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Coaching

Noticias Mayo 3, 2006

Podcast: crear una radio es fácil

Los podcasts se hacen más conocidos y son una excelente herramienta de expresión para comunicar propósitos políticos, apoyar el trabajo educativo o divertirse. Hasta ahora se conocen varias radios que difunden sus programas grabados en formato MP3 por la internet, pero también es posible para cualquier persona sin muchas habilidades técnicas crear estos programas. El profesor Carlos Toledo de San Fernando en Chile, con ChilePodcast ha hecho una labor de difusión de estas posibilidades:

El Mercurio
Haga su podcast y no muera en el intento
Muchos somos aficionados a bajar estos archivos. Somos más que auditores: tenemos nuestro propio programa radial.

Ingrid Olavarría M.

Sin buscar la fama, siempre quise tener un programa radial. Como una Cenicienta, mi sueño se hizo realidad por los podcast.

Con muy poco de conocimiento en la materia, me di cuenta de que ser una podcaster no era tan difícil como creía. Tenía lo necesario: un espectacular micrófono incorporado en mi eMac, una tarjeta de sonido, espacio web en internet y las ganas de hablar a la multitud. Con estos elementos, lo que menos me importaba era lo poco FM que sonaba mi voz.

Me metí a internet a ver si algún sitio enseñaba algo. Pero parecían escritos en chino mandarín, y di bote.

Entonces me comuniqué con el profesor Carlos Toledo, fundador de ChilePodcast.cl (www.chilepodcast.cl). Su orientación fue total; me dijo que tenía que bajar un programa de edición de sonido y me recomendó el gratuito Audacity (audacity.sourceforget. net).

Continúa:

Como él ya tiene experiencia, me contó que usaba uno profesional, el CoolEdit Pro “porque ofrece miles de posibilidades, en especial si la idea es introducir efectos y cosas espectaculares desde el punto de vista radial”.

Trabajar con Audacity fue lo mejor que me podía pasar. Me deja grabar voz e introducir archivos musicales en MP3, WAV, AIFF, OGG. Puedo aplicarle efectos y editar lo que no me gusta del proyecto.

Toledo también me recomendó conseguir una consola mezcladora de sonido “para sumarle más micrófonos (y de mejor calidad que los típicos del computador), los que resultan muy útiles si queremos tener entrevistados en vivo”. Revisé en internet. Una mezcladora o mixer para dos micrófonos cuesta $45 mil.

Me enteré que muchos podcaster usan programas de chat de voz, como Skype o iChat, para hacer entrevistas o hacer el programa con un locutor ubicado en Valparaíso y otro en Madrid. No quise ser tan osada y sólo yo fui la protagonista de mi programa.

Cuando lo terminé, le agregué unos efectos para darle un toque más profesional en el inicio y cierre del programa. Además incluí una cortina musical con mi canción favorita.

Luego había que guardar el archivo y elegí el formato MP3. Pero Audacity no lo crea por sí solo pues requiere de un software codificador, como Lame. Así que guardé mi trabajo con la extensión WAV, lo abrí en iTunes y lo transformé a MP3.

Una vez terminado el proceso de edición, subí mi podcast de 8 MB (suelen pesar entre 10 y 20 MB) al espacio web que mi proveedor de internet me regala usando los típicos programas de FTP para subir archivos a la red. En todo caso, me enteré de que algunos blogs también sirven para este propósito.

Creía que estaba lista, pero no fue así. Me acordé de los famosos archivos XML o RSS (Really Simple Syndication) que sirven para actualizar nuestros podcast favoritos sin tener que visitar los sitios de sus creadores. Para saber cómo hacer estos archivos, hablé con el ingeniero en computación Thomas Fruin, creador de PodcastExtra (http://podcastextra.fruin.cl).

Fruin me aconsejó usar programas como Podcast Maker, Podifier o Podcast RSS Buddy. Me tincó Podcast Maker, bajé su versión de prueba por 30 días y fue bien fácil manejarlo ( www.potionfactory.com/podcastmaker).

Lo primero que hace fue identificar el podcast con las llamadas etiquetas ID3: darle un título, nombre del autor, redactar una pequeña descripción, ingresar la dirección web en donde se aloja el archivo. Usando la técnica “drag and drop” se arrastra el archivo en MP3 y se identifica como el primer capítulo (la idea del podcast es mantener varios episodios disponibles) y finalmente se publica.

