Esta es una entrada que escribí sobre Sueña la Alhambra, que recuerdo ahora que el Maestro Enrique Morente murió a los 67 años.
Hace algo más de un año escribí sobre Enrique Morente y su disco Lorca, que para mi es el que más me ha conmovido de los trabajos que conozco de flamenco desde que me adentré en esa cultura, asistiendo a conciertos, visitando tablaos y fiestas populares, con algunas lecturas y haciéndome de una colección inicial de cds. Hay cosas preciosas y originales de Camarón (especie de Gardel del flamenco), de la familia Carmona (habichuelas y ketamas), fusiones de la familia Amador o Chano Domínguez, con su piano, Remedios Amaya ha hecho lo propio con su recuperación hacia el flamenco.
En muchas de estas creaciones aparece Carles Benavent, el bajista catalán que acompañó a Camaron y en las innovaciones setenteras de inigualable Paco de Lucía. Pero Morente tiene una profundidad de raíz flamenca pero también de remembranzas clásicas, en que une poesía, una voz poderosa, ritmo de distancias insolubles armonizados con cohesión mágica, e invitados de maravillas, como las Voces Húngaras en Lorca, y ahora en su último trabajo Sueña la Alambra, Pat Metheny, la Camerata Libertango y su hija Estrella Morente, pura magia de voz, interpretación y preciosura mediterránea. La verdad es que el disco nuevo no cala a la primera, es algo intelectual, pero una vez rumiado, sentido, comienza a emerger la magia de este brujo creador granadino (te viene el duende decía una amiga extremeña), quizás el más clásico innovador del flamenco.
Donde habite el olvido
Luis Cernuda
Donde habita el olvido,
En los vasos jardines sin aurora;
Donde yo solo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
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