Quepasa. El gigante de Internet quiere digitalizar 32 millones de libros para ponerlos, al menos parcialmente, al alcance de todos los cibernautas. Este artículo publicado por la revista de Washington "The Weekly Standard" cuenta por qué no todos están felices con una iniciativa que en principio parece muy noble: Por Jonathan V. Last. En 1998, Larry Page y Sergey Brin fundaron Google, empresa de la cual es probable que usted conozca mucho. De ser una pequeña compañía innovadora, Google pasó a tener más de 15.000 empleados. Hoy sus acciones cuestan más de US$ 700 y constituye la fuerza publicitaria y de búsqueda más potente en internet. Gradualmente, se está abriendo camino hacia los negocios de entretenimiento y software, e incluso hacia el mercado de la telefonía celular.
Sin embargo, antes de que Page y Brin partieran con Google, mientras eran estudiantes de postgrado, ambos trabajaron en el proyecto de Tecnologías de Biblioteca Digital de la Universidad de Stanford, el cual buscaba almacenar y catalogar digitalmente libros, diarios y revistas académicas. Page, en particular, parecía estar encantado con la idea. En 2002 se contactó con su alma máter, la Universidad de Michigan, para digitalizar su biblioteca. Así nació el Google Library Project (Proyecto de Biblioteca Google), uno de los emprendimientos más ambiciosos en la historia de la palabra escrita. También fue una movida que le crearía a Google un montón de enemigos.
En julio de 2004, Google comenzó a escanear y a digitalizar la biblioteca de Michigan. Cinco meses más tarde, la empresa anunció oficialmente el proyecto Google Print for Libraries (después llamado Google Book Search). La compañía se asoció con cinco importantes bibliotecas -las de Michigan, Stanford, Harvard, la Bodleian de Oxford, y la Biblioteca Pública de Nueva York-, en un esfuerzo para escanear las páginas de 15 millones de volúmenes. Los libros digitales se mantendrían e indexarían en una base de datos que estaría disponible gratis para el público.
32 millones de libros
El alcance del proyecto varió con los años. Inicialmente, Google planeaba escanear esos 15 millones de libros en seis años. Pero esa proyección sufrió una drástica enmienda: la revista "The New Yorker" informó hace poco que la compañía planea escanear al menos 32 millones de volúmenes, superando a la mayor base de datos bibliográfica que existe, WorldCat. Se espera que el proyecto esté terminado en diez años. Como uno de los cabecillas de Google le dijo a "The New Yorker": "Creo que Libros de Google es nuestro lanzamiento a la luna".
Queda por ver cuán realista es la meta. Google no divulga cuántos libros está escaneando actualmente, o cuántos títulos se encuentran ya en su base de datos, la que fue lanzada al público en mayo de 2005 en books.google.com. Para hacerse una idea de las cosas, la biblioteca de la Universidad de Michigan tiene unos 7 millones de volúmenes y Google estima que los habrá incorporado a todos en 2013, haciendo notar que está escaneando decenas de miles cada semana. Google tampoco revela cómo son escaneados los textos. En cuanto a los costos, éstos también son un secreto celosamente guardado. Microsoft gastará US$ 2,5 millones para escanear 100.000 libros; si la escala es la correcta, Google gastaría cerca de US$ 800 millones.
La empresa también ha ampliado la lista de bibliotecas asociadas, incorporando a otras 13, las que van desde la Biblioteca Estatal de Baviera a la de la Universidad de Virginia. En su mayoría los acuerdos son privados, de modo que no queda claro qué ganan las instituciones con el trato, aparte de obtener una copia digital de libros que son de su propiedad. Para Google, en cambio, el crecimiento potencial debe ser enorme: si bien el movimiento de los e-books de hace unos años falló, el Santo Grial del movimiento de las bibliotecas digitales sigue siendo el contar con un archivo de títulos enorme y que permita revisarlo todo desde cualquier lugar del planeta. Una compañía de nombre OnDemandBooks ya ha creado una máquina llamada "Espresso", la cual puede tomar el texto digital de un libro, imprimirlo y encuadernarlo en cosa de minutos. Así, la promesa comercial detrás de este emprendimiento resulta asombrosa. De ahí que los artículos más recientes sobre el proyecto, en revistas como The New Yorker y Atlantic Monthly, vibren de entusiasmo con la idea.
