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Ricardo Roman

Noticias Abril 21, 2007

Papelucho, la película

La reseña sobre Papelucho que con ocasión del estreno de la película hace Alberto Fuguet, me llevó lejos a mi infancia, seguro antes de los diez años, cuando leí -primero por petición de la profesora y luego por encanto- junto a mis hermanos, muchas de las aventuras del niño inventado por Marcela Paz. Allí leí por primera vez la palabra peugeot (que yo pronunciaba así literalmente), conocí a la Domitila y propuestas para cortarle trozos a las vacas sin tener que matarlas. Fuguet le da varias vueltas más a las historias y sus entresijos, pero lo que queda es esa sensación de reconocer un mundo de calorcito de familia.

Continúa:

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Papelucho, revisitado

“El que no sabe quién es Papelucho no ha sido niño, no tiene niños o simplemente no es chileno” asegura el escritor Alberto Fuguet, quien además tiene una mirada sobre el personaje bastante lejana al “cliché arraigado” del niño feliz. Por eso, y a días del estreno de la película Papelucho y el marciano, “Sábado” le pidió que escribiera sobre la célebre creación de Marcela Paz.

Alberto Fuguet.

Vea el trailer de la película

1. Cualquiera que haya leído Papelucho ???releído, más bien, y de adulto??? capta que es todo menos los que creen que es: un simpático niño risueño y sin muchos dientes “lleno de curiosidad” y “adicto” a las aventuras.

Por el contrario.

Quizás la imaginación no tiene edad, como dice la frase de la próxima película animada, pero tampoco hay edad para sufrir, tener pena y, lo que es quizás más angustioso, para no sentirse seguro, acogido y con un lugar en el mundo. La idea que Papelucho es “nuestro chico más feliz y risueño”, un poco travieso pero sin una gota de maldad en su sangre, se ha arraigado tanto que se ha instalado como uno de los tantos clichés con los que tenemos que vivir.

Travieso, quizás, pero como una forma de escape. Si a Papelucho le gustan las aventuras es que no se siente tan cómodo en casa. Las cosas claras: Papelucho es una de las voces narrativas nacionales más punzantes, agudas, perfectas en su tono, desafiante en su ira, incondicional con sus ideales y afilada a la hora de cortar con una inocencia casi aterradora la gruesa capa de desdén y la mediocridad de nuestra burguesía poco ilustrada.

En efecto, no hay que confundir a Papelucho, el personaje público, con lo que llamo Papelucho, la novela, formada por la saga, es decir, esos once volúmenes cortos de libros infantiles que, unidos, uno detrás de otro, en tapa dura, sin los dibujos ni las portadas de color, se podrían alzar como la gran novela del siglo XX sobre la familia disfuncional chilena.

Lo que pasa es que nadie quiere leerla así. O quizás no corresponde.

Los Papeluchos son libritos infantiles que llenan a los adultos de nostalgia y que, cegados, se los pasan a sus críos, sin tener del todo claro lo que les están entregando.

No es común releer Papelucho ya de adulto y, a veces, la parte infantil de Marcela Paz termina por cansar y agotar, pero cuando la paz de Marcela Paz se disipa y surge el complejo mundo interior de Esther Huneeus, la voz de Papelucho (que este año cumple 60 años y aún no cambia ni se espesa) deja de brincar y salta a profundidades no menores.

La duda que se inserta en el cerebro luego de releer toda la saga es clara: ¿se trata de una fallida novela de adultos o una saga infantil infiltrada llena de sarcasmo, ironía, perversidad y simple abandono? De qué está hablando Marcela Paz: ¿del mundo de las pastillas Ambrosoli o el universo de las pastillas con receta retenida?

Es complicado y erróneo juzgar un libro por lo que quiere que sea y no por lo que es. Esta mala costumbre termina por hundir al más objetivo de los críticos. Pero uno puede especular. Cómo habrían sido estas novelas si Marcela Paz hubiera usado la misma voz y el mismo narrador y, con leves variantes, hubiera escrito una novela para adultos. No porque un narrador tenga nueve años y escriba en presente implica que la narración deba ser infantil. Leyendo todos los Papeluchos queda claro que Paz no está simplemente “entreteniendo a los peques”. Está también hablándoles a aquellos que, muchas veces, les leen en voz alta esos libros al público objetivo. Papelucho es y no es un libro infantil. En esa tensión está su fuerza y ahí también sus carencias. En la segunda novela de Jonathan Safran Foer, por ejemplo, Tan fuerte, tan cerca, Oskar (al igual que el niño-narrador de El tambor de hojalata) es un chico de 9 años que no las ha tenido fácil: sus abuelos judíos escaparon de los bombardeos de Dresden y su padre murió en una de las Torres Gemelas. Safran Foer lleva la idea de Papelucho al límite y, tal como lo ha hecho Ian McEwan, cree que, para ciertas historias, sólo un niño es lo suficiente fuerte para narrarla.

El mundo de Papelucho no es tan limítrofe y retorcido, pero tampoco es un simple juego. Antes de Los Simpsons, muchísimo antes que Holden Caulfield y su primera persona cáustica de El guardián en el centeno, antes que South Park y Charlie Brown, Marcela Paz tuvo claro que el mundo infantil puede estar poblado de gente pequeña, pero no por eso de problemas pequeños.

2. Papelucho es un clásico, un ícono. Me refiero al personaje en sí. Es parte de nuestro disco duro emocional; lo ha sido para varias generaciones. Es una figura pop local, alguien que todo el mundo conoce y atesora a pesar de que ya lo olvidaron. Es de esos personajes que incluso es conocido y querido por aquellos que nunca lo han leído.

En el mundo de la publicidad, un creativo diría que el chico tiene “capacidad de recordación”. No hay que perder el tiempo para que el resto establezca una conexión de confianza y cariño hacia él. Papelucho está por allá arriba, quizás compitiendo en masa crítica de identidad y reconocimiento sólo con Condorito. Y por eso llama un tanto la atención que ahora Papelucho esté “saltando a la calle”.

Papelucho reloaded.

Papelucho mediático.

Papelucho superestrella.

Papelucho ???por fin??? es una estrella de cine.

¿Pero lo es de verdad?

¿Puede un chico tan a la deriva, tan introspectivo, que se inventa aventuras más que vivirlas, trasladarse a la pantalla, sobre todo a la de los multicines, donde un héroe, para ser masivo, tiene que conectar con el ciudadano (o el niño) medio?

He aquí un problema: de medio, de común, de masivo, Papelucho no tiene nada. ??ste es un chico dañado, al que le faltan plaza y calle, por mucho que se sienta un patiperro, que en vez de estar jugando con sus amigos le está escribiendo sus cosas a un diario.

¿Qué niño sano-sano escribe un diario?

Veamos qué pasa y veamos cómo es este Papelucho en 35mm, repensado no sólo para el cine, sino para este nuevo siglo.

