El poder de Michelle
El Mercurio

Bachelet es más Lagos; así de simple. Con esto, ella captura naturalmente la popularidad del actual Presidente.

Por Eugenio Tironi

¿A qué obedece el fenómeno Bachelet? ¿Cómo se explica que su liderazgo se haya impuesto en ese territorio dominado por barones, condes y señores, como lo es la izquierda y la Concertación? ¿Qué fue lo que le permitió resistir, sin trastabillar, la competencia interna en su coalición? ¿Cómo logra mantener su popularidad con una campaña tan simple y modesta, frente a las poderosas maquinarias que han puesto en marcha Lavín y Piñera? En suma, ¿qué es lo que ven los chilenos y chilenas en Michelle, y que les fascina? O, dicho de otro modo, ¿qué están mirando, o deseando ver de sí mismos, a través de su figura?

Lo primero y más básico es que, en la mente de la gente, ella encarna la continuidad del Presidente Lagos. Por afinidad política, por la trayectoria de la que ambos se sienten herederos, por el tipo de racionalidad que emplean cuando hablan, por el estilo directo y asertivo. Bachelet es más Lagos; así de simple. Con esto, ella captura naturalmente la popularidad del actual Presidente.

En seguida, tengo la impresión de que los chilenos sienten que, encumbrando a Michelle, ellos están realizando su propio acto personal de reparación. Es algo así como ese acto de heroísmo en defensa de los perseguidos que no se atrevieron a emprender cuando correspondía, y que siempre ronda en sus conciencias. Sienten estar pagando una deuda con todos los que -como ella-sufrieron la represión en carne propia, ante la mirada de una población paralizada por el miedo o la indiferencia. Con ella en La Moneda, los chilenos estaríamos aliviando la última herida; soldando, por fin, una memoria personal y colectiva que, hasta ahora, sigue partida. Apoyándola, nos sentimos un poco mejor con nosotros mismos.

Hay otros dos factores que no se pueden pasar por alto. Bachelet forma parte de la “familia militar”; lo que se nota en su retórica simple, directa, a veces incluso un poco ruda. Esto atrae, porque transmite autoridad y ofrece seguridad. Lo otro es su condición de médico (y pediatra); esto refuerza lo anterior, pero, a la vez, le otorga esa sensibilidad hacia lo humano que sólo los médicos pueden comunicar.

Pero lo básico es que Michelle representa el tipo de liderazgo comunitario que los chilenos y chilenas buscan hoy. Hay un sordo cansancio con una élite compuesta por hombres volcados obsesivamente a la cosa pública y disociados de la vida doméstica, confinados en instituciones desde donde ejercen un estilo frío, agresivo, opaco.

Hoy se aspira a un liderazgo menos instrumental y jerárquico, que preste más atención al bienestar de las personas que al funcionamiento de las estructuras; un liderazgo menos utópico y más cotidiano, menos dirigista y más acogedor, menos exitista y más compasivo, menos musculoso y más afectivo, menos autoritario y más participativo; en fin, un liderazgo comunitario, un liderazgo femenino.

En su último estudio, dedicado al poder, el PNUD señala que, hoy, los chilenos “quieren ser protagonistas…, no meros espectadores o beneficiarios”. En otras palabras, lo que quieren son más comisiones donde se les escuche, no más decisiones impuestas desde arriba.

Por esto les gusta Michelle; porque ella es como un espejo que devuelve el poder a las personas, con un liderazgo interactivo, horizontal, que en vez de fijar metas y objetivos, hace crecer la autovaloración y la energía de los demás.

Lo de Michelle, en suma, no es un suceso político que pudiera súbitamente esfumarse. Es, más bien, un fenómeno sociológico, donde se proyecta el Chile que está naciendo bajo nuestros pies.