Oponentes y competidores
Sin embargo, no todos están encantados. En general, los usuarios parecen poco emocionados con el nuevo producto: en los blogs se burlan del tipo de escaneo que se está usando, de los títulos que se han incluido hasta ahora y de los fastidiosos resultados que aparecen en respuesta a las búsquedas. La interfaz del lector de libros de Google es poco manejable: resulta difícil navegar a través de los textos; lo que se puede leer está lleno de límites pobremente explicados; y a menudo aparecen, en medio de los libros, los mensajes de "página no disponible". Algunos libros se presentan sin publicidad. Otros tienen avisos incrustados en la ventana del navegador, lo cual parece funcionar gracias a un algoritmo y palabras claves similares a las del servicio Ad Words de Google. La entrada de "Life on the Mississippi", de Mark Twain, por ejemplo, tiene avisos de tours por el río Mississippi y un volumen de las obras escogidas del autor.
El asunto no sólo ha encontrado resistencia entre los usuarios. Apenas tres días después de que Google anunciara el proyecto, el presidente de la American Library Association proclamó, en las páginas de "Los Angeles Times", el valor superior de las bibliotecas de ladrillo y mortero, y llamó a tomar con cautela la irracional exuberancia de Google: "Esta última versión de la moda Google, portar en un microfilm el contenido de la Biblioteca del Congreso, sin duda se unirá (al igual que los helicópteros personales para ir al trabajo), a la lista de fracasos del tipo 'de vuelta al futuro' por la sencilla razón de que fueron soluciones en busca de un problema".
Pero también ha aparecido competencia. Amazon.com ha escaneado cientos de miles de libros a los que se puede acceder en su sitio web, y el mes pasado introdujo su versión de e-book llamada Kindle. A la fecha son 90.000 los títulos que pueden ser adquiridos y descargados. En 2005, Microsoft y la Alfred P. Sloan Foundation formaron la Open Content Alliance (OCA), junto a instituciones como la Biblioteca Pública de Boston y la Universidad Johns Hopkins. El principal competidor de Google en el negocio de los motores de búsqueda, Yahoo!, alberga en la web a la OCA. La editorial HarperCollins anunció que escaneará 20.000 de sus títulos y brindará, gratis, los textos a todos los motores de búsqueda.
A una escala mucho mayor, los gobiernos de China e India se unieron a la Biblioteca de Alejandría y a ocho universidades estadounidenses en el "Proyecto Millón de Libros". Y se están moviendo agresivamente: China tiene 18 centros de digitalización, India tiene 22. Como parte de este consorcio, la Biblioteca Universal de Carnegie Mellon ya ha digitalizado cerca de 500.000 libros.
En Europa, la reacción ante Google ha sido impresionante. Jean-Noël Jeanneney, presidente de la Biblioteca Nacional de Francia, escribió un editorial que luego se convirtió en libro, "Google and the Myth of Universal Knowledge" ("Google y el mito del conocimiento universal"). Su argumento es que la Biblioteca Google es una pieza más del imperialismo cultural anglosajón.
Traducido a varios idiomas y con excelentes ventas, el libro de Jeanneney está lleno de irritantes clichés franceses. El autor deplora el affaire Monica Lewinsky y la reelección de George W. Bush. Y señala que si el idioma inglés "no es atajado, se volverá cada vez más dominante" gracias a iniciativas como la de Google. En todo caso, también llama a los europeos a tomarse en serio la empresa.
Google tipo Airbus
El Ministerio de Cultura francés ha incorporado a unas 30 bibliotecas a su propio proyecto online. Los gobiernos europeos incluso están contemplando la creación de un motor de búsqueda de propiedad estatal -una iniciativa embrionaria llamada Quaero- cuyo objetivo sería competir con Google. El modelo que Jeanneney cita para este emprendimiento es Airbus.