Hasta esta fecha, la familia (los herederos de Marcela Paz) habían guardado a Papelucho con un celo casi salingeriano. Todo estaba prohibido. Nada de comerciales o campañas de servicio público, ni siquiera obras de teatro infantil para los malls. Pero ahora va a pasar del mundo bajo perfil de las letras (por mucho que la saga Papelucho haya vendido cerca de un millón de ejemplares) a la cegadora luz mediática del cine, del placement y de las franquicias.

3. Creo que optaré por ahorrarme explicar quién es nuestro héroe. El que no sabe quién es Papelucho no ha sido niño, no tiene niños o simplemente no es chileno. Papelucho es una figura literaria, pero, curiosamente, a diferencia de otros héroes literarios infantiles (o adultos), esta creación de Marcela Paz tiene su estética física. De alguna manera, Papelucho no es sólo una voz literaria, sino una figura pública. Sus rasgos humanos son inconfundibles: ese remolino incontrolable como pelo que podría transformarlo en un poster-boy para un gel capilar para surfistas-urbanos; esas largas piernas huesudas, señal inconfundible de ese viejo Chile mal alimentado, pre cereales, yogures y cajitas-felices.

Mientras Tom Sawyer y, sobre todo, Huckleberry Finn poseen rasgos inmediatamente reconocibles, quizás no exista un personaje literario con una identidad visual tan marcada como Papelucho. Sólo Harry Potter con sus anteojos redondos, el uniforme de colegio inglés y esa imitada bufanda a rayas, posee una persona tan instantáneamente reconocible. La razón, en estos dos casos, es clara: ambos libros venían con ilustraciones y portadas con la simpática cara del héroe.

El riesgo de la película no es menor, aunque es más artístico que comercial. Es poco probable que Papelucho y el marciano no sea un éxito y no se replete de niños durante su primer fin de semana. Cuenta, además, con la bendición del angelito de UCTV por lo que no es aventurado pensar que el filme no será tan oscuro, disfuncional y, en rigor, desolado, como la saga de novelas que inspiran este largo animado.

Lo más probable, y tal como lo ha hecho Disney por décadas, es que Papelucho pasará “por el filtro” y habrá más luz que sombras y, lo más probable, menos ambigüedad, también. Es algo lógico, por lo demás. ¿Una cinta infantil depresiva y triste? Poco probable. Papelucho y el marciano, sin duda, atraerá e intrigará a sus lectores, tanto los del presente como los del pasado, pero como sucede con toda adaptación de un clásico leído por millones, la gente llegará a sus butacas con sus propias expectativas. Lo más probable es que Papelucho y el marciano sea, en rigor, para toda la familia y sea en extremo “sana” y “cautivadora” y “bonita”.

El Papelucho estrella-de-cine ya no es el mismo de siempre. En rigor, este es el segundo fashion-emergency al que ha sido sometido el chico. Desde que se cambió de editorial, Papelucho ya no es tan huesudo y ha sido, de alguna manera, coloreado y photo-shopeado. Además, está más globalizado porque habla con un acento difícil de localizar.

4. Papelucho va rápidamente camino a la droga, a la rebeldía y a un espiral que apunta decididamente hacia abajo. Papelucho es el chico inocente que termina pagando por los platos rotos de sus mayores y de ahí que sea un narrador compulsivo y privilegiado.

“Me gustaría que me enterraran en un cajón bien pobre y con la plata del fino le compraran chocolates a los niños pobres porque el rico le roba al pobre y a mí me da vergüenza ser hijo de ricos”, dice, en forma clara, el chico.

Una de mis grandes dudas es qué habría pasado si Papelucho, en vez de quedarse pegado en los 9 años, hubiera ido creciendo. ¿Se habría dañado tanto como sus contemporáneos o se habría mantenido inocente? Papelucho, es bueno no olvidarlo, es el diario de vida de un chico en serios problemas que, al final del día, sólo tiene a su diario y un mundo demasiado interior que no siempre se entiende con eso que llaman “el exterior”.

Antes de seguir: no me siento un experto en Papelucho, pero sí, cercano. Le tengo cariño. He escrito acerca de él antes, y aquí estoy de nuevo, tecleando sobre lo que considero uno de los personajes fundamentales del canon literario nacional. Ya lo dije antes: es mejor el personaje que la suma de sus novelas. Pero en un país donde faltan personajes literarios de carne y hueso, y sobran novelas supuestamente perfectas y bien escritas, el aporte de Marcela Paz no es menor y bien se merece el Premio Nacional de Literatura (aunque fue en la época del apagón cultural de la dictadura). Si Volodia Teitelboim, que aún está vivo y sus libros, en cambio, están muertos, tiene un Premio Nacional, Paz es la excepción a la regla: a veces el jurado se equivoca y premia a la persona correcta.

5. La saga empieza así:

“Lo que sucede es terrible. Muy terrible y anoche me he pasado la noche sin dormir pensando en esto. Es de aquellas cosas que no se pueden contar porque no salen por la boca. Y yo sé que mientras no lo haya contado no podré dormir”

Luego:

“es bueno dejar su diario cuando uno se muere para que la gente comprenda lo que uno era por dentro y conozca sus intenciones”.

Es cierto que lo terrible es que casi mató a su fiel nana (como se dice ahora) Domitila. Y todo es por una travesura. Pero la primera frase es clave, y da el tono, y sobre todo es una saga, y por mucho que rápidamente todo se soluciona, no deja de llamar la atención que una novela chilena parta así:

“Lo que sucede es terrible”.

Alejémonos del experimento con Rinso y entremos al mundo interior del niño. Porque eso es, al final, la saga: un gran diario. En busca del tiempo perdido pero en presente.

“Yo ya no estoy desilusionado de la vida porque ya sé que la vida es así y que lo que uno quiere hacer bueno sale malo. De modo que ahora trato de hacer algo malo para que salga bueno, y cuesta mucho, porque no sabe uno cómo va a salir bueno. Cuando uno es invisible, aunque le den pena los que lo busquen, uno no puede aparecer y sigue invisible. Y, de repente, le da miedo de quedarse invisible para toda la vida”.

No es un chico de diecisiete el que está hablando. Nada de memorias desde una clínica siquiátrica. No es un tipo que se está recuperando de un suicidio o que dejó esperando a su novia. No. Es un chico de nueve ???sí, de nueve???, de clase media alta (o alta baja), con familia entera, y mascotas y hermanos y habla así.

¿Por qué?

“Ya sé lo que llaman desengaños de la vida. Hoy tuve uno tremendo. El desengaño más atroz, creo. Se siente en el pecho como una agüita caliente que corre suave hacia la garganta y se instala ahí. Es un gran sufrimiento desengañarse”.

Por qué Marcela Paz le dio tan poca paz interior a su personaje. Por qué lo hizo sentir siempre un extranjero, a lo Camus.

“Me voy de la casa, me voy para correr por el mundo y para huir de las injusticias de la vida. Me voy a la montaña, donde nadie me insulte y me desentienda. Mi padre es cruel y me aborrece. Los ricos no saben lo que es la pobreza. Yo sé”.

