emol. En el
décimo aniversario de “Sábado”, nos preguntamos por los diez años que
seguirán. por Francísco Aravena F.
e Ignacio Bazán
1. El fin del imperio: el nuevo rol de Estados
Unidos.
Cuando éramos niños, si queríamos saber cómo
iba a ser el futuro inmediato podíamos tener una buena pista mirando cómo
estaban viviendo en Estados Unidos. Ya no. Ahora cada país tiene su propio
referente de futuro y modernidad, y Estados Unidos es sólo uno de los lugares a
los que mirar. Es lo que plantea el analista Fareed Zakaria en The post
American world. La pérdida de relevancia y hegemonía de
Estados Unidos en el mundo se ha producido en gran parte por su éxito en
exportar su sistema, su capitalismo. Hoy –tras las grandes transformaciones
políticas, financieras y tecnológicas en el planeta– hay más “Estados
Unidos” en el resto del mundo y más variaciones locales a partir de ese
modelo. El mundo ha crecido, se ha enriquecido. Son más los países que crecen
sostenidamente, son menos los que sufren inflación alta. En otras palabras, la
gente en más partes del mundo tiene más poder de consumo, más acceso a bienes,
mejores condiciones materiales de vida.
En este panorama, Estados Unidos pierde
relevancia política en el concierto internacional. No sólo una serie de países
empiezan a surgir como potencias con sus propias posibilidades –China, India,
Brasil–, sino que muchos países empiezan a darse cuenta de que pueden
solucionar sus propios problemas sin la mediación del imperio. Estados Unidos
se ha hecho prescindible.
En lugar de luchar contra este
“surgimiento del resto”, como lo llama Zakaria, Estados Unidos deberá
fomentarlo. “Este es un mundo que Estados Unidos creó: fueron los que
insistieron al mundo que abrieran sus mercados y adoptaran su modelo”,
plantea Zakaria. “Después de haber cumplido con su gran misión de
globalizar el mundo, han fallado en la tarea de globalizarse a ellos
mismos”.
2.Selección genética en los embarazos
asistidos.
Se puede hacer desde hace rato, como nos
recordó el mes pasado el nacimiento de Javier Mariscal Puertas, en España, un
niño concebido con el objetivo de donar la sangre de su cordón umbilical para
salvar a su hermano Andrés, de seis años, que sufre de betalasemia. Siendo ésta
una enfermedad hereditaria, las probabilidades de que el hermano tuviera
también el mal eran altas. De manera que al seleccionar el embrión fertilizado
artificialmente que sería implantado en su madre, se fijaron en cuál tendría
las menores posibilidades de sufrir la enfermedad. El procedimiento –el primero
en España, pero no en el mundo– recuerda de las posibilidades de la selección
genética en la fertilización asistida y el gigantesco rango de problemas éticos
que plantearán esas alternativas para nuestra sociedad en los próximos años.
Bien podría ser que nos dirijamos a una
sociedad en que los padres opten por la fertilización asistida como primera
opción, no sólo para salvar a un hijo enfermo, sino para asegurar a sus hijos
aún no concebidos la menor posibilidad de sufrir males. ¿Es eso deseable? ¿Es
legítimo? ¿Nos conducirá a una nueva clase de discriminación social?
3. Más viejos y más lúcidos: la supervivencia
del cerebro.
A mediados de este siglo la gente estará
viviendo pasados los 100 años en forma activa. El avance irá de la mano con la
actividad mental. Partes del cerebro ya “gastadas” serán regeneradas
para el gozo de la tercera edad. Leo Chalupa, neurobiólogo de la Universidad de
California, lo confirma: “Seremos capaces de regenerar partes del cerebro
que funcionan mal, así que empiece a pensar qué es lo que hará con todos esos
años extras para vivir en forma consciente”. Este progreso médico exigirá
adaptaciones sociales por la alteración demográfica que supone. El gran desafío
es adaptar el mundo a ancianos más longevos y lúcidos mentalmente. Las familias
se agrandarán y la noción de los bisabuelos y tatarabuelos será más real para
los niños del futuro. La salud pública tendrá que redefinir sus prioridades
para acoger el segmento de los que llegan a los 100 sin problemas. La gran duda
pasa por un tema más práctico: ¿Habrá más tiempo para disfrutar? ¿O habrá que
jubilar más tarde? El sistema de pensiones, objeto de debate en varios países
del mundo, probablemente requerirá de nuevos ajustes.