Por otro lado, están las demandas judiciales. La Biblioteca Google avanza por dos pistas diferentes, el "Partner Program" (Programa de Socios, originalmente llamado "Programa de Editoriales") y el "Library Project" (Proyecto Biblioteca). Bajo el primero, los autores y editoriales pueden cooperar mediante su inclusión en la base de datos. A cambio, se les otorga una parte de los ingresos por los avisos que aparecen en las páginas en que se muestran sus libros. Varios son los autores e importantes editoriales que se han incorporado, incluyendo a Simon & Schuster, Penguin y McGraw-Hill. Los libros escaneados bajo el Partner Program no permiten que los lectores puedan acceder al texto completo, sino que a unas cuantas páginas.
Los problemas legales se relacionan con el Proyecto Biblioteca. Los derechos de propiedad intelectual tienen su origen en la legislación inglesa, en la Ley de Licencias de 1662. Por ese entonces, la caída en los costos de impresión había provocado una piratería rampante en Inglaterra. Temiendo que este comportamiento afectara la creatividad y el negocio de los libros, Carlos II estableció un registro de libros licenciados para proteger a los autores y editoriales. Un siglo más tarde, los derechos de propiedad intelectual fueron los únicos que los Padres Fundadores consideraron suficientemente importantes como para reconocerlos explícitamente en la Constitución. Actualmente, las obras publicadas antes de 1923 son generalmente de dominio público. Existen algunas excepciones y complejidades, pero las obras publicadas después de 1978 están protegidas por los derechos de propiedad intelectual durante 70 años, a partir de la muerte del autor. En cuanto, a las obras publicadas entre 1923 y 1978, se les dio una protección original de 28 años, a partir de su primera publicación, y otra de 67, a partir de la renovación del derecho.
Escaneando sin permiso
Y ahí radica el dilema de Google: los libros de dominio público representan apenas un sexto de todos los títulos. La mayoría -un 75%- está protegida, pero sin ediciones a la venta. Sólo un 10% de todos los libros está protegido por derechos de propiedad intelectual y disponible para la venta. Google decidió sortear el problema de la protección de la propiedad intelectual simplemente ignorando los derechos: ha seguido escaneando libros, sin importar su estatus de protección legal. Si un libro está en el dominio público, se despliega su texto completo a los usuarios; si el libro está protegido, entonces sólo se muestra un "snippet", o vista previa restringida, del texto que rodea al resultado de la búsqueda. Es importante destacar que "snippet" es un término de Google y no legal; cuánto texto se despliega es algo que queda a discreción de la empresa.
Preocupados por esta imposición, autores y editoriales comenzaron a quejarse ante Google a mediados de 2005. En agosto de ese año, la empresa anunció que suspendería el escaneo de obras protegidas durante tres meses; en ese tiempo, los titulares de los derechos podrían optar a salirse del programa y mantener su obra fuera de la base de datos. Un mes después, la Asociación de Autores interpuso una demanda en el Segundo Tribunal de Nueva York por infracción a los derechos de propiedad intelectual; al mes siguiente, un grupo de editoriales interpuso una acción similar por motivos parecidos.
Buena parte de las editoriales demandantes estuvieron en el Partner Program. Las editoriales desean que Google deje de escanear libros sin un permiso explícito; la Asociación de Autores también busca una indemnización por daños. Paul Aiken, miembro de esta última, le dijo a "The New Yorker": "Google está haciendo algo que debe ser muy rentable, por lo que deberían pagar por ello. No basta con decir que esto ayudará a las ventas de algunos libros. Si uno hace la película de un libro, puede que eso incite las ventas, pero eso no significa que uno no licencie los libros". Ambos casos están avanzando lentamente en las cortes.