Algunos de los subtítulos de sus libros hablan por sí solos: perdido; casi, huérfano; soy dix-leso. Cierto: hay montón de otros simpáticos y coloridos, y todo chico sueña con ser misionero o detective. Pero lo raro es que, más allá de todos los viajes y aventuras que, en efecto, Papelucho tiene, lo perturbador es que sus reflexiones están llena de dudas e incertidumbre. Alguien podrá argumentar que esta personalidad depresiva de Papelucho son errores en el texto. Que es lo mínimo y que el que quiere ver eso soy justamente yo o lectores más atentos de lo necesario a ese tipo de personalidades. Puede ser, pero no lo creo. Nadie obligó a Marcela Paz a persistir, libro tras libro, década tras década, con estos estados y reflexiones que no tendrían que aparecer en la personalidad de un niño “alegre, feliz y aventurero”.

6. Papelucho y el marciano no es uno de los mejores episodios de la saga, aunque es el más ambiguo. ¿Papelucho en efecto se traga a un marciano o es todo producto de su imaginación producto de una bronconeumonía que lo deja en la clínica delirando? ¿Ese marciano son los bichos del virus o es un alien cariñoso? Det, el marciano, no es E.T. y ese capítulo de la saga pudo haber sido acerca de un encuentro real entre un ente de otra galaxia y un chico sudamericano que se adelantó al Elliot de Spielberg. Pero no se puede criticar un libro por lo que no es, sino por lo que es. No es, para mi gusto, uno de los mejores de la saga pero entiendo por qué fue elegido como base para la adaptación.

Quizás uno de los episodios más lúcidos es Papelucho, perdido, que parte con una sentencia devastadora:

“Soy un perdido y lo peor es que nadie nos busca. No hay avisos de radio que digan: “Se gratificará, con un barril millonario al que devuelva niños perdidos, etc. etc.”, ni cosa por el estilo. Porque mi familia es de esa gente que busca las cosas perdidas, pero jamás la fruta ni la plata ni los parientes. Tampoco buscaron a la tía Ema, sino que dijeron siempre: la Ema es una perdida, y se acabó el cuento. Ellos creen que uno se pierde adrede y quieren obligarlo a encontrarse”.

Vaya.

Veamos esta reflexión:

“La gente es muy distinta de lo que uno aprende en la Historia Sagrada. Siendo que yo era un hijo completamente pródigo, no hicieron ninguna fiesta para recibirme y me trataron igual que si nada hubiera pasado. Ni siquiera me preguntaron la aventura de la perrera. Porque son padres modernos o tal vez subdesarrollados”.

Hay humor y da risa que la palabra moderna se siga usando y siga provocando tantos estragos. La visión que Papelucho tiene de sus padres es apabullante y pareciera que él los quiere más que ellos a él. Es cierto que en un momento el padre se presenta como “su mejor amigo” pero Papelucho le explica, en forma clara, que necesita más un padre que un amigo. La madre de Papelucho bien puede estar entre los grandes personajes de nuestra literatura pues, con pocas apariciones, demuestra una ausencia continental y pone en entredicho que ésta es una sociedad matriarcal (aquí el rol de la madre sostenedora y acogedora es, sin duda, Domitila, una mujer que nunca ha sido madre).

Veamos algunos momentos de la madre.

“Mamá estaba como loca y me dio diecisiete pellizcazos”.

Papelucho es chico, pero no tanto para insinuar que pasa mucho tiempo en la calle en “diligencias”. Raro para una mujer que no trabaja y que tiene un buen pasar. ¿Qué hace tanto en la calle?

“¡Quítate que estorbas!”, le dicen al que quiere ayudar, y si uno se va, lo llaman: “¡Ven acá tú, y sé útil por una vez en tu vida!”.

??stas son palabras de la madre. Hoy se llamaría abuso verbal. Releyendo Papelucho, una de las cosas fascinantes es ver cómo lo que hoy escandaliza, antes era pan de cada día: castigos, abandonos y una confianza ciega en extraños. Las veces que Papelucho termina en la compañía o bajo el techo de extraños es para dejar a cualquier funcionaria del Sename en estado de constante alerta.

Un diálogo madre-hijo:

???Mamá, una vez dijo usted que me daría una fiesta para mi cumpleaños.

???Por supuesto que te la daré ???dijo, limpiando una foto apestada de moscas.

???Lo malo es que ya pasó mi cumpleaños -dije fatalmente.

???¡No me digas! ¿Cuándo fue? ???paró de limpiar, me miró y escupió el trapo para seguir limpiando.

???Usted debería acordarse. Yo era guagua cuando nací.

???En realidad, lo siento. Pero podemos celebrarte cuando quieras.

¿Estará esta mujer drogada? ¿Tomará martinis o pisco sours antes de las siete? Sigamos con ella:

“Entonces la mamá sacó sus famosas pastillitas y nos metió una en cada boca y dos en la propia y de puro desvelados nos dormimos”.

Sus famosas pastillitas. ¿De qué? ¿Por qué una madre les da pastillas de dormir personales a sus hijos pequeños?

En una clínica, un doctor se percata:

???Hace tiempo que está raro ???dijo una voz de hombre???. Sus padres no se preocupan. Deberían internarlo en un hospital.

Pero Marcela Paz no cree en villanas y supongo que cree que todos somos víctimas y todos, a la vez, tenemos la razón. La madre puede estar en otro planeta, pero también tiene los pies en la Tierra. Y Papelucho intuye que uno de los motivos por los que huye tanto de la casa es quizás por sus hijos, que la atan:

“Me gustaría que la mamá se demorara mucho en sus diligencias porque así descansa de nosotros”.

Lo mejor de Papelucho y el marciano es un intercambio al final que poco y nada tiene que ver con E.T. Papelucho se despide de su amigo que lo abandona y, con pena, le pide un consejo:

???¿Y ahora qué hago yo?

???Lo mismo que hice yo en la Tierra: aguantar.

Aguantar.

Curiosa palabra, extraño consejo. ¿Eso es lo que uno tiene que hacer en esta tierra? ¿De eso se trata todo? No creo. Pero hay gente que sin duda estaría de acuerdo y que entiende el consejo del marciano y comprende que eso es lo que debe hacer Papelucho para sobrevivir: Aguantar. Soportar. Seguir.

Y así lo hizo por 25 años y lo sigue haciendo ahora. En el cine, en las páginas de su saga, condenado siempre a tener nueve años, a estar perdido y casi huérfano, a depender del cariño de los extraños y entender que la única persona que tiene, el único en que confía, es en sí mismo, desdoblado en su escritura.

Papelucho, más que un niño, es alguien que entiende muy joven que la única manera que él puede salir vivo de esto es escribiendo. Sí, lo que sucede es muy terrible, pero peor sería si no pudiera contarlo. Aunque nadie lo lee. Lo curioso es que sí lo leen, por millares. Tal como un blog, el diario secreto de Papelucho no tiene nada de secreto pero es en extremo personal y, a veces, entre risas y palabras divertidas, en extremo desolador.

Alberto Fuguet.