4. Turismo espacial.
Ya sucede: la gente quiere ir al espacio y
está dispuesta a pagar cantidades estratosféricas para hacerlo. El problema es
que sólo unos pocos pueden hacerlo. A pesar de esto, ya hay innovadores
pensando en qué es lo que se necesitará cuando el precio de los viajes
espaciales bajen de la barrera de los 20 mil dólares. Los turistas necesitarán
un lugar donde llegar. Un hotel, un casino, incluso un estadio. Es lo que
plantea Patrick Collins, profesor de la Universidad de Azabu, en Japón.
“Un estadio será la extensión natural de un hotel del espacio en el siglo
21”. Tiene sentido. Space.com dice que los astronautas ya han inventado
deportes para matar el tiempo libre.
5. El difuso futuro de la música.
Con la posibilidad de bajar música de la red,
las cosas no están tan claras. La única certeza es que el formato CD perderá su
valor cada vez más hasta desaparecer y que los artistas tendrán que recurrir a
las giras para pagar las cuentas que antes pagaban los porcentajes por venta de
discos. Chile se ha visto beneficiado con esta tendencia, lo que se refleja en
la venida de estrellas que hace un tiempo era imposible traer: Radiohead,
Madonna o R.E.M.
A nivel de distribución de música, el
escenario se ha tornado difuso. Bazuca acaba de inaugurar el primer sitio de
venta de canciones en Chile a través de la net. Andrés Valdivia, músico y
fundador de Podcaster.cl, dice que “lo otro es pensar en hacer contratos
360 con los artistas: el sello financia el disco y el marketing y la
distribución, pero se lleva un porcentaje en CDs, ringtones, conciertos,
merchandising, licencias, etc. También está el modelo gratuito: no se cobra,
pero son las marcas las que cubren los costos, con tal de armar comunidades
alrededor de los artistas”.
Por último, dice Valdivia, está la posibilidad
de que la legislación sobre derecho de autor obligue a los servidores de
Internet a pagarle a la industria de la música una tajada de sus ventas.
“Esto sería terrible porque subiría aun más los precios de la banda ancha
en todo el mundo. En Chile la SCD quiere hacer eso”.
6. Adiós, petróleo.
Que dejaremos de lado el petróleo y los
combustibles fósiles parece una apuesta segura. La discusión está en qué
tecnología lo reemplazará. A pesar de la ofensiva de voces expertas contra la
opción de los biocombustibles por su costo de producción y por las
consecuencias derivadas de “poner comida en el tanque de gasolina”,
ya se empiezan a construir las primeras plantas de producción de etanol de
celulosa en Estados Unidos, China, España, Canadá y el Reino Unido. El etanol
de maíz parece haber quedado atrás; no así el etanol de celulosa, un
biocombustible sacado de la madera, del pasto y hasta de la basura. Un estudio
de la Universidad de Chicago sostiene que el etanol de celulosa tiene el
potencial de disminuir la emisión de gases en un 85 por ciento en comparación
al petróleo.
Lo mismo pasaría con las baterías de última
generación hechas para hacer andar un auto una buena cantidad de kilómetros.
La apuesta alternativa más concreta ha llegado
por el lado israelí. Shai Agassi creó un auto eléctrico barato de producir y de
hacer andar. La idea de Agassi es arrendar estos autos por cinco años, con el
cliente pagando cuotas mensuales significantemente menores a lo que se pagaría
por un auto a gasolina en el mismo lapso de tiempo.
Sólo queda ver si ambos sistemas –el de
baterías y biocombustibles– van a coexistir, o, si a la larga, uno pasará por
arriba del otro.
