poderynegocios. El nombre de Leo Prieto suena cada día con más fuerza. Las
empresas lo buscan para asociar su marca a su rostro, y su presencia es
requerida en seminarios y universidades. Y su empresa, Betazeta, está
demostrando que es posible hacer negocios en la web made in Chile.
¿Quién es este personaje que ha irrumpido con tanta fuerza desde el
mundo digital?
Si se busca en Google, el nombre Leo Prieto aparece 425 mil veces. Sólo
un poco menos que el mediático candidato presidencial Sebastián Piñera,
quien tiene 594 mil apariciones. Este
dato no es gratuito. En los últimos años, su nombre es número fijo en
universidades y seminarios de tecnología tanto en Chile como en el
extranjero, donde lo invitan para que exponga sobre el caso de éxito de
su sitio web FayerWayer y su empresa Betazeta. Junto con eso, las
columnas que mensualmente escribe para “Poder&Negocios” han dado
que hablar. En ellas, Leo da cuenta de lo que es –y debería ser– el
mundo para la generación sub 35, ésa en que su ADN se escribe con @ y
que ve en Internet el medio en donde convergerá todo: negocios,
entretención y redes sociales. Esa es su apuesta y para eso está
trabajando.
Por eso, inevitablemente su nombre se ha convertido en
uno de los referentes de esta era digital. Y no sólo en Chile: acaba de
ser premiado, en Nueva York, como emprendedor global de Endeavor.
Sólo
con 30 años, ya lleva largo tiempo siendo uno de los rostros que ha
sostenido la bandera de lucha de la alfabetización digital, promulgando
en sus charlas y columnas que una de las maneras que tiene Chile para
salir del subdesarrollo es a través de la tecnología, y que ésta debe
ser para todos. Sin diferencias.
Primeros pasos
Leonardo
Arturo Prieto Williamson es el segundo de tres hermanos y el único
hombre. Nació en Chile en 1979, pero a los siete meses partió al
extranjero –su padre era diplomático y su mamá, pintora–; primero a
España y después a Tailandia. A los 6 años volvió a Chile y su familia
se radicó en Pirque, pero al poco tiempo volvieron a salir: a Holanda y
después a Brasil, para volver al país definitivamente a los 13 años.
“Cuando llegué tenía una tremenda confusión con los idiomas, hablaba
inglés, español y portugués”, recuerda.
Fue en 1986, en un viaje
de vacaciones en Europa, que tuvo su primer contacto con un computador:
un Commodore 64 de un amigo. “Para mí era algo increíble, me quedaba
pegado, jugando sin parar en ese computador que sólo hacía un par de
cosas y que había que esperar horas para que cargara un programa”,
agrega. Pero ese primer contacto con el mundo tecnológico fue breve. Al
volver a Holanda, el colegio en el que estudiaba no tenía salas de
computación, y se olvidó el tema. Fue al llegar a Sao Paulo que se
reencontró con los computadores y ahí volvió a tomarle el gusto. Pero
en esa época los intereses de Prieto iban por otro lado. “Quería ser
oceanógrafo. Yo rayaba con Jacques Costeau, tenía todos sus VHS y sus
enciclopedias”, cuenta.
Al volver a Chile, recibió un regalo que
cambiaría su vida: un Macintosh Classic II. Aunque al principio no le
gustó. El quería un PC para ser compatible con sus amigos y jugar los
mismos juegos que ellos. A poco andar empezó a descubrir las virtudes
de ese Mac. A diferencia de los PC de esa época, el computador de Apple
era capaz de grabar sonidos e imprimir dibujos. Así, muy pronto, Leo
estaba grabando los sonidos de los bichos del jardín y archivando esa
información.
Al
mismo tiempo, su mamá lo instaba a él y sus hermanas a dibujar. Pero en
vez de paisajes, Prieto dibujaba marcas. “Por alguna razón me
obsesionaba el hecho de que a cualquier país que fuera, habían marcas
que no cambiaban. Los lugares cambiaban, las personas cambiaban, pero
las grandes marcas no. Me acuerdo que tenía una croquera en la que
copiaba todos los logos”. Poco a poco, esa croquera fue reemplazada por
el computador. En ese entonces, Leo tenía 14 años, y empezó a
reemplazar los logos de Pepsi por los de grupos como “Metallica” o
“AC/DC”. Los diseñaba en el computador, los imprimía y los pegaba en el
diario mural de curso en su colegio, sorprendiendo a sus compañeros.