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Noticias Abril 21, 2007

Carlos Slim: el latino más rico

Una de las leyendas vivientes en México, que atraviesa todos los grupos de preferencias y creencias es Carlos Slim. Es un mito inevitable en México. Tiene aristas políticas progresistas, con amistades en la cultura y en la socialdemocracia, pero también es criticado por el dominio de sus monopolios. En cualquier caso, debe ser el empresario que más entiende en qué se va convirtiendo el mundo a manos de la era digital. Es como para conocerlo. El artículo no profundiza y parece refrito de comentarios de familiares de la periodista y antiguas visitas de Slim a Chile, pero vale la pena. De la autora me gustó su libro sobre Patricio Aylwin, me gustan menos algunas de sus entrevistas (no se puede ser periodista y protagonista al mismo tiempo y seguir en la no ficción).

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CARLOS SLIM
Radiografía al latino más rico del mundo

La revista Forbes lo acaba de nombrar el segundo hombre más rico del planeta. Mexicano, con importantes nexos con Chile, poderoso y respetado desde George Bush a Fidel Castro es, sin embargo, un hombre austero, que vive en la misma casa hace 30 años, y que no usa computador ni autos de lujo. Apasionado por el futbol y el arte, el mayor dolor de su vida es la muerte de su mujer.

Por Margarita Serrano

En México lo tratan como a un héroe. Sienten que es el único que lo hizo, que lo logró, que llegó donde ninguno ha llegado. Que no solamente fue durante los últimos 10 años el tipo más rico de América Latina, sino que ahora llegó a ser el segundo más rico del mundo. Héroe nacional.

Los empresarios lo respetan. Saben que no pueden ser sus enemigos. Los Presidentes de todas las naciones de las Américas le dan el tratamiento que le darían a un par. Tiene tan buenas relaciones con George Bush como con Fidel Castro.

Los mexicanos y muchos americanos ya saben que cuando comen, cuando hablan por teléfono, cuando fuman, ven televisión o leen una revista, cuando van a una farmacia o a un banco, cuando se visten en Sacks Fith Avenue, cuando usan el celular o el internet…le están dando dinero a Carlos Slim.

Lo que no se sabe es que este magnate ni siquiera anda en un Mercedes. Cuando llega a un lugar, maneja él un auto de penúltimo modelo. Se viste sin elegancia alguna. Ni siquiera tiene sastre, porque le gusta caminar por las calles de los lugares donde va y mirar las tiendas, y si hay algo que le gusta, se lo compra. Y no estamos hablando de un anillo de brillantes, sino de una parca para el frío, como lo hizo en Punta Arenas cuando su amigo chileno, el senador Fernando Flores, lo convidó a conocer la Antártica, en 2002.

En Ciudad de México vive en un barrio exclusivo llamado Lomas de Chapultepec, pero su casa ???que por fuera se ve grande e imponente, pero igual a todas las de alrededor??? es muy sencilla por dentro. Las sillas del comedor, por ejemplo, son de oficina. Y es la misma casa que tiene hace 30 años, que arregló para vivir con su mujer y sus seis hijos ???tres hombres y tres mujeres???, antes de que todos se casaran y de que ella falleciera de un problema renal, en 1999.

“Se nota que allí falta una mujer”, cuenta una ejecutiva a quien él citó para conversar de trabajo. “Es como un bunker sencillo. Como él”, agrega.

Es cierto que su vida está marcada por la muerte de Soumaya Domit, su única esposa, a quien veneró siempre. Incluso antes de casarse formó su entonces pequeño holding al que nombró Carso, por Carlos y Soumaya. Prefiere no hablar de ella, porque cuando empieza, no puede evitar el llanto. “No te metas en ese tema”, me pidió con la voz quebrada y los ojos húmedos, hace algunos años, cuando me tocó entrevistarlo en Chile. Y se quedó en silencio, tranquilizando el puchero en la barbilla y cerrando los ojos para detener las lágrimas. Luego comentó que habían alcanzado a estar 33 años casados y que ella era su mayor alegría.

Ya han pasado varios años. Los nietos ya son más de diez, los hijos lo visitan mucho en esta casa donde ahora vive solo, y todos trabajan con él: los tres hijos, Carlos, Patricio y Tony, están a cargo de los tres brazos de sus empresas, el rubro inmobiliario, el de telecomunicaciones y retail, y el financiero. También sus yernos están en sus negocios.

Dicen, en todo caso, que no hay viuda ni divorciada que no esté lista para casarse con él. Pero esa es la oferta, que traspasa nacionalidades y edades. No se sabe cuál es la verdadera demanda.

Hijo de la revolución

En muchas pequeñas cosas, Carlos Slim es un multimillonario atípico. Su historia no es la del inmigrante árabe que parte de cero. Esa es la historia de su padre. Julián Slim llegó a México a los 14 años, con mucha familia y ni un peso, en 1902. Antes de diez años, inaugura una tienda de telas, ropa y baratijas llamada Estrella de Oriente, en honor a su patria, el Líbano. Vende a muy bajo precio, incluso presta dinero a otros, y se construye una muy buena situación. En 1940 nace Carlos, el quinto de sus seis hijos. Estudia en escuela pública y acompaña a su padre a la tienda todos los días. Es el único de los Slim Helú que tiene desarrollado el olfato empresarial. A su padre le gusta mucho andar con él porque se comprenden. A los 12 años realizó sus primeras inversiones, en bonos y acciones, en el Bancomer.

Le pregunté aquella vez si lo hacía para complacer a papá. Me dijo que no. “Lo hacía porque me gustaba, porque había una vocación por hacer cosas, por inventar. Es como un pintor con vocación artística, cuyas pinturas se venden caras, sigue pintando no por venderlas más caras, sino porque le gusta pintar”.

Con esa mentalidad llegó a los 13 años, cuando muere su padre y les deja una herencia a cada uno. Esa es la que Carlos ha multiplicado ad infinitum, desde los 15 años invirtiendo en la Bolsa y luego armando el imperio, hasta llegar a los 53 mil 100 millones de dólares que son los que confiesa la revista Forbes estos días.

Estudió ingeniería civil en la UNAM, hizo un postgrado que no terminó en Ilades, en Santiago de Chile, y no paró nunca de invertir y comprar. Tal vez su paso más significativo fue haber comprado Telmex (Teléfonos de México) en tiempos de su privatización bajo el Presidente Salinas de Gortari. La adquirió en mil 700 millones de dólares y hoy se supone que vale más de 25 mil millones.

A sus 68 años, no usa computador. Pero hay algo más sorprendente, que lo hace ser atípico, y es que escucha con atención lo que otros dicen. Incluso con asombro, como si se le revelaran mundos nuevos en cada ser humano que toca. Por eso es la antítesis del Rey Midas, porque es un gozador.

Para el actual embajador en Argentina, Luis Maira, a quien le tocó recibirlo en su casa cuando era embajador en México en tiempos del Presidente Lagos, Slim es un tipo poco común en América Latina:

“Es un hijo de la revolución mexicana, que terminó con la vieja aristocracia y permitió la emergencia de todo tipo de personas nuevas sin ningún linaje. Después de la revolución, cualquier persona con esfuerzo e inteligencia pudo llegar muy arriba. Slim es una expresión de eso. Habla como si no fuera rico. Salvo cuando demuestra el gran conocimiento del mundo que tiene. Ahí se le nota que es un tipo universal, global”.

