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Tecnosociedad

Noticias Febrero 17, 2007

Carlos Osorio: innovar, ensayo y error

Quépasa
Innovación y el arte de fallar camino al éxito

Innovar es el verbo de moda en Chile, en el sector privado y también en el gobierno. Pero aunque todos quieren subirse al carro, el grueso de las empresas chilenas no sabe cómo hacerlo o no quiere pagar el costo que implica cambiar su ADN y poner en práctica nuevas maneras de hacer las cosas. En la mayoría de las compañías los procesos de innovación son una herejía frente a la idea establecida de lo que significa “hacer las cosas bien”. ¿Quiere empezar a cambiar? Tome papel y lápiz.

Por Carlos Osorio

Continúa:

Con la innovación de moda, un amigo me dijo casi enojado: “Nadie se levanta en la mañana y dice: hoy voy a innovar. Pocos son tan creativos para eso”. Falso. Hay gente que lo hace, y no necesariamente son personajes tremendamente creativos? al menos no en el sentido del tipo que se le prende la ampolleta y grita ¡Eureka!

Se puede aprender a innovar. No sólo eso, sino que se puede aprender a hacerlo de manera consistente y, aún más importante, de manera predecible. Existen procesos bien definidos que nos permiten generar mayor número de innovaciones: ésta es una realidad documentada y probada empíricamente.

Mi amigo contraatacó diciendo: “Si existen los procesos de innovación y se puede aprender a innovar, ¿por qué entonces las empresas en Chile no lo hacen más? Si existe esta ‘tecnología de la innovación’, ¿por qué no se utiliza más?”. La primera razón es que la mayor parte de las empresas no los conocen. “Ah? asimetrías de información”, dijo el economista. Una segunda razón, sin embargo, es que el común de las empresas no están dispuestas a pagar el precio de hacerlo.

“Viejo, cualquiera pagaría el costo de aprender? seguro que los fees de consultoría son menores a lo que generaría mi empresa con esas capacidades”. Problema. No se trata de cuánto cuesta que le enseñen a una empresa: claramente este tipo de inversión se pagaría. Se trata del costo de la empresa para aprender y poner en práctica nuevas maneras de hacer las cosas. Se refiere al costo financiero, emocional, y en pérdida de oportunidades generado por los cambios estructurales, culturales, estratégicos, de operación y organizacionales necesarios para implementar exitosamente procesos de innovación. Es como cambiar su ADN.

“¡Ya viejo, para? si las empresas son harto más racionales que eso! Si saben lo que les conviene, lo van a hacer”. Bueno, no necesariamente. Un tipo nacido en Milwaukee en 1916 nos dio algunas razones importantes que explican lo contrario. El tipo era Herbert Simon, profesor de Carnegie Mellon; su teoría era la de Bounded Rationality, y le dieron el Nobel de Economía en 1978 por ayudarnos a entender por qué las firmas no siempre siguen los cursos de acción que más les convienen. Hay puntos ciegos.

Esto sucede incluso en empresas que crecieron exitosas basadas en innovaciones pasadas. Es lo que Clayton Christensen, de Harvard, define en su Dilema del Innovador: la manera en que empresas grandes y exitosas fallan en su camino al éxito y hasta dejan de existir al hacer “todo lo correcto”. Sus éxitos, manera de hacer las cosas y capacidades, se convierten en obstáculos que los vuelven ciegos a la relevancia de ciertos cambios tecnológicos y de mercado.

La necesidad es la madre de todas las ciencias

Pero ¿qué es innovación? Nelson y Winter definen innovación como cualquier cambio no trivial en producto, servicio o proceso sin que haya experiencia previa y que satisface una necesidad. Esto incluye desde la creación de nuevas soluciones a problemas antiguos, hasta el uso de soluciones antiguas a nuevos problemas.

Pongámoslo de esta manera: seguro que su empresa tiene problemas que, de solucionarse, podrían marcar una diferencia significativa. Por ejemplo: ¿Cómo aumentar el consumo de su producto o servicio en un nicho específico de mercado? ¿Cómo aumentar sus ventas en un 20% mediante una nueva experiencia de compra? o ¿cómo duplicar el desarrollo de nuevos productos y servicios en su compañía? Piense en una necesidad de su empresa y elabore una pregunta similar ¿Cómo?(complete la frase)??

Al final del día, la mejor chispa para iniciar un incendio innovador es identificar una necesidad o problema, y articularlo bien en un objetivo que se ha tomado la decisión de alcanzar.

Por ejemplo, ¿cómo crear un reloj despertador que obligue a su dueño a levantarse y realmente despertar? Usar un despertador común no siempre funciona, aunque lo pongamos lejos de la cama. Con esta pregunta en mente, Gauri Nanda inventó Clocky, un reloj que cuando llega la hora, no sólo suena estrepitosamente, sino que corre por el suelo y se esconde hasta que su dueño lo apaga. Luego del ejercicio matutino de atrapar un despertador desbocado, el único camino es la ducha. Se vende como pan caliente en EE.UU. Esto dio pie para que Gauri creara una empresa que diseña productos que “una vez que los has usado, no sabes cómo has podido vivir sin ellos”. ¿Qué tan potente podría llegar a ser una empresa como ésta? A ver? que levante la mano quien tiene una iPod.

Por otro lado, su empresa puede haber generado una tecnología, producto o subproducto inesperado debido a un error, y no encontrar una utilidad aparente. ¿Un caso? El Post-It de 3M. En 1968, Spencer Silver estaba tratando de inventar un nuevo pegamento extrafuerte para 3M. En cambio, descubrió uno extradébil. En el momento no se le encontró ningún uso. Unos seis años después, Arthur Fry necesitaba una manera de fijar marcadores en su libro de canto (él era miembro del coro de su iglesia). Tiempo después, la necesidad de Fry encontró su solución en el descubrimiento de Silver. Fry vio su potencial y lo probó repartiendo prototipos de Post-It a secretarias y compañeros de trabajo y viendo qué pasaba. El resto es historia.

