea sostiene este nuevo mundo?, y la hipótesis más razonable era decir que se trataba de las mujeres porque fueron el grupo social más totalmente “inferiorizado”. Como las instalaron en la categoría inferior, quieren volver a reconstruir lo que se quebró, rasgó. Ellas son las sostenedoras de este nuevo modelo cultural.

– ¿Qué quieren volver a recomponer?

– Por ejemplo, lo privado y lo público, o todo lo que constituye la oposición hombre-mujer. No están haciendo una sociedad de mujeres para reemplazar una sociedad de hombres. Reconstruyen para los hombres y las mujeres. Ellas se construyen como sujetos a través del rechazo de todas las polarizaciones. Rechazan la separación sexualidad-amor, por ejemplo. Son las que mejor perciben, y muy conscientemente, el carácter insoportable del quiebre, de la polarización. A veces resumo el asunto de la manera siguiente: el mundo que hicieron los hombres era un mundo en que primaba la conjunción o: o la casa, o el trabajo; o la guerra o la paz; o la derecha o la izquierda, o el capitalismo o el socialismo. El mundo que hacen las mujeres es ambivalente, un mundo de la conjunción y, pero cada vez hay una pérdida porque es imposible dar al ciento por ciento de los dos lados. Eso significa que las mujeres están muy frustradas, pero para ellas es la única manera aceptable de ser. Es una solución muy costosa; de hecho sólo hablan de eso: ¿cómo me ocupo de mí y de mis hijos. Si tengo a un hijo enfermo, voy o no voy a trabajar?; sé perfectamente que no haré carrera si me embarazo, etcétera. Pero soltar algo no es una posibilidad.

– ¿Por qué no?

– Porque eso es lo que ellas conquistaron, hacer las dos cosas, suprimir la frontera entre lo público y lo privado. Lo que define a las mujeres es la voluntad de hacerlo todo. Hice una investigación con mujeres tanto individualmente como en grupo, y cuando se les pregunta “si se comparan con los hombres, ¿existe alguna superioridad?”, ellas dicen con mucha simplicidad: “Nosotras somos un poco superiores porque sabemos hacer varias cosas a la vez”. Eso significa que no sólo sabe llevar una vida privada y profesional o pública a la vez, sino que además quiere hacerlo. El cuerpo y el espirítu, la naturaleza y la cultura, el hombre y la mujer: son todas cosas que para ella hay que volver a juntar, hay que reconstruir de manera completamente consciente. Otro aspecto interesante es que para esas mujeres lo más importante es la construcción de sí mismas; el nivel de relación más alto es la relación consigo mismas. La con el otro sólo es intermediaria. De hecho, las mujeres no hablan mucho de los hombres. Hablan de las mujeres.

– Las mujeres parecen estar frente a una exigencia enorme…

– Pero es nuestro mundo. Así como tener un trabajo libre, con garantías y bien negociado fue el asunto del siglo XIX, el mundo de hoy es un mundo en el que el problema central es el de las mujeres.

Alain Touraine vino a Chile como invitado especial al cambio de mando entre Ricardo Lagos – con quien se reunió durante su estadía en Santiago- y la Presidenta Michelle Bachelet. Así pudo observar en primera línea las transformaciones que vive el país. En su opinión, el ascenso de Bachelet no es casual. “Precisamente porque es tan importante ser mujer, que Bachelet le permitió a Chile salir de sus impotencias, de su silencio, de su mala conciencia. Hay mucho resentimiento frente a cierta época en Chile y ella es capaz de llegar y pronunciar el nombre de Víctor Jara o de Violeta Parra sin tapujos”. Sigue: “Eso no tiene que ver sólo con el hecho de que sea mujer. Hay un fenómeno absolutamente asombroso, que es su capacidad de aparecer como una persona privada en una situación pública. Por ejemplo, generalmente los políticos saludan con un gesto formal de la mano; ella lo hace moviendo la mano más abajo, como uno saluda a los niños. Hace gestos de mujer privada, de individuo. Se baja del auto y abraza gente. Eso no tendría sentido si no hubiera detrás un fenómeno femenino”.

– ¿Y cómo ve usted a las mujeres chilenas?

– No sé mucho, pero hicimos hace unos años un estudio de una población chilena, compuesta esencialmente de mujeres. Algunas de ellas eran incluso de campamentos. Lo primero que descubrimos, y no fue sorpresa, fue que los hogares son mayoritariamente monoparentales. Lo otro es que lo que se espera de los hombres no es mucho. Las mujeres decían “no me hace la mala vida, no llega borracho y no trae otra mujer a la casa”; es decir, lo que esperan es bastante limitado. Estas mujeres se ocupan de la vida pública. Son ellas quienes negocian para conseguir un consultorio, alcantarillado, una unidad de Carabineros, un colegio. Y lo entretenido es que estas mujeres que se ocupan de las relaciones con las autoridades públicas también hablan, entre ellas, de sexualidad. En Chile, mi sentimiento o mi pequeña experiencia es que el hombre está dominado por su madre. Un chileno de Santiago que va a hacer negocios a Concepción, por ejemplo, cuando llega la noche no llama a su mujer ni a su amante, sino que a su madre. Es un hombre relativamente débil. En Chile el hombre tiene una posición muy inferior a las mujeres.

– ¿O sea que no considera que sea un país machista?

– Para nada. No hay que abusar de las palabras. Vaya a México si quiere ver a un macho. Hay que decir que los hombres no reaccionan para nada a lo que está pasando. Están más bien de acuerdo con este cambio de cultura. Si se juntan diez mujeres y diez hombres para hablar de sus relaciones, ¿qué ocurre? Las mujeres hablan, los hombres no; las mujeres vuelven a hablar y los hombres dicen que las mujeres tienen razón. Ese es el esquema. Y los hombres agregan: “Estamos de acuerdo con el modelo, pero nosotros no podemos funcionar así. Somos trabajo, trabajo, trabajo. Nada de ambivalencia entre lo privado y lo público”. Tuvimos un mundo dominado por modelos masculinos y desde los años ’60 ya estamos siendo dominados por modelos femeninos. Y los hombres siguen esta nueva tendencia con atraso, así como lo hicieron las mujeres antes.

– ¿Y cuál es el rol de los hombres hoy en día?

– Hay un progreso con los nuevos padres. Tengo un hijo, por ejemplo, que es profesor de medicina; trabaja mucho, pero cocina y baña a los niños. Pero esos progresos no van en el sentido unisex. Yo defiendo la idea de que lo que movió el mundo antiguo, la época de la conquista, seguirá siendo un asunto de hombres. No es por nada que en las expediciones se ven más hombres que mujeres. Hay una búsqueda de aventura por parte de ellos, y yo encuentro que no está mal quedarse con eso.