???Dicen que le tiene un gran aprecio al ex Presidente Lagos.

???Sí, por eso cuando viajó el Presidente Lagos a México le hicimos una cena íntima con personas como García Márquez, Carlos Fuentes, Aguilar Camín, Carlos Slim… Y él escuchó mucho a los demás, los disfrutaba en sus intervenciones, reconociendo la excelencia de los otros, y sólo hablaba lo justo, con gran naturalidad. Se le veía como una persona muy segura de sí misma, pero muy humilde y sencillo al mismo tiempo.

???¿Cuál es su relación con Chile?

???Otra vez comimos en casa de Jorge Castañeda (ex canciller mexicano), donde éramos cuatro personas. Me sorprendió la mucha simpatía que tiene por Chile. Estudió un posgrado en Santiago, ya siendo ingeniero, y tuvo un conocimiento muy cercano de la sociedad chilena. Tiene amigos y aprecia mucho nuestra mentalidad. Es una persona que trabaja muy activamente por la UNAM, apoya su club deportivo y todos los trabajos de la universidad. Eso es muy atípico. Es la universidad más grande de América Latina, muy pública, muy plebeya. ??l se identifica y se reconoce allí.

Efectivamente, siempre que Carlos Slim viene a Chile ve a Ricardo Lagos, a José Miguel Insulza, y a muchos amigos que tiene en la Concertación. Su gran “cuate” chileno es Fernando Flores, que lo ha traído a seminarios y a encuentros sobre innovación con su otro gran amigo, el español Felipe González. Sin embargo, aquí es más un lugar de encuentros y de aventura que de negocios. Hace unos años entró a Chile comprando Chilesat, peleó mucho por las regulaciones, las reglas del juego, y no logró conseguir que se modificaran las disposiciones vigentes en materia de telecomunicaciones así es que vendió pronto sus intereses. “Mientras haya que pagar una cantidad excesiva por interconexión a las otras empresas telefónicas en Chile nuestra participación en el mercado de las telecomunicaciones será marginal”, dijo en 2004 a El Mercurio.

CON DIOS Y CON EL DIABLO

Como es un tipo encantador y sobrio, además de muy poderoso, no es fácil encontrar a sus enemigos. Sin embargo, hubo una conferencia el 7 de noviembre del año pasado y luego un estudio del Banco Mundial y la Universidad de Harvard sobre desigualdad y crecimiento en México, que no lo dejan nada de bien. Con la asistencia de gente del gobierno y de especialistas se llevó a cabo este evento en el Distrito Federal que concluye que la desigualdad mexicana sí tiene un efecto importante sobre el crecimiento. Y que los monopolios y sus artimañas para saltarse las regulaciones vigentes son un factor determinante en este estancamiento. El sector telecomunicaciones, donde Telmex y América Móvil ???ambas de Slim, que controlan el 95 por ciento de la telefonía fija y móvil de México, con las tarifas más caras de América Latina??? fueron los principales blancos. La discusión fue enriquecida con muchas publicaciones y comentarios en la prensa local e internacional. Carlos Slim llamó a la autora del estudio ???Isabel Guerrero??? y le dijo que le habría gustado poder defenderse. Pero la verdad es que estaba invitado al seminario y no asistió.

Existe, por lo tanto, una contradicción profunda entre su pensamiento progresista y su afán por ganar y seguir ganando. En eso se parece a George Soros en sus críticas al sistema, pero no teme usarlo para llegar donde está. Lo que hace Slim para compensar entre estas dos fuerzas es predicar un capitalismo comprometido con el progreso y la creación de empleo.

La otra arma importante con la que Slim blanquea su monopolio es a través del arte. Y esto es profundo y genuino en él. Dicen que tiene esculturas de Rodin en su casa y oficina. Que creó un museo con obras europeas que los mexicanos no tenían opción de ver allí. Su Fundación Telmex se dedica a restaurar obras en el centro histórico: emitió bonos a cinco años por 39 millones de dólares para financiar el Zócalo de Ciudad de México; se ha comprado muchos edificios para restaurar y, respetando su arquitectura histórica, los ha transformado en cines y en casas. El cine es otra de sus grandes pasiones y apoya todas las películas mexicanas que llegan al mercado internacional, como Amores Perros.

Su otra pasión es el fútbol. Ahora está apoyando a los Pumas de la UNAM, el equipo al que amó desde su primera juventud.

Le gusta fumar puros y tiene una visión sobre el hecho de fumar cigarrillos que es tan políticamente incorrecta que resulta fascinante. Le pregunté aquella vez si no le daba remordimiento ser dueño de la Philip Morris y respondió que no, mientras saboreaba el humo de su puro. “Hace muy bien fumarse unos pocos cigarrillos. Te relajan, te impiden engordar. Es una estupidez creer que son un vicio, en poca cantidad. Lo que pasa es que el cigarro es el nuevo enemigo público gringo. Como ya se acabó el comunismo y fracasaron con el narcotráfico, el enemigo es el cigarro”. Y luego sonrió, alineando los ojos negros.

SLIM EN NúMEROS

??? Tiene 250 mil empleados en México.
??? Paga más de 5 mil millones de dólares en impuestos.

Entre sus empresas, que incluyen el área financiera, telecomunicaciones, inmobiliaria y retail, se encuentran:
??? Telmex
??? América Móvil
??? Cadena Sanborns (con restorán, farmacia, discos, regalos)
??? Televisa
??? Sacks Fith Avenue
??? Philip Morris

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Noticias Abril 20, 2007

Invertir en filantropía

Stephan Schmidheiny

Stephan Schmidheiny es interesante por quién es y también porque es otro desmentido a la doctrina neoliberal, en que los mercados (y las personas) sólo se mueven buscando su interés. Debe ser inexplicable dentro de la lógica económica el tipo de labor que ejerce tamaño millonario, pero aquí lo tenemos preocupado de la pobreza, del desarrollo y del ambiente:

“Mi filantropía no es una filantropía en el sentido clásico, de caridad, de regalos a los pobrecitos para que coman, no es misericordia. Yo lo veo como una inversión en procesos sociales. Una inversión en el futuro de la sociedad de la cual dependo y en la que quiero hacer buenos negocios. Es como una inversión en mantenimiento de un sistema del que formo parte. Cuanto mejor funcione el sistema, mejor para mí es la condición para hacer negocios”

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La Tercera
El magnate que donó una fortuna a Latinoamérica

“La filantropía es una inversión”, dice en esta entrevista Stephan Schmidheiny, el hombre que realizó la mayor donación privada conocida en la región. Estará en Chile la próxima semana para exponer sobre los desafíos empresariales que conlleva el calentamiento global. El magnate suizo, cuya fortuna Forbes estima en US$3.600 millones, fue uno de los primeros en el mundo en hablar de desarrollo sustentable y ecoeficiencia. En Chile, la empresa Masisa pertenece al trust de beneficencia que él creo el 2003.

