Es curioso que La Sociedad de la Decepción, el libro con la entrevista larga a Gilles Lipovetsky, concluya en ánimo bastante optimista. Hiperconsumo, hiperindividualismo, la esperanza es que esta época se agotará y que vendrán nuevos valores, más austeros y más comunitarios. El diagnóstico inmediato es tenebroso, crisis económica y ambiental, cotidianos y crecientes choques entre nativos e inmigrantes, sin sentido, desánimo, soledad, incertidumbre, desamparo. Lo único asegurado, y que no es poco, es la imposibilidad de cuestionar la democracia, la libertad y los derechos humanos.

A pesar que no aseguren la felicidad y el igualitarismo, nadie está dispuesto a perderla. Buscando sin encontrar la felicidad en el consumo, desde bisutería a experiencias místicas, los hipermodernos comienzan dudar de la pertinencia de buscarla. Destacable el llamado de superponer nuevas pasiones a las actuales pasiones. Ni una posibilidad de prohibir y controlar, el remedio seguro sería peor que la enfermedad. Se trata de encantar, aunque sea en clave de consumismo e individualismo, con causas que aún conmueven a las personas. Integrarse antes que excluirse. Dos ambigüedades quedan abiertas: la reflexión es global pero todos los ejemplos aluden a Francia, la verdad Paris; por otra parte, la esperanza, el plazo y la vertiente amable de este tiempo de libertad, no incluye los pesares y amenazas del mundo no desarrollado. No sólo porque un ánimo de descripción global de la cultura deja fuera una buena parte del globo, sino que la esperanza de mejores tiempos materiales y de espíritu para el primero mundo pueden ser truncados por los cataclismos evidentes que esperan a las sociedades excluidas de la modernidad, el bienestar y la democracia. Sin embargo, la palabra de Lipovetsky atrapa y, salvo los ejemplos concretos y locales, todo el diagnóstico aplica perfecto en el entorno de la cultura chilena y latinoamericana, por lo menos, en los grupos integrados a la modernidad y el bienestar. Así como en economía y medio ambiente, sufrimos de los mismos pesares espirituales a nivel global.