Hacer las cosas bien: diferencias entre la empresa típica y la innovadora

Para la mayoría de las empresas nacionales las buenas prácticas de innovación son una herejía frente a su entendimiento de “hacer las cosas bien” y de “capacidades necesarias”.

Mientras en la empresa de hoy se incentiva a los empleados a poner atención a las directrices de sus jefes y aprender de sus pares, en la empresa innovadora necesitamos gente que desafíe las directrices jerárquicas y a sus pares. Es muy poco probable que los jefes tengan la razón y sean la fuente de las mejores ideas. Sin embargo, son quienes están en mejor posición para matar las ideas de mayor potencial.

Mientras la empresa eficiente trata de aprender todo lo que pueda de quienes han resuelto problemas similares a los que enfrenta, en la empresa innovadora no tratamos de aprender nada de quienes dicen haber resuelto los problemas que queremos resolver. En esto somos campeones en Chile. ¿Cuál es el acto reflejo del chileno? “Para comenzar, veamos qué nos dice la experiencia internacional”. Típico ejemplo de provincianismo rasca que lleva a copias o innovaciones incrementales sin mayor relevancia. “Copiar no es malo” dicen algunos. Es verdad, pero no hacerlo puede ser aún mejor.

¿De dónde sacamos nuestra fuerza de trabajo? Mientras las empresas a las que se admira hoy en Chile contratan a sus ejecutivos de un grupo reducido de colegios, universidades y perfiles, las empresas innovadoras buscan la diversidad en todos los ámbitos y contratan gente que probablemente no necesitan y que, en muchos casos, hacen que los reclutadores se sientan incómodos. Un profesor de MIT decía: “A menudo las mejores mentes vienen en cuerpos que no saben hablar”. Pero claro, eso parece ser demasiado para nosotros, como lo muestran varios estudios. Los headhunters no son precisamente una ayuda en este sentido.

Mientras la mayoría de las empresas premian el éxito y castigan el fracaso, en la empresa innovadora premiamos el éxito y las fallas, y castigamos la inactividad. ¿Cómo es eso de premiar las fallas?

Las fallas preparan su camino al éxito

¿Fallar? ¿En Chile? Mal, mal. Aquí no nos gustan los que fallan, nos gustan los que triunfan exitosos. Fallas no sirven. Queremos innovadores que le den el palo al gato a la primera, y queremos emprendedores que no quiebren ¿Se habrá visto estupidez más grande? Con esto, más que el sueño del pibe, estamos cimentando aún más nuestra cultura de aversión a ser innovadores. César Barros nos daba buenos ejemplos chilenos en “El miedo chilensis de tirarse a la piscina” (Qué Pasa edición N° 1866).

La mejor manera de asegurarse el fracaso en el camino al éxito empresarial es, justamente, tenerle miedo a fallar.

Innovar es ambiguo, incierto y riesgoso. Y los procesos de innovación son la mejor manera para eliminar parte de la ambigüedad, incertidumbre y riesgo asociados a la innovación y nuevos emprendimientos.

Primero tomamos una de estas preguntas, luego invertimos tiempo en observar y entender su contexto y actores. Luego generamos la mayor cantidad de ideas posible. “¡Ah! Brainstorming? típico”. Todos hemos participado de una sesión de lluvia de ideas ¿Correcto? Falso. Yo apostaría que la mayoría de los chilenos ha participado de algo que se parece -y bien poco- a una lluvia de ideas? más como a una garúa de ideas.

En una lluvia de ideas bien hecha se pueden generar entre 100 a 150 ideas en 60 minutos, donde sólo 10 de ellas son ideas sólidas. Mientras en una empresa típica se identifican ideas que parecen prácticas y potentes, se convence al resto que tienen sentido, y se decide implementarlas, la empresa innovadora identifica ideas que parecen ridículas o poco prácticas, nos convencemos que van a tener éxito y planeamos implementarlas.

Siempre es más fácil probar que una idea que parece razonable puede resultar. Sin embargo, ¿cómo llegar de 150 ideas a un concepto final? ¿Cómo probar cuáles sirven?

Ahí es donde está el rol y potencial de aprender de las fallas mediante experimentación y prototipeo rápido. La mejor manera de hacerlo es fallar mucho y hacerlo lo antes posible. Hay que invertir en experimentar, probar que las ideas y conceptos no funcionan, descartarlos, y seguir adelante. Así, aprendemos de las fallas, y seguimos con un proceso de prueba y error con aquellas ideas que sí parecieran crear valor.

Con esto lo que estamos haciendo es asegurarnos de no cometer errores en el proceso. Queremos fallar, no queremos ser negligentes en el proceso de innovación. Los errores no generan aprendizaje porque, en la mayoría de los casos, no generan información útil.

¿Quiere empezar a cambiar? Tome papel y lápiz. Cree tres columnas. En la primera describa qué significa “hacer las cosas bien” actualmente en su empresa, en la segunda haga un listado de lo que hemos descrito aquí. En la tercera escriba ¿qué necesita para pasar de lo primero a lo segundo? Discutiremos más en columnas futuras.

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Noticias Febrero 16, 2007

Google: la mente colectiva

Virtual Mind

Cuando Sergio Melnick habla de tendencias es cuando más lúcido aparece. Como todo aspirante a gurú, ese es su espacio en que se luce, y como intelectual visionario, se equivoca siempre (o casi) que se inmiscuye en la vida real concreta. Ser ministro de Pinochet o intentar hacer crítica política irónica que le sale ingenua y superficial son muestra que ese no es su territorio. En TV (tolerancia cero) tiene un rol similar a Fernando Villegas, pero su falta es que tiene partido (la religión del mercado) y Villegas no. No es el único, Alejandro Guillier, asesora al Gobierno. El caso es que me reconcilio con Melnick (serán los años) cada vez que lo escucho ayudarnos a entender los desafíos del futuro. En su nota de La Segunda, no queda muy claro cuál es esa mente virtual de internet, pero si es meridiano en mostrar la avalancha de la información que traen herramientas como Google y los equipos inalámbricos, cosas que nos cambiarán la realidad para siempre. Sus detractores se equivocan en descalificar sus predicciones, basados en que fue ministro de la dictadura o porque aún es poca la gente a bordo de la red. Esto último es justamente el desafío, apurar el tranco para subir masivamente a la población a este nuevo mundo de aprendizaje, relaciones y creación de valor. Es otra mente:

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Blog La Segunda
Google: una apuesta a la mente colectiva
Sergio Melnick

Los computadores están muriendo. Suena paradójico pero así es. La máquina no es lo mismo que la tecnología, como no lo es el gobierno y el Estado, o el lenguaje y el idioma, o la mente y el cerebro.