Por Francisca Skoknic

Stephan Schmidheiny (59) es el particular que ha hecho la mayor donación conocida en América Latina. Sucedió hace cuatro años, cuando creó un fondo -el VIVA Trust– con parte importante de su fortuna: US$ 1.000 millones, que son administrados con el objetivo de “contribuir de manera sostenible al desarrollo económico, ecológico y social” de la región.

Pero lo de Schmidheiny, como él precisa, no es la caridad sino la filantropía: esto es, según su definición, una inversión que creará un mejor ambiente para hacer negocios. Y de eso sí que sabe.

Hijo de un gran magnate suizo ligado a la fabricación de materiales de construcción, Schmidheiny estudió leyes porque no pensaba dedicarse a los negocios, pero en 1984 asumió la propiedad de uno de los holdings familiares, el Grupo Eternit. Fue al mando de esa compañía que se vio enfrentado a su primer dilema empresarial, cuando en los 80 empezó a hablarse de que el asbesto -que constituía parte importante de la producción de Eternit- era dañino para la salud. Decidió cortar por lo sano y eliminarlo. Lo tildaron de loco, pero dejar el asbesto lo obligó a diversificarse. Si bien la crisis fue fuerte, no sólo salió adelante, sino que multiplicó su fortuna.

Tras esto además se dedicó a invertir en empresas en crisis, que vendía una vez reestructuradas. Ha dicho que, en promedio, su rentabilidad fue de entre 5 ó 7 veces lo invertido. El caso más famoso es el de Swatch, firma que se formó cuando él concurrió al rescate de la deprimida industria relojera suiza. También fue director de Nestlé y de la Unión de Bancos Suizos.

Siempre atraído por América Latina, donde su familia tenía negocios, creó en Panamá su primera obra filantrópica a través de Fundes, dedicada al fomento de las pymes. En 1982 vino de vacaciones a Chile y terminó invirtiendo en el área forestal, interesado en lo que llama “plantación sostenible de bosques”. Apostó a que la crisis que remecía el país pasaría y con los años y, tras una asociación con el grupo Pathfinder, llegó a controlar, el 2002, lo que hoy es la firma Masisa, líderes regionales en la producción de tableros.

Su aterrizaje de lleno al mundo ambiental se produjo en el período previo a la Cumbre de Río de 1992, cuando le encargaron formar el Consejo Empresarial para el Desarrollo Sostenible, que introdujo a los más importantes hombres de negocios en un terreno que hasta entonces les era ajeno. Schmidheiny se transformó en un pionero en la promoción del desarrollo sustentable entre los privados y empezó a ser reconocido como un “empresario verde”, un calificativo que según él ya no corre: “Hoy el mundo es verde”.

Esta evolución llegó a su peak en 2003, cuando creó su trust VIVA (Visión Valores). A él se transfirieron todos los activos de su holding, Grupo Nueva, que hoy incluye a la empresa de sistemas de construcción Plycen y el 53% de Masisa. El 2006 el Grupo Nueva tuvo ventas por US$ 1.700 millones. Se maneja por lo que Schmidheiny llama el triple bottom line o filosofía del triple resultado, que considera el éxito en términos económicos, sociales y ambientales. Los dividendos del grupo pertenecen a VIVA Trust, que los reinvierte en actividades filantrópicas y especialmente en la Fundación Avina, dedicada a la promoción de líderes sociales. Desde que el empresario suizo la fundó en 1994, Avina ha invertido US$ 340 millones.

Pese a su intensa actividad filantrópica, Schmidheiny no parece haberse empobrecido. Si antes de crear el VIVA Trust el ranking de billonarios de Forbes le atribuía una fortuna de US$ 2.500 millones, en su edición de marzo pasado le adjudica US$ 3.600 millones. ??l se ríe. Comenta que no sabe cómo hacen esos cálculos ni menos si en su caso la cifra es mayor o menor, pues dice que no cuenta cuánto dinero tiene. “El monto varía según cómo ande la Bolsa. Pero me va bien y aún después de haber donado todo mi grupo de América Latina tengo mucho más de lo que pueda comer o comprar razonablemente”, afirma en entrevista con Qué Pasa. Desde que donó parte de su patrimonio invierte el resto en acciones, bonos o private equity manejados por expertos.

??l permanece alejado de funciones ejecutivas. Actualmente dedica parte de su tiempo a desarrollar la visión de VIVA Trust. Al momento de esta entrevista estaba en España realizando, según él, “trabajo filosófico”. Se traslada tanto que no es capaz de decir exactamente dónde vive (“en Europa y viajando mucho”), aunque sus casas se sitúan en Suiza y Costa Rica. También es presidente honorario del Grupo Nueva -“con voz pero sin voto”- y se aprestaba a viajar a Chile, donde el lunes 23 de abril participará en la reunión anual del grupo y en un seminario organizado por Icare sobre el calentamiento global, una de sus grandes preocupaciones hoy.

Filantropía, una inversión

-¿Por qué optó por el camino de la filantropía? ¿Qué rol debiera jugar en el desarrollo económico?

-Mi filantropía no es una filantropía en el sentido clásico, de caridad, de regalos a los pobrecitos para que coman, no es misericordia. Yo lo veo como una inversión en procesos sociales. Una inversión en el futuro de la sociedad de la cual dependo y en la que quiero hacer buenos negocios. Es como una inversión en mantenimiento de un sistema del que formo parte. Cuanto mejor funcione el sistema, mejor para mí es la condición para hacer negocios.

-¿Cree que los empresarios la valoran suficientemente?

-Si vemos la filantropía más bien como una inversión en un sistema del cual yo soy parte y no una limosna a los pobres, entonces creo que tiene mucho sentido que ellos se involucren en eso, ojalá más que en el pasado, y que se metan con la misma creatividad y espíritu empresariales que les han permitido tener éxito en sus negocios. Eso es lo que yo busco, eso es lo que todavía me parece que hace falta: que la gente entienda que la filantropía no es sólo algo moral, hasta religioso con la iglesia, sino un campo que requiere de mucha creatividad para participar en procesos sociales. Ojalá un número creciente de empresarios lo vean así y entonces les provocará participar.

-Se enlaza un poco con la afirmación suya de que no puede haber empresas exitosas en sociedades fracasadas?

-Ese es mi lema, a la larga no existen empresas exitosas en sociedades fracasadas.

-¿Eso se puede aplicar de alguna forma a la experiencia de América Latina?

-Hay de todo. Un caso bueno es Chile, quizás un par de otros países pequeños como Panamá y Costa Rica. Pero hay cosas muy preocupantes, como la gran pregunta de qué va a pasar con el chavismo y hasta qué punto éste será contagioso hacia otros países. Lo que pretende hacer Chávez, mucho más allá de Venezuela, es una gran interrogante.

-¿Qué le preocupa del chavismo?