7. “Locávoros” y vegetarianos: el
menú del futuro.
Al principio era un tema de “comercio
justo”, de conciencia social o ambiental: la idea era que al consumir
alimentos producidos en el mismo lugar donde uno vive (de ahí la palabra
“locávoros”, comedores de lo local) el dinero pagado por el alimento
pasaba por menos intermediarios para llegar al productor, requería menos
transporte, gastaba menos combustible y contaminaba menos. Linda manera de
ayudar. Pero pronto podría ser la manera normal de procurar nuestra comida, por
el aumento de los precios de los combustibles y de los alimentos a nivel
mundial.
“Los costos de producir y procurar la
comida están por las nubes. Es de lo único que se habla en la industria”,
comentó a Esquire el chef neoyorquino David Chang, de los restaurantes
Momofuku. “Y no se trata de un alza temporal; es en realidad una
corrección masiva”. En resumen, el ritmo al que el mundo desarrollado está
comiendo hace que la oferta de alimentos se vaya haciendo insuficiente, particularmente
la carne. No hay ni habrá tanto como estamos acostumbrados. De manera que, como
advierte Chang, nuestro menú del futuro verá la carne relegada al apartado de
los acompañamientos.
8. La capacidad revolucionaria individual.
Internet provee la capacidad de llegar a muy
bajo costo a mucha gente. Además, permite ser preciso en el mensaje y que esa
gente aporte a ese mensaje. En 1989, en Leipzig, Alemania Oriental, un puñado
de jóvenes comenzó a protestar contra el gobierno aprovechando algún evento
masivo. Al principio eran muy pocos como para que la policía se molestara en
arrestarlos. Luego fueron creciendo, y se fueron haciendo regulares. Cuando la
policía empezó a hacer arrestos, la gente ya había visto que era posible
protestar y estaba dispuesta a hacerlo. Era demasiado tarde.
Con la masificación de internet, plantea Clay
Shirky, este efecto se multiplica y amplifica. Puede que no veamos la
organización, pero nos enteraremos de sus resultados. Por eso es posible
asistir a pequeñas revoluciones: porque los pequeños movimientos –aquellos
“muy pequeños para reprimir”- se pueden multiplicar rápidamente.
“Importa mucho que la disidencia en China pueda hacer una campaña del
Tíbet libre”, ejemplifica Shirky a “Sábado”. “Aunque la
mayoría de los chinos estén preocupados de googlear estrellas pop, esos
adoptadores tempranos ya han comenzado su batalla”.
9. La revolución de la medicina genómica.
Para que dos de las más prestigiosas
universidades del mundo, Harvard y M.I.T., trabajaran juntas, algo grande tenía
que pasar. Y pasó en 2003: se terminó de descifrar el genoma humano. Había
muchísima información que procesar. Cuando un magnate de Los Ángeles y su mujer
pusieron dinero para llevar a cabo ese trabajo, nació el Broad Institute. La
lógica es la siguiente: juntar a los mejores biólogos de Harvard y los mejores
matemáticos del M.I.T. y ponerlos a trabajar juntos.
El Broad es uno de los centros en el mundo en
los que se está tratando de distinguir los genes involucrados en las
enfermedades. El trabajo será clave para el futuro de la medicina.
La cantidad de información nueva sobre las
enfermedades que puede arrojar la observación de los genes abre un potencial
casi infinito. “Es una revolución que está recién comenzando”, dice a
“Sábado” Finton Steele, del Insitituto Broad, en Cambridge. “La
medicina está cambiando más rápido que nunca, pero en esencia sigue el mismo
principio: se está mirando a un paciente, antes se veía sólo lo evidente de su
cuerpo, luego pudimos ver más adentro, luego sus células, luego sus genes. Pero
los genes no serán la respuesta final”.
10.Organismos modificados genéticamente.
La creación de nuevos organismos transgénicos
(organismos que tienen un gen externo) jugará un rol importante en muchas áreas
de la sociedad. Por ejemplo, permitirá aumentar la producción de alimentos a
niveles impensados años atrás.