Cuando se dice que el computador está muriendo, ello se refiere a la máquina, no a la tecnología de la computación, que está vivita, coleando, y creciendo de manera exponencial. Sólo faltan 20 o 25 años para que la capacidad de proceso de los computadores sea equivalente a la de un cerebro humano. Hoy está entre una araña y una lagartija. Pero se desarrolla a velocidad exponencial. En unos pocos años más, un chip de computador podrá tener mil millones de transistores. Un supercomputador podrá procesar 100 mil millones de operaciones por segundo. ¿Para qué requiere la sociedad esa tremenda capacidad de proceso? Esa es la clave a seguir.

El computador que está muriendo es el que conocemos hoy, simbolizado en el ???PC??? en sus diversas formas, y que es hijo de la analogía con el cerebro humano. En esa dirección ha avanzado de manera quizás prodigiosa. Pero el mundo viaja ahora en otra dirección.

Hoy la civilización ya ha empezado a construir algo así como una ???mente colectiva tecnológica???, cuya guía ya no es el cerebro. El computador sólo servirá para acceder a esa ???mente???. Y para eso sólo basta un teléfono digital moderno. Es la revolución en curso.

Cuando se pide una búsqueda al rey Google, éste buscará en más de 10 o 12 billones (miles de millones) de páginas, que es probablemente sólo un 10% de las que existen. Todo esto está lejos de nuestro alcance mental. Se trata literalmente de otra ???realidad???.

El desafío ahora es la administración del conocimiento, no su acumulación. Esa pelea está perdida. Ese es el desafío educativo real moderno, no la LOCE ni el pase escolar.

Google está embarcado en el proyecto de levantar la biblioteca virtual más grande de la historia y llegará pronto a más de 10 millones de volúmenes. Una gran biblioteca del siglo 15 tendría quizás unos 2.000 volúmenes. Ya se han sumado al esfuerzo de Google varias universidades americanas. Sólo por ahora, todo eso es gratis. El Parlamento Europeo ve eso como amenaza y tiene también el proyecto de una biblioteca virtual similar.

Es duro lo que voy a decir, pero el libro está obsoleto. Es una herramienta del conocimiento del siglo 16, que simplemente no es ???competente??? para el movimiento actual de la información. Es simplemente muy lento y los libros no saben hablar ???entre sí???. Que el libro esté obsoleto no significa que la lectura lo esté: ahora se leerá más que nunca, pero de otra manera. Antes de la escritura, la fortaleza humana estaba en la memoria, que fue ???sacrificada??? por el libro. Le ha llegado el turno a este maravilloso gigante.

Todo esto es parte de lo que se llama internet 2.0. Una nueva forma de internet en que todo se trabaja ???allá arriba??? en forma colaborativa, a diferencia de la 1.0, en que las cosas estaban en lugares de ???alguien??? a los que la red permitía acceder. El ejemplo clásico es la wikipedia, que ya reemplazó a la enciclopedia británica como paradigma del saber.

Google ya se hizo de YouTube, porque las imágenes son más poderosas que el texto. El 32.% de los usuarios de YouTube ve menos televisión por visitar el portal, y quitarle audiencia a la TV sí que es gracia. También es una señal que debemos empezar a ???ver???. Si lo piensa bien, verá que ningún canal tiene buenos portales de internet o al menos innovadores, ¿por qué será?

Todo el conocimiento está siendo depositado en la nueva mente tecnológica de la humanidad. Ahora están apareciendo herramientas como las ???infonubes??? personales, de manera que podamos administrar todos nuestros datos, música, imágenes y programas en ???la red??? y no dependan ni de los aparatos (máquinas) que tenemos ni del lugar donde estamos. El e-mail es lo más obvio.

No cabe duda de que ganaremos nuevas velocidades, y un acceso al conocimiento como nunca antes, pero almacenado fuera de nosotros. La gran pregunta es ¿y cuál será el costo de este nuevo salto? No es fácil saberlo, pero me temo que será el olvidarse, quizás para siempre, de la mente colectiva original, vínculo básico a la espiritualidad humana.

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Noticias Febrero 12, 2007

Citizendium: el sueño de Larry Sanger

Wikipedia se ha convertido en una herramienta poderosa en internet para investigar en forma fácil y bastante segura acerca de los fenómenos más diversos desde la ciencia a la cultura pop. Hay alguna medición que la valida al nivel de la famosa Enciclopedia Británica, pero tiene sus detractores (ver 12). Entre ellos, uno de sus fundadores Larry Sanger, quien decidió crear otra ???enciclopedia??? global y en red colaborativa (wiki), pero con mayores controles académicos: Citizendium. Veamos qué dice:

Quépasa
“Mi sueño es crear la enciclopedia más fiable de la historia”

Larry Sanger fue uno de los fundadores de Wikipedia, el sitio web más emblemático de la nueva era internet. Sin embargo, abandonó el proyecto, arguyendo que la enciclopedia virtual más exitosa del mundo hoy es dirigida por especies de “bandas callejeras” que se apropiaron de ella. Por eso se embarcó en un nuevo emprendimiento:Citizendium. En esta entrevista describe cuál es su nueva apuesta en la red.

