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He comentado muchas veces el afecto y admiración que tengo por el senador y filósofo Fernando Flores. Esta vez vale la pena mencionarlo ante la recuperación que hace en su blog del artículo que escribió hace trece años con el fallecido biólogo Francisco Varela, Educación y Transformación Preparemos a Chile para el Siglo XXI.
Es un precioso trabajo de esos con la sencillez y profundidad de las
cosas bien hechas, que en reducidas páginas derrocha solidez teórica,
una lírica épica que encanta y moviliza, una aguda visión de lo que
cuenta realmente en educación, situado en el contexto económico y
existencial de este inicio de milenio, y también de los desafíos de
desarrollo, unidad y orientación que requiere nuestro Chile (aunque
tiene un valor de sobra universal más allá de las fronteras de nuestro
país). Nos sitúa en los nuevos mapas que necesitamos para explorar este
nuevo universo que emerge, para no perdernos en la obsolescencia de la
burocracia ni en el sinsentido de la hiperflexibilidad, para
construirnos como seres flexibles pero auténticos y solidarios, agentes
de transformación. La matriz de los mapas la componen una nueva
apropiación práctica de la biología de las emociones, el lenguaje que
coordina compromisos e inventa sentidos y la historia de transfondo y
emergente en que nos desenvolvemos. El espíritu que resulta es de amor
y urgencia por un mundo y un país enfrentado a desafíos tan tenebrosos
como atrayentes. Agradezco la compañía y el soporte que he encontrado
al revisitar innumerables veces este documento.

 

(Fernando Flores y Francisco Varela con el actor y dramaturgo Oscar Castro en Paris)