¡Al fin estaba listo mi podcast! Sólo quedaba lanzarlo a la fama. Para ello existen cientos de sitios que ofrecen vitrina gratis: Podcastdirectory.com, YahooPodcast, Podcast.net, Odeo.org, PodcastAlley, Ourmedia.org y lo mejor es que indican paso a paso lo que hay que hacer.

Ya existe una suerte de versión 2.0 del podcast. Están los videopodcast, con videos en un tamaño apto para reproducirse en dispositivos como el iPod video. Y también están los Podcast Extra, con información multimedia que complementa la narración.

¡Voy a hacerme uno! … aunque esto es harina de otro costal.

Internet tiene sonido

Los podcast son archivos sonoros en formato MP3, AIFF, OGG o WAV. Son idénticos a un programa de radio, pero sus auditores los descargan y escuchan en un computador o un reproductor de MP3. Lo mejor es que se actualizan automáticamente cada vez que el PC o el MP3 player entran en contacto con internet, siempre que el podcaster suba una nueva versión. Para algunos los podcast son una nueva forma de hacer radio, pero más libre.

Para todos

La mayoría usa iTunes para suscribirse a los podcast desde nuestro PC. En su Music Store hay un variopinto de temas, la mayoría en inglés. Destacan los videopodcast, como Joga Bonito de Nike. Están los monos sadomasoquistas de Happy Tree Friends y “El Podcast de U2” o “Leyendas de los clásicos del rock”. En español, es muy aconsejable suscribirse a Modismos Hispanos, o al tenebroso “Relatos del más allá”.

CONSEJOS

EN CHILEPODCAST dan 15 consejos para hacer su programa.

Noticias Abril 15, 2006

Oscar Guillermo Garretón

La Tercera
Oscar Guillermo Garretón
“Se cierra un capítulo muy largo e importante de mi vida”
En 1973 fue acusado de sedición por la Armada. Fue uno de los “10 más buscados” después del golpe. Salió al exilio y cuando volvió, en 1987, pasó seis meses en la cárcel de Valparaíso. Pero el pasado fin de semana el ex líder del Mapu y hoy empresario pudo reencontrarse con la Marina, en una emotiva travesía a bordo del buque Aquiles. Durante ella, el comandante en jefe, Rodolfo Codina, dijo que había cosas de las que en su institución “no podemos sentirnos orgullosos”.

Juan Pablo Sallaberry
Fecha edición: 09-04-2006

¿Cómo fue el viaje en el buque Aquiles junto a las autoridades de la Armada?

Fue un gesto de mucha relevancia que la Marina me invitara a subirme a un barco de la Armada después de 35 años, porque la última vez que lo hice fue como subsecretario de Economía de Salvador Allende. Tenía para mí un significado muy profundo y así se lo dije al almirante Codina antes de zarpar. El viaje fue precioso. Además, el grupo era bien simpático: hubo canto, baile y muchas cosas, pero lo más emocionante para todos fue la cena final.

¿Allí el almirante hizo su discurso?

Sí. Uno de los oficiales me había advertido que el almirante iba a hacer alguna referencia que tenía que ver conmigo. Luego en su discurso hizo reflexiones sobre la reconciliación que son bien potentes. Y yo respondí.

Entiendo que se emocionó…

Sí, es verdad, me emocioné y cuando me iba a sentar salió el almirante Codina y nos saludamos con un abrazo, con un gesto de amistad muy fuerte y la verdad es que estaban emocionados todos. No es que yo no más me conmoví, había gente haciendo pucheros de distintos lados.

¿Qué significó para usted este viaje en su historia personal?

Es el cierre de un capítulo muy largo y que tuvo que ver con cosas muy importantes en mi vida. Entre otras cosas, con 14 años de exilio junto a mi familia, seis meses preso en Valparaíso, con haber aparecido en la lista de los 10 más buscados inmediatamente después del golpe. En el fondo, y lo dije allí, la Marina me ha marcado mucho. Incluso les dije, en tono de broma, pero broma en serio, que -como tenía prohibición de ejercer cargos públicos o postular a cargos de elección popular- la Marina algo tenía que ver en los inicios de mi vocación empresarial.

¿Y qué sentimientos ha tenido hacia la Armada durante estos años?

Soy nacido en Valparaíso y la Marina siempre había sido una cosa muy cercana. Pero hace muchos años que me había cansado de odiar cosas. Hace rato que yo siento que el país está bastante reconciliado en general, y para mí es motivo de satisfacción poder trabajar con gente que quizás después del golpe descorchó una botella de champaña. Creo que es un país reconciliado, pero siempre los gestos más emblemáticos tardan más y creo que este fue un gesto muy emblemático.