Google parece tener los enemigos correctos. Cada vez que la Microsoft, Francia, un gremio de comercio y un montón de abogados se alinean a un lado de la trinchera, el otro lado comienza a verse extremadamente atractivo. Y hay un seductor encanto en la idea de Búsqueda de Libros de Google, en el sueño de tener millones de libros a la mano. Pero igual existen aspectos del proyecto que deberían hacernos tomar las cosas con calma.
La obsesión a lo Wal-Mart que tiene Google con el secreto no engendra confianza ni en sus prácticas ni en sus argumentos. Por muy tontas que sean la mayoría de las diatribas de Jean-Noël Jeanneney, es fácil comprender por qué la búsqueda de libros, sin la transparencia sobre su conjunto de datos o sus algoritmos de búsqueda, se vuelve sospechosa y no evidentemente objetiva. Page y Brin admitieron algo parecido en el estudio que se convirtió en la base de Google, "Anatomía de un motor de búsqueda hipertextual a gran escala para la web". Allí escribieron:
"Las metas del modelo de negocios de publicidad no siempre corresponden con entregarles búsquedas de calidad a los usuarios… Por este tipo de motivos y por la experiencia histórica con otros medios, esperamos que las búsquedas financiadas con publicidad estarán inherentemente sesgadas hacia los avisadores y alejadas de las necesidades de los consumidores".
Desde luego, la competencia de libre mercado debiera aminorar esta preocupación. Además, como se señalaba más arriba, ya han aparecido varios competidores en este campo. Pero la principal ventaja de Google es que sus competidores han obedecido la legislación de propiedad intelectual y no han escaneado materiales protegidos sin el permiso expreso de los dueños. La disposición de Google a burlar la ley es la verdadera fuente de su ventaja competitiva.
¿Fin a la propiedad intelectual?
Para defender esta ventaja, Google ha adoptado una defensa legal dirigida derechamente a la legislación sobre propiedad intelectual. La defensa tiene muchas aristas, pero los dos aspectos más sorprendentes se relacionan con el establecimiento de la opción "de elegir salirse" que tienen los titulares de derechos de propiedad intelectual y la aseveración de Google sobre la naturaleza transformativa de la Búsqueda de Libros. Ambas desafían de manera fundamental lo que hoy se entiende por propiedad intelectual.
Google sostiene que al proporcionar a autores y editoriales la posibilidad de salirse de la base de datos ha actuado con la diligencia debida (due diligence) en materia de derecho de propiedad intelectual. Lo cual pone de cabeza el derecho tradicional, donde se estipula que alguien interesado en usar material protegido debe buscar y recibir un permiso afirmativo. Sin embargo, Google tiene un débil precedente en un caso de 2006, Field versus Google.
Blake Field demandó a Google por copiar y almacenar 51 obras desde su sitio web. La corte falló a favor de la empresa, usando como argumento la facilidad del mecanismo para salirse con que cuenta Google, aunque la decisión no tuvo finalmente mucho fundamento. La corte dijo que Field había "invitado" a las arañas de Google -los robots que bucean por internet, catalogando e indexando páginas para el motor de búsqueda-, al no incluir códigos en su sitio web que las desalentaran. En otras palabras, al no decirle a Google que se mantuviera alejado, Field estaba pidiendo que se violara su derecho. En términos de propiedad intelectual, parece una nueva versión de "ella fue al bar con un vestido rojo, el sábado por la noche".
En otra parte de la decisión, la corte estableció que las obras de Field eran solo un grano de arena entre los "miles de millones" que ha copiado Google y que presumiblemente también había almacenado sin permiso. El puro volumen del copiado brindaría cobertura, puesto que ninguna entrada sobresale en el vasto océano de datos. La violación de un derecho de propiedad intelectual es un crimen; la violación de 20 millones es una estadística. Pero existe una debilidad en este argumento legal de Google. En la decisión del caso Field, la corte basó su dictamen en que las obras fueron copiadas por "arañas" automatizadas y en que no existía "evidencia alguna de mercado para las obras de Field". Ninguna de las dos cosas es cierta en el caso del proyecto de escaneo de libros.