-La intervención del Estado en lo económico es para mí lo más preocupante. Los derechos humanos y la libertad de expresión, hasta la fecha, parecen manejarse de manera aceptable en Venezuela; sin embargo si crece el enorme peso del Estado en la economía en países que no tienen el petróleo que posee Chávez, será un problema que hemos vivido en tantos casos, todos fracasados.

-Usted mencionó a Chile como una de las excepciones, ¿por qué lo distingue?

-Es un país que ha tenido éxito porque ha invertido en instituciones políticas y sociales. Para organizar el bien público hacen falta instituciones que trabajen bien, sin corrupción y con el apoyo de los ciudadanos. Es clave un Estado de Derecho en que el sentimiento general de los ciudadanos es que el derecho es para todos. Chile tiene un Estado de Derecho mucho más desarrollado que el de los demás países. Lo otro fundamental son las instituciones sociales, que en Chile funcionan. Es un país ordenado -que inspira confianza a los inversionistas- y creativo, que al ser pequeño y no tener un mercado interno, tuvo que probarse en la competitividad global desde hace años.

El modelo Schmidheiny

-En su documento “Mi visión, mi trayectoria”, usted se preguntaba por el supuesto conflicto de intereses que existiría entre empresa y fundación, pues una intenta ganar dinero y la otra invierte sin buscar beneficios, ¿qué responde ahora que su modelo lleva cuatro años funcionando sobre la base de una empresa cuyos dividendos se invierten en una fundación?
-En ambos niveles de la empresa y de la fundación tenemos una visión compartida: lo llamamos desarrollo sostenible. Hemos encontrado más aspectos comunes que conflictos, en el sentido de manejo de herramientas, formación de gente profesional, hasta en el sentido de competencia, porque en la fundación también nos medimos con benchmark, para ver cómo es nuestro desempeño comparándolo con otros.

-¿Cuál es el lugar de colaboración de ambas estructuras?

-En proyectos concretos. Por ejemplo, la fundación encuentra un líder social que trabaja con pequeños campesinos que nunca tenían dinero para comprar tubos para el riego de campos; entonces la empresa interviene organizando créditos blandos para ellos.

-¿Y la estrategia del Grupo Nueva cambió con la nueva estructura societaria?

-En lo que no ha cambiado es que sigue con el compromiso en el triple bottom line y ya no tengo que predicar nada a esta gente: lo han internalizado, están convencidos y lo están practicando.

-¿Cómo nace el concepto de triple bottom line y cómo lo ve en funcionamiento?

-Hace 6 ó 7 años sonaba como algo exótico, pero hoy tantas empresas lo practican con éxito que uno ya no se puede considerar como superprogresista. Es una fórmula que responde a cambios en el mundo, en la sociedad, cambios que son evidentes, como los factores ambientales y ahora la energía con el cambio climático. A su vez la globalización tiene como efecto que consumidores en EE.UU. o en Europa tienen influencia en lo que puede vender y producir una empresa chilena. La comunicación hoy existe a nivel global, hay un nivel de transparencia inmediata que en el pasado no existía y que ya no permite esconder. Es decir, las empresas tienen que responder al público, a los empleados, a los clientes. Responder a estos tres niveles no es más que responder a tres tendencias que son evidentes.

-¿En un comienzo fue incomprendido? ¿Se creía que su sistema era impracticable?

-Sí, claro (risas). Los pioneros siempre se ven como sujetos fuera de lugar. Cuando uno ve las tendencias antes de que se produzcan masivamente no te entienden y piensan en un visionario soñador, excéntrico… no sé qué más me han llamado.

-¿Cree que las empresas son conscientes de la necesidad de respetar el medio ambiente o lo ven como una necesidad para protegerse de las posibles consecuencias de malas prácticas en su imagen?

-Ya no somos unos pocos excéntricos, es un movimiento cada vez más importante. Esa es una buena noticia. Aprendemos como individuos o como empresas de varias fuentes: una de éstas es la visión, una idea en el futuro; luego la competencia nos enseña cómo mejorar; con la propia creatividad, buscamos mejoras y encontramos; y también aprendemos de los daños que nos hacen a nivel material o de reputación. Creo que el aprendizaje incluye todos estos factores y no sólo el riesgo de daño moral.

-¿Cuáles son los desafíos que quedan pendientes en estos ámbitos para el sector privado en América Latina?

-Cuesta generalizar en América Latina porque en algunos países las cosas son muy difíciles y otras naciones sí van bien. En general diría que los empresarios deberían comprometerse más con el desarrollo social para mejorar y fortalecer la sociedad de la cual forman parte y el dinamismo del cual depende, por lo menos en parte, el éxito propio. Mantener el sistema del cual yo formo parte: eso para mí es lo más importante.

Preocupación global

-¿Qué tan grave cree usted que es el problema del calentamiento global? Hasta hace poco algunos países como EE.UU. lo negaban, ¿cuál es la responsabilidad y desafío de los privados y de los estados?

-Es un gran tema. A mí francamente me asusta lo que veo: la situación de los glaciares, los polos… Es peor de lo que había pensado hace 5 ó 10 años. A mí -que me he preocupado desde hace mucho por el medio ambiente- si me hubieran preguntado hace siete años qué opino del calentamiento global, habría dicho “será un problema para la generación de mi hijo, pero no será un problema terrible para mí”. Sin embargo, hoy el problema lo vemos de manera muy concreta y es más alarmante de lo que yo había creído. Creo que en general y con muy pocas excepciones los gobiernos todavía no saben cómo manejar el tema. Faltan instituciones para la toma de conciencia y para diseñar decisiones políticas colectivas, porque éste es el prototipo de un problema global y no tenemos las instituciones para tomar decisiones a nivel global. Debemos negociar, pero en la mesa de negociación hay un gorila y hay algunos perritos y muchos ratoncitos. En el caso de la empresa sí puede hacer bastante más aún en el marco actual de las cosas.

-Son los grandes emisores?

-Los más grandes son el transporte y la vivienda. Creo que la industria a nivel global es la tercera. Y bueno, son importantes en el sentido de que fabrican autos o construyen viviendas. Muchas empresas han hecho enormes progresos en el sentido de la ecoeficiencia, la que nosotros propusimos en 1992 en el libro “Cambiando el rumbo”. Sin embargo, hoy muchas iniciativas posibles y eficientes no se pueden realizar por políticas públicas equivocadas, que ponen incentivos 180 grados al otro lado. Fueron políticas diseñadas cuando todavía pensábamos que energía y petróleo habría para siempre y el aire, la atmósfera terrestre, podía recibir cualquier cantidad de CO2. Hoy tenemos que trabajar conjuntamente entre política y empresa. La primera para dar incentivos en la dirección correcta; la empresa para innovar y para ser más ecoeficientes. Pero ojo: será un proceso de décadas, no de pocos años. Sustituir el petróleo será el desafío más grande que la humanidad ha conocido desde que empezamos con la era industrial.

-¿Qué políticas deberían generarse para avanzar en ese rumbo?