La idea ha estado rodeada de una gran
polémica. Los detractores dicen que el uso de ADN externos en alimentos
estimula alergias y produce resistencia a los antibióticos, además de afectar
el equilibrio medioambiental. También se critica el cambio de sabor y textura
de los productos. Los biotecnólogos apuestan a que nuevos organismos serán
desarrollados para acercarse a las cualidades originales de la comida y, al
mismo tiempo, degradar los residuos tóxicos de la industria disminuyendo el
impacto de ésta sobre el medio ambiente.
11. Ser verde: única manera de sobrevivir en
los negocios.
Mientras en el mundo desarrollado ya hay
signos concretos de edificios verdes, en Chile de a poco empiezan a aparecer
los primeros. Éstos son edificios en los que se usan materiales reciclados o
sin solventes tóxicos y en los que se opta por soluciones inteligentes, como
usar agua lluvia acumulada para los excusados.
Dos ejemplos: Falabella Verde busca ser la
primera empresa de retail certificada por LEED (Leadership in Energy and
Environmental Design), y el edificio Titanium, que se construye sobre la
Portada de Vitacura, consumiría un cuarto menos en energía cuando empiece a
operar el próximo año.
El economista de Yale Michael Winston es casi
un hombre-think tank de los negocios verdes. Su libro Green to gold es
referencia obligada para los que quieren seguir el camino. Y Winston entrega un
dato decidor: “Las compañías en Detroit se han achicado mientras los
japoneses han crecido, porque tienen autos que son más eficientes en el uso de
gasolina”.
La realidad local no es tan distante. Marcelo
Mena, recientemente designado como el primer gerente del aire por el gobierno,
dice que Falabella ha disminuido sus costos de operación entre 30 y 40 por
ciento en relación a sus tiendas antiguas. “Habrá que preguntarse si es
que estamos ad portas de una nueva revolución verde en Chile. En época de
crisis, invertir en ahorro energético tiene mucho mejor retorno que guardar la
plata en el banco”, dice Mena.
Pero a las tasas de crecimiento actual, el
sólo ahorro de energía no es suficiente. Una nueva economía verde se hace
posible, por necesidad, y porque también es un excelente negocio. En Chile,
Adidas con su línea Grün, vende poleras, polerones, camisas y zapatillas con
material reciclado. Patagonia, Billabong, Keen y otras marcas mundiales ya
tienen regularmente incorporado material reciclado en su ropa. También se
pueden arrendar alfombras Interface, traídas por uno de los más reconocidos
empresarios verdes: Ian Anderson. La alfombra se usa y cuando no sirve, se
devuelve y se transforma en otra cosa.
12. El fin de las guerras.
Estamos tan cansados de nuestra historia de
violencia y sabremos tanto sobre nosotros mismos que las guerras disminuirán.
Steven Pinker, psicólogo de Harvard, apoya esta tesis: “Mucha gente,
hastiada de nuestro sangriento historial, encuentra esta premisa creíble. Todo
intento de documentar la violencia en los últimos milenios y siglos,
particularmente en Occidente, muestra que la tendencia es a la baja”.
Aunque la idea es debatible (muchos expertos
predicen nuevas guerras gatilladas por la lucha por los recursos naturales, por
el resurgimiento de los nacionalismos y por la mayor capacidad de los países de
hacerlo, producto de su mayor riqueza), gran parte de la tendencia a la baja de
la que habla Pinker tiene que ver con las comunicaciones. Si durante el siglo
pasado se pudo ver guerras por televisión, ahora se puede chatear con el
enemigo. Y de tanto chatear, ese enemigo se puede convertir en tu amigo. Eso es
lo que Jimmy Wales, el gurú creador de Wikipedia le dijo a “Sábado”
hace unos meses: “Si tienes muchas de esas conversaciones y se hacen
amigos, los gobiernos no pueden simplemente convencer a la gente de ir a la
guerra. Y muchas guerras son producto de la mala comunicación. La idea es
básicamente que, gracias a estas invenciones, puede ser el fin de la
guerra”.