¿No se lo esperaba?

Me parecía que el solo hecho de invitarme era ya el gran gesto. Además, las palabras del almirante no eran sólo para mí. Yo creo que son una referencia más amplia a la visión que la Marina tiene sobre lo que ocurrió entonces y qué es lo que desea hoy día. El habló de amistad cívica, de espíritu republicano, de solidaridad, de cosas que son muy fuertes dichas por el comandante en jefe de la Armada.

¿Cree que el almirante Codina está iniciando, en su estilo, un camino similar a lo que siguió el general Cheyre en el Ejército?

No sé si está siguiendo el camino de Cheyre. Lo que sí es evidente es que el almirante no habló a título personal, sino a nombre de la institución y por lo tanto lo que él dijo allí, que es potente, interpreta una voluntad de la Marina. Diría más: la referencia que hace el almirante a esos momentos “de los cuales no podemos sentirnos orgullosos”, es una referencia más al pasado, porque una cosa es decir “nunca más”, “miremos para adelante de otra manera” y otra cosa es manifestar una opinión crítica frente a lo que ocurrió en el pasado.

¿Siente que la Armada aún tiene cuentas pendientes con usted?

Tengo la impresión de que las cuentas mías son pequeñas comparadas con otras, y creo que lo mejor que uno puede hacer es construir para adelante y no dedicarse a cobrar cuentas de ayer.

Por el contrario, en su intervención habló de las culpas compartidas, tanto de los vencedores como de los vencidos…

Independiente de que nosotros no asesinamos a nadie y que formamos parte del bando de los que fuimos asesinados, torturados, exiliados, etc; creo que en la situación política que se arribó el ’73 todos tenemos responsabilidad. Hay una responsabilidad compartida en haber llegado a un golpe. Todos cometimos errores. Todos formamos parte de un momento muy trágico del país y creo que simplemente anotar las culpas del otro bando ni es objetivo ni bueno.

¿Y por qué señaló que no era partidario de pedir perdón?

Lo que digo es que los católicos pasan pidiendo perdón para volver a pecar al día siguiente. Lo que importa es proponerse firmemente crear un país distinto y mejor que aquel al que arribamos el año 73.

¿Es efectivo que el almirante José Toribio Merino, el mismo que realizó la investigación por sedición en su contra, fue quien le permitió volver a Chile desde el exilio?

Lo que pasó es que mis padres son porteños y lo conocían a él y a su señora. Entonces se dio la paradoja de que el almirante Merino era el que me hizo las acusaciones y me perseguía, pero al mismo tiempo, el año 87, cuando mi padre estuvo en la UTI, él me autorizó a entrar por 15 días a Chile. Entonces, yo decidí quedarme en el país y me presenté voluntariamente al proceso y ahí me encarcelaron en la cárcel de Valparaíso.

¿Fueron sus meses más difíciles?

No, porque cuando volví a Chile no sufrí torturas como fue habitual en otros momentos. Era mi vuelta desde el exilio y estaba con una energía tremenda. Salía a hacer gimnasia todas las mañanas, me leí todo lo que encontré sobre economía de Chile y algunos autores clásicos como Camus, Tolkien y otros. Organizamos como seis campeonatos de baby fútbol con otros presos y hacía clases en la escuela del penal… La verdad es que tenía un nivel de actividad tremendo, así que nunca me sentí abandonado.

¿Y en qué quedó el proceso por sedición?

Cuando yo me presenté voluntariamente al proceso, muchos de mis amigos creían que estaba loco. Es cierto que estuve preso, pero cuando el año ’93 el proceso llegó a la Corte Suprema yo gané seis contra cero y se demostró que yo no había hecho sedición.

Noticias Abril 15, 2006

Emociones y Estados de Animo

La vida como Lámpara de Aladino



 

En los últimos años, ha
cobrado fuerza la percepción que para las personas y sus relaciones con otros,
en los negocio, en comunidad o en la familia, las emociones juegan un papel
principal.

Un salto importante en esta
percepción, aunque aún insuficientemente entendido, fue la publicación de la Inteligencia
Emocional
. Dio legitimidad a considerar como un ámbito pertinente e
importante al papel de las emociones, especialmente en la vida profesional,
pero la cultura predominante lo volvió a encasillar en la búsqueda y
prescripciones de recetarios formales, lógicos, continuando con el
entendimiento de la inteligencia y el aprendizaje basados en formalidades como
si se tratara de programar un ordenador.