Por Pablo Pardo

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El pasado 8 de noviembre, apenas unos minutos después de que el secretario de Defensa de EEUU, Donald Rumsfeld, dimitiera, el Departamento de Estado envió a todos los periodistas extranjeros acreditados en Washington un correo electrónico con la biografía del ya ex jefe del Pentágono. El e-mail, simplemente, remitía a una página web: http://en.wikipedia.org/wiki/Donald_Rumsfeld. En otras palabras, la administración Bush recomendaba a la prensa consultar una web anónima, sin ningún tipo de supervisión oficial, y que forma parte de un proyecto que parece sacado de un cuento de Jorge Luis Borges: la creación de una enciclopedia infinita, constantemente actualizada, creada por voluntarios de todo el mundo, igual que la “dispersa dinastía de solitarios” a la que el escritor atribuyó la creación de la imaginaria Enciclopedia de Tlön.

Sólo que en este caso la Enciclopedia se llama Wikipedia, un nombre que procede de la palabra hawaiana wiki, que significa rápido. Y no es obra de ninguna “sociedad secreta y benévola”, sino una iniciativa sin ánimo de lucro de dos estadounidenses: Larry Sanger (38) y Jimmy Wales. Al contrario que en el relato de Borges, Wikipedia no ha necesitado tres siglos para conquistar el mundo. Le han bastado seis años escasos desde que el 15 de enero Sanger la lanzó, como una continuación del proyecto Nupedia, basado en el software wiki, que permite que cualquier persona, desde su ordenador, cree, modifique o borre contenidos de la enciclopedia sin necesidad de registrarse ni tan siquiera de identificarse. Así ha nacido un monstruo con seis millones de entradas en 250 idiomas, aunque el inglés, con 1,5 millón de artículos, es el dominante. La revista Time declaró Persona del Año de 2006 a los usuarios de páginas web que tienen contenidos generados por el público, como Wikipedia.

Pero, a pesar de su éxito, Wikipedia es controvertida. Está plagada de errores y sus contenidos son desequilibrados. La entrada de Donald Rumsfeld arrancaba definiéndolo como “asesino en masa de Irak”. El artículo sobre Madonna es casi el doble de largo que el de Platón. Y las peleas entre los autores son de una ferocidad increíble. Entradas como Tarta de manzana o Clima de Baltimore han provocado brutales debates on line.

Así que Sanger, que dejó el proyecto en 2002, quiere lanzar otra Wikipedia. Pero esta vez, controlada. Se llama Citizendium, y en ella una serie de expertos en diferentes materias controlarán la calidad de los artículos. Sanger, cuyas relaciones con Wales son muy malas -“no somos enemigos, pero no nos hablamos”-, quiere así “crear una cosa que combine el dinamismo de internet en general y de Wikipedia en particular con la fiabilidad de los expertos”.

-¿Cuál es su sueño?
-Crear la enciclopedia mayor y más fiable de la Historia.

-A Borges le gustaría Citizendium, porque parece más elitista, menos democrática que Wikipedia.
-Tal vez. Porque Borges era un idealista, y los idealistas a menudo son elitistas. Pero yo prefiero pensar que Wikipedia es en realidad una comunidad dirigida más bien por el equivalente de bandas callejeras. En otras palabras: el que más insiste en dar una determinada orientación a los contenidos suele acabar imponiendo sus puntos de vista. Así que lo que yo voy a crear es más bien una república representativa. No es una democracia directa, pero tampoco un barrio controlado por mafias.

-Hay mucha controversia acerca de si la red extiende el conocimiento o lo vulgariza.
-Internet es como el libre mercado. Produce una enorme cantidad de basura y también de cosas excelentes. Te pone información al alcance de los dedos. Y puedes utilizarla, si no para ser más inteligente, sí al menos para tener conversaciones más profundas. En otras palabras, puedes iniciar una conversación sobre algo de lo que nunca habías oído hablar hasta ahora y, gracias a Wikipedia o a otras páginas, incluso puedes acceder a fuentes originales sobre esa materia. En términos de acceso a información, es muy positivo.

-¿Pero no es la panacea?
-Claro que no es la panacea para todo. A mucha gente los árboles no le dejan ver el bosque. Y, si tiene mucha información, puede tener dificultades para integrarla de forma coherente. No es un problema nuevo. Durante siglos -tal vez milenios-, mucha gente ha confundido acumular datos con educación. E internet no va a solucionar ese problema, aunque los proyectos en colaboración -como Wikipedia o Citizendium- obligan a poner conocimientos juntos.

-Las enciclopedias más famosas -la francesa y la británica- surgieron en la Ilustración, como una forma no sólo de expandir el conocimiento, sino también de alterar el orden social y político. Pero internet no persigue cambiar el mundo.
-Yo creo que a Diderot (uno de los padres de la Enciclopedia) le gustaría la idea de utilizar la red para poner orden en una enciclopedia, en buena medida porque internet puede ser utilizado para realizar cambios sociales positivos. Además, los ilustrados también creían que la difusión del conocimiento en general tenía un efecto liberador en las personas. Y estaban en lo cierto. Pero mi objetivo no es difundir una ideología. Yo creo que internet es revolucionario porque nos permite tener cantidades gigantescas de información neutral. Y, además, ese proceso no ha hecho más que empezar. Creo que en 10 ó 20 años habrá herramientas de búsqueda mucho más sencillas y eficaces que Google o Wikipedia. La gran pregunta es ¿cuál será el resultado de esa revolución? Pero no hay respuesta. Eso no lo sabemos.

“No te haces rico con esto”

-Usted es profesor de Epistemología. ¿Ha pillado a algún alumno haciendo lo que en EE.UU. los estudiantes llaman wikipapers, es decir, escribiendo trabajos basados en Wikipedia?
– Cuando daba clase en la Universidad de Ohio, siempre tenía que bajarle la nota a algún alumno porque descubría que se había basado en Wikipedia. Y es que resulta un buen punto de partida para escribir un trabajo, porque es en su mayor parte fiable. Pero escribir un trabajo basándose en ella es un fraude.