13. El fin de la pobreza extrema en el mundo.
“Si no valoramos la vida de las 20 mil
personas que mueren cada día porque son pobres, estamos poniendo en riesgo la
vida de nuestros propios hijos”. Ese es el llamado de Jeffrey Sachs,
director del Earth Institute de la Universidad de Columbia, consejero especial
de la ONU, autor The end of poverty (2006) y Common wealth (2008) y uno de los
economistas más influyentes de nuestro tiempo.
La pobreza extrema es aquella que mata. Y mil
millones de personas en el mundo están en peligro de muerte hoy. Pero Sachs
plantea que en un mundo más rico que nunca, es posible plantearse la meta de
terminar con esa pobreza para 2025. “Esta generación está, como ninguna
otra antes, en condiciones de darles el regalo más grandioso a las generaciones
venideras”, ha dicho Sachs.
Enfrentar este desafío con la aproximación
tradicional de la competencia de las naciones por el control de la riqueza,
plantea Sachs, garantiza un fracaso. El mundo ya no está para hegemonías
unilaterales y tampoco para soluciones unilaterales; por el contrario, una
actuación en conjunto beneficiaría a todos y es la única salida posible.
“Cuando miras de cerca los problemas que tenemos, te das cuenta de que el
obstáculo no está en el costo de las soluciones ni la falta de aproximaciones
adecuadas: es un problema organizacional”, dice Sachs, quien plantea que
es posible terminar con la extrema pobreza en el año 2025, aumentando el aporte
de los países ricos –como una inversión, no como una donación– y asegurándose
de que las acciones correctas estén localizadas y coordinadas. Y que esos
recursos se destinen a las instituciones y organizaciones de ayuda con metas
claras: la lucha contra la malaria, la lucha contra el sida, procurar acceso al
agua potable de la población y ayudarlos a cultivar su propia comida.
14. Organizaciones sociales espontáneas.
¿Qué hace usted si tiene un problema, si
siente que ha sido tratado de manera injusta, y las autoridades no le hacen
caso? La respuesta más común es la denuncia a través de los medios masivos.
Pues bien, ahora –y más en el futuro– es más
fácil “organizarnos sin organizaciones”, como lo plantea el académico
Clay Shirky en su libro Here comes everybody. El primer capítulo parte con un
caso puntual: una mujer en Nueva York pierde su teléfono en un taxi. Desesperada
porque necesita los números guardados, acude a la compañía, que le soluciona el
problema: le transfiere todos los datos a su nuevo teléfono. Pero en esos datos
aparecen las fotos que la persona que ahora tiene el teléfono, Sasha, una
adolescente del barrio de Queens, ha sacado y ha subido a MySpace. Un amigo la
ayuda a ubicarla y la llaman pidiéndole el teléfono de vuelta, a lo que la
joven se niega. El amigo, enrabiado, inicia una página web en la que explica el
caso y expone a Sasha: sus fotos, sus datos, sus amigos en MySpace. Y la pone
en Digg, un agregador que rankea popularidad de entradas en internet. De pronto
más y más gente se empieza a sumar. Indignados con el caso, empiezan a
presionar a la policía para que actúe. A estas alturas, la historia ha llamado
la atención de The New York Times. Hasta que un policía, reservadamente, le
enseña al dueño de la página la manera de tipificar la denuncia como robo, no
pérdida, y logra finalmente recuperar el teléfono. Lo que esta historia muestra
es que internet ha facilitado a la gente no sólo conectarse, sino también
movilizarse, actuar.
La gente se transforma en “medio” no
sólo en tanto emisor de mensajes, sino también como vehículo para darles
relevancia a esos mensajes, aunque sean de pequeña escala, como explica Shirky
en entrevista con “Sábado” en Nueva York. “Estamos acostumbrados
a un mundo donde tenemos medios de gran escala, para 100 millones de personas.
Y al otro extremo tenemos conversaciones de sólo dos personas. Son los dos
extremos. Lo que hace internet es ligar todo en un medio”, comenta.