Al igual que la imprenta del siglo XVII, internet se ha vuelto incapaz de cumplir con la propiedad intelectual. Tal como la imprenta fomentó la producción masiva de libros, revistas y periódicos, internet fomenta la distribución de toda la información: desde las entradas en un blog, hasta las imágenes y los libros. Y a medida que distribuye toda esta información, ejerce una fuerza niveladora que disminuye el valor de todo lo que toca. No existe motivo para que internet, a diferencia de lo que ocurrió en su minuto con la imprenta, deba estar eximida de las leyes de protección a la propiedad intelectual. Sin embargo, eso es lo que la defensa de Google podría lograr.
Si la protección de la propiedad intelectual se adecua a la propuesta de Google, es decir, a una política que garantiza la "opción de salir", la defensa de estos derechos se convertirá en una carga para los titulares. Será labor de ellos encontrar y demandar a todos quienes usen sus obras. El profesor de derecho de la Universidad de Georgetown, Jonathan Band, desechó esta preocupación en una comedida e intrigante defensa de Google en Plagiary. Band escribe: "En términos prácticos, sólo una pequeña parte de las empresas de motores de búsqueda tienen los recursos para realizar programas de digitalización en la escala del Proyecto de Biblioteca Google". Pero se trata de un argumento algo estrafalario: si sólo Google infringe la propiedad intelectual, entonces habría que dejar que lo hiciera, pues "optar por salir" sólo será una carga si se les permite a todos los demás que infrinjan el derecho en cuestión.
"Trabajo transformativo"
La segunda, y más grande, faceta de la defensa de Google señala que éste sería un "trabajo transformativo", lo cual aseguraría el uso justo del material previamente protegido con copyright. Parece obvio que crear un índice de obras protegidas -cuya ventaja primaria radica en la cantidad de obras- y permitirles a los usuarios hacer búsquedas en él no es algo "transformativo". Google Book Search es de manera importante muy similar a LexisNexis, la base de datos que cataloga periódicos, servicios de cable y artículos de revistas. LexisNexis les paga a los proveedores de contenidos por el derecho a incluir su material, incluso cuando lo único que hace es agregar ese material y lograr que pueda ser revisado. La protección de la propiedad intelectual de este material era lo bastante sólida como para que la Corte Suprema decidiera a favor de los escritores free lance que buscaban una compensación por la reutilización electrónica de sus materiales, en el caso de 2001 New York Times Co. versus Tasini.
Tasini no es perfectamente ilustrativo porque LexisNexis otorga el texto completo de las obras escritas a los clientes que pagan, mientras que Google propone brindar sólo vistas restringidas a sus usuarios. Pero Google tiene motivos para afirmarse en el caso Kelly versus Arriba Soft, de 2003. La fotógrafa Leslie Kelly demandó a Arriba Soft porque su motor de búsqueda copió imágenes posteadas en su sitio web, creó vistas previas en miniatura de ellas y las colocó en su índice de búsqueda. El Noveno Tribunal decidió que el copiado y uso realizados por Arriba cumplía con los estándares de uso justo, ya que las miniaturas buscables constituían una obra transformada.
Esta sentencia pareciera acomodar a Google, puesto que existe cierta similitud entre las imágenes en miniatura de Kelly y las vistas restringidas de libros protegidos que ofrece Google: ambas son abstracciones de obras mayores y ninguna elimina la necesidad del original. Sin embargo, este argumento asume que la violación a la propiedad intelectual se produce cuando Google le da material al usuario. En realidad, la infracción ocurre cuando Google escanea y archiva un libro entero sin permiso. Es la presencia de millones de estos libros enteros y con protección legal dentro de la base de datos de Google la que crea oportunidades comerciales, aunque indirectas, para la empresa. Si la Búsqueda de Libros Google incluyera sólo libros en el dominio público, sería prácticamente indistinguible de sus competidores.
