Los empresarios pequeños, en su mayoría, se caracterizan por concentrarse en la producción de ???cosas???, objetos materiales que pueden ser tocados, almacenados, transportados. Es muy importante para su propia seguridad, contar con talleres, máquinas y almacenes, todo bien ???concreto??? y abordable. No creen en estas nuevas cosas de la electrónica, el marketing, el poder de los clientes ni en la competencia global. Las cosas son como son, y la experiencia y la lógica muestran como se debe trabajar. El ciclo comienza por el producto que saben producir (manufacturas, cultivos o crianza), conseguir dinero para producir y manos a la obra. La frustración viene con la negativa de los recursos, o peor, cuando los consiguen pero no venden lo suficiente para cumplir con las obligaciones asumidas con bancos, proveedores y empleados.

En el futuro hablaré de productividad al interior de los procesos de las empresas pequeñas, pero ahora quiero decir un par de cosas a propósito de un artículo que invito a leer sobre el “fenómeno iPod”.

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Tan importante como saber hacer las cosas (producir la promesa del servicio ofrecido: capital pragmático), conseguir recursos financieros (capital financiero) para operar el negocio o incorporarse en redes sociales (capital social) es construirse una identidad (capital simbólico) que no sólo sea capaz de evocar confianza en la solvencia de la compañías y el cumplimiento de sus promesas de servicio, sino que convoque como una verdadera ???onda??? a la que hay que sumarse, a lo que no se puede estar si no queremos quedar fuera de lugar y socialmente aislados. El poder simbólico de la marca de nuestra compañía no sólo depende de nuestra capacidad de cumplir promesas, sino que necesitamos asociarnos a ciertos valores estéticos, éticos o sociales, a los cuales los clientes masivamente adhieren, y en ese campo proponer una tendencia que nos diferencie.

Si uno piensa en la fuerza de marcas como Apple y su iPod, puede ser desesperanzador para un empresario como el que describo, pero justamente se trata de aceptar la posibilidad de comenzar a imaginar nuestro negocio jugando en el mundo de la cultura y no sólo en la producción. Partir de la base que los negocios que han impuesto sus marcas partieron de ser nada, del desconocimiento y la inexistencia total, pero que supieron posicionarse en la memoria y el corazón de los clientes. Se trata, una vez más, no sólo de dar buen servicio, sino de capturar el corazón de los clientes, la admiración y representar lo que para ellos es importante.

Este es el centro de las posibilidades y desafíos en la era de las tecnologías y la globalización. El juego de las imágenes con sustento se hace más disponible, pero también más urgente con la vasta disponibilidad de tecnologías digitales para posicionar la identidad local y universalmente, lo cual implica mucho más que “invertir en un sitio web”, sino innovar en la creación de una marca que nos de una realidad poderosa en el mundo de internet.

Comencemos por reflexionar en torno del fenómeno iPod, según escribe un filósofo y sociólogo chileno que trabaja para la famosa universidad americana MIT, Cristóbal García (quepasa.cl): La Ipodmanía