Finland People

Es refrescante escuchar a un político serio como Genaro Arriagada, ex ministro de gobierno y ex embajador ???nada díscolo ni flagelante- que hace una inteligente defensa del Estado de Bienestar. Parece que ya estuvo bueno de comulgar con la ideología del neoliberalismo y el tiempo político de esa escuela, por lo menos en Chile, comienza a acabarse. No se trata de pendular hacia las caricaturas de revoluciones cercanas a nuestro país, estamos creciditos para eso, sino de reconocer que demasiado mercado es tan malo como demasiado Estado. Hay que decir que hablar de Estado de Bienestar es uno distinto a la tecno/burocracia que perpetra algunas de las políticas chilenas, sino un Estado moderno, eficaz, transparente, meritocrático y sintonizado con la globalización y la sociedad digital. Necesitamos un Estado que instala la agenda de la sociedad del conocimiento, que toma el riesgo que los privados evitan, que hace las inversiones de largo plazo, que promueve un sentido de nación común para todos, protegiendo a los que más lo necesitan. Está probado históricamente que se puede hacer (ver), es cuestión de querer mirarlo, y todo dice que avanzamos en esa visión:

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El Mercurio
El Estado de Bienestar ¡vive!

Genaro Arriagada

Hace 25 años, en pleno auge del neoliberalismo, escribí una columna donde decía que el más poderoso intelectual de esa tendencia, Friedrich von Hayek, se había equivocado gravemente cuando en su libro “Camino de Servidumbre” vaticinara que la intervención del Estado en la economía y sus políticas sociales conduciría a la decadencia económica y al término de la libertad. En esa crítica a Hayek me afirmaba (lo que siempre es bueno en un país que tiene pasión por las citas) en los dichos de otro Premio Nobel de economía, Paul Samuelson, que señalara que el Estado Benefactor no había llevado al “asesinato totalitario de la libertad”, sino que, por el contrario, había abierto enormes posibilidades a la libertad de las personas y a la justicia social.

Hace un par de meses encontré otra notable defensa del Estado de Bienestar, esta vez hecha por Jeffrey Sachs, un economista que estuvo asociado a importantes procesos de reformas económicas -incluidas privatizaciones- en Bolivia, Polonia, Rusia y que es autor, con Felipe Larraín, de un afamado texto sobre economía. Sachs (“Scientific American”, noviembre 2006) dice algo que sonará a herejía a economistas de derecha y, desgraciadamente, también a algunos que figuran en altos puestos en el gobierno de la Concertación. Se pregunta ¿son las altas tasas de impuesto y las fuertes redes de protección social antagónicas a una próspera economía de mercado? La evidencia, dice Sachs, es no; y argumenta del siguiente modo. Distingue entre “países de bajos impuesto y altos ingresos” entre los que menciona a Australia, Canadá, Reino Unido, Estados Unidos, y “países con altos impuestos y altos ingresos”, como Suecia, Noruega, Finlandia (ver educación NokiaDiseño Helsinki), Dinamarca. Los primeros destinan un 17% del PIB al gasto con propósitos sociales y los segundos, el 27%. En promedio los países de Europa del Norte, socialdemocracias, normalmente gobernados por coaliciones de centroizquierda, superan a los anglosajones en casi todas las variables que miden el desempeño económico: los índices de pobreza son más bajos, el ingreso de la población que trabaja es más alto, sus presupuestos son más balanceados, en materia de desempleo las tasas son prácticamente las mismas, aunque levemente más altas las de los nórdicos, y el resultado social y económico para los hogares que se ubican en la parte más baja de ingresos es notablemente bueno. Su dinamismo económico es muy alto, no obstante las altas tasas tributarias. Y formula un juicio lapidario respecto de Estados Unidos que “gasta menos que casi todos los países ricos en servicios sociales para los pobres y los postergados, y que por tanto obtiene aquello por lo que paga: las más altas tasas de pobreza entre los países desarrollados y una población carcelaria que crece explosivamente”.

Jeffrey Sachs termina diciendo que “Von Hayek estaba equivocado. En una fuerte y vibrante democracia, un generoso Estado de Bienestar no es un camino de servidumbre, sino más bien de justicia, igualdad económica y de competitividad internacional”.

En la pobreza franciscana en que se ha ido sumiendo nuestro debate público, en estos días se ha intentado descalificar al Estado de Bienestar con el simple recurso de acusarlo de antigualla y fracasada idea “sesentosa”. En rigor, la verdad es la opuesta. La democracia y el propio sistema económico capitalista están amenazados por las enormes desigualdades e injusticias sociales que crea un mercado que actúa sin restricciones, lo que obliga a pensar en políticas públicas fundadas en un Estado que actúe eficazmente en el plano social.

Obviamente, el cumplimiento de esas tareas supone una carga tributaria distante de aquellas que caracterizan a América Latina, que son inaceptablemente bajas.

Ver: Estonia
Escuchar: El mundo se está inventando en otra parte, Atisbando de Mario Valdivia

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