De los nativos a las brechas digitales: más allá de los mitos de la edad y el acceso

Juan Freire. La edad no parece un elemento determinante y en todo caso solo actuaría como facilitador dado que evidentemente por su propia historia vital los usuarios más jóvenes han estado expuestos desde fases más tempranas a la tecnología digital. Esto provocaría una cierta correlación entre edad y comportamiento, pero no la brecha insuperable y determinista. Se identifican tres modos básicos de uso de la tecnología, knowking, participating, living, que caracterizarían a tres tipos de usuarios: voyeurs (conocen la existencia de la tecnología pero no la usan), inmigrantes (que participan en las redes digitales, pero de un modo limitado) y nativos (que han adoptado su modo de vida a un uso intenso de la tecnología digital). Podríamos decir que mientras el voyeur sigue viviendo en un mundo analógico, el inmigrante mantiene dos esferas de actividad (analógica y digital) claramente diferenciadas, mientras que el nativo actúa en una realidad híbrida en la que ya no es posible discriminar los ámbitos analógico y digital. Una cuarta son los refugiados, aquellos que ignoran la existencia de la tecnología o “la niegan” actuando como si no existiese.

El concepto de los nativos digitales es uno de los debates emergentes entorno a Internet y al futuro de nuestras sociedades. Su propia existencia, sus características demográficas y su comportamiento social y uso de la tecnología pueden determinar la dinámica social del futuro inmediato y el éxito o fracaso de estrategias políticas y educativas relacionadas con la integración de Internet como motor social y económico y con la promoción de actitudes creativas e innovadoras. Adolfo Estalella ha realizado una excelente síntesis y crítica de las diferentes hipótesis e ideas que se confrontan en este debate en El mito de los nativos digitales, pobres inmigrantes. Un aspecto relevante de esta discusión es la identificación de las brechas digitales que pueden dividir a diferentes colectivos dentro de las sociedades de países desarrollados y que pueden depender de factores muy diferentes al acceso a la tecnología, criterio simplista que ha definido tradicionalmente la supuesta brecha digital (y que sigue siendo el eje prioritario de buena parte de las políticas públicas). Una identificación de las brechas reales y de sus causas es fundmental para todo aquel que quiera afrontarlas y desarrollar iniciativas para su reducción, ya sea en un país, una empresa o dentro de un aula.

El origen del concepto y del debate podemos situarlo en dos seminales de Mark Prensky: Digital Natives, Digital Immigrants [pdf; On the Horizon, October 2001, 9(5)]; y Do They Really Think Differently? [pdf; On the Horizon, December 2001, 9(6)]. En estos artículos se propone que la irrupción de estos nativos se ha debido a cambios radicales en su comportamiento y cultura pero también en sus propias características neurológicas, provocados por la inmersión tecnológica casi desde su nacimiento. De este modo, los nativos representan un grupo muy diferenciado, casi “aislado”, del resto de la población. Ismael Peña resume los principales elementos de las tesis de Prensky:

las tesis de Prensky se resumen así: las generaciones nacidas en las dos últimas décadas han crecido con Internet, los videojuegos, los CD, el vídeo, el teléfono móvil, etc. Estas tecnologías ya estaban ahí cuando ellos nacieron y las incorporaron con total naturalidad a su entorno, de la misma forma que hicimos con los coches y el televisor las generaciones vivas anteriores. Este hecho no solamente implica que esta generación tenga una total familiaridad con las tecnologías digitales — de ahí la denominación de nativos digitales — sino que, además, y basándose en estudios de neurociencias, su forma de pensar, la estructura física misma de su cerebro, es distinta a la de los inmigrantes digitales, que aprendieron y se formaron en un mundo analógico y para los cuales el mundo digital han supuesto un proceso de inmersión en unas tecnologías que, en el mejor de los casos, les resultaban extrañas.

Aníbal de la Torre define el complejo de Mark Prensky para criticar a aquellos que presentan la brecha entre supuestos nativos y el resto de la población como una propiedad inalterable y que por tanto condena a los “no nativos” (entre ellos los profesores) a la inadaptación y a un futuro de ostracismo social. Como explica Adolfo Estalella:

Lo más preocupante del concepto es que reifica, construye, una brecha que quizás no existe. Una brecha generacional entre quienes no existe tal distancia. Más que reunir, el concepto separa. Usando como criterio diferenciador la edad se elaboran dos categorías para separar a quienes en muchas ocasiones desarrollan las mismas prácticas: profesores y alumnos que bloguean y se leen mutuamente, wikipedistas con edades entre los 16 y los 96 años, padres e hijos que comparten fotos en Internet… ¿Es realmente la edad un elemento fundamental en el tipo de prácticas digitales?

Adolfo realiza una crítica acertada de la tipología, comentada en mi post, que ha elaborado John Palfrey para su próxmo libro Born Digital, en la que se combina la edad y las prácticas:

Basta con revisarlo dos veces para ver que la edad no es relevante. Es decir, que saber la edad de una persona no nos dice nada sobre las prácticas digitales que desarrolla. Será nativo digital si además de la edad vive como un digital, es una tautología. Vive como un digital es nativo digital. Vaya. Y ¿qué tal si sólo nos fijamos en las prácticas?, en lo que hace, porque por la edad parece que no es una categoría significativa en lo que se refiere a la relación con la tecnología.