Google ha tratado de sortear este problema, prometiendo no incluir avisos en las páginas que muestran las vistas restringidas de libros con derechos de propiedad intelectual. Pero es justamente la presencia de obras protegidas en la base de datos lo que hace que sea tan valioso el espacio publicitario en las páginas de libros de dominio público. Además la promesa de Google -brindar acceso a millones y millones de obras protegidas- es lo que genera la oportunidad comercial para el resto del proyecto. Si las cortes no reconocen este principio, Google habrá cambiado el panorama del derecho de propiedad intelectual.
De modo que ¿hacia dónde va Google a partir de ahora? Las demandas caen en el Segundo Tribunal. Si la corte falla en contra de Google, ello podría generar un conflicto con el Noveno Tribunal, el que que la Corte Suprema podría tomar en sus manos. También es posible que Google salga del problema pagando a las editoriales y a la Asociación de Autores. Existe un incentivo adicional porque un acuerdo de este tipo podría funcionar como una enorme barrera de entrada, la cual evitaría que las empresas competidoras comiencen a usar obras protegidas.
Sin embargo, si las cortes deciden en contra de Google, la Búsqueda de Libros morirá con toda probabilidad. Band, de la Universidad de Georgetown, advierte que sería extremadamente difícil construir un régimen de licencias para libros basado en el modelo Ascap/BMI (usado para composiciones musicales). Además, si Google tratara de actuar legalmente, los costos de identificar, localizar y contactar a los titulares de los derechos de propiedad intelectual podrían llegar a las decenas de millones de dólares. Band hace la mejor estimación: US$ 25.000 millones.
Pero incluso si Google encuentra una manera de realizar sus sueños, no está claro cuán útil será la Búsqueda de Libros para el usuario promedio. ¿Existe algún valor en mirar "vistas restringidas" de éste u otro texto? La única forma en que el proyecto podría de verdad lograr su propósito de diseminar el conocimiento a las masas, sería ignorar los derechos de propiedad intelectual y colocar todos los textos en el dominio público. Lo cual, desde luego, es lo que al final exige la lógica de internet. "La información quiere ser libre", reza uno de los mantras fundadores de la red.
Si Google fuera una compañía diferente, con un conjunto diferente de principios motivadores, bien podría haber construido su proyecto de biblioteca siguiendo las líneas del modelo iTunes de Apple; esto es, tendría que haber gastado tiempo y dinero en asegurar los derechos para un enorme catálogo de libros, los que luego vendería como descargas (y no invertir tanto en perfeccionar una operación de escaneo masiva). Después de todo, el actual mecanismo de entrega de libros no es en ningún caso óptimo.
Pero este concepto va más allá del campo de visión habitual de Google. La filosofía corporativa de este gigante está basada en el modelo que les trajo éxito: organizar y brindar el contenido de otras personas, creando espacio para avisos en el proceso. Y fue ese enorme éxito el que llevó a la compañía a tratar de imponer el mismo esquema en otras áreas. En el mundo Google, el contenido no tiene valor si es entregado individualmente. Ninguna página es más importante que otra; el valor está dado por la vista de páginas (page views). Y un page view es un page view, sin importar si la página en cuestión muestra una foto de un gato, un link hacia otro sitio o el texto completo de "Freakonomics". Cuando todo lo que estás vendiendo es espacio publicitario, el valor se traslada del contenido al espectador. En última instancia, el contenido vale nada. Y es aquí donde radica el mayor problema de Google. Los libros no son en ningún sentido usuario-céntricos. Si un libro tiene o no lectores es de poca importancia. Los libros tienen su propio lugar, a lo largo del tiempo, por ser ideas y creaciones. En el mundo de los libros son las ideas y los autores los que importan, no los lectores. Es por ello que existe la propiedad intelectual, en primer lugar, para proteger el valor de estas obras creadas, un valor que Google está tratando de negar.
Al igual que muchas otras empresas estadounidenses, Google es la materialización corporativa de los primeros principios de internet. Y como ocurre en buena parte de internet, la promesa de la Búsqueda de Libros de Google se encuentra en algún lugar más allá del horizonte; sus peligros, en cambio, son un asunto muy real.