“Ahí me di cuenta de que había una gracia en esto de la computación, se
podían hacer cosas entretenidas que la gente apreciaba. Ahí el
computador empezó a ser útil y empecé a enseñar a otros cómo hacer esas
cosas”, recuerda.
Pero luego Leo se aburrió de copiar logos y empezó
a crearlos. Para eso inventaba empresas. La primera fue Innovando
Studios, y le siguieron otras como Da Vinci Studios, Metalwood e
ImageMaker Studios. Esta última se transformaría después en su primera
empresa real.
Debutando en Internet
Desde
muy chico, Leo fue un devorador de información. Leía las enciclopedias
de la A la Z y siempre acudía a ella buscando respuestas. Su madre, que
trabajaba en una editorial, siempre le llevaba revistas para la casa.
Entre sus favoritas estaba “MacUser” y la desaparecida “Siglo XXI” de
“El Mercurio”. Fue en esa publicación que supo por primera vez de los
BBS, un software para redes de computadores que permitía a los usuarios
comunicarse entre sí.
De inmediato, Leo le pidió a su mamá que le
comprara un módem para Navidad. “¡Ese verano la cuenta del teléfono
salió carísima!, porque estaba todo el rato conectado”, recuerda.
En
esa época en las “MacUser” empezó a aparecer un término que llamó la
atención de Leo: Internet. Justo una amiga de su hermana mayor había
entrado a estudiar a la Universidad de Chile y tenía una de las
primeras cuentas. Leo se la pidió e hizo su debut en la red, aunque la
experiencia estuvo lejos de ser estimulante. “El sistema era
complejísimo, con fondo negro y letras blancas. Se demoraba mucho y
fallaba. Había direcciones, pero no tenían nada. Con suerte un nombre,
un teléfono y dirección”, cuenta.
Entre los datos que traía
“MacUser”, enseñaba a hacer sitios web con códigos HTML. Con esa
información, en 1995 Prieto creó su primera página web. Al mismo
tiempo, un día mientras comía con su familia, sus hermanas le pidieron
a su papá que se cambiara la chaqueta porque no les gustaba. “Ustedes
son mis imagemaker”, les dijo. En ese momento Leo creó el nombre de la
empresa que le traería sus primeros dividendos: ImageMaker Studios.
Bajo ese nombre creó su primer sitio no personal: una página para
usuarios de Mac. “Hasta que un día me llamaron de la empresa Netline,
porque estaban interesados en contratar mis servicios. Me citaron a una
reunión, que fijé después de la hora de salida del colegio porque
estaba en segundo medio. Llegué en micro, vestido de colegio y con la
mochila colgando. Obviamente, al principio los tipos no me creían. Les
pude demostrar mis conocimientos y les terminé cobrando 50 mil pesos
por hacer una página web. Probablemente para ellos era una cifra
ridícula, pero para mí era una fortuna”, añade Prieto.
Luego de
Netline, Leo siguió trabajando con algunos clientes. Entró a estudiar
arquitectura, no le gustó, y después ingresó a diseño industrial. Pero
era 1999, pleno boom de las puntocom, y el negocio iba bien. Al punto
que se vio sobrepasado de tanto trabajo y decidió dejar la universidad.
En eso apareció Cristián Acuña, quien lo ofreció llevar ImageMaker al
siguiente nivel. El ponía los clientes, y Leo su talento. Así, en
diciembre de 1999, la empresa que había nacido casi como una humorada
se convirtió en una Ltda.
Entre reunión y reunión, ImagerMaker
terminó participando en la licitación para desarrollar el sitio web del
banco Bci, compitiendo con compañías consolidadas como Sonda. “No
sabíamos cuánto cobrar, y pensamos en 2 millones de pesos al mes, que
para nosotros era una barbaridad. Pero por un error de cálculo de la UF
les cobramos cinco millones al mes. Nos dimos cuenta del error cuando
ya habíamos mandado la propuesta. Imagínate nuestra sorpresa cuando
ganamos la licitación. Ahí empezamos a contratar gente y llegamos a
tener hasta 40 personas. Yo era el jefe, pero seguía viviendo con mi
mamá”.