-Ahora regresa a Ohio, después de llevar viviendo un tiempo en Silicon Valley, en California.
– Sí. Citizendium, como Wikipedia, es un proyecto sin ánimo de lucro, así que no te haces rico con esto. Y vivir en Silicon Valley es carísimo. Aquí no nos podemos comprar una casa. Así que me vuelvo a Ohio con mi mujer y mi hijo. Además, allí tengo amigos.

-¿Va a dirigir Citizendium desde Ohio?
– No sólo desde Ohio. También desde Rusia, porque mi mujer es rusa.

-¿Cuántas horas se pasa en internet?
– Bueno, teniendo en cuenta el tiempo que paso trabajando, más los e-mails personales que intercambio, las noticias que leo… Calculo que entre 8 y 10 horas diarias.

-¿Y nunca se ha propuesto estar una semana sin conectarse?
-Eso sería muy duro. Pero sí he pensado en estar una semana sin dedicarme a Citizendium. Aunque eso es algo que no puedo hacer, al menos en esta fase del proyecto. Porque sé que si lo dejara, se colapsaría.

-En Wikipedia, las discusiones son feroces. En Citizendium va a haber muchos profesores universitarios involucrados en el control de calidad. ¿No le preocupan los egos de los académicos?
-Bueno, no va a participar gente que está obsesionada con que su nombre aparezca, porque se trata de un proyecto anónimo e igualitario. Soy consciente de que los académicos tienen una reputación de ser egocéntricos y propensos al debate. Pero, se lo digo en serio, comparados con el colaborador medio de Wikipedia, son auténticos santos.

El dilema YouTube

“Yo creo que YouTube es un fenómeno increíble, sobre todo por su rápido crecimiento, que ha hecho que en apenas 18 meses de existencia valiera los US$ 1.650 millones que Google pagó por ella, aunque yo lo uso para ver videos de música celta, que es la que me gusta”, dice Sanger.

-Pero YouTube es también una máquina de violar derechos de autor.
-Sí. Tradicionalmente, yo he sido un defensor de los derechos de autor, aunque estoy de acuerdo con Lawrence Lessig, de la Universidad de Stanford, que afirma que en los últimos años los grupos empresariales que controlan los derechos de propiedad intelectual han extendido el copyright a cosas que nunca habían sido objeto de propiedad intelectual. Eso es ridículo. Pero no es menos cierto que YouTube ha creado esencialmente una base de datos que permite a sus usuarios violar los derechos de autor. Y eso es un problema. Porque, además, el valor de esa base de datos, aumentado por su facilidad de acceso, es incalculable.

-Al comprar YouTube, Google dijo que iba a pagar a los propietarios de derechos de autor debido a ese problema.
-Google va a pagar unos pocos cientos de millones de dólares a los propietarios de los derechos de autor. Pero esa gente son empresas. Dudo que los artistas afectados vayan a ver algo de ese dinero. El mundo necesita una enorme dosis de creatividad en todo lo que se refiere a copyright e internet. Cuando los usuarios cuelgan videos, están dando dinero a los propietarios de YouTube.

-¿Y usted cree que la persona que cuelga videos en YouTube, se preocupa por los derechos de autor que viola o por los beneficios de los accionistas de Google? ¿O simplemente quiere ver videos?
-Habrá que esperar para saberlo. Ahora mismo estamos en el nacimiento del internet del futuro. Las empresas que operan en la red van a tener que imitar a las entidades sin ánimo de lucro si quieren retener a un sector de su audiencia al que le preocupa estar dándole dinero a alguien cada vez que se conecta a internet.

© Diario El Mundo

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Noticias Febrero 1, 2007

Google por dentro: cultura

Más que capturar las destrezas y las técnicas de las empresas exitosas, se trata de abrirse a una comprensión ???no sólo conceptual, sí de intuición y sensibilidad- de su cultura, de la mente que la imagina y pone en marcha, de sus percepciones y disposiciones, máxime en las empresas que encabezan el horizonte de la era digital, como Google. Aquí un artículo de Quépasa entrega una muestra del ???planeta??? Google:

Quépasa
Planeta Google

Estos hombres y mujeres gestionan la maquinaria que atiende unas 1.000 millones de consultas diarias. Entramos en Googleplex, la sede en California de la empresa puntocom más exitosa del planeta. Ahí está el cerebro desde el que se gestiona el buscador más influyente de internet. Un enorme centro de poder que factura en torno a 9.000 millones de dólares anuales y donde no hay horarios, los empleados van en skate y el secretismo es la norma.

Por Patricia Fernández de Lis (El País)

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“¿Qué hay dentro de la mente de un googler?”, pregunta uno de los ingenieros de la compañía. Sus compañeros empiezan a responder: “Ilusión. Sorpresa. Cambio. Indiferencia. Un plan B. Más ilusión”. Las opiniones aparecen pintarrajeadas en un “tablero de ideas”: así es como llaman internamente a las decenas de pizarras que hay por todo Googleplex, la sede central de Google, en plena California. Las pizarras reflejan las ideas, bromas e inquietudes de 3.000 cerebros que están detrás de la compañía más importante de internet en el mundo.

Son los ingenieros informáticos más brillantes del planeta. Los que más dinero ganan, los que mejor comen, los que más se divierten y los que más fácilmente pueden dedicarse a explorar sus propios intereses dentro de su tiempo de trabajo. Pero son también los que más han tardado en conseguir su empleo (han tenido que pasar hasta ocho entrevistas) y los que más sufren la presión de tener que innovar a cada minuto. Google parece querer ostentar cada día el récord mundial en lanzamiento de productos, así que trabajar aquí exige tener el cerebro en marcha en todo momento. En los baños de Googleplex hay ejercicios matemáticos colgados de las puertas. Ni siquiera entonces los ingenieros dejan de pensar.