Es cierto que se pueden modificar,
educar, transformar las emociones, pero siguiendo el camino del jardinero
cuidadoso, del artesano sutil, y no a través de manuales parecidos a los que
enseñan el uso de una licuadora.

Las emociones se cultivan,
se entrenan, se desarrollan, porque se trata de hábitos, no de componentes
intercambiables. Se trata de hábitos en el modo de reaccionar físicamente ante
los eventos de la vida diaria, pero también de hábitos que condicionan una
actitud predominante ante la vida en general. Se manifiestan en las emociones
que emergen predominantemente ante un evento sorpresivo positivo o negativo,
como una buena noticia, un descubrimiento, un anuncio, un accidente o una
sorpresa.

Pero también se expresan en
lo que solemos llamar el carácter, ese perfil emocional que nos muestra
optimistas o melancólicos, perspicaces o reflexivos, acogedores o distantes. Como
un rasgo que nos caracteriza. Hacerse conscientes y observar estos rasgos que
predominan en nosotros, nos da alguna libertad para comenzar a modificar los
que nos causan dificultades o nos impiden vivir una vida más satisfactoria.

Otra dimensión de los
estados emocionales son los discursos que nos embargan también como hábitos que
operan sin nuestra decisión y que no vemos. Porque vivimos en comunidades que
tienen sus tradiciones, nos “contagiamos” sin darnos cuenta de los discursos
que predominan en ellas acerca de nuestro pasado, presente y futuro, y
repetimos inconscientemente explicaciones y expectativas como si fueran
nuestras y originales. Porqué tuvimos ciertos fracasos colectivos, en lo que
somos buenos, en cómo se ve el futuro. Un medio importante de contagiar estados
de ánimo colectivamente son los discursos, las conversaciones, especialmente de
las personas o instituciones con liderazgo, como los políticos, las iglesias,
los medios de comunicación.

Un experto contaba cómo en
una ciudad pequeña y alejada de la capital del país la gente estaba atemorizada
por la delincuencia que ocurría en la gran ciudad a cientos de kilómetros de su
pueblo, sólo porque era lo que veía en el telediario de la noche. Los discursos
de identificación colectiva como las ideologías políticas, la religión, el
nacionalismo e incluso el fútbol, traen aparejadas emociones.

Podemos distinguir entre la
manifestación física de las emociones y su expresión discursiva, pero estas
siempre están juntas y una condiciona a la otra. Para fortalecer un estado de
ánimo o para cambiarlo por otro, tanto la expresión física de las emociones,
como su dimensión discursiva son objeto de cambio, pero un cambio que es sutil
y pausado cuando ocurre por azar y no por diseño. Hay otras manifestaciones
humanas en que se manifiestan los estados de ánimo, que también al cambiar
ellas hacen inflexiones a estos hábitos que son imperceptibles para la mayoría,
como son en general manifestación estéticas, como la música, la moda o la
arquitectura.

Resentimiento: cuánta
vida perdida

Un estado de ánimo histórico,
predominante en nuestra cultura, tanto en emociones reactivas a eventos, como
manifestaciones de un carácter predominante y de discursos compartidos
socialmente es el resentimiento, el cual parte de la ilusión que vinimos al
mundo a ser satisfechos, y que no lograrlo es una injusticia o, por lo menos un
error. Es tan general y profundo, que atraviesa las situaciones objetivas de
cualquier persona de cualquier condición social, económica o de género.

Como la expectativa es que
debiera conseguir todo lo que me imagino y la imaginación es ilimitada, siempre
voy a estar insatisfecho, cosa de lo más común por lo demás, pero la
consecuencia es que lo vivo como un acto de agravio e injusticia de los otros y
de la vida. Lo que hace sufrir, sentirse incompleto en cualquier condición y
especialmente acusador de las malas intenciones y del descuido de los otros por
mi propia existencia.

Una persona resentida se
siente desilusionada de los otros, es incapaz de sentir agradecimiento por la
vida que tiene, no tiene la posibilidad de preguntarse por su propia
responsabilidad en lo que falta, desconfía de las intenciones de los otros, se
vuelve escéptica e irónica ante las esperanzas ajenas, acusa de los descuidos y
faltas a quien se deje, o a quien le quede.

Una persona resentida es
una persona solitaria porque no confía y porque es difícil de soportar para los
amigos, familiares, compañeros de trabajo o jefes.

Es un problema imaginar
que la vida es como una lámpara de Aladino en que uno espera que todo lo que
imagina se vuelve en un deseo que algún genio servicial debiera satisfacer.