En marzo de 2003, Leo quiso hacer un alto. Sin darse cuenta
había pasado los últimos años de su vida trabajando incesantemente,
pero sin saber hacia dónde quería ir. Primero renunció a la empresa,
aunque siguió como director, hasta que en diciembre de 2004 decidió
vender su parte. Hoy ImageMaker vende cinco millones de dólares al año.
Nace Betazeta
Luego
de renunciar a ImageMaker, Leo Prieto se fue a vivir a Zapallar. Ahí
hizo de todo: diseñaba afiches, hizo música, codirigió un comercial
para Telmex y seguía haciendo sitios web. Estuvo seis meses en eso
hasta que decidió irse de viaje. Si primera parada fue Nueva York,
adonde llegó al matrimonio de unos amigos. “Estaba parado en la azotea
de un edificio en Brooklyn con vista a Manhattan, y me dije: ‘Quiero
vivir aquí’. Llamé a mis clientes para preguntarles si tenían algún
inconveniente que trabajara desde allá, arreglé un par de asuntos y me
instalé”, recuerda Leo.
Pero
al poco tiempo una noticia lo hizo cambiar bruscamente sus planes: su
padre había fallecido en un accidente automovilístico. Y si bien la
idea era volver sólo por un tiempo, se encontró con un viejo amor que
lo hizo cambiar de planes, instalándose definitivamente en Santiago.
Ahí
nació su segunda empresa, Aardvark y empezó a desarrollar Fayerwayer,
Zimio y Saborizante, las primeras comunidades que más tarde se
convertirían en su actual empresa: Betazeta. “Siempre soñé con tener un
proyecto en el que en vez de tener cinco clientes de los cuales
dependiera mi negocio, tuviera cinco millones de clientes para
preocuparme más de tener un buen producto a escala masiva. Entonces
cuando Zimio, Fayerwayer y Saborizante empezaron a ser exitosos, me di
cuenta de que ahí había un negocio. Me junté con mi actual socio,
Francisco Sandoval, y le mostré mis proyectos –Fayerwayer ya era el
blog más leído de América Latina–, que éramos influyentes y populares,
pero que no generábamos plata. Ahí trabajamos durante varios meses y
notamos que podíamos cambiar el negocio de los medios”, explica Prieto.
El negocio de Betazeta, al igual que el de otros en Internet, es
tan tradicional como vender publicidad. Lo que lo diferencia de otros
es la manera en que lo hacen. “Lo innovador es la forma en que nosotros
vemos los medios y la forma en que hacemos que funcione la publicidad”,
cuenta Leo. Para eso en la empresa hoy cuentan con un área de marketing
digital con la que ayudan a las marcas a hacer mejor su publicidad en
Internet, ya sea en los mismos medios de Betazeta o incluso en otros
sitios. “Con eso estamos educando. El modelo tradicional de publicidad
es sacar una campaña cada tres meses. Para eso hacen Focus Group,
testean y hacen la misma campaña para los distintos medios, dirigidos a
un público genérico masivo. Lo que nosotros ofrecemos es que en
Internet se pueden hacer mucho más campañas, más seguidas, diversas y
específicas. Se puede vender, por ejemplo, la misma banda ancha de una
manera al público femenino en Belelú y de otra manera al público que
entiende cómo funciona la telefonía celular en Wayerless”, explica Leo.
Y agrega: “Pero nosotros vamos hacia un modelo sin intermediarios, que
los avisadores puedan pautear sus campañas de manera distinta y única
hacia públicos específicos. En lo que es contenido, apuntamos a que
éste sea generado por los mismos usuarios, tipo Wikipedia. Esto en
términos de negocio nos permite también bajar los costos y ampliar
nuestras redes. Es lo que pasa con YouTube, que no genera ningún
contenido y es el canal de televisión más visto en el mundo. Este
modelo te permite invertir tu plata en otras cosas y poner tus
esfuerzos en otros objetivos; en generar mejores formas de consumir ese
contenido; en generar tecnologías que te permitan detectar cuál es el
contenido de mayor calidad de manera más fácil y automática, sin
importar quién lo escriba y de dónde venga”.