-Debería fomentarse la investigación y la inversión en todo lo que es ahorro de energía y energías renovables. Eso todavía no se da. A nivel internacional todavía existen muchos más subsidios para energía nuclear o para petróleo que para las cosas que hacen falta. Y sobre todo hay que insistir en el uso eficiente de la energía, porque mientras el petróleo era barato y abundante, nos acostumbramos a un uso muy ineficiente a muchos niveles, como, por ejemplo, lo usamos en los edificios para calentar o en los autos y en las fábricas, que podrían ser mucho más eficientes.

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Noticias Abril 19, 2007

Estado de Bienestar

Finland People

Es refrescante escuchar a un político serio como Genaro Arriagada, ex ministro de gobierno y ex embajador ???nada díscolo ni flagelante- que hace una inteligente defensa del Estado de Bienestar. Parece que ya estuvo bueno de comulgar con la ideología del neoliberalismo y el tiempo político de esa escuela, por lo menos en Chile, comienza a acabarse. No se trata de pendular hacia las caricaturas de revoluciones cercanas a nuestro país, estamos creciditos para eso, sino de reconocer que demasiado mercado es tan malo como demasiado Estado. Hay que decir que hablar de Estado de Bienestar es uno distinto a la tecno/burocracia que perpetra algunas de las políticas chilenas, sino un Estado moderno, eficaz, transparente, meritocrático y sintonizado con la globalización y la sociedad digital. Necesitamos un Estado que instala la agenda de la sociedad del conocimiento, que toma el riesgo que los privados evitan, que hace las inversiones de largo plazo, que promueve un sentido de nación común para todos, protegiendo a los que más lo necesitan. Está probado históricamente que se puede hacer (ver), es cuestión de querer mirarlo, y todo dice que avanzamos en esa visión:

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El Mercurio
El Estado de Bienestar ¡vive!

Genaro Arriagada

Hace 25 años, en pleno auge del neoliberalismo, escribí una columna donde decía que el más poderoso intelectual de esa tendencia, Friedrich von Hayek, se había equivocado gravemente cuando en su libro “Camino de Servidumbre” vaticinara que la intervención del Estado en la economía y sus políticas sociales conduciría a la decadencia económica y al término de la libertad. En esa crítica a Hayek me afirmaba (lo que siempre es bueno en un país que tiene pasión por las citas) en los dichos de otro Premio Nobel de economía, Paul Samuelson, que señalara que el Estado Benefactor no había llevado al “asesinato totalitario de la libertad”, sino que, por el contrario, había abierto enormes posibilidades a la libertad de las personas y a la justicia social.

Hace un par de meses encontré otra notable defensa del Estado de Bienestar, esta vez hecha por Jeffrey Sachs, un economista que estuvo asociado a importantes procesos de reformas económicas -incluidas privatizaciones- en Bolivia, Polonia, Rusia y que es autor, con Felipe Larraín, de un afamado texto sobre economía. Sachs (“Scientific American”, noviembre 2006) dice algo que sonará a herejía a economistas de derecha y, desgraciadamente, también a algunos que figuran en altos puestos en el gobierno de la Concertación. Se pregunta ¿son las altas tasas de impuesto y las fuertes redes de protección social antagónicas a una próspera economía de mercado? La evidencia, dice Sachs, es no; y argumenta del siguiente modo. Distingue entre “países de bajos impuesto y altos ingresos” entre los que menciona a Australia, Canadá, Reino Unido, Estados Unidos, y “países con altos impuestos y altos ingresos”, como Suecia, Noruega, Finlandia (ver educación NokiaDiseño Helsinki), Dinamarca. Los primeros destinan un 17% del PIB al gasto con propósitos sociales y los segundos, el 27%. En promedio los países de Europa del Norte, socialdemocracias, normalmente gobernados por coaliciones de centroizquierda, superan a los anglosajones en casi todas las variables que miden el desempeño económico: los índices de pobreza son más bajos, el ingreso de la población que trabaja es más alto, sus presupuestos son más balanceados, en materia de desempleo las tasas son prácticamente las mismas, aunque levemente más altas las de los nórdicos, y el resultado social y económico para los hogares que se ubican en la parte más baja de ingresos es notablemente bueno. Su dinamismo económico es muy alto, no obstante las altas tasas tributarias. Y formula un juicio lapidario respecto de Estados Unidos que “gasta menos que casi todos los países ricos en servicios sociales para los pobres y los postergados, y que por tanto obtiene aquello por lo que paga: las más altas tasas de pobreza entre los países desarrollados y una población carcelaria que crece explosivamente”.

Jeffrey Sachs termina diciendo que “Von Hayek estaba equivocado. En una fuerte y vibrante democracia, un generoso Estado de Bienestar no es un camino de servidumbre, sino más bien de justicia, igualdad económica y de competitividad internacional”.

En la pobreza franciscana en que se ha ido sumiendo nuestro debate público, en estos días se ha intentado descalificar al Estado de Bienestar con el simple recurso de acusarlo de antigualla y fracasada idea “sesentosa”. En rigor, la verdad es la opuesta. La democracia y el propio sistema económico capitalista están amenazados por las enormes desigualdades e injusticias sociales que crea un mercado que actúa sin restricciones, lo que obliga a pensar en políticas públicas fundadas en un Estado que actúe eficazmente en el plano social.

Obviamente, el cumplimiento de esas tareas supone una carga tributaria distante de aquellas que caracterizan a América Latina, que son inaceptablemente bajas.

Ver: Estonia
Escuchar: El mundo se está inventando en otra parte, Atisbando de Mario Valdivia

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Noticias Abril 16, 2007

Calentamiento climático es irreversible

Glaciar Upsala Argentina

La Segunda
Calentamiento climático es irreversible, dicen expertos reunidos en Alemania

“El cambio climático ya está aquí y ahora el tema es: ¿llegaremos a limitarlo o no?”, declaró Wolfgang Cramer, uno de los coautores del segundo informe del Grupo Intergubernamental sobre la Evolución del Clima (GIEC), que depende de la ONU, publicado a principios de abril.

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POTSDAM, Alemania.- El calentamiento climático es un fenómeno irreversible y el único desafío es intentar limitarlo, afirmó este lunes un grupo de expertos reunidos en la localidad alemana de Postdam, cerca de Berlín.

“El cambio climático ya está aquí y ahora el tema es: ¿llegaremos a limitarlo o no?”, declaró Wolfgang Cramer, uno de los coautores del segundo informe del Grupo Intergubernamental sobre la Evolución del Clima (GIEC), que depende de la ONU, publicado a principios de abril.

Es imposible influir en la evolución del clima en los próximos 10 a 20 años, pero para más tarde aún hay opciones, explicó Cramer. “Si no hacemos nada, los daños serán mucho más importantes”, advirtió.

Un centenar de expertos participaron en una conferencia sobre las conclusiones del informe del GIEC organizada en Postdam por invitación del ministerio alemán de Medio Ambiente e Investigación.

“El segundo informe del GIEC confirmó nuevamente que el cambio climático ya tiene consecuencias dramáticas. Debemos actuar rápidamente”, subrayó por su parte el secretario de Estado del ministerio alemán de Medio Ambiente, Michael Müller.

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