No se trata de aceptar las
cosas así simplemente como se nos dan, de sumarnos a ese himno creciente de la
resignación “es lo que hay”. Sino que de ponerse desafíos, buscar más,
pero aceptando como parte de la vida lo que no se da y en cualquier caso
liberar a los otros de la obligación de darnos lo que a nosotros se nos ocurre.

Mejor es aceptar la
realidad de la vida y para lo que no nos guste, comprometernos en cambiarlo, y
entrar en un ciclo de aceptación y búsqueda de cambio que acompañe a la
infinita imaginación de una vida mejor. En ese camino, enojarse, descreerse,
acusar o alejarse, no ayudan a resolver las propias insatisfacciones.

Como aceptamos antes, que las emociones se manifiestan física y
narrativamente, que afectan nuestras reacciones ante las eventualidades de la
vida y también nuestra actitud más predominante ante la vida, pero que antes
que nada, se trata de hábitos, el esfuerzo que necesitamos es descubrir
cuando comienza a manifestarse el estado de ánimo de resentimiento y buscar
emociones que pongan la responsabilidad del cambio en mi mismo antes que en las
culpas de los otros. En otro momento en el futuro, podemos conversar de otros
estados de ánimo.

…Ver: El Monje en el Laboratorio

Noticias Abril 15, 2006

Cambia el Paradigma

La Tercera
Humala & Morales & Chávez y Cía.
Ninguno de dichos personajes -y otros que hacen ya pinitos en el horizonte- parecen ni tan divertidos ni tan absurdos, sino manifestaciones o avatares necesarios y quizás terminales de una larga y variopinta sucesión de experimentos y/o configuraciones institucionales fallidas que se remontan a principios del siglo XX y, si somos rigurosos, desde mucho antes.
Fernando Villegas

Bien pudiéramos enterarnos, esta noche o mañana, que Ollanta Humala es el nuevo presidente de Perú o va a segunda vuelta a disputar ese privilegio. Sin embargo, aunque no se materialice ninguna de ambas alternativas, el solo hecho de haber podido ocurrir habla toneladas del nuevo espíritu -ánimo o desánimo, escoja usted- que cunde en gran parte de la región. Es el ya materializado en Bolivia, ya materializado en Venezuela y materializado también, aunque sin parafernalias indigenistas, sino con impecable corbata y afeitada, en la blanca y radiante Argentina. Aparece también aunque en formas balbuceantes, in vitro, en la política de Paraguay, Ecuador y otros países. Desde la sabiduría convencional se lo llama “populismo”, pero el fenómeno va más allá.

En efecto, la tentación de evaluar microscópicamente esos liderazgos -los cuales muestran variados elementos de populismo, indigenismo, nacionalismo, aceptación a regañadientes de la empresa privada, políticas de precios y desprecio a los partidos políticos- y enfocarse sólo en su vocinglero aspecto es grande y es errónea. Al hacerlo así destaca lo menos importante, a saber, lo particular del ascenso de sus dirigentes, lo folclórico de sus discursos y modales, sus pintorescas versiones de la heterodoxia y formas singulares de rechazar el credo neoliberal. Viéndolos de ese modo aparecen como personajes algo ridículos, de farsa, incluso peligrosos.

Una mirada un poco más elevada y más generosa revela más que eso. Vistos de esta otra manera, ninguno de dichos personajes -y otros que hacen ya pinitos en el horizonte- parecen ni tan divertidos ni tan absurdos, sino manifestaciones o avatares necesarios y quizás terminales de una larga y variopinta sucesión de experimentos y/o configuraciones institucionales fallidas que se remontan a principios del siglo XX y en verdad, si somos rigurosos, desde mucho antes.