“La mayoría de las conversaciones van a seguir siendo de dos personas. Un
puñado de medios van a alcanzar audiencias gigantescas, de tamaño olímpico. Y
entre uno y otro tenemos a esta suerte de grupos sueltos de conversaciones. Es
la red potenciada por Facebook, por Twitter. Parece muy débil, porque no es
grande y costoso como una estación de televisión; pero porque hay tanta y
porque llega en tantas formas tan diferentes, es realmente robusta”.
Las organizaciones, la conexión de las
personas –principalmente por motivos sociales– está. Pero se transforma en
vehículo o en movilizador cuando hay una causa que motive a esa gente ya
conectada.
Los medios, por su parte, no dejan de ser
líderes de opinión. “No creo que la sociología del seguimiento de
tendencias del ser humano cambie tan dramáticamente como para que la gente no
requiera de líderes de opinión”, comenta a “Sábado” el sociólogo
y analista Todd Gitlin, en la Universidad de Columbia en Nueva York. “Pero
los líderes de opinión están surgiendo en lugares menos centralizados y los
tradicionales están perdiendo su poder. Vamos a una estructura cultural que es
más horizontal que vertical. La gente está más dispuesta a buscar autoridad
entre gente que puede identificar como similar a ellos, ya sea para que les
recomiende a un gásfiter o una película que ir a ver”.
15. Un nuevo método científico.
El método científico, tal como nos lo
enseñaron, está camino a la extinción. Es lo que plantea Chris Anderson, el
editor de la revista Wired y gurú de la interpretación de los nuevos modelos de
negocios gracias a sus obras The Long Tail y la anunciada Free. Los científicos
saben que tras una observación tienen que formular una hipótesis y luego
experimentar para confirmar o refutar ese modelo que han aventurado. Bueno, ya
no. Ahora hay tal cantidad de información disponible que la clave está en
procesar correctamente esa gran cantidad de datos. “Hace 60 años, los
computadores digitales hicieron posible leer la información. Hace 20 años,
internet la hizo alcanzable. Hace 10 años, los primeros motores de búsqueda la
hicieron rastreable en una sola base de datos. Ahora Google y las compañías
afines están trabajando en la era más medida de la historia, tratando este
corpus masivo como un laboratorio de la condición humana”, escribió
Anderson. “Son los niños de la era petabyte”.
Un petabyte es una cantidad difícil de
imaginar de información. Se supone que la cantidad de palabras que un ser
humano escucha en toda su vida equivale a menos de un terabyte de texto (mil
megabytes). Un petabyte es mil terabytes. Google procesa un petabyte de
información cada 72 minutos, y el próximo año lo hará cada media hora. Y
funciona simplemente estableciendo una correlación entre las páginas asociadas
en una determinada búsqueda. No revisa su contenido, no establece una
causalidad en el vínculo; simplemente constata que hay un vínculo.
16. Quien lidere la revolución energética,
liderará el mundo.
El planeta se está calentando, la población
crece y los recursos naturales se están agotando. O hacemos algo o morimos. El
ganador del Pulitzer, Thomas Friedman, plantea la urgencia de actuar en su
nuevo libro, Hot, flat and crowded. En este planeta “caliente, plano y
sobrepoblado”, dice, estamos enfrentados al momento más decisivo de la
humanidad. No se trata de salvar el planeta por un asunto de conciencia
ambiental; es derechamente un problema de supervivencia inmediata.
El desafío es tan grande que es necesario un
equipamiento nuevo. Friedman lo ha comparado con la escena de la película
Tiburón donde, después de ver por primera vez a la bestia marina con sus
propios ojos, Roy Scheider dice: “Vamos a necesitar un bote más
grande”. En otras palabras, el set de herramientas disponibles ahora no
son suficientes. Friedman asegura que la solución tiene que llegar en el idioma
que todo el mundo conoce: el mercado. No se trata de que el mercado se haga
cargo. Se trata de modificarlo, de intervenirlo para generar una revolución en
las tecnologías de la energía. “Toda energía limpia compite hoy con
energía sucia más barata”, indica.