“Atraemos a mucha gente inteligente”, confirma Eric Schmidt, presidente de la compañía. Google, explica, contrata a unas cien personas a la semana; la única manera de alimentar la maquinaria de una compañía que, según Deloitte, es la que más rápido ha crecido en la historia: sus ingresos han aumentado 437% en cinco años: desde los apenas 200.000 dólares que facturaba en 1999 hasta los más de US$ 961 millones de 2003. Dan Farber, editor de la prestigiosa publicación tecnológica Cnet, dice: “Google experimenta una fase de hipercrecimiento. Es la evolución natural de una empresa que tiene el liderazgo en el mercado más dinámico del mundo (internet) y la absoluta creencia, de que puede tener éxito en todo lo que intente”.

Google trabaja en 112 países, pero el corazón de todo su negocio -o mejor, su cerebro- está en Mountain View, en pleno Silicon Valley, la meca tecnológica mundial.

Googleplex no es una ciudad, ni siquiera un parque tecnológico. Es un conjunto de edificios situados a cierta distancia, que los googlers recorren a pie, en bicicleta o en skate. El campus está a una hora en tren de San Francisco, y a un tiempo indefinido en coche, así que, para que sus empleados aprovechen productivamente los tacos, Google ha puesto a su disposición varios autobuses gratuitos que realizan diariamente el recorrido entre la ciudad y la empresa. En los autobuses hay acceso inalámbrico a internet. Los ingenieros pueden de ese modo usar sus PC portátiles para trabajar mientras se desplazan al trabajo o vuelven a sus hogares. Ya no pueden perder el tiempo ni en los baños ni en los tacos.

Tampoco en las cafeterías. Dicen que Google sirve las mejores comidas de todo Silicon Valley, cortesía de su primer cocinero, Charlie Ayers, antiguo chef de la banda Grateful Dead. Según explica Ayers en el libro “Google”, de David A. Vise, los fundadores de la compañía, Larry Page y Sergey Brin, querían que sus trabajadores fueran productivos y no perdieran tiempo al salir de la empresa para comer, así que le pidieron que las comidas fueran sanas, variadas y sabrosas. Lo son. Hay una cocina en cada planta de cada edificio, con bebidas, fruta fresca y tentempiés. Todo gratis. Y hay 11 cafeterías, entre ellas una de comida orgánica, donde todo lo que se consume ha sido cultivado allí.

Google tiene también una declaración de intenciones: organizar la información, y hacer que sea accesible desde cualquier lugar. Puede parecer simple y hasta naif, pero la frase resume toda la estrategia de este buscador, el primero de la red, que atiende unas mil millones de peticiones al día. Es la idea que llevó a dos jóvenes universitarios a montar un buscador de internet que funcionara de verdad.

Louis Monier, creador del buscador Altavista, el líder hasta que apareció Google, trabaja para su antigua rival (los fundadores de Google lo contrataron para que hiciera, literalmente, “lo que le diera la gana”). Y explica: “Buscar es una actividad central en internet, está en su mismo origen. Pero buscar es un término muy simple para describir una actividad muy complicada”.

Supongamos que un internauta introduce la palabra “Saturno” en su buscador. Espera que sepa discernir si se habla de un planeta o una marca de coches, si busca comprar o vender, quiere documentos o imágenes. Antes de Google, además, los buscadores se limitaban a organizar los resultados por el número de apariciones de la palabra en una página, y no por la importancia de ésta.

Los fundadores de Google investigaron cómo convertir la relevancia de una web en un algoritmo matemático. Volviendo al ejemplo, si uno busca datos sobre el coche Saturno, lo más probable es que quiera, en primer lugar, información oficial de la compañía, y no las miles de páginas que mencionan el planeta. Brin y Page decidieron que la mejor manera de determinar si una página era relevante para una búsqueda era premiar el número de veces que era enlazada por otra. Es probable, seguía el razonamiento, que las críticas o artículos que hablan del Saturno contengan enlaces a la página principal de la compañía, así que ésa es la más importante para el usuario. Fue la primera vez que un buscador introducía relevancia social además de conceptos tecnológicos.

Brin y Page convirtieron su idea en la patente 6.285.999 y, como fanáticos de las matemáticas, dedicaron su nombre al número que representa un 1 seguido por 100 ceros, aunque lo deletrearon mal -es googol en vez de google-. Cuando se dieron cuenta, ya era tarde. La idea era un éxito total. El buscador funcionaba a la perfección, y la página era blanca, limpia, clara. Se cargaba a toda velocidad y prescindía de publicidad (sólo después decidió insertar anuncios, siempre separados de la información). Miguel Cuesta, que edita desde hace cuatro años un blog dedicado por entero a Google (http://google.dirson.com), explica: “No fue necesario ni un centavo para darlo a conocer. El boca a boca de los usuarios fue la única herramienta de marketing y la principal garantía de su éxito”. Ese éxito se ha traducido en 380 millones de usuarios al mes, 9.000 millones de dólares en ventas y un valor en Bolsa de 145.000 millones de dólares.

Google gana su dinero gracias a los anunciantes que compran palabras en el buscador. Así, por ejemplo, si un internauta introduce la

palabra “automóvil” en Google, verá los “enlaces patrocinados”. Las empresas que se anuncian allí han pujado por esa palabra, lo que significa que el precio de cada una de ellas es variable.

“Lista de las cosas que le gusta hacer a un ingeniero”, escribe otro informático anónimo en uno de los tableros de ideas del campus. “Comer. Quejarse. Hacer listas. Desear echarse novio o novia. Mandar correos electrónicos. Dormir”. “En un sofá, en el trabajo”, añade otro. En Google se trabaja mucho, nadie lo oculta. Pero también, explican, se trabaja de forma diferente. El presidente, Schmidt, cree que la compañía tiende de forma natural al caos. “En el día a día no estás muy seguro de lo que sucede. Este proyecto quizá se lance, este otro quizá esté en problemas, este otro es una nueva idea? Cada día miramos qué funciona y qué no”.