Hoy en Betazeta, que
acaba de cumplir un año, trabajan 57 personas repartidas en Brasil,
México, Argentina, España, Colombia y en las dos costas de Estados
Unidos. El primer mes tuvo dos mil dólares en venta, los primeros seis
meses 130 mil dólares y proyectan cerrar el 2009 con 750 mil dólares.
Ciudadano Prieto
En
el último tiempo, Leo Prieto ha ganado cierta notoriedad pública al
aparecer en el comercial de una importante empresa de
telecomunicaciones.
Aunque
en los diferentes blogs son más las palabras de felicitaciones para
Prieto, también hay voces que critican su trabajo, acusándolo de
haberse “vendido”. Pero Leo está tranquilo. No es la primera vez que le
ofrecen ser rostro de una compañía. Antes una multitienda le había
ofrecido aparecer en los catálogos de tecnología, pero rechazó la
oferta porque el trato era sólo posar para las cámaras. Ahora la
situación fue diferente. “La gracia es que yo nunca menciono la marca
ni digo que sus productos son los mejores. Sólo hablé de fomentar la
banda ancha para todos, algo con lo que estoy de acuerdo. Quizás es
algo sutil, pero me dejó tranquilo. En el fondo, demostré que un
bloguero puede convertirse en alguien influyente”, dice.
No es la
primera vez que Prieto es blanco de críticas. Su personalidad
extravertida y mediática choca en un país acostumbrado al “bajo
perfil”, ganándose apodos como “Ego Prieto”. Eso ha hecho que tanto
Betazeta como él mismo hayan sido atacados en más de una ocasión por
hackers. “Cuando tienes un proyecto popular, los hackers buscan
atacarlo porque así se hacen más famosos. Además, no existe empresa que
no tenga críticos. Hay muchos que no saben mi historia y que juran que
soy un aparecido. Muchos me critican diciendo que estudiaron siete años
ingeniería civil informática y que yo no sé programar. Es verdad, sólo
sé programar a nivel muy básico. Pero mi capacidad es que sé cómo
tienen que funcionar las cosas para que les vaya bien. El mejor ejemplo
de eso es que todos los proyectos en que he participado han sido
exitosos”, alega Prieto.
Y es que a pesar de que odia que le digan
el “gurú de la tecnología”, Leo inevitablemente se ha convertido en la
cara visible de un nuevo grupo, los llamados nativos digitales. Un rol
que en un principio aceptó con gusto, pero que hoy ya no lo convence
tanto. “Cuando empecé con mi blog, una de las intenciones era poder
arreglar un montón de cosas que no me gustaban. Lo único que quería era
tomar un micrófono para poder fomentar el tema tecnológico. Hoy quizás
ya no hay tanta necesidad de eso. Es el momento de concentrarme en mis
proyectos y que ellos hablen por mí”, cuenta.
Entre éstos está
convertir a Betazeta en modelo de lo que, a su juicio, debería ser
Chile: la capital tecnológica de Latinoamérica. “Mi sueño es que cuando
la gente piense en Chile, piense en cobre, vinos y tecnología. Que
seamos un polo tecnológico mundial y no un país subdesarrollado que sus
principales exportaciones sean materias primas. Quiero que nuestra
principal exportación sean servicios, y ojalá capital intelectual
tecnológico”, confiesa.
Pero para eso, dice, aún queda mucho.
“Falta que haya conectividad para todos y en todas partes para acortar
la brecha digital. Que Internet sea prácticamente un derecho
constitucional, porque no sólo es un medio de entretención, es un lugar
de trabajo y una fuente de ingresos. Falta que se fomente más el
emprendimiento en los colegios y universidades. Falta que las
tecnologías sean incorporadas en la educación y que los profesores, más
que fuente de conocimiento, sean guías. Falta que exista un Ministerio
de Tecnología, algo que ningún candidato ha planteado”, dice asumiendo,
una vez más, su rol de vocero.
“¿Qué si alguno me ha llamado para
conversar? Sí, me han invitado de los tres comandos, pero no he querido
juntarme con ninguno. Prefiero que el que salga elegido que me invite.
Pero no quiero ser ministro de Tecnología, me daría lata”, advierte.