En el fondo, es una perspectiva de un determinismo tecnológico atroz, ya sabéis, el que dice que la sociedad (pasiva) es transformada por la tecnología (activa y causa). Aplicado al asunto de los nativos/inmigrantes digitales, el argumento es que los nuevos nacidos en la época digital se encuentran con una sociedad completamente nueva de aquella que conocieron los inmigrantes, y por lo tanto su relación con la tecnología es distinta. Es de un determinismo tecnológico redoblado porque además nos dice que no todos sufrimos el mismo ‘impacto’ de la tecnología: nuestra edad es importante. No parecen tomarse en cuenta, sin embargo, ni el tipo de tecnología (Internet, videojuegos, móvil, etc.), el contexto (colegio, hogar, trabajo), los objetivos de las prácticas (lúdicos, laborales, etc.), etc. para explicar el tipo de prácticas, es decir, parece que lo fundamental es el año en el que uno ha nacido, más que los contextos locales de las prácticas…

Por tanto, la edad no parece un elemento determinante y en todo caso solo actuaría como facilitador dado que evidentemente por su propia historia vital los usuarios más jóvenes han estado expuestos desde fases más tempranas a la tecnología digital. Esto provocaría una cierta correlación entre edad y comportamiento, pero no la brecha insuperable y determinista que parecen proponer Prensky y otros.

En este sentido, puede ser mucho más útil (y real) la tipología de usos y usuarios que propuso ya hace más de un año Wesley Fryer (y comenta Ismael Peña), y que se resume en el siguiente esquema gráfico:

Esta tipología se basa en la propuesta de Christopher Harris que identifica tres modos básicos de uso de la tecnología, knowking, participating, living, que caracterizarían a tres tipos de usuarios: voyeurs (conocen la existencia de la tecnología pero no la usan), inmigrantes (que participan en las redes digitales, pero de un modo limitado) y nativos (que han adoptado su modo de vida a un uso intenso de la tecnología digital). Podríamos decir que mientras el voyeur sigue viviendo en un mundo analógico, el inmigrante mantiene dos esferas de actividad (analógica y digital) claramente diferenciadas, mientras que el nativo actúa en una realidad híbrida en la que ya no es posible discriminar los ámbitos analógico y digital. Fryer analiza estos tres tipos (en Digital refugees and bridges y Beyond the digital native / immigrant dichotomy), añadiendo los refugiados, aquellos que ignoran la existencia de la tecnología o “la niegan” actuando como si no existiese. La edad ha dejado de ser ya un elemento de clasificación de esta tipología, aunque es obvio que la proporción de cada tipo de usuario presentará tendencias demográficas. Por otra parte, las fronteras entre estos tipos dibujan brechas que tienen ya poco que ver con el acceso a la tecnología y más con actitudes culturales y estilos de vida.

Bruno Giussani identifica las brechas digitales de las sociedades avanzadas ( The developed countries' digital divide) a partir del análisis de los resultados del informe A Typology of Information and Communication Technology Users (pdf), publicado en Mayo de 2007 por la Pew Internet & American Life Project. Según esta tipología de uuarios de tecnologías de la información y comunicación, un 49% de los usuarios norteamericanos cuentan con “pocos activos tecnológicos” (de hecho, un 15% están “fuera de la red”), un 18% se sitúan “a medio camino” y sólo un 31% se encuentran en lo que el informe denomina “élite tecnológica” (de los que más de la mitad son sólo consumidores, aunque intensivos, que no utilizan tecnologías móviles). Esta es la tabla que resume los resultados y define las carcaterísticas de cada tipo de usuario.

En esta tipología aparecen tres ejes clave que caracterizan las diferencias en el uso de las TIC:

  1. el tipo de interacción con la información, diferenciando tres categorías básicas: consumidores, conectores y creadores.
  2. la intensidad de uso, desde infrecuente a prácticamente contínuo, a los que hay que añadir aquellos que simplemente están “fuera de juego” y
  3. el interfaz de uso, diferenciando dos tipos: el tradicional, basado en ordenadores, y el móvil, que puede utilizar diferentes dispositivos y principalmente teléfonos. La mayor parte de usuarios emplean, con mayor o menor intensidad ambos tipos de interfaces (y con una tendencia creciente a abandonar el PC en favor de los dispositivos móviles, al menos en Japón).

Estos tres ejes permiten visualizar de otro modo la tipología de usuarios elaborada por el estudio Pew (el tamaño de los símbolos es aproximadamente proporcional a su proporción en la población):

Parece que el interfaz no define una tendencia clara, salvo la ausencia de usos móviles de aquellos usuarios intensos pero tradicionales que utilizan Internet únicamente como consumidores, y un grupo que centra su actividad exclusivamente en los móviles y actúan como conectores. Por el contrario, la combinación de los otros dos ejes define, según lo autores del informe, tres categorías de usuarios, próximos a los definidos por Christopher Harris y Wesley Fryer: la élite (con niveles altos de actividad), los usuarios con escasos “activos” tecnológicos (con baja actividad y que, principalmente consumen información) y aquellos situados “a medio camino”. Los límites entre estos tres grupos parecen dibujar dos brechas digitales básicas que existirían dentro de las sociedades avanzadas. En mi opinión, en la denominada élite existen dos tipos claramente diferenciados: los consumidores sedentarios y los conectores y creadores. Son estos últimos los usuarios habituales de la web 2.0, que realizan un uso social y creativo de la tecnología. Entre ambos grupos podríamos situar una tercera brecha digital. Estas brechas, de nuevo, tienen poco que ver con el acceso a la tecnología y con la edad, y mucho con la intensidad y las formas de uso (la “cultura digital”). Su solución tiene como condición previa por el acceso, pero no es este factor por si mismo el que permitirá su superación. Por el contrario, este mapa conceptual de usuarios refleja que no existe una única ruta de progresión lineal en los usos de la tecnología, y las transiciones entre los diferentes tipos requerirán de distintas estrategias que están especialmente asociadas a los cambios culturales en el como y el para que se usa la tecnología.