En un día cualquiera de diciembre, por ejemplo, Schmidt y su equipo han revisado los sistemas que utilizan en los centros de datos, los acuerdos en publicidad, y el funcionamiento de la niña bonita, YouTube, que acaba de ser adquirida por unos 1.600 millones de dólares. “Al final estamos todos cansados, nos vamos a dormir y, al día siguiente, hacemos lo mismo, pero es completamente diferente. Si quieres trabajar en algo creativo, es porque sientes que tus ideas se escuchan”.

Los ingenieros confirman que ésta es una compañía distinta. Marissa Mayer, la vicepresidenta, lo explica dibujando un triángulo. Cuenta que la organización de la mayor parte de las empresas modernas procede del mundo industrial, de las líneas de ensamblaje, donde alguien siempre supervisaba el trabajo de otro. Es una organización piramidal, donde cada empleado realiza un trabajo individual que es supervisado por otro trabajador, que a su vez es supervisado por un gerente? y así hasta llegar al presidente.

Google, asegura, funciona más bien como una red, donde los equipos, las responsabilidades y los papeles de cada trabajador fluyen y cambian sin parar. “La jerarquía aquí es completamente plana”, asegura Hugo Fierro, un ingeniero español de 24 años que trabaja en la sede de la compañía en Nueva York. “Tienes acceso a todo el mundo, incluidos los fundadores”.

La forma en la que Google intenta fluir se llama “regla del 70-20-10”. ??sta es la manera en la que los empleados distribuyen su tiempo de trabajo. El 70% deben dedicarlo al negocio principal, es decir, las búsquedas, Google aún debe el 99% de sus ventas a los anuncios insertados en su buscador. Es lo que Marissa Mayer llama “el problema del donut”: el agujero que hay en medio del bollo es el que determina que el donut sea lo que es. El agujero, en el caso de Google, es el buscador.

En la búsqueda de los nuevos productos revolucionarios con los que Google alimenta continuamente el mercado, los ingenieros pueden dedicar el 20% de su tiempo. Investigan servicios no directamente relacionados con el buscador. Así surgió, por ejemplo, Google News, que localiza noticias entre medios de comunicación del mundo, o Gmail, el correo electrónico.

El 10% restante del tiempo puede usarse en desarrollar cualquier idea, por muy extraña, extravagante o absurda que parezca. Como, por ejemplo, construir el esqueleto de un Tiranosaurius Rex en uno de los jardines del campus.

Con este reparto del tiempo, Google quiere fomentar la creatividad de sus ingenieros. Los informáticos son gente especial. Por regla general, pueden olvidarse de comer, de dormir o de buscarse novia si el trabajo les satisface. Pero muchas empresas de Silicon Valley han sido creadas por ingenieros frustrados por un trabajo poco innovador, y que además estaban forrados de opciones para comprar acciones (las famosas stock options). El valor en Bolsa de Google ha llegado a los 500 dólares por acción, así que sólo queda compensar a sus empleados para que desarrollen esas ideas brillantes, pero dentro de Google.

A los trabajadores no les gusta contar cuánto ganan, aunque confiesan que están bien pagados, y tampoco quieren hablar de los billares, los masajes, las pelotas gigantes, los juguetes de lego o los skate o bicicletas para recorrer los pasillos. “Nos hace parecer idiotas”, confiesa uno de ellos.

Lo cierto es que toda la empresa parece un gigantesco y comodísimo hogar, con sofás en cada esquina, comida y bebida en cada mesa, y hasta perros y fiestas. No hay horarios de trabajo, cada cual viene y va cuando se le antoja. Pueden vestir como les parezca, incluso en pijama o bermudas. Y todos los viernes se celebra el llamado TGIF o thank god it’s Friday (“gracias a Dios es viernes”), y toda la empresa, incluidos los fundadores, se reúnen para cantar o comer.

Google es flexible y generosa con sus cerebros. Pero también exigente. No se contrata a cualquiera, para empezar. Un ingeniero con años de experiencia puede ser descartado porque sus notas de la universidad no son muy brillantes. Además, el riguroso proceso de selección incluye media docena de entrevistas personales y complejos cuestionarios para demostrar que, además de los más brillantes, son sociables, pueden trabajar en grupo y tienen intereses lejos del ordenador.

El libro Google recoge una de esas pruebas, en la que se preguntaban cosas como: “En una retícula infinita, bidimensional, rectangular, de resistencias de un ohmio, ¿cuál es la resistencia entre dos nodos que están a un movimiento de caballo?”. O ésta: “Son las dos de una soleada tarde de domingo en la bahía de San Francisco. Usted está a minutos del mar, de los circuitos de senderismo por los bosques de secuoyas y de atracciones culturales de primera. ¿Qué haría?”.

Google crece sin parar. Realiza búsquedas sobre 8.000 millones de webs y más de 800 millones de imágenes. El año pasado, sus ventas crecieron 70%, y su plantilla, 18%. Y ya no sólo es una de las marcas más reconocidas del mundo (junto con Coca-Cola y Apple), sino que su nombre también aparece en el diccionario Webster como sinónimo de buscar.

Pero los empleados creen que la compañía aún mantiene un espíritu modesto. “Esta empresa es ya lo suficientemente grande para influir en la sociedad, pero aún se siente pequeña por dentro”, opina Deep Nishar, encargado de desarrollar el negocio de Google en los teléfonos móviles.

Lo cierto es que, para ser una empresa tan enamorada de los números, Google tiene alergia a revelarlos. Al visitar Mountain View hay que hacerlo acompañado de un miembro del equipo de relaciones públicas, que señala lo que se puede fotografiar y saber. ¿Cuántos empleados trabajan en Mountain View? “No podemos decirlo”. ¿Cuántos edificios hay aquí? “Decenas”. ¿Cuántos empleados hay en total en la compañía? “Unos 10.000”. ¿Cuánto factura Google en los móviles? “No revelamos esas cifras”. ¿Cuánta gente trabaja en el buscador? “No revelamos esas cifras”.