La búsqueda de la energía abundante, limpia,
barata y confiable será, por lo tanto, la próxima gran industria global. Y el
país que llegue primero y encabece esa revolución en las tecnologías de la
energía tendrá mayor seguridad nacional, económica y energética, tendrá una
población más segura, industrias competitivas y será respetado en el mundo.
17. El filantrocapitalismo.
Unas pocas personas pueden tener un impacto
gigantesco en el mundo. No solamente son multimillonarios; no solamente son
filántropos. Son “filantrocapitalistas”. Ya no se trata de
simplemente regalar dinero y esperar que algo bueno se haga con él: los
“filantrocapitalistas” exigen resultados y hacen que sus obras
funcionen como empresas de bien público. Son parte de un movimiento, tienen
nombres como Bill y Melinda Gates, Angelina Jolie, Bono, Bill Clinton y George
Soros, y según escriben los economistas Matthew Bishop y Michael Green en el
libro Philanthrocapitalism, son individuos que están cambiando el mundo en
medio de una cultura que mira con recelo y castiga el gasto estatal.En un
momento en que el capitalismo es mirado con suspicacia por la crisis financiera
y sus escándalos corporativos, Green y Bishop destacan cómo la lógica del
emprendimiento en el sector privado no sólo está elevando la exigencia de las
tradicionales instituciones filantrópicas; está, además, adquiriendo un rol
cada vez más relevante en el mundo. Un estudio realizado por el Foro de los
Jóvenes Líderes dado a conocer en el pasado Foro Económico Mundial en Davos ya
advertía sobre esa tendencia para las próximas décadas: que una filantropía más
profesionalizada, más autoexigente y más transparente se convertiría en una
fuerza económica protagónica.
18. El boom de la gran ciudad.
Es seguro decir que el mundo del futuro será
un mundo urbano. Es seguro, porque ya es una realidad: desde el año pasado hay
más gente en el mundo viviendo en ciudades que en el campo. Y en la próxima
década la gente seguirá migrando de la ciudad al campo. Cómo culparla: la
ciudad ha demostrado ser una solución eficiente para la calidad de vida de una
población. En ese sentido, el lugar específico donde una persona o familia vive
tiene un impacto profundo en su capacidad de cubrir sus necesidades y, si es el
caso, superar la pobreza. Pero el crecimiento de la población urbana en todo el
mundo plantea desafíos tremendos, como apunta el arquitecto Alejandro Aravena,
uno de los socios fundadores (junto a Andrés Iacobelli y Pablo Allard) del
centro de acción Elemental, del cual es director ejecutivo. “Para dar
respuesta al crecimiento urbano de aquí a 2030, deberíamos ser capaces de
construir, sólo en los países en vías de desarrollo, una ciudad de 1 millón de
habitantes por semana usando 1.000 dólares por vivienda durante los próximos 23
años”, explica. “La capacidad de respuesta se está viendo sobrepasada
hoy, y va a ser peor en el futuro”, comenta.
El gran riesgo es que la ciudad, que hasta
ahora ha sido una solución satisfactoria para sus habitantes, empiece a generar
más perjuicios que beneficios. La clave pasará entonces por garantizar que la
ciudad siga generando oportunidades para los más pobres.
19. Menos clases en las salas, más
flexibilidad en la educación.
Según Thomas Frey, el consultor más importante
de Google en temas futurísticos y director ejecutivo del Instituto Da Vinci,
habrá una invasión de softwares educacionales hechos para aprender desde la
computadora, algo parecido a lo que ha pasado con YouTube. La educación será
híper individualizada, adaptada a las necesidades de quien consume y no será
limitada al tiempo que se pase en la sala de clases: se aprenderá lo que se
quiera aprender a la hora que se quiera aprender. “Este nuevo sistema
cambiará dramáticamente los niveles de aprendizaje y de motivación”, dice
Frey. “Todo junto hará que en el futuro, los estudiantes que entren al
mercado laboral sean diez veces más inteligentes de lo que son hoy en día”.