Mirada desde el fracaso

Desde luego la mirada despectiva hacia los Humalas y los Morales dice menos de estos individuos que de quienes los miran. No es casual que dicha visión venga siempre de las elites u oligarquías latinas tradicionales, tanto de sus comerciantes de mesón como de sus vástagos literarios. Estas elites, normalmente de origen europeo y sin mezcla indígena, nunca más del 10% a 15 % de la población y dueñas monopólicas del privilegio, han sido hasta ahora protagonistas casi exclusivas de la política latinoamericana. Lo consideran un derecho de origen divino. Bajo su mandato han manejado los resortes del poder y hecho fluir la riqueza hacia sus bolsillos. Promovieron, apoyaron, dirigieron y se lucraron de prácticamente toda forma institucional que haya erguido cabeza en latinoamérica; hicieron suyas y tributarias de su interés, directamente o por proxy, las capitanías y virreinatos hispánicos, las repúblicas de opereta dirigidas por militares de sable y mostacho, las parlamentarias y las presidenciales, los estados federales y los centrales, las juntas militares, los nacionalismos, los regímenes de caciques y las democracias protegidas o al aire libre. Ninguna de esas formas hizo crecer a sus países más allá de la débil acumulación que entraña la mera evolución histórica. Ninguna promovió o desarrolló un nivel decente de justicia social. Ninguna libró al subcontinente del subdesarrollo. Es, la de ellos, una mirada desde el fracaso de los proyectos nacionales que urdieron y soñaron los Bolívar y los San Martín, los O’Higgins y los Carrera.

¿El modelo o sus instaladores?

La última de estas experiencias institucionales es el llamado “modelo neoliberal” basado en la libre empresa, ausencia de trabas estatales, política aduanera abierta al mundo, legislación laboral más bien favorable al capital, sindicalismo debilitado o ausente y en lo posible, en la medida de lo posible, democracia. Salvo en Chile, que ha crecido, -aunque con inicua desigualdad- el experimento ha resultado un fracaso en todas partes. Las izquierdas, fieles a su discurso anticapitalista, achacan la culpa al modelo como tal. Sin embargo su queja podría ser correcta sólo si se cumpliera la condición de que efectivamente ese modelo esté operando en toda Latinoamérica. Pero no es el caso. Lo que ha fracasado no es el modelo, sino el intento de aplicarlo. Han faltado la voluntad política, el necesario entramado institucional y legal, la disciplina social, las pericias profesionales. Privatizaciones mal hechas o a medias con fondos derivados a franquicias corporativas, reglas cambiantes cada semana, acuerdos aduaneros torcidos o reinterpretados a cada minuto -véase el caso del Mercosur-, políticas fiscales dilapidadoras y corruptas, etc., difícilmente pueden dar lugar al funcionamiento o siquiera instalación del modelo, de ningún modelo.

El fracaso es pues de sus instaladores. Otra vez, entonces, de las elites que han estado a cargo. La argentina, que ha metido y mete las manos en el cajón; la peruana, que se ha desintegrado política y moralmente; la venezolana, que se apropió los beneficios del oro negro no para dar lugar al desarrollo, sino a un estilo de vida grosero, vulgar y estéril. Y entonces, agotada -o siempre inexistente- la capacidad de dichas elites para poner en pie un sistema viable y agotadas las experiencias golpistas que venían a parchar a sangre y fuego el desperfecto luego de cada intento fallido, ¿qué camino le queda o quedaba a Latinoamérica?

Tercera Vía

Queda, tal vez, el camino de un nuevo Contrato Social que incorpore, como nunca ha sido hecho, a las etnias, los pobres del campo, a los trabajadores. Un contrato Inclusivo, no Exclusivo. Uno de democracia real, NO uno de democracia clientelística. De hecho, es muy posible que el modelo pueda ser instalado no a pesar de estas ruidosas movilizaciones, sino gracias a ellas. Las movilizaciones, cualquiera sea su forma, manifiestan un afán de justicia, igualdad ante la ley y oportunidades por parte de masas aun no incorporadas a los procesos sociales. Tarde o temprano eso da o dará lugar a reformas, nuevas maneras de organización a nivel bajo y medio, nuevas fuerzas que deben tomarse en cuenta. Entrañan, a fin de cuentas, el fin del poder omnímodo de las elites de siempre. Y hacer esto, cortarles las alas a plumíferos que de todos modos nunca volaron, es lo primero si se desea instalar un modelo eficaz.

La modernización en América Latina quizás pase, entonces, paradójicamente, a través de estas aparentes regresiones al nacionalismo, populismo y hasta indigenismo. Son éstas, cualquiera sea su discurso e incluso propósito, las que pueden darle fundamento a un modelo capaz de crecer.

Y hablamos de viabilidad no sólo del modelo neoliberal -lo que ya sería un progreso en comparación con lo que hay- sino, en un futuro próximo, de una nueva forma social y económica que lo supere. Esa “tercera vía” que los “think tanks”, pensadores aislados, movimientos globales, ecologistas, etc buscan a tientas en el mundo desarrollado, bien pudiera irónicamente estar siendo entrevisto por estas masas pobres e ignorantes que aparecen en las noticias como la encarnación misma del atraso.