El secretismo de Google es otra de sus señas de identidad, y los ingenieros comulgan con este principio hasta el punto de negarse a contar en qué trabajan. La compañía asegura que ésta es sólo una manera de no dar pistas a sus competidores. Por eso salió a Bolsa asegurando que su objetivo de negocio es “no ser malvada”. O decidió citar en el folleto bursátil a “Larry” y “Sergey”, sin apellidos, lo que le valió una amonestación por parte del supervisor bursátil.

The Economist publicó en mayo del 2006 un artículo muy largo y muy crítico con Google. En él describía su manera de contratar ingenieros, que incluye publicar carteles con acertijos matemáticos en las carreteras de Silicon Valley. La revista hablaba del “presuntuoso humor” de Google, sus “obsesiones matemáticas” y su “arrogante creencia de que es el hogar natural de los genios”. “Google quiere ser diferente del resto de las compañías”, confirma Miguel Cuesta. “Salir a Bolsa con un sistema de pujas al margen de los grandes bancos o contratar ingenieros poniendo acertijos en vallas sintoniza con el público más influyente de internet: jóvenes tecnologizados que aconsejan a sus familiares y amigos sobre qué herramientas hay que utilizar”.

Pero Google sabe que su tamaño e influencia crecen al ritmo que el temor a que abuse de ellos. Y ése es “su principal talón de Aquiles”, según Cuesta. Su decisión de desembarcar en China aceptando la censura gubernamental, o su manejo de los datos privados de los usuarios, han suscitado quejas y críticas nunca escuchadas en sus escasos ocho años de vida. “Google sabe que corre el peligro de que el público deje de verla como el amigo que ayuda a buscar y entienda el riesgo de que exista una sola empresa que pretende poner en orden toda la información mundial”, dice Cuesta.

Según Dan Farber, “al día de hoy, Google no manifiesta un deseo para extender su poder y controlar el ciberespacio, pero está llegando a una posición donde podría abusar de ese poder”.

“¿Cuál es el plan maestro de Google”, se pregunta un ingeniero en otro de los tablones de ideas. La compañía está obsesionada por que sus ingenieros se afanen en hacer accesible toda la información: artículos periodísticos, libros, fotografías, películas, series y programas de radio. Siguiendo con el ejemplo del Saturno, y según explican los informáticos, en un futuro las búsquedas incluirán páginas, documentos e imágenes del coche en la misma página. Y serán completamente personalizadas, así que el buscador sabrá cuándo nos interesa, en realidad, saber algo sobre el planeta y no sobre el auto.

Claro que, para ello, habrá que confiar a Google muchos más datos de los que maneja ahora. Y si confiamos en esa frase de Voltaire que asegura que a una persona se la conoce más por sus preguntas que por sus respuestas, “Google ha descifrado el enigma insondable de los negocios y de la propia cultura humana”, dice John Batelle, autor de Buscar, un libro sobre cómo nació la compañía. Analizando los miles de millones de búsquedas que recibe cada día, dice, ésta es la compañía que sabe “qué es lo que quiere el mundo”.

Para los googlers que han escrito en la pizarra, el plan maestro de la compañía para dominar el mundo es aún más aterrador: “Contratar a Bill Gates, y después despedirle. Después, contratar a Donald Trump, y despedirle también. Y después, contratar a Paris Hilton”.

Marissa Mayer, la vicepresidenta

Además de ser la primera ingeniera que los fundadores contrataron en Google, en 1999, es también la que más lejos ha llegado, ya que ahora se encarga de supervisar todo lo que tenga que ver con el buscador. Inteligente y amable, Mayer explica que tenía 14 ofertas de trabajo cuando realizó la entrevista para Google, nada más terminar su carrera. Entonces sólo trabajaban seis personas y pensó que era un grupo de “gente muy brillante”, aunque Sergey Brin le pareció “duro”, y Larry Page, “algo distraído”. “Parecía un sitio divertido”, recuerda ahora, sonriendo, “pero, a la vez, con una visión muy clara. Pensé que había un 95% de posibilidades de que la compañía fracasara, pero que iba a aprender muchísimo más fracasando en Google que teniendo un trabajo seguro en cualquier otro sitio”.

Chikai Ohazama, director de Google Earth

Cuando uno entra por primera vez en Google Earth es fácil que se pase horas visitando ciudades por el aire o viendo la imagen de su casa desde el cielo. Este programa es uno de los más populares de Google; se ha descargado ya más de 100 millones de veces. Su director es Chikai Ohazama, que, curiosamente, ha vuelto a sus orígenes: en 1998 trabajó en Silicon Graphics, ubicada en el lugar donde está Google hoy. Ohazama fundó después la compañía de mapas digitales Keyhole, que fue adquirida por Google en octubre de 2004. “La idea es que, si tu sueño es ir a un sitio, con Google Earth puedes comprender lo que es estar allí”, explica. Ohazama cuenta que lo que más le ha sorprendido del éxito de Google Earth es “la diversidad de los usuarios, desde el niño de siete años hasta la abuela, pasando por el aficionado a la tecnología”.

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Noticias Febrero 1, 2007

Tv católica en internet

Tv Diocesis Malaga

En el programa de radio Ser Digital (tecnología fácil), de la Cadena Ser de España, que recibo en mi cuenta de Bloglines en formato de podcast, aprendo y recibo una serie de anuncios y puesta al día de lo que ocurre en el mundo digital, internet, aparatos nuevos y contenidos, de modo comprensible para un usuario no experto en tecnologías. Una verdadera curiosidad es el primer canal de televisión por internet de la Iglesia Católica, creado por la diócesis de Málaga, diocesis.tv. El estilo del canal es anticuado, suena a las filminas de pastoral españolas que nos mostraban en mi colegio durante la secundaria, pero es destacable la incorporación de esta tecnología. Ser digital, como dicen ellos “mola”.